Esto no es una conversación al uso. Miguel Noguera (Las Palmas de Gran Canaria, 1979) no es un tipo convencional. Le incomodan las entrevistas porque -y esto ya es inédito viendo el ego que manejan los chicos de la cultura- siente que su opinión sobre esto o aquello no es relevante, "es fofa", dice, como una víscera blanda, y tampoco procura ser epatante: le sonrojaría hablar con gravedad, con rúbricas, con obstinación. Ese no es su lenguaje. Su gesto vital, digamos, es encogerse de hombros. La duda es una posición política y sentimental.
Noguera funciona de otra manera, casi en base a epifanías cortas, aun ateo como se bautiza. Tira del hilo de ideas pequeñas y las retuerce hasta lo diabólico, hasta lo poético, hasta lo más verosímil del surrealismo. El resto nos reímos. Se ríen con él hasta Felipe y Letizia, que fueron a verle a su Ultrashow cuando aún eran príncipes. Si es que el asunto no puede ser más raro.
Tampoco entiende tanta carcajada, Miguel, porque no se considera un cómico, porque sus intereses son más artísticos o performáticos: surge entre la pesadez del verano más bien como un humorista brillante pero involuntario de greguerías posmodernas. Lee filosofía pero no se vanagloria de ello -¿no es sorprendente?-. Se empapa de Kant y a partir de la página 100 no entiende nada -reconocer esto es otra excentricidad-. Canta como un monje loco. Vive en vacación. Gasta lupa kafkiana, inventa Cristos con las palmas venosas, habla con los extraterrestres, se pone en la piel de Bolaño.
No tenemos ni idea de quién es Miguel Noguera, en verdad, ya me gustaría a mí presentárselo a ustedes con más clarividencia. Es como un secreto largo. Quizá sea sólo un hombre que habla sueco porque su madre era sueca. De su biografía apenas revela nada: dice que eso son asuntos privados.
¿Quién sabe cómo duerme Noguera? ¿Cuándo fue la primera vez que se enamoró? Sobre sexo no se pronuncia. Ni sobre violencia. Ni sobre a quién admira. Esto es un huerto de preguntas abortadas. Se siente mal por no resultar más contundente, ¡pero es que es así! Cómo podría evitarlo. También habla de sí mismo desde fuera, como una voz en off comentando la película de su vida, desdoblado y genial. "Mira este tío, qué dice, ¿no? ¿Qué se ha creído?". Cosas así. Es imposible no sonreír.
A ratos me mira a través de la videollamada como diciendo “¿qué quieres de mí, maldita sea, mi alma?”. Y claro que quiero su alma, pero resbala. A los 40 minutos de charla, Zoom dice que se vuelve de pago. Por primera vez. Como tocando las pelotas. “No, oye, pero tampoco te enfades con Zoom, que es una empresa. Yo sólo tengo miedo del día que YouTube deje de hacer esa cosa alucinógena de saltar de un contenido a otro pero gratuitamente. Nadie entiende nada. Jugarán con la población hasta que un día nos jodan. Pagar por ver vídeos… eso me da miedo. YouTube para mí es como el agua. ¡Exprópiese!”. Ya les dije que esto era muy raro. Qué irreverente el tío, a su manera. Hoy, sábado 29, vuelve al Teatro del Barrio con su Ultrashow. El resto será historia.
Pregunta.- ¿Qué más hace un chico como tú en un verano como este, aparte del Ultrashow?
Respuesta.- No te creas que mucho, ¿eh? He visto a mi familia unos días, en Mallorca. Pero el resto del tiempo lo paso más o menos como cuando no veraneo. Estoy por mi barrio y ya está, eso es lo que hago. ¿Qué imaginabas?
P.- Me gustaba imaginarte como un Bertín Osborne veraniego, con un polito, comiendo una langosta.
R.- (Ríe). ¿Con polo? Joder. Ya, pero esa imaginación, ¿a qué responde? Te diría que soy lo más alejado a esa imagen, ¿sabes? Es camiseta todo el año y cero langostas.
P.- No te consideras cómico, más bien te llamas interesado en las artes plásticas o la performance. ¿A quién admiras?
R.- Hay mucha gente que me gusta lo que hace, pero no soy mitómano, me cuesta decir nombres. Soy menos mitómano que la mayoría, diría. Prefiero recomendar a gente para darle visibilidad, como a los Nuevos Mamuts. Son amigos, y buenos amigos de Vengamonjas, que son amigos míos, en fin, y hace poco han recuperado sus textos de Fotolog y han hecho una web. Molan.
P.- ¿Te harías alguna vez una performance estilo Marina Abramović, al estilo de reencontrarte con tus exs, o al estilo Abel Azcona, de drogarte y dejar que el público haga contigo lo que quiera?
R.- Vaya sarao, ¿no? Me parece muy bien, claro, ¿por qué no? Lo más parecido que hice a eso fue en La Resistencia, cuando me hice pasar por oruga, y de hecho se llegó a especular -así abiertamente, sin necesidad de que eso se sustanciara- con la posibilidad de aparecer drogado, completamente drogado o al menos muy drogado, cosa que era nueva para mí, porque nunca he estado drogado.
"Nunca he estado drogado: me planteé hacerlo por primera vez en La Resistencia"
P.- ¿Nunca en tu vida?
R.- Nunca, o sea, que mi primera experiencia con la droga fuese delante de millones de espectadores me hacía gracia, más o menos, pero obviamente se descartó, porque no tenía ningún interés. Como mucho tenía interés para mí, pero fuera de ese contexto creo que no.
P.- ¿Eres abstemio? ¿Antidrogas?
R.- No, antidrogas tampoco, si no no me hubiera planteado aparecer drogado, ¿no?
P.- Es tierno eso: que tu primera vez fuese compartida con tantos desconocidos.
R.- Sí, puede ser. Sí, sí, soy abstemio, eso sí.
P.- ¿Y por qué?
R.- No tengo esa costumbre.
P.- Digo… este es un país muy alcohólico.
R.- Ya, ya, sí, sí, desde luego, pero no bebo ni tomo nada y ahora ya es una cuestión de que no tengo esa costumbre, no me nace esa inclinación.
P.- ¿Sabes que la gente que he conocido que no bebe es porque guarda grandes secretos? De Estado, quizá.
R.- Ya, jo. Curioso eso, ¿eh? No soy ese perfil. No es que no beba por miedo a dar información. No tengo información, de hecho. Ninguna. Tampoco es que esa gente sea abstemia, entonces, sólo son abstemios técnicamente para evitar en un momento dado irse de la lengua. Probablemente en un entorno seguro, beban.
P.- ¿Cómo era Miguel Noguera de niño?
R.- Pues… así como muy niño. Muy pueril dentro de la puerilidad que se le presume a un niño. Un ser tímido, como aislado con mis cosas. Tenía un solo amigo: esta cosa como diádica. Prefería mantenerme alejado del grupo y sólo conectar con el resto a través de individuos aislados, todo el rato. Era empollón, como se decía antes, en su época. Tenía mucho cuidado en hacer los deberes, en estudiar, en obedecer, sí, sí. Obedecía bastante.
P.- ¿Y cuándo empezaste a desobedecer?
R.- Nunca he dejado de obedecer (ríe). Bueno, en la adolescencia llegó algo ya como de dejar asignaturas por dar y suspender a conciencia. Ya me había deshecho un poco de esa presión y tenía esa cosa crítica de la adolescencia.
P.- ¿Cómo crees que serás de viejo?
R.- Como ahora. Ya tengo una edad, ¿no? No creo que haya muchos cambios. De hecho, te diría que este juicio parece negativo, pero es positivo. Seré un viejo parecido al viejo que soy ahora, con 42 años, y eso es bueno, ¿verdad? Siempre que se dice “de viejo quiero ser de tal forma”, es una forma degradada de la actualidad. Siempre se tiende a esa mirada de oxidación, de empeoramiento. ¡Soy optimista! ¡Soy un tremendo optimista! Es puro optimismo lo que acaba de vivirse aquí. Ha parecido pesimismo respecto al estado actual, porque ha parecido que yo asemejaba mi vejez a esta vida actual mía, ¡como llamándola “senecta"! Pero puede ser leído al revés.
P.- No eres nada cascarrabias, ¿no?
R.- Hombre, yo soy muy cascarrabias ya ahora, ¿eh? Inevitablemente.
P.- Eso es lo mejor de la vejez. Poder ser cascarrabias legítimamente. Que la gente te vea farfullando cosas amargas y diga “normal, es que ya es anciano”.
R.- Ya, porque ya estás cansado y tienes derecho a estar cansado y a quejarte… total, no tienes ninguna agencia sobre el mundo… tienes derecho a ser un cascarrabias, ¡está bien que la gente te defienda como cascarrabias! Yo ya soy ahora mismo todo eso, la verdad. Me veo exactamente igual.
P.- ¿Qué tal te llevas con los niños?
R.- Con el tiempo se me hacen cada vez más pesados. Digamos el escalón entre el niño y yo es cada vez más grande energéticamente y en términos de vitalismo, por lo que cada vez me resultan más cansinos, tengo que decir.
P.- ¿Tienes hijos o sobrinos?
R.- No, no. Bueno, tengo sobrinos, pero ya son mayores.
P.- Te lo preguntaba porque me parecería divertido verte interactuando con un niño.
R.- No tengo problemas para relacionarme con ellos, ¿eh?, pero hacerse cargo de un niño o simplemente pasar un tiempo prolongado con un niño… cada vez es más pesado. Lo siento, ¿eh? Es una realidad. A medida que eres más viejo, te da más palo hacerte cargo de los niños. Un encuentro puntual, vale, una interacción breve puede ser muy graciosa y tal, pero soportar a un niño… te jode porque te revela tu falta de energía, te revela que vas disminuyendo. Los niños te miran a la cara y te recuerdan que eres viejo.
"Los niños me resultan cansinos: te miran a la cara y te recuerdan que eres viejo"
P.- He leído que dices que tu éxito es inherente al contexto español, que no eres universal. ¿Cuánto de folclórico tienes?
R.- Yo me refería más bien a la cuestión del lenguaje. Es decir: es difícil traducir libros o ultrashows, porque gran parte se basan en el habla, en la lengua española. Mis chistes no son tradicionales, yo hablo más bien de la contemporaneidad de este país.
P.- ¿Qué salsilla da este país para hacer shows? ¿Qué tiene de bueno España para la comedia?
R.- No sabría responder… ¿qué tiene, a diferencia de otros países? No lo sé. Hay una cosa ahí como de la irreverencia. ¿Puede ser que seamos más irreverentes que otros? Bueno, o la escatología. No sé qué decirte, lo siento, de veras, ¿eh?, ya ves que soy un tipo blando de ideas, un tipo absolutamente fofo en sus opiniones, son todo descartes, son todo formas blandas, si incluyes todo esto parecerá que no tengo ninguna idea sobre nada y sería bastante cercano a la realidad, ese es mi estado mental general, el de no tener pensamientos claros ni certezas acerca de nada.
P.- Cantas en un coro.
R.- Empecé de nuevo a cantar en coro en 2013 y desde 2015 arranqué en el que estoy ahora, en el coro Bruckner de Barcelona.
P.- ¿Y en la ducha, qué cantas?
R.- Pues me da un poco de rabia o de envidia no ser de ese tipo de cantor, un cantor de ducha, ¿no? No canto lo suficientemente bien, entiendo, como para cantar de forma natural. Me tengo que obligar a cantar. Me gusta la gente que tararea. En el fondo esa es la gracia, ¿no? Que uno se descubra cantando solo y disfrute de cantar a viva voz, y esto hay gente que lo hace y gente que no. Yo silbo. Silbo por la calle. Tarareo muy bajo. Murmuro. Canto canciones murmuradas. Melodías a escondidas, cosas así. No tengo una relación con el canto tan orgánica como otra gente.
P.- Leí por ahí una frase que decía “no supe que estaba triste hasta que me pidieron que cantara”.
R.- Sí, lo entiendo, yo cuando estoy despreocupado o contento, silbo. Está loco, ¿no? (dice, como desde fuera).
P.- ¿Alguna de Perales, de Nino Bravo…?
R.- ¡Ah! Podría ser. Mi playlist es muy amplia. Me gustan todos estos crooners, digamos. Todos, todos ellos. Manolo Otero, ¿no? ¿Sabes, Manolo Otero? Yo lo encontré en Spotify. Tiene canciones en las que él susurra o habla por encima de la música todo el rato, es como una especie de psicópata muy cómico. Él no quiere serlo. Él quiere ser un dandi, un seductor. Pero el discurso es como enfermizo, ¿eh? Actualmente ya es una cosa muy cómica pero con mucha oscuridad. Yo pensaba “esto es porque el tío no sabe cantar”, o “es el típico que sólo sabe hablar pero quiere ser cantante”, pero luego descubrí que no, que el tío cantaba perfectamente, lo vi en otros discos, canta muy bien. Es muy gracioso. Y dicen que era sexy.
P.- ¿También?
R.- Era un poco alaindeloniano. Su canción mítica se llama Todo el tiempo del mundo (soleado). Es muy raro esto, ¿no? Hay algo de tiempo en el sentido cronológico y algo de tiempo en el sentido metereológico y está todo mezclado. Esto me gustaba. Es una canción que puede ser leída como humor negro involuntario. Pero oye, él llegaba a su público, eso funcionó, esto es un éxito de él, pero leído ahora desde otra óptica podría ser un sketch, un gag.
P.- ¿Qué relación tienes tú con el dinero? Veo mucho tus vídeos de Instagram donde a lo mejor te pones una papada en technicolor y adviertes que sólo lo haces para promocionar tu show y que tu único fin es ganar dinero, que es una cosa que es verdad pero que nadie dice.
R.- Sí, está claro, es lo que persigo, que la gente vaya al teatro y que paguen dinero, ¿no? Yo con el dinero tengo una relación rara, ¿verdad? Me da apuro el tema del dinero y creo que por eso lo enfrento de forma descarada: en el fondo me hace sentir mal, como culpable, el hecho de tener dinero. O el hecho de ganar dinero, que los shows vayan bien de público y que estén muy bien retribuidos… eso es incómodo para mí, porque vienen todos esos pensamientos de “¿hasta qué punto es merecido, hasta qué punto es algo arbitrario que venga gente o no?, no es un dinero ganado con el sudor de mi frente después de un esfuerzo tremendo, no considero que me lo merezca hasta el último céntimo, es un dinero ganado que no se sabe ni cómo, ¿puede ser leído como una especie de engaño o de bluff?, pero el dinero está ahí, es real, y sirve para escapar del trabajo”. Es una relación problemática por eso. Bueno… problemática (ríe): luego lo tengo y me lo gasto, ¿no? Vivo con mi dinero.
P.- Esto que padeces es culpa religiosa, ¿no?
R.- Claro. Sí, sí, eso está ahí, pero mira, yo siendo ateo y no estando bautizado, aún así la siento. Para que tú veas, eso está en la mentalidad de todo el mundo y no te lo puedes sacar de encima, por muy ateo y aconfesional que seas.
P.- Mucha gente habla ahora del derecho a la pereza e incluso de la abolición del trabajo.
R.- Sí, lo que pasa es que uno ve el trabajo de los otros, y ve cómo los otros se quejan y sufren, y sus cuerpos sufren, y uno no puede decir lo mismo de su trabajo.
P.- Ojo, que tu show también es muy físico. Te desgañitas ahí.
R.- Sí, claro, una hora a la semana si llega, ¿no? O sea, no, no hay forma de defender esto. No se puede comparar a otros tipos de trabajo, y no pasa nada, pero a mí eso me crea una tensión, está claro, pero mejor esa tensión que la tensión del trabajo mismo (ríe). “Sufre un poco porque dice que no trabaja, pero ese sufrimiento sigue siendo mucho menor que el de la gente que trabaja” (dice, de nuevo como desde fuera de sí mismo). Así que ningún problema.
"El mayor lujo obsceno es vivir en la jubilación prematura"
P.- Si te hicieras rico, ¿qué lujo obsceno te permitirías?
R.- Este es el lujo obsceno: llevar una vida cómoda, sin prisas ni sin presión. No habría ahí un expendio en algo que ahora no me esté permitiendo. Si tuviera el dinero que podría necesitar a lo largo de toda mi vida, el lujo más obsceno sería prescindir de todo tipo de compromiso laboral, ya me daría totalmente igual, y ya viviría en una especie de vacación eterna y haría lo que hago ahora pero sin la pequeña angustia de “esto igual no dura para siempre, igual tendrás que buscar otra salida, otra vía”. El lujo obsceno es vivir en la vacación, en la jubilación prematura, un poco como ahora.
P.- ¿Tú eres un poco asceta?
R.- Yo sí, pero es un ascetismo del confort. Vivo de una forma muy confortable porque vivo como si fuera domingo cada día. Casi, casi. Mi objetivo es que todos los días sean domingo y que no haya ningún tipo de tensión. Es muchísimo, ¿eh?, en términos de infraestructura. Yo me puedo levantar a una hora tardía… yo no pongo el despertador, sólo te digo esto. Bueno, alguna vez, por ejemplo hoy, que me he puesto el despertador para hacer esta entrevista.
P.- He leído últimamente sobre anarquismo y pensaba que la primera obediencia del día, la primera vez que nos doblegamos, es cuando suena el despertador.
R.- Es lo que es, ¿no? Hay vidas que no pueden… en fin, dormir indefinidamente, sino que tienen que despertarse y ya está. Pero en mi caso, sí, no hay un “poner el despertador”, y eso a mí me parece un objetivo vital.
P.- ¿Qué encuentra un ateo como tú en la Biblia, que la has leído con gusto?
R.- Pues no sé, porque no me convenció mucho, para mí la Biblia es una publicidad muy mala de la religión, mira toda la movida de Yavhé, siempre malhumorado, defraudado, castigando… muy mal rollo, y luego la cosa pesada esta que tiene la Biblia de hacer listas de cosas, de objetos, de apellidos. Vamos, valoro su peso en la historia, y el peso del libro en sí, pero le veo mucho spam, mucho ruido blanco dentro de la información, hay un soniquete bíblico y, por en medio, esos discursos sapienciales… Tiene su tono, tiene sus cosas, pero vamos, no me sirvió de nada leerla, no me descubrió nada.
P.- Siempre has dicho que eras de izquierdas, ¿cómo avanzan ahora tus esperanzas? ¿Qué tal con Yolanda Díaz?
R.- Yo hago siempre una apología de las nuevas izquierdas muy burda. Todos ellos me parecen bien, todos los de las nuevas izquierdas, adelante con ellos, vamos allá, acríticamente les sigo. IU, Podemos, Sumar, Errejón, Yolanda, quien sea. No sé bien cómo distinguirles ya, pero me parecen todos bien, todos están por encima de mí en términos de pensamiento político. En Comú, no me olvido, eh, ¡todos! Siempre hilan más fino que yo, me entrego a ellos, me confío.
Parece de broma, pero no lo es, lo digo totalmente en serio. No me he ocupado de saber por qué debería votar a Sumar en vez de a Podemos, por ejemplo, pero qué más da, porque me alegran las informaciones que dicen que siempre irán juntos todos, da igual a cuál votes, y este tipo de cosas me apaciguan. No entiendo sus diferencias. Parece que Sumar es más abierto y quiere tender puentes y todo esto que siempre se dice, ¿no?, aunque por otro lado está también bien no perder la especificidad, yo que sé, serán buena gente, incluso los de Izquierda Unida, son más de izquierdas que yo todos ellos, sin lugar a dudas. Mi pensamiento es tan pobre al respecto que cualquier ideas que ellos tengan yo jamás la habría tenido antes. Vamos con ellos, claro que sí, a ciegas, tírale.
P.- Si te levantases mañana siendo Pedro Sánchez, ¿cuáles serían las primeras tres cosas que harías?
R.- Primero: pedir las llaves del Falcon. Segundo: lavarme los dientes. Tercero: desayunar. Ha empezado muy arriba, pero como que se ha desinflado la cosa, ¿no? Lo siento mucho.