9 octubre, 2022 02:50
Lorena G. Maldonado Esteban Palazuelos

Albert Boadella (Barcelona, 1943) luce científico loco, poeta romántico o juglar satírico, pero sobre todo luce caballero cabreado. Se enfada, Albert, con mucha facilidad cuando observa el panorama. Será bueno eso: la rabia siempre fue un motor. Para pensar. Para escribir. Para maquinar. Para seguir creando o creyendo. Incluso para rascar más iracundamente la belleza del mundo, que es, dice él, lo que nos diferencia de los animales. Y lo único que le interesa al rebelde que nos habla de esta vida decadente. 

Pregunta.- Así que su libro se llama Joven, no me cabree. Empezamos fuerte. ¿Qué enfada a Albert Boadella de la España de 2022?

Respuesta.- Lo que más me cabrea es la impostura. Yo acepto cualquier postura que esté defendida con libertad, con ética, con honradez. Ahora me molesta la artificialidad de la juventud, la falta de sustancia acerca de lo que dice y lo que hace. Todo es demasiado virtual, no hay nada auténtico en nosotros, no hay nada sufrido.

P.- Una de las cosas que hace en el libro es recomendarle al chiquillo trabajar con las manos. Plantar un cerezo, por ejemplo. Mancharse de tierra, olerla.

R.- Desde luego. Lo coloco en una doma, en una auténtica doma. Porque creo que la generación de mis hijos es una generación que no ha estado bien domada. Una generación bastante consentida, infantilizada. Y seguramente es culpa nuestra, ¿no? Los hijos de mayo del 68 creímos que había que abrir las compuertas a todo. Queríamos destruir la autoridad, y ahora me refiero a la autoridad del conocimiento: los propios padres, los maestros, los catedráticos. Hay una especie de patología destructiva en todo lo que significa el pasado, en todo lo que significa autoridad, que es muy nociva para una formación rigurosa.

"La generación de mis hijos está infantilizada y consentida"

P.- Pero todos los jóvenes, los de todas las generaciones, han querido romper con todo. Es un anhelo juvenil eterno, no particular de esta generación.

R.- ¡Y tiene que ser así! Pero las cosas tienen unos límites. Echo de menos las ideas de la ilustración. Aquí sólo tratan de destruirlo todo: incluso lo que pasó hace seis meses trata de ser destruido, no ya el pasado más recóndito. Tienen la necesidad de una realidad constante distinta. Mira, los dos primeros años de vida son de doma, no de educación, de doma ante los impulsos primarios. Y eso ha desaparecido.

Ahora un niño llora y va rápidamente a los brazos de su madre. Después llega a parvulario y ¡cuidado con lo que puedan hacer las maestras, los maestros…! Enseguida viene una comisión de padres a poner a parir al maestro con mucha facilidad. Nosotros nos quejábamos de un maestro y lo normal es que los padres nos pegaran un cachete. Se han abierto compuertas de alto riesgo.

P.- ¡El anarquismo llegó…!

R.- (Ríe). Sí. Sí. Es una pérdida de referentes. Nosotros aún teníamos los referentes cristianos, porque casi los llevamos en los genes, y también eso dura hasta hoy, ya que están introducidos en las costumbres de la sociedad… y desde luego eran unos referentes discutibles, pero referentes.

Albert Boadella.

Albert Boadella. Esteban Palazuelos.

P.- ¿Cuáles son los referentes ahora?

R.- Para un joven de ahora, un referente puede ser un ‘star’ del reguetón. O un futbolista. ¡Gente superficial!

P.- ¿Cuáles fueron tus primeros referentes?

R.- Debían ser Santa Teresa de Jesús o Isabel la Católica (se parte). Ah, no sé, yo admiraba a las artistas de las zarzuelas. Estaba enamorado de todas, eran guapísimas, me parecían heroínas, bajo su música maravillosa… ahora hay desprecio al referente ilustrado, no hay un gusto por la complejidad. No saben lo que es el esfuerzo continuado para conseguir una cosa, rápidamente se doblegan ante aquello que les sale mal. Eso es lo peor de esta generación. ¡Pero mira los políticos que tenemos! Han pasado generalmente de las juventudes de un partido directamente a sus cargos. No saben lo que es barrer una tienda. ¡Hay que tocar las cosas con las manos, hay que sudar!

P.- ¿Cómo sería Pedro Sánchez si hubiese barrido alguna tienda?

R.- Sería bastante mejor, saldríamos todos ganando seguro. Su caso es un caso de morro. Es un caso insólito de morro, es el campeón del morro. Lo que dice ahora puede cambiarlo dentro de diez minutos. Su interés personal es su subsistencia. Y esto corresponde a millones de españoles, ¿eh?, tiene una audiencia importante porque se sienten identificados con esta actitud, no con su política.

P.- Así que es un país de caraduras, éste.

R.- Es un camino a la amoralidad.

"Si Pedro Sánchez hubiese barrido alguna tienda, sería bastante mejor presidente" 

P.- ¿Cómo meterías tú mano a los planes de estudios españoles? En el libro dices que la educación comenzó a caer en picado en el 81.

R.- Es importante la historia y el respeto al pasado. Es un elemento esencial. Fíjate que lo primero que se hizo en los años ochenta fue eliminar el latín, por ponerte un ejemplo. También lo eliminó la Iglesia, el latín, lo eliminó estúpidamente, porque correspondía a un lenguaje mágico, extraordinario para los ritos. Al ponerlo en la lengua vernácula, perdió toda la gracia y vimos que era un poco insulso todo lo que se decía. ¡Y qué contarte del arte…! A los 20 años ya los chicos se creen genios. En la Escuela de Bellas Artes, antes te obligaban a pintar las copias de las estatuas griegas al carbón ¡y hacerlas perfectas! Ahora no, ahora los profesores dicen: “Haga usted según su creación”.

P.- “Haga lo que sienta”.

R.- “Todo es posible”. Esa es la peor pedagogía. Todo no es posible.

P.- Ahora que hablamos del arte. ¿Qué es la transgresión hoy? En los setenta aún era transgresor vestir a un Cristo de drag, ¿pero hoy?

R.- Pues hacer una parodia sobre las relaciones del hombre y la mujer.

P.- ¿Sobre el feminismo?

R.- ¡Hombre! Y yo soy la prueba fehaciente de ello. Hace tres años hice una obra lírica, llamada ‘¿Y si nos enamoramos de Scarpia?’, donde había un conflicto entre el director de orquesta y las cantantes. Era divertido pero polémico. Esta obra tuvo un éxito extraordinario en los Teatros del Canal y no salió de gira, no hizo ninguna representación más.

El libro de Albert Boadella.

El libro de Albert Boadella. Esteban Pazuelos.

P.- ¿Quién te la paró?

R.- Los programadores no la contrataron porque ellos están sujetos a los concejales de Cultura, a los consejeros, etc, etc. ¡Tenían miedo! Eso es porque mi obra es una transgresión.

P.- Ah, ¿te sentiste vetado?

R.- Es una forma de vetar, sin duda, por eso digo que la cultura de Estado es una cultura muy peligrosa. Es mejor que los artistas nos entendamos directamente con el público.

"Los 'progres' de ahora son los nuevos curas" 

P.- ¿Qué es lo que tú crees que las feministas no aceptan en lo que concierne a la relación entre mujeres y hombres? ¿Cuál es el callo a pisar?

R.- El callo es casi todo, porque ya se estableció el tema tabú. El mundo ‘progre’, por llamarlo de alguna forma, ha establecido una serie de tabúes: cuestiones de diversificación sexual, la cuestión climática, el animalismo… y todo eso está bien. Yo no tengo ningún inconveniente en que la gente tenga estas ideas, pero lo que no puedes hacer es convertirlas en tabú. Cuando alguien hace una crítica a alguno de estos temas, se le convierte en un ser asocial. Son peores que los tabúes religiosos de mi época.

P.- Y mira que tú has tenido problemas con la Iglesia y con los curas…

R.- Sí, es que los ‘progres’ de ahora son los nuevos curas. El impulso inquisidor existe en toda persona, sin duda, pero hay que dominarlo, porque cuando no lo haces, acabas como ellos: tratando de silenciar al oponente.

P.- Tuviste una problemática al defender a Plácido Domingo. Se montó ahí el pitote.

R.- Sí, porque alguien me puso en Twitter “Plácido podía haber dejado las manitas quietas”, y yo le contesté, irónicamente: “Bueno, las manos del macho no están hechas para estar quietas, porque si no no existiríamos como especie”. Era una broma, pero si lo miramos desde el punto de vista zoológico tiene algo de razón. Si el macho, en cierta medida, no promueve… inviertes un poco el juego de la naturaleza. Las manos tienen su trabajo (ríe). ¡Hice esta broma y me llamaron de todo: machista, asqueroso…!

Albert Boadella.

Albert Boadella. Esteban Palazuelos.

P.- Pero sí que estabas defendiendo a Plácido.

R.- Sí, y defiendo a Plácido, por un principio que me parece fundamental en democracia y es la presunción de inocencia. Si no respetamos ese principio, que es sagrado, la sociedad es un caos insoportable. No hay ninguna sentencia aquí. Es gravísimo que un ministro de Cultura de España prohíba que Plácido actúe en sus teatros, como sucedió con el ministro Uribe.

P.- Bueno, prohibir, prohibir… actuó y el público lo recibió con un aplauso larguísimo, desafiante, incluso.

R.- ¡Claro! La gente tiene otro sentir. La gente ha sido más sensata que el ministro, sin lugar a dudas.

"Callar no es bueno: yo creo en el ingenio para vengarse" 

P.- Te quejaste de que las señoras denunciantes no le hubieran metido un manotazo en su momento.

R.- Eso es, un buen mamporro a tiempo, una bofetada bien dada a Plácido… hubiese sido lo oportuno, si fue la cosa como cuentan. O le tiran un jarrón a la cabeza o directamente se hubieran ido a denunciar. Veinte años después, mejor dejarlo estar. Yo estoy dentro de este gremio, ¿sabes? Y yo he vivido esa idea del acoso. El acoso en el gremio del teatro ha sido el mismo que en el comercio o en la industria. Cuando alguien ha sido hombre y ha estado en la cúspide, si no ha tenido una cierta ética y una cierta contención, se ha aprovechado de esta situación. Hay dos cosas: hay gente que calla ante ello y gente que responde ante ello. Y la gente que calla tiene también una responsabilidad. ¡Ahora! Que el que lo hace sea un indigno… esa es otra cuestión, yo no lo discuto.

P.- ¿Qué te puedo contar Albert? Tú vienes de un mundo donde había un silencio radical frente a Franco incluso en las filas progresistas. ¿No te parece que esto es un poco igual? Cuando hay un poder mucho más grande que uno… ¿cómo enfrentarlo?

R.- ¡Así es, amiga, pero…! Callar nunca es bueno. Yo creo en el ingenio para vengarse.

P.- Has criticado a Picasso por venderse al poder, al dinero, a la mercantilización de su arte. Si señalas que el arte debe ser anticapitalista, ¿tú te consideras un artista anticapitalista, entonces?

R.- No, no (ríe). Sería injusto que me considerara anticapitalista, porque, en fin, el capitalismo me ha dado grandes placeres. Vivo bien gracias al capitalismo, seguramente. No habría vivido tan bien en la Rusia soviética. Sería un desagradecido… otra cosa es el salvajismo que puede traer el capitalismo, que es indignante.

Boadella.

Boadella. Esteban Palazuelos.

P.- Te has enemistado con todo el mundo, ¿eh, Albert? Cataluña te ha dado la espalda por ser contrario al independentismo pero tampoco te sientes reflejado en este Gobierno progresista y biempensante, que choca con tu arte satírico, tu arte de señalar las grietas. ¿A dónde ir?

R.- (Ríe). La función del artista es, siempre a través de la belleza, conseguir una mirada insólita, especial y libre sobre las cosas que nos rodean. No es la mirada oficial ni la mirada de las masas. ¡Siempre ha sido así, a lo largo de la historia, desde los griegos…! Hace 2.400 años había un comediógrafo que se llamaba Aristófanes y que se reía de los dioses griegos, que eran mucho más potentes que los de ahora, ¿eh? Mucho más peligrosos, diríamos. Y se reía de la sociedad griega. Y era admitido porque el pueblo lo adoraba. Lo adoraba porque notaba en él la libertad de hacer lo que le apetecía.

La belleza es lo más importante que el hombre tiene a su alrededor, es la parte más civilizada de los individuos. Conseguir que las cosas sean bellas. ¡Todo! Desde una conversación hasta cómo pones la mesa al almuerzo, en tu casa. La idea de la belleza es algo que los animales no tienen. Un águila es hermosa volando, pero no es consciente de que su vuelo es de una belleza extraordinaria, porque su belleza es para nosotros. Y además, nosotros la podemos construir. La belleza es la verdad y la transgresión.

"Ser conservador es una transgresión, pero la derecha es una cosa más política que tiene que ver con los intereses del poder"

P.- ¿Estás de acuerdo con lo que dicen ahora de que la derecha es el nuevo punk?

R.- ¡Bueno! Yo no soy de derechas, no soy ningún burro. En el libro, cuando el discípulo me pregunta si soy de derechas, le digo: “¿Me ha tomado usted por burro?”. “Sitúeme en la conservación”, le digo yo. Ser conservador es una transgresión, pero la derecha en sí misma ya es otra cosa, una cosa más política que tiene que ver con los intereses del poder.

P.- ¿Y lo desprecias?

R.- No, tampoco es eso, yo desprecio las ocurrencias de la izquierda, que lo único que intentan es hacer cabrear a la derecha. ¡Legislan para cabrear a la derecha, cuánta tontería… no tienen sustancia! Dicho esto: yo tampoco comulgo con la derecha mucho, porque la derecha no siempre es conservadora, de hecho, casi siempre es depredadora. Yo estoy más cercano al liberalismo.

P.- ¿Qué le falta a la izquierda actual para parecerse a la izquierda en la que militabas, la izquierda antifranquista?

R.- ¡Bueno! Yo no tenía otra opción que ser antifranquista, porque soy un rebelde, pero tampoco era especialmente de izquierdas. No me gustaba pertenecer a ninguna parte. Jamás fui comunista. Mi insurgencia la apliqué a través del arte. La izquierda española debería intentar conseguir cierta igualdad entre los ciudadanos, ¿no? De eso se trata, pero lo que está haciendo ahora es ir en contra de la igualdad. Así es: la izquierda promueve la desigualdad en España. Promueve los separatismos, las prebendas regionales, los sistemas fiscales desfavorables, distintos en Murcia que en Andalucía… qué sé yo, la izquierda debería ser antifronteras, pero promueve las fronteras dentro de la propia nación española. Esta izquierda no es solidaria. Está estrictamente preocupada por el poder.

Boadella.

Boadella. Esteban Palazuelos.

P.- Hablábamos de cuando te peleaste con los curas. También con Jordi Pujol, con ERC, y, antaño, con Franco… ¿desde qué frente te has sentido más acosado?

R.- Hombre, la reacción más brutal fue la de los militares cuando me metieron en la cárcel y me pidieron 6 años por una obra de teatro. Por eso me escapé, claro. Fuera de eso, Cataluña ha sido un acoso constante. Han intentado silenciarme y en parte lo han conseguido. Una obra mía ahora iría a Cataluña y tendría una audiencia mínima, mínima, aunque en Madrid tenga muy buena audiencia. En Cataluña tendría tres filas en un teatro.

P.- Eso duele.

R.- Sí, pero no habría conocido tanto Madrid ni el resto de España si no me hubiera pasado eso. Yo en Madrid he conocido lo que es una sociedad libre y que se expresa de forma natural.

P.- ¿Cómo ves el pique entre el Madrid de Ayuso y la Barcelona de Colau?

R.- Barcelona es una ciudad en decadencia. Cataluña también, en general. No vemos la salida. Y Madrid se ha aprovechado de esta situación en el sentido de que muchas empresas que tenían que estar en Barcelona se han ido a Madrid, bien que hacen. Madrid desde los 80 es una ciudad disparada, porque el que yo conocí en los sesenta era un Madrid ensombrecido, un Madrid de funcionariado, grisáceo y apagado. Había anticuerpos, pero pocos. Sin embargo, en aquel momento Barcelona estaba en una situación en la que empezaba a salir gente talentosa que tenía un cierto relieve. También te digo que se ha engordado demasiado la leyenda de aquella Gran Barcelona, que nunca fue tal.

Boadella durante la entrevista.

Boadella durante la entrevista. Esteban Palazuelos.

P.- Querría acabar esta entrevista preguntándole por un tema fundamental: el amor. ¿Qué le contarías a un discípulo tuyo sobre eso?

R.- Yo fui educado en la contención del sexo, éramos todos muy tardíos, y ahora sé que la contención de ese sexo le dio un potencial extraordinario. Yo creo en la vinculación sexual del amor con la mujer que amas. Las dos cosas unidas tenían una fuerza apabullante. Esa fuerza me ha hecho aguantar 45 años con la misma mujer.

P.- ¿Aguantar? ¿Siempre has sido fiel?

R.- Lo que te digo es que hay que tener cierta contención y que esa contención es sana. Lo otro es una cosa casi zoológica, que es lo que practican los chicos de hoy. El hombre es algo más que eso, el hombre le da sentido a las cosas, también al sexo o a la comida. El hombre dota de sentido a todo lo primario, le da un disfrute insólito, lo hace ritual. Esa estimulación creativa es importante. Falta civilización. Si no la tenemos, retrocederemos al primate, ¡así son los chicos ahora! Han perdido hasta la satisfacción, hasta el placer. Cuántas disfunciones... La libertad no es ser un simio, sino tener precisamente el dominio de ti mismo.