Deberían bautizar con el nombre de "Lali Espósito" (Buenos Aires, 1991) a algún terremoto, a algún huracán, a alguna nevada histórica, a algún deslizamiento de la tierra. Cuando la naturaleza se enfada es hermosa, desconcertante y brava, como ella misma cuando se enfrenta al estado de las cosas, al turbio orden del mundo: sólo que la actriz y cantante, encima, resulta chispeante y didáctica, inteligente y amorosa en sus diatribas activistas, en su forma refrescante de pisar la vida como una dómina para luego besarla en los labios -ya se cansó de ser la sumisita y así lo refleja en sus canciones-.
Ahora acaba de lanzarse la última temporada de Sky Rojo, el éxito de Netflix creado por Esther Martínez Lobato y Álex Pina, en el que Lali vuelve a ser Wendy, una de las tres grandes protagonistas -tres mujeres que huyen de su terrorífico proxeneta-. Nuestra heroína lésbica resulta encantadora, bestial, efervescente, natural, feroz, sagaz y tan valiente como al resto nos gustaría, un pilar fundamental de esta propuesta lírica, irreverente y tarantiniana que nunca deja de resultar extrañamente tierna, extrañamente conmovedora, y más ahora que estalla llegando a su fin.
Si el trío de ases de esta serie alguna vez nos dio vibras de Telma y Louise -hembras hermanadas entre sí que trataban de ser escurridizas y de escapar de la violencia de los hombres-, esta tercera entrega de Sky Rojo subvierte el clásico de Ridley Scott haciendo justicia poética. Llega un momento en el que las chicas ya no vuelan en coches hacia el abismo o hacia la libertad: llega un momento en el que dejan de correr y se enfrentan por fin a su verdugo, Moisés -Asier Etxeandia-, y eso es revolucionario.
Adrenalina y revancha en una última batalla. La violencia es horizontal y por eso es legítima. Como decían las sufragistas: "Hablamos el lenguaje de la guerra porque ese es el lenguaje que entienden los hombres".
Charlamos con Lali Espósito sobre la serie, sobre feminismo, sobre su bisexualidad militante, sobre Shakira y sobre Pablo Motos, con quien trabajó en El Hormiguero liderando un consultorio amoroso... y volvió a ser viral. Es un virus bueno, Lali. Está en todas partes.
P.- Lali, ¿cómo te has defendido tú, en tu vida, de los hombres que han intentado tener poder sobre ti?
R.- ¡Oh! Qué sé yo… mira, yo le debo mucho de mi supervivencia a mis mujeres. En cada etapa de mi vida me apareció una, gracias al éter, que me hizo ver ciertas cosas. Igual si estaba en un curro y era jovencita y veía a una colega mía un poco más grande defenderse de ciertas cuestiones… yo ya aprendía, mientras que a la vez he aprendido en primera persona a ser mujer dentro de la industria. La imagen de mi madre, para mí, es la de una tipa que ha sabido oponerse al mundo, que se lo curró todo cuando no teníamos nada, que salía al frente… yo la he visto llorar y defenderse, la he visto pelear por conseguir sus ideales, no sin dolor.
Tuve suerte de tener alrededor cosas que me hacían abrir los ojos y las orejas, y ya cuando fui creciendo me encontré con el patriarcado y sus vallas, sus límites, por mí misma. Mi trabajo ha sido el elemento principal que me ha ayudado a imponerme. Si sos demasiado poderosa en un ambiente musical o en una actuación, te mirarán con otra cara. Si presentas un proyecto hecho todo por mujeres… también; yo lo hice con la serie El fin del amor, donde actué y produje. No paramos de pensar qué es ser mujer dentro del mundo mismo, pero mi caballito de batalla siempre fue mi curro y en compañía de otras colegas.
P.- En Sky Rojo las protagonistas han tenido que asumir el patrimonio de la violencia para defenderse del mundo. Hay muchas mujeres que se apuntan a clases de defensa personal, a artes marciales con vocación feminista o que llevan spray antivioladores. ¿Crees que tiene sentido que llevemos una navaja en el bolso, por lo que pueda pasar?
R.- Es un horror, pero es como todo, ¿viste? Es como criticar a Shakira porque ha hecho una canción de despecho y no mirar por qué la hace. Es un espanto llegar a los niveles de ir armadas, pero son las herramientas que nos vamos encontrando para defendernos de ataques constantes. Por eso me gusta ponérselo en la cara al espectador, para que a cada cual le quepa el saco y se haga cargo y se moleste: qué bueno que existan piezas como Sky Rojo, porque el arte en algún punto tiene que molestar, de cierta manera está para eso. Sky es una ficción y nos hemos ocupado mucho de decir que era una ficción, pero sabemos que la temática elegida por Esther [Martínez Lobato] y todos los que la escribieron es valiente y está bien jugada. He aprendido de ellos estudiándome el guion y de su mirada y de su tono.
"Hay mujeres que se prostituyen solas: jovencitas con ilusión y con el cuento de la libertad bajo el brazo"
P.- Suelen decir que la serie es “agresiva”, pero, como decía su creadora Martínez Lobato, “la realidad lo es aún más”. Muy cierto, ¿no?
R.- ¡Es eso! La serie lo único que tiene de loca es lo bien filmada que está, el resto es bastante real. Vos y yo lo podemos decir sin tapujos, pero la sociedad que nos enmarca no lo dice así, es bastante hipócrita en algunas cuestiones, por eso hay tan pocas ficciones sobre la prostitución sobre la mesa. Esto es un gran negocio de gente conectada entre sí, de mucha gente que exprime a estas mujeres para vivir su vida. También es un negocio para quienes lo justifican. Me gusta que a todos esos les repele esta serie, eso es lo guay.
P.- ¿Nos defiende de veras la policía o, como dice ese eslogan feminista: “de mí no cuida la policía, cuidan mis amigas”? Me recordaba a la fraternidad de las protagonistas frente a los horrores varios.
R.- Claro que a las mujeres nos protegen más nuestras amigas que la policía: buscamos nuestros propios medios de defensa, hemos tenido que hacerlo, ya sea en la calle o en los curros, con nuestras colegas, y hemos intentado defender nuestros objetivos y con nuestras metodologías dentro de los marcos espantosos en los que nos tenemos que mover. ¡Y esto lo sabe todo el mundo! Las autoridades de diferentes países lo saben. Vos y yo somos privilegiadas, curramos de lo que nos gusta, y es distinto, porque tenemos un micrófono, un espacio de expresión, de escritura… tenemos un acceso a la voz pública y tenemos que aprovecharlo lo más que podamos, yo lo hago.
"Claro que a las mujeres nos protegen más nuestras amigas que la policía: buscamos nuestros propios métodos de defensa en la calle y en el curro"
P.- Te iba a preguntar de todas maneras, pero ya que la mencionaste, más: tú que también eres artista y músico, ¿qué te parece la canción de Shakira contra Piqué donde también mete a la nueva novia, Clara? ¿Eso es libertad de expresión y desquite femenino despechado; o es un tipo de violencia verbal, de alguien que aprovecha su altavoz para ir a hundir?
R.- Yo creo que la expresión artística por medio del canto o de la letra de una canción no es juzgable. Cuando Residente hizo su canción contra el otro macho… era gracioso, a todo el mundo le pareció bien. Pero estos días me ando encontrando con mujeres que respeto y a las que les desvela pensar que Shakira, siendo madre, está criticando mundialmente al padre de sus hijos. ¡Pero no nos rasgamos las vestiduras por lo que le hizo el padre de sus hijos a ella, que la engañó en su propia casa con otra…! ¿Tan normalizadas tenemos este tipo de conductas?
Y la gente está como “ay, pobre tipo, Shakira no le satisfacía”, etc. Ahora resulta que Shakira es una puta perra que hace una canción contra un santo. No, mirá. Ella exorcizó sus cuestiones con todo el puto derecho, ella escribió mil temas en 20 años de carrera, ella es la fucking Shakira y que se vayan todos a la puta madre que los parió. Me parece valiente que ella haya tirado ese temazo. ¿Cómo se supone que tiene que cantar, o que puede expresarse, una mujer madre y adulta? También hay quien dijo que no podíamos hablar de dinero o de ser ambiciosas…. por aquello de “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”. El sexo no es el tema tabú, el tabú más grande de la humanidad es el dinero: un rapero puede hablar de eso, pero Shakira no, ¡nos jodió…! Me parece genial que lo haya hecho.
P.- Todos estamos en contra de la trata, pero dentro del feminismo hay una escisión en el debate: ¿abolicionista de la prostitución o regulacionista? ¿Puede un mundo ser realmente feminista mientras haya hombres que dispongan del cuerpo de mujeres por dinero?
R.- No, claro, yo soy abolicionista absolutamente. Durante mucho tiempo no tuve una opinión clara, escuchaba campanas y trataba de empatizar… pero de unos años a esta parte comprendí que el mundo es una cuestión de putos privilegios para algunos y yo no puedo exigir que me dejen ser prostituta cuando eso le va a cagar la vida a quien tiene menos chances o vive contextos más rudos que los de una. El regulacionismo es un lugar egoísta.
P.- Parece que la libertad que se defiende siempre para las mujeres es la libertad para prostituirse, curioso, ¿no? Los hombres nunca se preocupan tanto por nuestra libertad para formarnos, o para ser independientes… pero están muy obsesionados en la defensa de nuestra “libertad sexual”. Hay quien dice que es, a la vez, feminista y putero.
R.- Obvio lo que a una le sale de golpe es querer matar a ese ser, pero pensemos un poco: esto demuestra que somos una sociedad bastante enferma, y que aunque haya cabezas avanzadas y pensantes, también hay una gran parte de la sociedad que tiene la cabeza podrida, que ha recibido una educación espantosa, que no tuvo ningún tipo de educación sexual… y todo eso hace que haya muchas generaciones que ahorita dicen que son feministas y puteros y lo dicen en serio, no se interesan por el tema o sus contextos les impiden ver el espanto que están diciendo.
Yo tengo conversaciones con mi hermano, que tiene 32 años, y que dice cosas como varón heteronormativo y privilegiado, y yo le digo “ey, che, no digas esto”, y él dice “uy, hostia, es verdad”, y lo piensa y recapacita porque tiene ganas de ser mejor. Eso es importante. Tenemos ganas de ser mejores. Pero hay muchas mujeres a las que todavía les falta dar una vuelta al chip instalado en lo que respecta a la prostitución: piensan que la libertad es hacer lo que uno quiera con su cuerpo, y no es así, no mientras limites la libertad de la otra.
"Al hombre le conviene que existan las putas: así la mujer estará siempre en un lugar más bajo y degradante”
P.- Wendy, tu personaje en Sky, es lesbiana y ha sido prostituida por hombres, ¿sería distinta la prostitución si otra chica fuese el cliente? ¿Por qué las mujeres no vamos de putos o de putas, o sólo a nivel residual -entiéndase: la señora mayor que quiere ir al teatro acompañada de un chico joven y guapo, y que la mayoría de las veces no acaba en sexo-?
R.- Es así total porque el hombre nos colocó en este espacio, es una movida tan vieja y tan normalizada y romantizada… que a día de hoy aún nos quieren hacer creer que es un oficio. Es al hombre al que le conviene que existan las putas porque eso se traduce en que la mujer estará en un lugar más bajo, peor y más denigrante en la sociedad. Mirá, yo fui al mundial de Qatar, y una sabe que va a un contexto cultural que la va a espantaría vi a tantas mujeres… no sólo de la cultura árabe (porque ellas están metidas en su mambo, es una cuestión demasiado profunda), sino a mujeres de todo tipo que viajaban allá para ejercer allí de prostitutas para hombres poderosos… lo veía en todas partes, en un bar, en un restorán… qué loco, ¿no?
Hablé con algunas de ellas con total cariño y sinceridad y les preguntaba y me decían, y me interesaba aprender de lo que decían también, aunque no estuviese de acuerdo. El patriarcado es tan potente que las hizo creer que viajar ahí a prostituirse era un tipo de libertad para ellas, “vine y me hice mi pasta, me funciona”, pero eso para mí es ser anti-libre. En cualquier caso, no quiero juzgar a la otra, quiero que me explique su mambo, y yo les dije lo que pensaba con sinceridad y fue bonito dentro del contexto bizarro. Ahí vi cómo ni los tíos las ponían ahí, ellas mismas se colocaban, pibas jovencitas con ilusión y con el cuento de la libertad debajo del brazo.
P.- Te he leído en una entrevista lo siguiente: "Me gustaba una chica, pero me ponía de novia con chabones”. Lo veo algo común, también en mi círculo. ¿Por qué nos sucede esto? ¿Cuáles son las contradicciones dentro de la bisexualidad?
R.- Bueno, estamos en la rueda del ratón educacional y yo quiero ser lo más franca posible conmigo. Me considero bisexual y tengo vínculos con mujeres y con varones. Tengo 31 años… y creo que en una parte de mi cerebro… sigo atravesada por cosas que cambiaron rápido pero que aún tenemos instaladas en el sistema del cuerpo.
“Cuanto más crezco, más me alejo de mi heterosexualidad"
P.- La vida de la cama y la vida de la calle. Nos puede erotizar una mujer pero no nos planteamos ir de la mano con ella por la avenida o presentársela a la familia, ¡ah!
R.- Es eso. Es difícil desvincularse de ciertas cosas. Pero cuanto más crezco, más me alejo de mi heterosexualidad y más me gustan los vínculos con mujeres. Voy en serio: me he enamorado de mujeres, no sólo son vínculos sexuales, las voy deconstruyendo y me encuentro en mis contradicciones.
P.- Una amiga mía decía: “Cuanto más conozco a los hombres, más me gustan las mujeres”.
R.- (Ríe). Na, pero aún me gustan mucho los hombres. No quiero que se sienta lo que digo como un ataque a los varones directo. Yo me siento identificada con lo que decía Cher, algo como: “Que no se me malinterprete… me encantan los hombres… pero para mí son como un postre. Los disfruto, nunca dejaré de comer postre, pero no los necesito para vivir, y eso es una cosa absolutamente distinta”.
P.- “Mi mamá siempre andaba preocupada con que sentase la cabeza y encontrase a un hombre rico. Un día le dije: mamá… yo soy un hombre rico”. Esa frase de Cher también es increíble.
R.- ¡Sí! Ay. Cher es fundacional en mis conciertos. Siempre pongo algunas de sus frases en alto. Esa mirada suya… estoy muy de acuerdo. Para mí es muy rico compartir con varones la vida, son guays, inteligentes y de todo, así son los de mi círculo, pero también queda mucho hombre atravesado por la estupidez de lo heteronormativo… y por eso me alejo de vincularme más con varones.
P.- Hay una especie de pornificación de las chicas bisexuales o lesbianas. Siempre una mirada masculina de “qué monas ahí jugando entre ellas… pero necesitan un falo, y ahí es donde entro yo”.
R.- Aj, total, yo lo hablo con mis amigos varones, y discutimos de muchos temas amorosamente, y ellos aceptan que tienen muchas cosas que cambiar ahí. “No, hermano, si ves a dos tías liándose… tú no pintas nada ahí, tío, sácate ese chip”. Es importante para ellos tener conversaciones con amigas de este tipo, y van aprendiendo sobre las mujeres y el consentimiento, pero para eso hace falta honestidad.
P.- Te has quejado alguna vez de la infantilización de la sexualidad femenina. ¿Cómo te llevas con tu cuerpo, con tu placer, con tus orgasmos?
R.- Mirá, mi búsqueda empezó ya hace un tiempo. Me vi desde afuera y me vi haciendo el juego de la sensualidad que estaba instaurado, pero no sacando mi propia sensualidad natural, innata… me di cuenta de que me incomodaba esa infantilización de mi sexualidad. Ser mujer joven y hacer pop… parece que en los videoclips sólo hay una forma de ser sexy, ¿no? Poner esta cara, estos morritos, ponerte tal ropa… ¿pero qué? No nos damos cuenta de lo peligroso que es infantilizar la sexualidad femenina, no está tan lejos de la pedofilia, por muy loco que te parezca…
P.- No me parece loco en absoluto; se ve claramente en el cambio de canon en el porno: ahora lo más demandado son mujeres con aspecto de niña, pubis estrechos y depilados, infantiles…
R.- Es un espanto, un espanto. Hay un tramo ahí rarísimo en la sexualidad que llamamos el ‘beboteo’: la minifalda, el hacerte la inconsciente, la inocente… yo he intentado contradecirlo desde mis canciones, como la que saqué hace un año, Disciplina.
“El sexo no es el tema tabú, sino el dinero"
P.- Ahí tú eres la dómina absoluta. “De rodillas, pidiéndome una lección / sabes que dominarte es mi motivación”.
R.- (Ríe). Sí, pero no sólo en esa: he movido muchas piezas en mi búsqueda. Como en 2 Son 3, donde hablo de un encuentro sexual sincero entre más de dos personas… y hablar de eso no me convierte en la tía loca que se folla a todo lo que camina, ¡siempre te dicen eso cuando te gusta experimentar sexualmente! N5 va dedicada a una mujer y a mi manera de vivir la sexualidad con ella. Me gusta tomar atajos para llegar a ese sitio escondido que es lo más interno de uno.
P.- ¿Qué opinas de los nuevos modelos de relación, como el poliamor o las relaciones abiertas?
R.- Yo cuando tuve parejas heterosexuales y monógamas notaba dentro de mí que tenía otros impulsos o necesidades: algo me decía que estaba incómoda. Quería vivir otras cosas, otras experiencias, y yo intento estar conectada a lo que quiero, ¿sabes? A mi manera de ver el amor en cada momento, aunque eso no siempre es grato… ni gratis. Al final el camino es lo que vale.
Me he quitado la idea totalizadora que tenía del amor de pareja, y ahora valoro también mucho más la amistad. He aprendido de los vínculos que no tenían forma ni título, me ando deconstruyendo… En ‘El fin del amor’ se habla de eso: de que la pareja es un estado en sí, un estado más, no una cosa necesaria, y que la soltería no es lo que pasa entre un novio y otro, sino que es la propia vida. Eso lo abracé: mi soledad, mis amigos, mis angustias, mis amores, los vínculos que llegaron de pronto, fugaces, y me enseñaron algo.
P.- ¿Cómo fue tu experiencia trabajando en el consultorio de El Hormiguero con Pablo Motos? Te hiciste viral con un ‘speech’ impecable contra el acoso. Y él se hizo viral por salir en el vídeo de la campaña del Ministerio de Igualdad, donde se le retrataba como un presentador que hacía preguntas machistas a las invitadas. ¿Cómo conjugas todo eso?
R.- Pues mira, cuando yo fui de invitada de pronto vino Pablo al camerino después del programa y me dice “tía, joder, quiero que estés aquí y que vengas siempre que puedas y charlamos de temas”… mi contexto en ese momento de Pablo es que era el tipo que presentaba uno de los shows más vistos de España. Así que pregunté a mi gente quién era y tal y… mi primera idea fue decir “ni loca, no es mi curro, no soy presentadora de televisión”, sentí que no era mi espacio, pero seguí conversando con otras amigas como Leticia Dolera y el análisis terminó siendo otro, más complejo: si nos quejamos de que ese programa no tiene un espacio para el feminismo de verdad o para ciertas opiniones feministas y a mí me estaban invitando a tener ese espacio… ¿está mal que lo coja?
“Noté la incomodidad de ‘El Hormiguero’ de Pablo Motos cuando hablé contra el acoso: estaban desubicados y me gustó"
En vez de quejarme de que algo no es feminista, voy a intentar hacer el feminismo desde dentro. Y eso hice. Ahora… te digo… cuando hablé contra el acoso, yo noté la incomodidad de la gente allá. No estaban acostumbrados a que alguien dijera lo que yo estaba diciendo. ¡Y me pareció lo mejor que me podía pasar: generar incomodidad! Se notó mucho, porque enseguida llegó un chiste desubicado de una de las hormigas… sin ningún timing… y me pareció guay que se sintieran desubicados y que se crease conversación en las redes… luego Pablo me dijo “guau, qué controversia va a generar esto” y yo me alegré de que sucediese en su programa. ¡Misión cumplida!, ¿entendés? Yo no tengo problema en exponerme, y tengo detractores también, y me la suda, esto me pareció constructivo. Las cosas hay que decirlas como son, no tienen cara B.
Pablo, en mi vínculo corto con él, sí me dio la sensación de que quería que dijese realmente lo que pensaba, nunca me dijo “dilo de esta manera”, y eso me parece guay. Yo vi las visitas incómodas que él había generado y las reacciones de mierda que tuvo con invitadas y creo que hay que reeducar a la gente. Hay que sacar lo choto o lo malo que se hizo en otros momentos y decir “¿ves que esto ya no va, hoy en día?”. A ver si así en 50 años hemos avanzado y dejamos de decir tantos chistecitos de mierda.