La ganadera jerezana María Domecq Sáinz de Rozas (4 de marzo de 1942) vive en un epicentro geográfico e histórico del toro bravo español: fue aquí mismo, en la finca Jandilla, en el municipio gaditano de Vejer de la Frontera, donde su abuelo paterno, el bodeguero de vino de Jerez y ganadero Juan Pedro Domecq Núñez de Villavicencio, creó en 1930 el encaste Domecq, que es hoy la principal estirpe de toros de lidia en España. Juan Pedro, de antepasados franceses, tuvo cuatro hijos de apellidos Domecq Díez: Juan Pedro, Pedro, Salvador y Álvaro. Ellos continuaron la saga taurina, prolongada hasta el presente por sus hijos y nietos.
María Domecq es la primogénita de los cuatro hijos que tuvo Salvador. De él aprendió el oficio y heredó el lote de toros con el que ella creó, desde 1998, su propia ganadería, en la misma dehesa histórica Jandilla. Su Lagunajanda, llamada así por encontrarse en la comarca de la antigua laguna de la Janda, es hoy una de las seis ganaderías de la familia en que se reparte el encaste Domecq, junto a los hierros Juan Pedro Domecq, Jandilla (que lleva el nombre de esta finca pero cría en tierras de Extremadura), Toros de Salvador Domecq, Torrestrella y Toros de El Torero. La veterana criadora sueña con que pronto se celebre una corrida concurso con toros de cada una de las seis ganaderías del encaste Domecq.
Abre a EL ESPAÑOL | Porfolio las puertas de este territorio clave del mundo taurino en una soledada mañana de enero, días antes de que se presente en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla la nueva asociación Mujer y Tauromaquia. Ella es la presidenta. Sus ya más de 60 asociadas, entre ellas la torera Cristina Sánchez, la han invitado a ocupar el puesto en reconocimiento a que es, a sus 80 activos años, una de las mujeres más influyentes de la Fiesta, y de las personas, no importa el sexo, que más sabe de esta cuestionada actividad que ella defiende como columna vertebral de su vida. Es una mujer respetada en un mundo de hombres.
Por esta finca han pasado desde el héroe de los años 30 Ignacio Sánchez Mejías, el torero y mecenas de la Generación del 27 a quien Federico García Lorca dedicó el famoso poema de elegía por su muerte, hasta los maestros contemporáneos José Tomás o Morante de la Puebla, además de matadores clásicos de leyenda como Manolete o Antonio Ordóñez. Así que se puede decir que estamos en el kilómetro cero de la cría del toro bravo moderno en España y que los recuerdos de los toreros amigos que pisaron su tentadero son una crónica de la evolución de casi cien años de toreo.
Delgada, menuda y vivaz, María Domecq viste pantalones y zapatillas de deporte, luce gafas de sol, pendientes de perlas y uñas pintadas de granate, y fuma cigarrillos. Ha llegado desde el cortijo hasta su plaza de toros para ver, subida a la terraza, las evoluciones en el campo de uno de sus lotes de toros jóvenes. Cuenta que la finca, sumando a Jandilla la vecina de El Horcajo que compró hace unos años, tiene unas 700 hectáreas, dedicadas la mitad a la cría de su ganadería con unas 450 cabezas (de las que 12 son sementales y 130, vacas madres), y el resto a agricultura, con hortalizas y arroz. Con su hierro se lidian unas cuatro o cinco corridas de toros al año, unos 30 toros, más algunos que vende sueltos para festejos populares.
Un toro, 5.000 euros
Pregunta.−¿Le compensa económicamente ser ganadera de toros bravos?
Respuesta.−Beneficios no da. Me conformo con tener pérdidas asumibles.
Calcula que para criar un toro cinqueño (cinco años cumplidos, cuando se suelen lidiar y matar en la plaza) hace falta gastar entre 5.000 y casi 6.000 euros, entre piensos, sanidad o mantenimiento de instalaciones. Por eso dice que el precio de su venta a empresarios privados de plazas, ayuntamientos (los que aún, cada vez menos, compran astados para sus festejos) o peñas particulares promotoras de fiestas taurinas debería igualar al menos esa cantidad.
Cuenta que de niña vivía en Jerez y venía los fines de semana con sus padres y hermanos a Jandilla, que hasta los 17 o 18 años estudió Perito Comercial y que de joven también vivió sola en Londres y Montreux (Suiza) para aprender inglés y francés. Se casó con el perito agrícola Antonio de la Puerta, hoy de 88 años, y la pareja tuvo cuatro hijos, con apellidos De la Puerta Domecq: María, Antón, Macarena y Salvador. Todos se dedicaron a otras carreras profesionales en economía y derecho, aunque también ayudan en el negocio ganadero familiar. Desde hace veinte años, añade la ganadera, vive todo el tiempo en Jandilla con su marido, a quien cuida por su estado de salud.
De sus 14 nietos, cinco muchachos torean como aficionados en el tentadero de la finca. Sus nombres artísticos se los puso la abuela María, que los enseña en el cartel que hicieron cuando celebraron un festejo en junio de 2022: son El Marquesito, El Lejotierra, El Mijitilla de Osuna, El Pajarillo y El Bragao de Jeré. Esta mañana, María Domecq presenta a dos de ellos, Salvador (Mijitilla) y Manuel (Bragao), hijos de su hijo Salvador.
Explica que el toro bravo del encaste Domecq no es "un elefante", como los que, critica, se ven a veces en los ruedos a demanda de un sector del público, pasados de peso, sino un animal más bien "bajito", ágil, fuerte, "de patas cortas, bien armao, cerca de tierra", de menos de 500 kilos. Pesar más, dice, no es bueno. "Es como si a usted o a mí nos ponen encima 30 kilos". Así no hay quien corra.
Este tipo, el encaste Domecq, es el predominante en España. Su padre, Salvador, formó su propia ganadería, Los Toros del Torero, al separarse de sus hermanos, pues era muy exigente, dice su primogénita, y no se contentaba con el toro "comercial". "Mi padre me enseñó todo lo que sé. Le encantaba el toro encastado, quería que sus toros y vacas tuvieran candela". Ella sigue su línea: "A mí me gusta el toro encastado, que se quiere comer la muleta, que tiene codicia en la plaza, me gusta el toro que tenga fuego. Yo no soy nada partidaria de cambiar la morfología del toro; como la cambies, cambia la forma de embestir. El toro no lo puedes sacar del tipo de su encaste"".
Historia brava
La filosofía de su ganadería, dice en compañía de sus hijos Antón y Salvador, se resume en los cuatro rasgos de la morfología y el comportamiento del toro que va buscando como un ideal: bravura, nobleza, raza y fortaleza. Un animal que lucha hasta la muerte y sirve de ejemplo para los humanos. Para crear su ganadería, su abuelo Juan Pedro Domecq fue cruzando reses bravas con las que había comprado antes del hierro del duque de Veragua. Desde la finca Los Molinillos, en Toledo, se trajeron hasta aquí nuevas cabezas, caminando por coladas durante más de un mes. "Me habría encantado hacer ese viaje", dice con una sonrisa, sentada ahora para la entrevista en el palco de su plaza de toros. La habitación tiene un ventanal asomado al coso y está decorada con fotos y recuerdos taurinos.
Un lugar de honor lo ocupa un capote de Francisco Rivera, Paquirri, que su hermano Riverita le regaló a María Domecq en homenaje a la amistad entre sus dos familias. Al menos tres toreros que murieron por cogidas del toro en la plaza tuvieron amistad con los Domecq y son recordados aquí.
[El Lagartijo, el heredero de Manolete]
Hay un medallón con el perfil de Manolete, que murió en Linares el 28 de agosto de 1947 tras una cogida de Islero, pasó temporadas en Jandilla y era amigo del padre de María y de sus tres hermanos (una foto en el álbum familiar los muestra a todos ellos juntos), otra foto del mencionado Paquirri, que perdió la vida en Pozoblanco cogido por Avispado el 26 de septiembre de 1984, y otra de Fandiño, que murió en Aire-Sur-L'Adour (Francia) el 17 de junio de 2017 corneado por Provechito. Los toros que los mataron eran de otras ganaderías, pero podrían haber sido astados de la familia amiga, pues todos esos diestros torearon también astados del encaste Domecq.
En la pared cuelgan también los diplomas de la Unión de Criadores de Toros de Lidia por los de Lagunajanda a los que dieron una vuelta al ruedo o indultaron por su calidad. Como Jaleado, indultado en la corrida del 11 de septiembre de 2010 en Andújar (Jaén) en que David Valiente le cortó −simbólicamente− las dos orejas y el rabo. María Domecq se acuerda de otro toro "extraordinario", que lidió El Cid en Alcañiz (Teruel). Sostiene que el presidente tendría que haberle perdonado la vida. "Ese día estaba yo muy lejos en la plaza del presidente y no pude hablar con él", lamenta a toro pasado.
Hay fotos de ella que la muestran como cazadora, su otra gran afición. Y otras de sus padres. De ella con sus hijos. De sus amigos, como una en que se ve a la cantante Rocío Jurado, su esposo el torero Ortega Cano y a Salvador Domecq Díez en una habitación del cortijo Jandilla. E imágenes de muchas tardes en las plazas, viendo faenas de toros suyos o de otros.
Taurina entre hombres
Su abuelo Juan Pedro era la tercera generación de los bodegueros Domecq de Jerez y la primera del encaste de toros bravos que lleva su nombre; María Domecq pertenece a la tercera generación de ganaderos.
P.−¿Cómo ha sido para usted ser ganadera en un mundo de hombres?
R.−Mi padre no distinguía entre sus hijos e hijas. Nos trataba por igual.
P.−Hay pocas mujeres ganaderas de toros bravos...
R.−Somos el 1 o el 2 por ciento como mucho de los más de 200 ganaderos que hay en España. Pero cada vez somos más y se nos está reconociendo. No soy la única. Están también mi hermana, Lola Domecq [que tiene su propia ganadería], Rocío de la Cámara, Dolores Aguirre Ybarra, y otras.
P.−¿Qué toreros conocidos han pasado por aquí?
R.−Por aquí han pasado Manolete, Antonio Ordóñez, Sánchez Mejías, Paco Camino, el Paula, Espartaco, Paco Ojeda, Roca Rey, Morante, Talavante, Paquirri, Cayetano, José Tomás... −va nombrando, a modo de ejemplo, sin agotar la lista.
P.−¿Qué toreros de ahora son sus favoritos?
R.−Pasapalabra −dice, con sonrisa diplomática, para no quedar mal con ninguno.
P.−¿Y de los antiguos?
R.−Antonio Ordóñez, Paco Ojeda, el Paula [Rafael de Paula]...
P.−¿Cómo ve el futuro de la ganadería de toros bravos, de la tauromaquia?
R.−Yo soy optimista. Los ganaderos vamos a tener menos cabezas, pero esto va a seguir adelante. Porque esta es nuestra historia. A ver quién se atreve a quitar los toros.
P.−¿Cómo vive las corridas de sus toros? ¿Las disfruta, lo pasa mal...?
R.−Lo paso fatal, muy mal, cuando estoy en la plaza. Veo rápidamente los defectos. Pero cuando sale un toro bueno, es una felicidad.
Buscando un ideal
Sus hijos la asesoran, y tiene dos mayorales que cuidan el ganado, pero la última palabra sobre los cruces es suya. Ella es la que decide, tras verlas en el tentadero, qué becerra se queda para madre de toros bravos y cuáles van para carne al matadero, qué toro joven vale para la lidia (también será carne en el mercado después) y cuál acaba sus días ya destinado a comida. Y cuál, también, es tan bueno que se queda de semental, como Farándulo, que se dedicará a cubrir vacas toda la vida, hasta los 19 o 20 que puede llegar a vivir aquí.
P.−¿Busca un ideal de toro imposible?
R.−Sí es posible. Tienes que ir rectificando. Hay que tener mucha paciencia y trabajar mucho con los papeles de los toros, su ascendencia y descendencia. Esto no es dos más dos son cuatro. El toro perfecto tiene que tener fuego, que se quiera comer la muleta, que tenga codicia, que cuando salga ahí no se ponga a mirar al tendido o se distraiga, que quiera muleta.
P.−La ganadería de toros bravos es entonces como una escultura en marcha, en la que va modelando con cruces al toro que busca...
R.−Efectivamente. Hay que buscar sementales que vayan subiendo la media.
P.−¿Recuerda una tarde gloriosa en la plaza?
P.−El día que se retiró mi primo el rejoneador Álvaro Domecq Romero, y salió su padre, mi tío Álvaro Domecq Díez, y este puso un par de banderillas, sin brusquedad, ¡con una elegancia!... Yo era muy joven entonces.
P.−¿Y una gran tarde viendo a un toro suyo de Lagunajanda?
R.−Con una faena de Morante en Andújar. Fue extraordinario, lo mejor que he visto torear a Morante. De los momentos buenos sí me acuerdo.
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Sobre la nueva asociación que preside, Mujer y Tauromaquia, María Domecq dice que sus socias quieren organizar actividades culturales taurinas, corridas benéficas e incluso charlas extraescolares para estudiantes.
Como ganadera, el proyecto que le hace más ilusión es reunir toros de las seis ganaderías del encaste Domecq en una corrida histórica (añade que entre los ganaderos de la familia se llevan bien y se apoyan mutuamente). Ahí lanza la idea: "Si hay algún empresario que tire para adelante, me encantaría. Mi abuelo lo vería desde allí arriba...".
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