Juan Gómez Jurado (Madrid, 1977) es un tipo singular, afable y un poco nervioso, un poco fuera de sitio. No sé si ahora, a la una y media de la tarde en el Café Comercial, o quizá a menudo. Da la sensación de que está pensando en algo que siempre está más allá. Pide un Aquarius de naranja -¿quién pide un Aquarius de naranja?- y se atusa las sienes al hablar, como dándole cuerda a ese cerebrito suyo que todo lo que toca lo convierte en oro. A veces se frota los ojos con cierto cansancio. Quién sabe qué ve allá adentro el hombre que cuenta las historias de las que todos tienen hambre.
Todas sus respuestas son inteligentes: es un chico de pensamiento lateral que aborda lo que los demás no miran de golpe, lo que late en los márgenes. Pero es cierto que viene un poco a esta entrevista con el freno de mano echado, al menos en temas políticos, porque salió escaldado de una polémica injusta en el programa de Risto. Le preguntó Mejide que qué partido político creía que tenía mejor narrativa, y él dijo que no le gustaba "absolutamente nada" de lo que veía.
Sólo fue eso. La opinión era hasta laxa, inofensiva, hasta fofa. Pero ya le acusaron las alimañas de las redes de "ponerse de perfil" y de ser "extremocentrista", es decir, de ser "facha". Lo de siempre. No debería tener más importancia, pero durante unos días las pasas canutas y duermes con un ojo abierto. Y Juan sólo quiere escribir, pagar sus impuestos, decidir si la ensalada de hoy va con garbanzos o con pasta, llevar a sus hijos al colegio y enterarse de por qué a uno de ellos le sangró esta mañana la encía.
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Cuando él era niño, fue abandonado en la maternidad de la calle O'Donnell -ella se lo pierde, como bien dijo Francino- y fue adoptado por una familia de la que hoy también es huérfano. Luego estudió periodismo. Luego se convirtió en el autor de thriller más leído de España: Reina Roja fue su pelotazo y su última obra, publicada en 2022, se titula Todo arde y va sobre tres mujeres que lo han perdido todo. Ya saben ustedes lo que decía Bob Dylan: cuando no tienes nada, no tienes nada que perder. Nunca es uno tan libre. Ni tan peligroso.
P.- ¿Quién es Juan Gómez Jurado?
R.- Me gustaría saberlo, por eso escribo.
P.- ¿Cómo crees que has llegado a escribir los libros que has escrito? ¿Qué hay de oscuro en ti?
R.- Cuando he visto a mis compañeros -a las personas que se dedican a lo mismo que yo en muchos países del mundo- me he dado cuenta de que todos compartimos, con infinitos matices, una manera muy alegre y optimista de ver el mundo. Estaba con mi editor norteamericano hace poco y hablábamos de esto mientras comíamos. Decía “es verdad, los autores de thriller tendéis a ser personas muy amables, muy extrovertidas”…
P.- ¿Estamos ante un claro caso de “siempre saludaba”?
R.- No va por ahí, todo lo contrario. Ese tipo de personas son más propensas a encontrar la oscuridad porque es lo que más miedo les da. Si retrato a villanos, a seres extraordinariamente complejos o capaces de hacer daño a otros, o si describo tanto la violencia, es porque es algo que aborrezco. Escribo sobre lo que no tengo dentro.
P.- “Todo arde”. ¿A qué le prenderías fuego tú si no te fuesen a pillar o si al día siguiente todo se reinstaurara?
R.- Es decir, ¿si esto fuese un episodio de Los Simpsons y cada vez que volviese a arrancar la música, volviésemos a la casilla de salida?
P.- Sí. Un pequeño juego.
R.- Soy incapaz de responder a esa pregunta sin infantilizar la contestación. No hay manera de explicar que algo merece arder, ni siquiera de broma, sin convertirlo inmediatamente en algo ridículo. De hecho, cuando las protagonistas de mi novela expresan con ese brindis lo de “y que todo arda” no se refieren más que a aquello que ellas mismas pueden controlar. El problema no es que ellas quieran prenderle fuego al mundo, es que el mundo está ardiendo solo. Así que más que querer prenderle fuego a algo, mi ejercicio sería el contrario, el de hacer de bombero. Hay una serie de incendios que sí me gustaría apagar, no te los voy a nombrar.
P.- ¿Por?
R.- Porque no quiero. Pero sí hay un montón de cosas que digo “esto debería ser de otra forma”. Entre otras cosas, porque las actitudes tienden a ser un poco inflamables. ¿Cómo vamos a prender fuego a las cosas que no nos gustan de otros seres humanos? Entonces habría que quemar al ser humano entero. Es más valiosa la labor del que apaga que del que enciende, sobre todo porque una cosa es muy fácil y otra muy difícil.
"No quiero prenderle fuego al mundo, sino hacer de bombero"
P.- Me interesan los thrillers porque en ellos se mezcla mucho el bien y el mal. Los polis a veces son malos, los villanos a veces son justicieros. ¿Crees que lo más interesante siempre pasa al margen de la ley? De alguna manera, ¿un escritor es siempre antisistema?
R.- Son dos preguntas muy interesantes y diferentes. Veamos: la ficción sólo es interesante cuando hay un enorme conflicto, y el conflicto sólo se da cuando el pacto social se ha roto. El pacto social puede ocurrir entre dos personas que están aisladas en una isla desierta o en mitad de una estación en la Puerta del Sol. Basta con que haya dos seres humanos. Te hablo del thriller, porque, por descontado, hay historias interesantísimas donde sólo hay un ser humano.
P.- Robinson Crusoe.
R.- Sí, y aun así acaban apareciendo Viernes y los invasores de otra isla y no sé qué, porque es difícil contar una historia con una sola persona, y esa historia suele ser siempre de hombre contra naturaleza. Acaba siendo Tom Hanks en Náufrago. Al final necesitamos hablar con alguien y nos creamos una pelota: somos seres sociales. Pero cuando ese pacto se rompe, es cuando entra de manera interesantísima la novela negra, el género de detectives, el misterio, en general.
"Decir 'escritor' es decir 'antisistema'"
Cuando la justicia en el mundo se ha estropeado de alguna forma, alguien tiene que arreglarlo, y eso genera el conflicto. Nosotros no descansamos hasta saber quién ha matado a la víctima con la que hemos arrancado la novela. Cómo hemos llegado hasta ahí, cómo cuando destapas el nido de víboras empiezan a salir muchas más… eso es lo interesante. Y en ese viaje, cuando lo recorremos, nos damos cuenta de que de forma absolutamente natural, cualquier escritor tiene que escribir en contra del sistema, porque el sistema ha permitido que eso suceda. Todos los escritores de todos los tiempos, incluso aquellos de los que diríamos que tienen tendencias extraordinariamente conservadoras cuando les obligan a expresarse. Te hablo hasta de la Rebelión de Atlas. O del Manantial.
Sólo cuando el pacto social se restablece, cuando hemos encontrado al asesino, cuando hemos restaurado la justicia, sólo en ese momento podemos volver al statu quo y a algo parecido a un final feliz. En esencia, es algo así. Es Don Quijote y es David Coperfield, lo que quieras. “Escritor” y “antisistema” es lo mismo. ¿Cómo puedes escribir a favor del sistema? Es que si no no hay conflicto.
P.- Un día normal en la vida de Juan Gómez Jurado.
R.- Pues es gracioso que lo preguntes, porque la ficción es una cosa curiosísima. Yo me levanto por la mañana, pago mi cuota de autónomos, llevo a mis hijos al colegio, compro el pan, no lo robo, voy a votar en las elecciones… e intento mantener mis actitudes como ciudadano. Pago mis impuestos.
P.- Un chico cívico y cabal. Lo que se espera de nosotros.
R.- Sí, porque soy un hombre que vive en sociedad. Pero cuando estoy sentado delante del teclado, esa persona no existe. Lo único que puede haber es alguien que está dispuesto a romper el juguete. Lo tiras, lo rompes y con los pedazos haces cosas. Una cosa es quien soy el 94% del tiempo, otra es esto. Yo no soy interesante. Cuando estoy trabajando puedo hacer cosas muy interesantes, eso sí.
P.- ¿Qué tal se lleva ser súperventas en el país de El Quijote, donde nadie ha leído El Quijote?
R.- El Quijote lo ha leído muchísima gente.
P.- He comprobado que no. Y te lo puedo demostrar. Ningún político lo ha tocado. Celebran sus efemérides: “Vamos, niños, a leer El Quijote”, y ellos no saben quién era Alonso Quijano…
R.- Yo no creo que los niños deban leer El Quijote. Pero bueno, a lo mejor no estabas en el contexto adecuado, en Alcalá de Henares te encontrarás otra cosa. Yo amo profundamente esa novela, que nos lee a todos y nadie es capaz de leerla de verdad. En fin, pero si tú obligas a alguien a leer una obra complejísima cuando no está preparado para ella, le va a echar. Dices esto y luego resulta que sale alguien que a los 14 años la leyó y la entendió a la perfección, porque era Garcilaso.
Pues yo no entendí El Quijote la primera vez que lo leí, ni la segunda, ni la tercera. No es que haya acabado entendiéndolo, pero sí queriéndolo. Hasta le escribí una novela. Pero bueno, yo soy más optimista que tú: cada vez hay más librerías, los índices de lectura no paran de crecer, el negocio del libro ha subido mucho, veo la Feria a reventar y estoy contento con el panorama lector. Yo siempre salto a la piscina creyendo que va a haber agua cuando aterrice.
"Compro el pan, no lo robo, pago mis impuestos, cuido a mis hijos… pero cuando escribo, ese hombre cívico no existe"
P.- Ya, pero dime cómo es ser un escritor súperventas. Ser leído es otra forma de ser escuchado. ¿Despiertas envidias?
R.- Es que mis compañeros son mis amigos. Quiero decirte… ¿con quién me voy a llevar mal? ¿Con Dolores Redondo, con César Pérez Gellida…? Son las personas con las que comparto las Ferias y las firmas y nos ayudamos los unos a los otros.
P.- Más bien te lo decía por parte de gente que no sea leída.
R.- Pues seguramente haya gente que me tenga envidia y estoy convencido de que hay gente a la que le caigo muy mal, pero también hay mucha gente que me trae croquetas a las firmas y me tiene mucho cariño.
P.- ¿Cómo se hace para llamar la atención del lector? ¿Me cuentas el secreto de la Coca-cola?
R.- Es algo que llevo preguntándome muchísimo tiempo, casi 18 años de carrera profesional. Y es muy jodido porque cada vez que escribo un libro, tengo que volver al cole. ¿Qué historia estoy contando? ¿Por qué me interesa, por qué es emocionante? ¿Cuál es la premisa moral de esta historia? Yo nunca quiero contar nada, yo quiero saber cómo la historia quiere que la cuente. Al final sólo quieres imprimir emoción, vale, pero, ¿cómo se hace eso?
Yo sé que no siento la misma emoción viendo la Senderos de gloria del treinta y pico y la nueva, y una es mejor que otra, la nueva es buenísima, es infinitamente mejor, pero durante la primera hora y media la ves con una frialdad… es gélida, es hierática, la aproximación es completamente intelectual… no eres capaz de empatizar con las vivencias. Luego pega un cambio y ahora sí. Total, que hay que buscar esto cada vez, hay que ceder ante la historia, decirle “a ver, ¿qué es lo que quieres?”.
P.- Escribes al servicio de la historia.
R.- Sí. Todas las veces. Hay genios, como Stephen King, que te puede contar la historia de esta botella y lo flipas y te lo comes y no pasa nada. Tiene novelas mejores y peores pero ninguna mala. Yo no soy así, así que cada vez tengo que volver al cole.
P.- ¿Se puede hacer uno rico en España vendiendo libros? ¿Cómo de rico eres tú?
R.- No, no, no se puede. Vamos, hasta ahora no ha pasado. Hablo de rico de verdad. Tendrías que ser J.K. Rowling o Stephen King y vender 400 millones de copias, que es cuando dices “bueno, a partir de aquí sí”.
P.- ¿Cuántos llevas tú ya?
R.- Nosotros llevamos 11 millones.
P.- Joder, amigo.
R.- Sí, pero eso supone que yo, que pago mis impuestos en España, vamos a medias.
P.- ¿Papá Estado y tú?
R.- Sí, el Estado español y yo vamos a pachas. Yo tengo la suerte de vivir bien, de poder contribuir de manera justa (porque creo en eso y me gusta), pero yo soy un asalariado. Necesito para comer que los demás quieran comprarme mis libros.
"Uno no se puede hacer rico en España vendiendo libros: yo llevo 11 millones y voy a pachas con el Estado español"
P.- Ay, cómo me gusta hablar de la vida doméstica de los escritores… me gusta hablar de dinero, Juan. Nunca habláis mucho de dinero, los escritores. Parece un tema sucio.
R.- Es que es eso, yo soy un escritor profesional que vive de contar historias que emocionan. No soy Cervantes, ni lo puedo ser jamás, ni soy Almudena Grandes.
P.- Y el pobre Cervantes, que encima murió más pobre que una rata…
R.- Es que fíjate tú. Pero yo no quiero trascender, yo quiero divertir a la gente.
P.- ¿A qué autor español crees que hay que leer para forjar jóvenes despiertos y críticos?
R.- Si te digo Chaves Nogales, lo único que nos va a servir es para decir “si tú quieres aprender un poco más de cómo es la relación entre el individuo y el Estado, entre Madrid y Barcelona, si quieres saber más de cómo llegamos a la Guerra Civil, concéntrate en este autor”. Si quieres saber lo que es ser mujer en el XIX tienes que leer a Pardo Bazán. La cuestión no es cómo ser más crítico, porque ningún autor te va a dar eso; la cuestión es cómo ser más crítico con respecto a qué.
Si tú quieres aprender sobre la vida, lo que tienes que hacer es leer la mayor cantidad de libros posible. Si quieres saber cómo llegamos a tener palabra escrita, lee a Irene Vallejo; si quieres saber sobre cómo se vive desde una mujer de izquierdas la Guerra Civil, tienes que leer a Almudena Grandes; si lo que te interesa es saber dónde están las raíces de la poesía gallega tienes que leer a Rosalía de Castro. Uno no tiene que desear ser más crítico. Lo que tiene que desear es ser más curioso.
P.- ¿Por qué no crees en las subvenciones para la cultura?
R.- No creo en las subvenciones para mí. Pero luego me educaron al respecto y lo que yo quería decir… ya no lo pienso. Así que me desdigo de eso.
P.- Dejaste uno de tus libros gratis durante una semana colgado en internet. El paciente. El rollo era: que quien no pueda comprarlo, ahora pueda leerlo. ¿Por qué?
R.- Mira, yo de pequeño era de clase trabajadora, clase obrera-obrera, obrera de los años 70 y 80, no la de ahora, porque se podía vivir de un sueldo y en una casa y ahora no…
P.- Eso también es otro temazo.
R.- Del que no vamos a hablar más.
P.- No me dejas hablar de nada, tío. ¿A eso habéis venido? Me tenéis hasta… (risas).
R.- Me parece bien (ríe), pero escucha. Yo tenía comida. Tenía un techo sobre el que cobijarme, teníamos calefacción, pero había un punto en el que yo era extraordinariamente pobre. Pobre de libros. No había libros suficientes en mi casa para mí y eso me generaba muchísima ansiedad. Mis padres tenían las obras completas de Julio Verne, y algo de Walter Scott y Tarzán y no sé qué, pero poco más. A mi padre y a mí nos gustaba mucho leer. Mi madre leía con mucha dificultad y apenas sabía escribir… esto no lo había contado nunca.
Ella no había tenido educación. Bueno, eso me generó una ansiedad tremenda, hasta el punto de que cuando nos íbamos de vacaciones (porque podíamos irnos de vacaciones) yo llenaba mi maleta de libros y si íbamos a estar dos semanas fuera tenía que llevarme por lo menos 14, pero intentaba llevarme alguno más por si acaso. Eso me ha generado que a día de hoy me obsesione que mis libros estén disponibles de las mejores formas posibles y por eso he peleado para que nunca suban mis libros de 5 euros en el precio digital. A 4,74 están ahora mismo. Y tengo al editor aquí (se agarra el cuello). Que si la inflación… y es que están subiendo los precios, y que si lo subimos a seis, me dicen, y yo: que no.
"Cada vez que veo un libro digital a 12 pavos me toca los huevos: he peleado para que los míos no valgan más de 5"
P.- Entiendo que en los físicos no puedes meter mucha mano.
R.- No, al final esto es una industria, y venga, el precio de la cola, y el del papel, pero escucha, en el digital sí. Ahí estamos la editorial, la plataforma que lo vende y yo, y sé perfectamente cuáles son los márgenes para cada uno, entonces les digo “no me toquéis los globos”. Es mi manera de ayudar. Y estoy convencido de que si tú das el primer paso, luego los demás vienen, y siempre ha sido verdad: “Oye, ¿estás en paro? Yo te mando el libro, no pasa nada, y si te gusta, bien, cuando tengas curro ya te lo comprarás, y si no pues nada”. Y todas las putas veces ha habido un mail, dos, tres años después: “Juan, tengo trabajo y me lo he comprado, y cinco más”.
P.- Eso es emocionante.
R.- Lo es. Es que sucede, joder. Y cada vez que veo un libro a 12 pavos, y esto sí que va a encender ampollas, me toca los huevos. Digital, digo. Me indigna, me cabrea, digo “no-puede-ser”. Estáis empeorando el mundo. Nadie se lo va a comprar ese precio y lo van a piratear. Yo no voy a pagar 12 pavos por un libro digital, aunque me lo pueda permitir, porque no me sale de los huevos. Es un puto alquiler. Para eso me voy a una librería de barrio y me lo compro en papel.
En este tema soy muy combativo, porque ese precio supone un montón de cosas para muchísima gente. “No, pues que se vayan a una biblioteca”. Pero, ¿tú sabes la lista de espera que hay para mis libros en las bibliotecas? Te vas a un pueblo de 5000 habitantes donde hay 3 copias de Todo arde y tienes que esperar tres semanas o cuatro hasta que tengas un ejemplar disponible. Sé lo que es esa ansiedad. De esto sí puedo hablar. Pero he decidido no hablar más de cosas de las que no tengo ni puta idea, y eso lo puedes poner.