Más de cuatro décadas en la carretera y hemos tenido que venir a molestar el día de su cumpleaños. Felicidades. ¿Cómo se lleva eso de cumplir años encima del escenario?
- Gracias. Bien, nada, así me quito de movidas.
Es jueves y Los Secretos tocan en el primero de los conciertos que celebran este verano en La ciudad de la raqueta, en Madrid. Álvaro Urquijo (Madrid, 1962) llega cuatro horas antes. Ya maqueado, con look de rockero de los de antes, con ese toque melancólico que nunca le ha abandonado en la cara y en sus letras.
Son demasiados años ya desde que con 17 se compró una guitarra de segunda mano y fundó Los Secretos junto a sus hermanos Javier y Enrique. Muchas tragedias desde la muerte de Canito, el primer batería -cuando el grupo se llamaba Tos-, o el dramático fin de Enrique, el líder original de la banda. Se ha escrito tanto sobre ello, que hasta Álvaro publicó hace un par de años su propio libro, ‘Siempre hay un precio’ (Espasa), en el que repasa su historia dentro y fuera de los escenarios. Por eso venimos a hablar con él de otras cosas, aunque piense que hay algunas que no se pueden decir. El único cortapisas que tenemos es el de su representante, que pasada media hora nos pide que vayamos recogiendo, que en un rato hay concierto, es la hora de ensayar y no se puede gastar la voz estando de cháchara.
P- Decías en entrevistas recientes que en los ochenta se podía hablar, se podían soltar barbaridades, pero ahora tienes un poco de miedo a la hora de decir ciertas cosas.
R- Yo nunca he dicho barbaridades, pero sí las he escuchado. Creo que hay canciones que si se editaran hoy con aquellas letras escandalizarían a colectivos que estaban entonces en el mismo barco. Un barco que se llama libertad, en el que no nos molestaba lo que decía o lo que hacía el de al lado. Uno podía ser punky, rockero, mod… y estábamos viendo conciertos juntos, viviendo la vida juntos. Nos habíamos olvidado de quién era Franco en poquísimos años, teníamos toda una juventud y todo un mundo por experimentar.
Yo creo que ahora hay más gente que puede manifestar su ofensa y que se identifica con una identidad a través de las redes, pensando que tiene una voz y un peso en la sociedad a través de su opinión. Pero al final resulta que si dices blanco, hay otro que va a decir negro; si dices arriba, otro te va a decir abajo, y siempre va a haber un ofendido. Creo que el cambio es que en los ochenta estábamos todos en el mismo bando de los no ofendidos, hemos recorrido mucho camino para llegar a un punto de libertades y que ahora por ese uso de las libertades individuales ese espacio se está acortando porque los ofendidos tienen voz y voto en las redes.
P- Aquí vamos a intentar hablar de lo que quieras. Los periodistas solemos hacerlo a cambio de un buen titular.
R- Sí, pero cualquier cosa sacada de contexto como titular crea confusión. Yo puedo decirte una cosa en el hilo de una conversación que, fuera de ese contexto, no da una imagen de lo que estamos hablando.
P- ¿No será también que existe un poco de miedo a que a uno se le vincule con una ideología u otra de la que es imposible salir? Es decir, si tú dices hoy algo que se asocia con un discurso de izquierdas o de derechas, después tienes que seguir siempre la misma línea para no decepcionar a tus fieles. Es complicado estar fuera del carril, ser ambiguo es el peor de los delitos.
R- Yo lo que creo es que la cultura y la ideología no están de la mano. Siempre he considerado que a la clase política de este país le faltan un par de hervores, le falta ser más profesional, como hemos aprendido a serlo en la cultura. Cuando alguien hace música no lo hace para un determinado colectivo, por lo menos nosotros. A mí no me importa de qué raza es quien me escucha, ni cuánto dinero tiene en el banco, ni en qué barrio vive, ni qué coche usa, ni a qué equipo de fútbol sigue, ni si vota a Vox, al PP o a Podemos.
La música es libre y es el acto de libertad más puro, porque no puedes forzar a alguien a que le guste algo ni a que le deje de gustar porque está mal. Por eso, políticamente, creo que hay dos Álvaros: uno, el que hace música, el artista; y otro, el que convive con pagar impuestos, con saber qué hacen con tus impuestos y con ese tipo de cosas que pueden estar asociadas a algún tipo de ideología.
P- También decías que en los ochenta estabas muy ilusionado con el felipismo, pero os llegó una inspección de Hacienda y se fue todo a la mierda.
R- Yo tenía un amigo de la juventud que se llamaba Alain, era francés. Me comentaba entonces que en Francia había locales de ensayo gratuitos y que en su colegio había muchos grupos de música. Es un país que protege su cine, su música, hay un canal de televisión muy visto que se llama Arte, tienen ayudas para todo este universo cultural… En Francia tú pones la radio 10 minutos y con total seguridad va a sonar una canción francesa, y luego ya podrás escuchar a Beyoncé o lo que sea. Esto es proteger tu cultura.
Cuando llegó Felipe Gonzalez tenía fama de afrancesado y yo pensé que íbamos a una democracia a la francesa, en la que primaban las libertades y la cultura. Pero no fue así. Lo primero que hizo fue decir: '¿cómo hacemos para que aquí pague impuestos la gente? Pues vamos a hacer una inspección a todos los músicos y a los artistas, que seguro que por su vida de crápulas y poca atención a la burocracia, les vamos a pillar'. Y así nos pasó a nosotros, que compramos todo el equipo y no pedimos una sola factura. Fue un escarmiento para que la gente de la calle viera que había que pagar impuestos.
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P- Entonces, ¿impuestos sí o impuestos no?
R- A mí me parece genial, hay que pagar impuestos, pero esto fue a costa de un gremio entero. Y eso ha sido recurrente, da igual quien gobierne.
P- ¿Quieres decir que la cultura está siempre bajo sospecha?
R- Es muy fácil menear el árbol y hace mucho ruido. Porque si tú a alguien le pillas con una mala gestión de sus impuestos, de la que además sueles depender de gestores y de terceros, que te pongan un 300% de multa o más me parece desproporcionado. Nosotros por 30.000 pesetas de entonces tuvimos que pagar 300.000, es una barbaridad. A nosotros nos hundió, nos quitaron todo lo que teníamos y nos dejaron en la ruina.
P- ¿Y desde ese momento te desencantaste con el felipismo y sus herederos?
R- No con ellos. Desencantado con la política de los gestores de Hacienda y muy enfadado con todos los ministerios de Cultura de este país.
¿Sabes quiénes eran los niños pijos? Todos los que se compraban la ropa en Londres y tenían el pelo de pincho y sus piercings y sus cosas. Parecían punkis, pero eran los que se podían permitir esos zapatones
P- ¿No salvas a ninguno?
R- A ninguno. Es más, te diré que desde que está el partido que está en el Gobierno ahora, la membrana con Latinoamérica se ha dado la vuelta, consumimos más música de allí. En los ochenta, noventa y parte del 2000 era al revés, éramos nosotros los que íbamos a vender y a influir musicalmente.
P- Pero, ¿esto es culpa del Gobierno?
R- No ha habido un proteccionismo cultural, no se ha protegido al artista español. Tú ves un programa como OT, en TVE, pagado con dinero público, y ¿adónde fueron todos esos artistas? A una multinacional, que no paga impuestos en España. Entonces, esa es la dicotomía. La cultura es de un país y si yo triunfo viviendo en Jamaica, se van a poner la medallita. Pero solamente se acuerdan de ti cuando triunfas. Igual que el deporte, que está demonizado cuando alguien gana mucho dinero. Pero si un deporista tiene mucho éxito te sientes muy orgulloso de que sea español. Creo que las ciencias, las artes y el deporte deberían estar más protegidos.
P- Entonces, más que de la cultura bajo sospecha, ¿de lo que estábamos hablando es de que lo te convierte realmente en sospechoso es hacerte rico?
R- A ver, yo gano dinero, pero vivimos un montón de familias de Los Secretos. Es una especie de máquina engrasada que no puede pararse. En lugar de salir de gira cada cuatro años, nosotros preferimos darle trabajo todos los meses a un montón de gente que trabaja con nosotros y ser un poco más humildes. Y luego, cómo pienses socialmente no te limita por tu profesión. Yo soy ecologista a niveles que nadie puede comprender.
En el año 2002 me gasté una fortuna en que mi casa tuviera cero emisiones, mi mujer y mis amigos me decían que estaba loco. Un 10% de nuestros conciertos son benéficos, colaboramos con siete ONG porque es nuestra forma de pensar. Intentamos poner precios asequibles a las entradas, porque a mí me importa muy poco ganar menos si al público que me ha visto le ha gustado y va a volver a verme, es una inversión. Quiero decir con esto que tus pensamientos y cómo te comportes no tienen que seguir una doctrina inventada por alguien. Yo tengo mis ideas muy claras en cuestiones de teología, política o ecología y ningún mediocre que se ponga la etiqueta de mesías tiene que venir a decirme cómo tengo que vivir.
P- En la época en la que estábais empezando, durante la Movida, ¿vosotros y otros grupos érais un poco los niños pijos de ese movimieto?
R- Eso es una aberración. Mi padre era un currante, con una familia como la de ‘Cuéntame’, con una niña, tres niños, mi abuela… Mi padre muchas veces no llegaba bien a fin de mes. Teníamos mucho gasto para un solo sueldo.
P- ¿A qué se dedicaba?
R- Era ingeniero técnico de caminos y viajaba muchísimo. Él no nos compró nada. Conseguimos una guitarra de segunda mano por 7.000 pesetas con lo que nos daba mi abuela. Y los fines de semana, en lugar de irnos con nuestros amigos, ensayábamos en la fábrica de un amigo del padre del batería. ¿Sabes quiénes eran los niños pijos? Precisamente todos los que no lo parecían.
Todos los que se compraban la ropa en Londres y tenían el pelo de pincho y sus piercings y sus cosas. Parecían punkis, pero eran los que se podían permitir esos zapatones y esas cosas de la moda que nosotros no llegamos a catar nunca. Y el postureo, los maquillajes, toda esa iconografía que había alrededor de la Movida no lo teníamos, nosotros ahorrábamos como cabrones para tener buenos instrumentos y sonar como los discos que nos gustaba escuchar.
Gente que no tenía donde caerse muerta ha montado empresas maravillosas. Habría que estudiar un poco de qué tipo de familias venían Marx, Lenin o Stalin, porque resulta que eran niños de papá
P- ¿Vuestro padre pensaba aquello de que la música era cosa de vagos y gente sin oficio?
R- Estuvimos pasando hambre el mes de julio previo a la primera grabación, que fue en agosto de 1980. Mi padre se enfadó, nos dejó vivir en casa porque éramos sus hijos, pero se fue de veraneo con mi hermana, mi abuela y mi madre. La primera gira que hicimos en el 81 fue en una feria, gente como Tequila o Burning se comieron también mucha porquería. Hasta Mecano ningún grupo consiguió llevar la música de unos jovencitos al gran público. Nosotros éramos chavales de 17 o 18 años y mi padre no se imaginaba a sus hijos ganándose la vida como músicos.
P- Siempre has reivindicado esa cultura del esfuerzo. ¿Sigues creyendo en la meritocracia?
R- Absolutamente.
P- ¿Y no crees que alguien que venga de buena familia o tenga dinero siempre lo tendrá más fácil?
R- Si te refieres al mundo del arte y la cultura, de nada te sirve una buena familia si no le gustas a la gente. Está claro que el hijo de un banquero lo tiene mucho más fácil que el de un conserje. Pero también se ha demostrado que hay conserjes que han montado Zaras y que gente que no tenía donde caerse muerta ha montado empresas maravillosas. En España habría que estudiar un poco de qué tipo de familias venían Marx, Lenin o Stalin, porque resulta que eran niños de papá. Yo creo que en el mundo actual la meritocracia es ir aprendiendo unos valores e ir creciendo, seas médico, ingeniero, pastelero, albañil o electricista.
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P- ¿Cómo era vivir en esa familia a la sombra de tu hermano Enrique? Él era el líder del grupo y al que los demás consideraban un genio. ¿No pesa demasiado la responsabilidad de tener que conservar constantemente ese legado?
R- Yo me siento muy contento y orgulloso de mi trayectoria, tanto cuando estaba vivo Enrique como después. Creo que he sido una persona humilde, he reconocido el talento de mi hermano y le he ayudado en lo que he podido. De hecho, mi hermano era muy talentoso a la hora de componer y cantar, pero muy, muy torpe a la hora de tocar y de estructurar una canción. La gente que estábamos a su alrededor hacíamos la música y él escribía, éramos un equipo. Pero nunca he tenido ningún prejuicio ni nada. En cada concierto le dedicamos una canción en su memoria y si estamos ahora aquí hablando en parte es por el público y en parte es por las canciones de mi hermano.
P- Antes hablábamos de lo que se puede decir y de lo que no. En los últimos años se han visibilizado mucho más los problemas de salud mental como los que tenía tu hermano.
R- Sí, sí. En aquella época estaba como mal visto y se ocultaba, o no se trataba. Y ahora está mucho más presente. De hecho, a mí no me importa reconocer que me he tirado diez años de vida yendo al psicólogo. Antes, durante y después de lo de mi hermano. No es una vergüenza, todo lo contrario.
Tendría que haber un gran consenso en sanidad, cultura y educación, pero cada vez que hay un gobierno distinto cambian los sistemas educativos. ¿Por qué? Porque quieren meter su semilla de su concepto adoctrinante
P- En tus letras siempre hay un punto de melancolía, de ternura… Tienes una hija de 20 años, ¿en algún momento has pensado no estar demasiado presente o no estar a la altura? Las mujeres llevan años debatiendo sobre la maternidad y a los hombres nos sigue costando.
R- Hombre, yo no conozco un compositor que no le haya hecho una canción a su hijo o hija.
P- Sí, pero me refiero a reflexionar sobre lo que implica ser padre, expresarles cariño, estar ahí durante su educación y desarrollo.
R- Yo disfruto de mi hija, pero ella y mi mujer saben cómo es mi trabajo. Pero, cuidado, hay gente que se tira ocho horas fuera de casa todos los días y ve a sus hijos en la cena. Yo, sin embargo, de lunes a jueves estaba con mi hija todo lo que podía.
P- Todo lo que decías antes sobre los ministerios de Cultura, igual se resuelve, porque Feijóo ya ha dicho que se plantea eliminar el departamento e integrarlo con Educación.
R- No me voy a pronunciar políticamente. En el colegio siempre hay asignaturas en las que te rompes el alma para aprobar y otras que se consideran las marías. El Ministerio de Cultura, gobiernen los socialistas, el PP o quien sea, nunca ha tenido interés para ellos. Sí ha habido una instrumentalización de la cultura para que hagas campaña por uno o por otro. Yo, personalmente, no soy partidario de mezclar la cultura con la política, porque lo que ésta quiere es meterte en su rebaño. Tendría que haber un gran consenso en sanidad, cultura y educación, pero cada vez que hay un gobierno distinto cambian los sistemas educativos. ¿Por qué? Porque quieren meter su semilla de su concepto adoctrinante.
[La recompensa secreta de Álvaro Urquijo]
P- ¿Y en estas llamadas guerras culturales te sientes a gusto? Hemos pasado de que a la gente de la cultura se le asocie con lo progre a que las primeras medidas para partidos como Vox sean proteger los toros.
R- Tampoco sé lo que estos pretenden hacer. Yo no me fío de nadie, ni del PP, ni de Vox ni de Podemos ni de nadie. Y el nicho de la cultura les da muy pocos votos.
P- ¿Y es cierto eso de que la derecha más radical es ahora lo verdaderamente punky?
R- Lo punky es intentar hacer de tu país lo mejor, tratar a las personas como quieres que te traten a ti, tratar al mundo con candidez y con cariño, porque es nuestra sociedad y es lo único que nos diferencia de las piedras. Los políticos se alimentan de nuestros impuestos y poco más. Y con las ideologías, lo que hacen es asegurarse sus futuros sueldos.
P- Pues al final hemos hablado de bastantes cosas.
R- Sí, la verdad es que sí.