9 julio, 2023 01:55

Dicen que el espacio en el que habitamos nos define. Muchos viven como pueden, los más acudimos al Ikea a comprar esos muebles impersonales que disimulan nuestra falta de experiencia en el interiorismo pero nos reconfortan con sus estilos nórdicos, tan nuestros, tan suyos. ¿Qué es, si no, la clase media? Y luego están quienes pueden preocuparse, y pagar, por el diseño. Kiko Matamoros (Madrid, 1956), por ejemplo, dice que ahora está inmerso en la decoración de interiores.

Su casa, a cuatro pasos de la madrileña Plaza Mayor, no podría definirlo mejor. En el salón principal -no el único que hay en el piso- tiene un piano y una tele de muchísimas pulgadas. Difícil calcular, pero puede que haya pantallas de cine más pequeñas. El piano, aclara, lo toca su mujer, a él siempre se le ha resistido. Animal mediático y amante de las artes se juntan en un único espacio, como en esa vieja división entre la alta cultura y la cultura popular, que a veces se tocan y otras se repelen. Aunque el piano sea de su mujer, de profesión influencer

A un lado de la sala se abre un gran ventanal hacia un dormitorio, dominado por una cama con colcha de tigre. Todo diáfano. Y en el lado opuesto, otra cristalera hacia un más que digno gimnasio sobre el suelo de madera. “Me hubiera gustado que fuese más grande, pero tampoco quiero echar abajo la casa de Manuel Becerra”, dice. Aquí vivió ese hombre al que hoy todos en Madrid conocen por dar nombre a una plaza y en el siglo XIX se distinguió más bien por su participación en varios intentos golpistas y revolucionarios que agitaron la política del momento. 

Kiko Matamoros.

Kiko Matamoros. Sara Fernández

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Kiko no aspira a tanto. Le vale con levantar de su asiento de vez en cuando al espectador y haber vivido. O vivir, que aunque esté más reposado, aquí sigue. Habrá dejado la cocaína, pero en la hora y media que dura la conversación se puede fumar tranquilamente una decena de cigarrillos. Habla con voz tenue, masticando las palabras como si degustara el humo que desprenden. No es ninguna metáfora, habla entre la neblina del tabaco, lejos de ese griterío psicodélico del plató de Jorge Javier Vázquez en el que ha vivido los últimos 14 años. 

Cuenta que en breve comenzarán a rodar esa nueva entrega de algo parecido a Sálvame que se podrá ver en Netflix. Aunque tampoco lo dice con mucha excitación. Con su más de 1,90, su cabeza al descubierto, sus músculos, su moreno Briatore, su cara estirada y su pose serena parece un animal en hibernación. No se sabe si viendo pasar el tiempo o a la espera de saltar a la yugular de su próxima presa.

P- Dices que esta casa perteneció a Manuel Becerra, que fue masón, pensador y revolucionario. ¿Qué queda de todo eso por aquí? 

R- Pues no lo sé. Verdaderamente me gustaría pensar que queda algo, pero si te refieres a mí, de revolucionario cada vez menos. Se dice que con los años uno se va haciendo más conservador y yo creo que no es eso, sino que te vas haciendo menos prejuicioso, te vas desprendiendo de prejuicios. Creo que el camino no es tanto abrazar nuevas ideas ni nuevas formas de estar en el mundo, sino abandonar las que ves que no te llevan a ningún lado.

P- Igual la palabra no es conservador, sino acomodado.

R- Yo creo que intelectualmente se vive más cómodo en la contestación, es como una especie de droga. Hay gente que se crea identidades y que son felices poniendo en cuestión absolutamente todo: las instituciones, la norma, las leyes y la hostia. Y es muy confortable estar ahí, porque eres un tío cojonudo, eres una víctima del sistema, etc. Y además tienes una función social de la hostia, porque tu carácter reivindicativo te convierte en una especie de misionero.

Sara Fernández

P- De Sálvame sí que se habla como algo revolucionario.

R- Es que en su momento fue algo revolucionario, una nueva forma de hacer televisión.

P- ¿Eso no es ya un cliché?

R- No, es abrir la trastienda, enseñar cómo se ve una obra de teatro o una representación desde las bambalinas. Eso es lo que verdaderamente hemos hecho, enseñar a la gente cómo son las tripas, lo que pasa en un pasillo, esos llantos, esa bronca o esas bromas fuera del plató. Esas conversaciones en publicidad… Y luego, desde el punto de vista técnico, nos han copiado El Chiringuito o los debates de La Sexta. 

P- Eso es algo estético, pero al final, tú lo has dicho, era un teatrillo, pura escenificación. ¿Qué tenía para atrapar a tanta gente?

R- Es puro entretenimiento, como el fútbol, como una comedia. Al final lo único que hemos hecho nosotros es, evidentemente de una forma cañí, lo que hacían los clásicos, lo que hacían los griegos, lo que hacía Lorca o Miller. Es decir, nos centramos en lo que mejor funciona, que son las tragedias familiares, los enfrentamientos y las rupturas. Eso la sociedad lo devora.

P- Más que comedia, tragicomedia.

R- El drama vende de cojones desde siempre. En el teatro el drama ha vendido infinitamente más que la comedia.

P- ¿No es curioso que muchos de quienes han criticado todo esto, que lo han despreciado como basura, ahora lo reivindiquen como un espacio de libertades?

R- No me extraña. Hay un trasfondo ideológico, ya que decían que se iba a producir la supresión de un espacio donde se podía decir cualquier cosa por un programa de tinte más conservador. Pero tampoco han sido tan virulentos los ataques. A mí el término telebasura me hace mucha gracia, yo estoy tan orgulloso de haber hecho telebasura. Creo que eso existe más en un informativo ideologizado y tendencioso.

Sara Fernández

P- Pero, ¿no hay algo de hipocresía en esa defensa de gente que supuestamente no veía algo así?

R- Un poco no, muchísima. Pero bueno, también ha habido gente de la cultura que desde el primer momento no le ha dado la espalda a lo que hacíamos. Y luego, bueno, pues ha sido un medio para mandar un mensaje de igualdad, por ejemplo en la lucha de los derechos LGTBI [hace una pausa]... plus. O en la lucha contra la violencia de género. Probablemente haya sido el sitio donde se han defendido con más virulencia los derechos de la mujer. Hemos mandado un mensaje a una franja de la población que era poco receptiva a estos temas, por lo que creo que la función social ha sido muy positiva.

P- A alguno de tus compañeros la retirada del programa le ha dejado consecuencias psicológicas.

R- A mí no. Mira, yo he dicho muchas veces que he estado 40 años haciendo televisión y puedo estar otros 40 sin hacerla. Creo que la modestia es la peor de las virtudes y no es cuestión de venderse, sino de valorarse. Y en ese sentido mi autoestima está muy alta, hay vida después de la muerte televisiva.

En Sálvame nos centramos en lo que mejor funciona, que son las tragedias familiares, los enfrentamientos y las rupturas. Eso la sociedad lo devora.

P- He leído que te gustaría encontrarte con el fantasma de Manuel Becerra y hablar un rato de política con él. ¿Te gusta lo que ves? 

R- El panorama es desolador, pero sí me gusta el espectáculo. Me gustó mucho ver a Pedro Sánchez comiéndose con patatas a Pablo Motos. 

P- ¿Y a Ana Rosa? 

R- El de Ana Rosa no lo vi porque estaba en París.

P- Venga, no me lo creo…

R- De verdad que no, pero lo voy a buscar. Sí he visto a Yolanda comerse a Ana Rosa también. Pobrecita, la van a devorar. 

Sara Fernández

P- No te hacía muy de Pedro Sánchez ni de Yolanda…

R- Pero es que esta señora [Yolanda Díaz] era un espectáculo en sí mismo. No se puede ser más yoísta, ni se puede atribuir más méritos en una carrera de dos años como vicepresidenta. Pero es que se merendaba a Ana Rosa. Porque una cosa es moderar una mesa de tertulianos y otra enfrentarte cara a cara a un animal político. Ana Rosa no es eso, ahí tienes todas las de perder. Es como si pones a Tyson a pelear con un niño, de la hostia que le da le saca del ring en el primer asalto.

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P- ¿Te ha convencido entonces Pedro Sánchez para votarle? 

R- Dije que me cortaría una mano antes que votarle y ahora me cortaría las dos. Ni muerto.

P- ¿Qué es lo que más te irrita? 

R- Diría una retahíla de historias… Pero, sobre todo, no asumir los errores. Vi una vez a un futbolista, fallecido ya, agarrado a la pata de la mesa de la ruleta en un casino porque no se quería ir. Pues esto es igual. 

P- Joder, dime el nombre.

R- No, no, porque además era muy querido.

P- Bueno, da igual. Sánchez.

R- Pues eso, que hasta el último día estará enganchado a la pata del sillón. Y para eso le ha valido cualquier cosa. Hay cosas que son, desde mi punto de vista, fundamentalmente inmorales. Me comentaba un señor que trabaja en La Sexta que sus dos principales lastres son el sostenimiento de Irene Montero y el tema de los catalanes independentistas. Para gobernar yo no sé si eran necesarios los indultos y la modificación del Código Penal.

Sara Fernández

P- Ahora a Irene Montero no la está defendiendo precisamente.

R- Ahora, claro, que no la quieren en ningún lado. Pero en su momento no ha habido cojones. 

P- Has llegado a decir de ella que era una indigente cultural.

R- Y una analfabeta jurídica. Lo dije en 2021 y el tiempo me ha dado la razón.

P- Hay gente de la tele, del cine, de la cultura, firmando manifiestos contra Vox, un partido que ataca directamente esos valores que dices que defendía Sálvame.

R- Están en su derecho, me parece estupendo. Y como a mí tampoco me gusta lo que predican, pues me gusta el doble. Pero tampoco es nada nuevo bajo el sol ni creo que ese tipo de manifiestos tengan mucho peso. Es postureo de la izquierda y de cierta parte de la cultura, no creo que con eso vayan a mover un voto. 

P- Cuidado, que no lo dice sólo la izquierda ni cierta parte de la cultura. Lo dice también Belén Esteban, que no puede estar de acuerdo con gente que hace retroceder en derechos y libertades ni con quien se asocia con ellos.

R- ¿Y entonces con quién tengo que estar de acuerdo, con el que se asocia con Bildu? ¿Eso quién me lo resuelve, Belén Esteban?

P- En el panorama mediático sois bastante equiparables. 

R- Eso te parecerá a ti. Belén Esteban tiene sus virtudes y yo tengo las mías, yo diría que tengo otro bagaje. Ella está muy por encima de mí en cuanto a popularidad, aceptación, etc, pero no creo que tenga mucho que ver la idea que la gente tiene de los dos.

P- Me refiero como personajes televisivos. 

R- ¿Como personajes televisivos? Qué cojones, pero es que Espinete también era un personaje televisivo.

Sara Fernández

P- Bueno, entonces, ¿no te surge ni la duda con lo de estar del lado de Vox? ¿No te parece peligroso?

R- A mí me parece una torpeza política, pero peligroso… No sé qué peligro tienen estos. 

P- Volvemos a lo que dices que defendíais muy orgullosamente en Sálvame.

R- Evidentemente la ultraderecha tiene su penetración innegable en Europa, pero es que es un espacio que torpemente le han cedido los otros. Entonces, yo creo que la llave no la tiene ni la ultraderecha ni su puta madre. La llave la tienen los partidos constitucionalistas, democráticos, que respetan -o dicen respetar- los derechos de las minorías. He escuchado una propuesta de Yolanda Díaz que es una puta locura, que dice que van a dar 20.000 euros a los chavales de 18 años. Y eso se lo cuenta a Ana Rosa y Ana Rosa se queda callada… Yo es que me tiro al suelo.

P- Veo que disfrutas con lo de Ana Rosa. 

R- Ya te digo que también me hizo mucha gracia lo de Pablo Motos. Cómo Sánchez cada vez echaba el cuerpo más hacia adelante y el otro cada vez más pequeñito. Parecían David y Goliat, sólo le faltó sacar la estaca. Coño, es gente que está preparada para un programa como El Hormiguero, pero no te metas en esos charcos por mucha audiencia que te dé.

P- Decías antes que tienes un bagaje diferente al de Belén Esteban. En esa distinción entre la alta y la baja cultura, ¿dónde estarías? 

R- Mi bagaje cultural es el que he elegido. Me gusta el arte, la literatura, el cine, el fútbol, el boxeo, los toros… Soy hijo de una generación en la que aprendimos a amar unas cosas de las que ahora nos cuesta mucho desprendernos.

He escuchado una propuesta de Yolanda Díaz que es una puta locura, que dice que van a dar 20.000 euros a los chavales de 18 años. Y eso se lo cuenta a Ana Rosa y Ana Rosa se queda callada… Yo es que me tiro al suelo.

P- La vida no te lo ha puesto especialmente difícil, ¿no?

R- Soy un chaval de barrio, pero no vengo de una familia pobre. Mi abuelo materno llevaba el mantenimiento del Metro, a la boda de mi madre vino el alcalde de Madrid… Soy un nuevo pobre, no un nuevo rico. Vivo peor de lo que vivía mi abuelo.

P- Bueno, este sitio no está mal del todo…

R- Si no digo que esté mal. Mi abuelo vivía en un piso en la calle Lope de Vega, en el que los nietos jugábamos al fútbol. Y éramos 21. 

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P- Y así, ¿es posible creer en la meritocracia? En eso de que si te esfuerzas mucho, vas a conseguir lo que te propongas. 

R- No creo que eso sea verdad. Fundamentalmente, yo creo que la gente que al final acaba teniendo mucho dinero es porque lo ha querido tener siempre. Mis amigos que se han hecho millonarios eran obsesivos con eso. 

Sara Fernández

P- Gente que ha querido o que ha podido, ¿no? O que se lo han puesto más fácil. ¿Qué te parece que se haya impuesto esa cultura entre un sector de las generaciones más jóvenes de querer hacerse rico a toda costa?

R- Yo creo que se mimetiza todo lo que pasa en Estados Unidos, por ahí va la cosa. Y pienso que va a dejar mucha frustración y mucha gente reventada por el camino. Es una puta mentira eso de que con el esfuerzo lo consigues todo y que si te caes, cuantas más veces te levantes, más fuerte eres. Que no, no, que lo que pasa es que cuantas más veces te caigas, más hostias te has dado.

P- En este mundillo de la fama ocurre también un poco eso, ¿no? Parece que hay una serie de clanes y que una vez que entras en ellos, circulas de un sitio a otro. Si no, estás fuera.

R- Pero eso pasa en cualquier actividad. Mira los actores, ¿crees que son los mejores que hay en este país? Antonio Banderas… ¿crees que es un actor que está al nivel del reconocimiento público que tiene? 

P- Dices que no te ves publicando libros porque no te gustaría que la gente sienta la tentación de leerte por el hecho de ser un personaje famoso. Podrías jugar la baza de escritor maldito.

R- Sí, me da cierta rabia llegar a una gran superficie y encontrarme una góndola llena de libros de gente con la que me cruzo en la tele y le ha pegado cuatro coces al diccionario. A mí me gustan los malditos, me gustan Panero, Houellebecq, Pérez Reverte. Me gusta esa gente sin pelos en la lengua.

Antonio Banderas… ¿crees que es un actor que está al nivel del reconocimiento público que tiene? 

P- ¿Esa no es la nueva identidad de la derecha? Decir lo que uno quiera, no tener pelos en la lengua, la libertad.

R- Pero si es que al final estamos reivindicando el borreguismo. Lo que has intentado denostar durante años ahora es lo que abrazas. Y ahora lo que mola es no salirte del redil. Y a quienes lo hacen se les llama rojipardos o neofascistas. Pues entonces sí, lo punk es muy de derechas.

P- ¿No crees que también habrá gente harta de tener que escuchar comentarios racistas, machistas, homófobos o lo que sea y que ya no esté dispuesta a tolerar más?

R- Es que a mí eso también me resulta ofensivo. Y me parece muy mal, por ejemplo, lo de insultar así a los jugadores negros, que creo que nace de un complejo de inferioridad de puta madre. O igual con personas de distinta orientación sexual. Me parece tan aberrante y asqueroso que, claro que quiero que se persiga, y con mucha más dureza. Pero en lo que no estoy de acuerdo es en que intenten cambiar mis costumbres que creo que no son lesivas para nadie.

Sara Fernández

P- Vas camino de los 67, te has casado, has dejado alguna de las adicciones… ¿Cómo es ahora la relación con las drogas? 

R- Ya lo he dicho, nula. Mi única droga era la cocaína. Se me estaba necrosando la nariz y el médico me dijo: “para eso o te vas a la mierda”. Me pusieron un tratamiento dos meses antes de irme a Supervivientes, he recuperado los tejidos y me encuentro perfectamente. 

P- ¿Y desde entonces, nada?

R- No, si es que llegaba un momento que recuerdo que consumía y decía: “¿para qué?” Es como un medicamento, al final te haces resistente. Fueron 50 años drogándome de forma lúdica, pero llega un momento en que no compensa. Mi pareja tampoco tiene nada que ver con ese mundo y eso ayuda. Salgo, pero me recojo antes. Y lo que sí me puedo beber es una botella de whisky en una noche.

P- ¿Por qué no tiene el mismo estigma? 

R- Ah, bueno, porque tiene un uso social aceptado y es un gran negocio. La cocaína no cobra impuestos, el tabaco y el alcohol, sí. Pero, vamos, no creo que esto [el enésimo cigarrillo que se ha encendido] sea mucho más beneficioso que la cocaína. 

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P- ¿Has dejado algún amigo por el camino con estas cosas? 

R- Bueno, hubo un tiempo en el que no teníamos ni puta idea de dónde íbamos. Yo tuve la suerte de que la primera vez que probé la heroína vomité y me puse malísimo y dije: “esto, pa su puta madre”. Claro que ha dejado muchos cadáveres y muchas cabezas como un queso de gruyere. El problema de las drogas es que pone tu vida patas arriba. Desatiendes tus compromisos familiares, laborales, y al final eres esclavo de una sustancia que no te deja funcionar. 

P- ¿Y el sexo a esta edad? 

R- Pues yo creo que mejor, porque aprendes a follar con la cabeza.

Yo tuve la suerte de que la primera vez que probé la heroína vomité y me puse malísimo y dije: “esto, pa su puta madre”

P- Lo he escuchado muchas veces, pero siempre me pregunto si es verdad o es el consuelo que nos queda. Porque, total, volver atrás no podemos…

R- El sexo, desde el punto de vista del hombre, consiste en tener una carga de testosterona que puede ser endógena o exógena. Y a partir de los 37 o 40 años empiezas a tener una disminución de la generación de testosterona. Entonces, lo que tienes que hacer es equilibrar ese eje hormonal y ya está. Eso es muy fácil, cualquier médico o neurólogo sabe perfectamente de qué se trata. Pero aquí hay mucha incultura y sólo lo conocen los millonarios que se van a las clínicas esas donde les meten hormonas del crecimiento para mejorar la piel, para perder grasa y su puta madre. 

P- Entonces, me quieres decir que a esa edad sólo folláis bien los ricos.

R- No solo, pero esos siguen follando.

P- ¿Tú has sido un buen amante? 

R- Yo no sé si he sido buen amante, pero el negociado de quejas no está muy repleto. Aunque algún gatillazo he pegado, eh. 

Sara Fernández

P- Lo digo porque eres el arquetipo de ese ‘hombre empotrador’ que defienden algunos de aquellos que no tienen pelos en la lengua.

R- Eso venía de una cita de Sylvia Plath, que dice que toda mujer ha amado a un fascista. Y Ana Iris Simón dice en ‘Feria’ que eso se contrapone al hombre blandengue, que estaría más cerca de la nueva masculinidad. A mí me parece cojonudo eso, pero no sé muy bien en qué consiste, estoy un poco perdido en ese sentido. Eso que hoy se entiende como micromachismos muchas veces me parecen gilipolleces. Si a mí una tía me dice guapo -que no sé en qué estará pensando-, ¿qué le digo: “oiga, me está usted agrediendo”? A tomar por culo.

P- ¿Has actualizado ya el currículum?

R- Eso es cambiar una fecha.

P- ¿Estás saturado, cansado, tienes ganas de volver, síndrome de Estocolmo…?

R- Yo me lo he pasado muy bien, pero también muchas veces me he aburrido muchísimo en un plató. Yo ya me lo sabía todo, a veces me he sentido como un funcionario pegando sellos. 

P- Esta guerra que ha habido en la tele también ha dejado heridos. A Jorge Javier parece que le está costando…

R- Él es un número uno, sólo el mejor Sardá le puede igualar en el entendimiento del espectáculo. Esa cohabitación que había con Ana Rosa ha existido durante muchos años: ella era la reina de la mañana y nosotros por las tardes. La nueva jefatura tiene otros planes, pues es respetable, pero hasta ahora los números no les han dado la razón.

P- ¿Los eventos de Ibai, con esas estrellas del pueblo y esas audiencias, son el nuevo Sálvame?

R- Bueno, yo lo respeto, aunque a mí no me gusta lo que hacen. Y luego, en las televisiones tienen que ver dónde está el negocio. Yo creo que vende más Rolex y Mercedes una final de Wimbledon que todo lo que puede vender éste en un año. Pero bueno, a los streamers les va bien, por eso se van a Andorra.

Eso que hoy se entiende como micromachismos muchas veces me parecen gilipolleces. Si a mí una tía me dice guapo, ¿qué le digo: “oiga, me está usted agrediendo”? A tomar por culo.

P- No pensé que fueras a defender pagar impuestos…

R- Los problemas que tengo con Hacienda, los voy a resolver con ellos. De hecho, ahora mismo no estoy en la lista de deudores. He pagado mucho dinero porque me embargaban las nóminas, no por gusto. 

P- ¿No estás de acuerdo con que alguien que gana mucho dinero pague proporcionalmente más que otro que gana mucho menos?

R- Claro que sí, lo que no estoy de acuerdo es con que se ahorque la economía. Yo creo que la mayor riqueza que puede tener un país es el empleo, que se estimule el consumo, su puta madre y todo eso. Si yo a un empresario no le dejo crecer, no puede crear empleo. Otra cosa es que las grandes corporaciones tengan una carga impositiva del 3%, váyanse todos a tomar por culo. 

Sara Fernández

P- Como la gente va a leer y no a escuchar esta entrevista, hablas con vehemencia, pero con un tono muy bajito. Desde aquí suenas más tranquilo de lo que van a pensar los lectores. 

R- Bueno, es que en la tele tenemos un componente de actor bastante acusado.

P- ¿Y cuál es el personaje real: éste o el de la tele?

R- Éste, la tele es espectáculo. Muchas veces tienes que escandalizarte o descojonarte de algo, aunque no te haga ninguna gracia. Los buenos colaboradores de televisión tienen mucho de showman y mucho de actores.