Mijaíl Jodorkovski (Moscú, 1963) fue Alexéi Navalny antes que Alexéi Navalny. O mejor dicho, lo pudo haber sido, porque pasó diez años encarcelado en una prisión de Siberia antes de que Vladímir Putin le concediera un indulto en 2013. Fue su forma de salvar la vida. Pasó por Alemania, Suiza y finalmente se trasladó a Londres, donde continuó con la disidencia que había comenzado en su país tras la creación en 2001 del movimiento Rusia Abierta.
No siempre fue así. Antes de convertirse en una de las principales voces de la oposición, Jodorkovski fue el hombre más rico de Rusia. Amasó una de las mayores fortunas de todo el planeta. Comenzó a hacer negocios durante la perestroika y llegó a tener el control de la petrolera Yukos. Pero si Putin no tolera la discrepancia política, tampoco es capaz de aceptar a alguien que acumule tanto poder como para hacerle sombra.
El antiguo oligarca fue condenado por fraude, evasión fiscal y otros tantos delitos económicos. Aunque ya para entonces había denunciado la falta de libertades democráticas en su país. Hoy los principales opositores rusos están muertos o en el exilio. Y desde allí, desde su residencia en Londres, atiende a una serie de medios internacionales, como la BBC, The Guardian, Financial Times, The Wall Street Journal o The New York Times. EL ESPAÑOL es el único medio nacional invitado a la conversación, que se realiza de forma telemática.
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La entrevista se produce poco antes de abrirse las urnas en Rusia, donde la ciudadanía vota desde el pasado viernes hasta este domingo para consagrar a Vladímir Putin como presidente al menos hasta 2030. Las elecciones vienen marcadas por el reciente fallecimiento del opositor Navalny, una guerra en Ucrania que no avanza y la ausencia -por primera vez desde 1993- de observadores internacionales independendientes. Formalmente hay otros tres candidatos, aunque el resultado está cantado de antemano.
PREGUNTA.- ¿Cómo debe reaccionar, a su juicio, la comunidad internacional ante estas elecciones?
RESPUESTA.- Los representantes de varios grupos de la oposición democrática creen que estas elecciones no son legítimas por muchas razones. Putin celebra estas pseudoelecciones incluso en los territorios ocupados [las regiones ucranianas de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, que fueron invadidas por Rusia]. Por eso, pedimos a los gobiernos occidentales que no reconozcan la legitimidad de Putin. Quizás haya que hablar con él, porque a veces tienes que hablar con gángsters que tienen a una población secuestrada, pero no reconocer su legitimidad causaría un importante efecto psicológico entre los rusos. Parece que a él no le interesa nada la opinión internacional, pero se sigue fotografiando con los líderes mundiales y eso le da un fuerte prestigio en su país. No repitamos el error de reconocer su legitimidad, como en 2018, cuando ganó las elecciones después de haber invadido Crimea.
A veces tienes que hablar con gángsters que tienen a una población secuestrada, pero pedimos a los gobiernos occidentales que no reconozcan la legitimidad de Putin
Diferentes grupos opositores han instado a los ciudadanos a que esperen al mediodía de este domingo para acudir a las urnas con los colores blanco, rojo y azul de la bandera rusa en señal de protesta. No hay un llamamiento claro a la abstención ni al boicot de las elecciones. Piden que cada uno haga con su papeleta lo que le parezca, siempre y cuando no vaya para el partido Rusia Unida de Vladímir Putin.
La iniciativa, llamada ‘Mediodía contra Putin’, fue convocada por Alekséi Navalny poco antes de morir. Su funeral en Moscú, con miles de personas desafiando a las autoridades, se convirtió en una manifestación de rechazo al Kremlin en sí misma. Pero el vacío que deja quien fue el símbolo de la oposición durante los últimos años debilita aún más a las escasas voces críticas que se levantan contra el régimen.
Hace días el excampeón del mundo de ajedrez Gary Kasparov, residente en Nueva York, fue considerado terrorista por el Kremlin. Y horas antes de esta entrevista, el también opositor Leonid Volkov fue atacado a martillazos en su casa de Lituania.
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P.- ¿En qué posición os deja la muerte de Navalny?
R.- Su muerte no es la primera de un opositor al Kremlin. Hay un elevado número de periodistas, políticos a nivel regional o activistas que desgraciadamente han pasado por eso. Y el Kremlin siempre ha fingido que no tenía nada que ver. Es cierto que la oposición no es un grupo totalmente uniforme, yo siempre he reclamado un modelo de coalición que nos permita estar unidos. Por eso es importante primero negar la legitimidad del régimen, para darnos una oportunidad.
P.- La viuda de Alexéi, Yulia Navalnaya, ha recogido el testigo de su marido en las últimas semanas. ¿La considera una persona adecuada para encabezar ese movimiento de oposición?
R.- Sí, desde luego. Yulia Navalnaya es la sucesora de Alexéi Navalny, y es completamente aceptable en ese papel. Aún así, sus seguidores tienen una capacidad limitada para influir en lo que pasa dentro del país. Es imposible mantener centros de oposición activos en Rusia, la única opción posible pasa por el exterior. Por eso tengo la esperanza de que la experiencia adquirida por los seguidores de Navalny sirva para continuar con el trabajo que él hizo.
P.- Si desde el interior todo intento está condenado al fracaso, ¿existe una forma efectiva de combatir a Putin?
R.- La primera tarea es ayudar a los opositores, trabajar con esas personas que tuvieron que salir de su país para conseguir sus objetivos. Después, luchar contra la propaganda del régimen, que es omnipresente. Y, por último, construir una imagen de Rusia que vaya más allá de la confrontación. Si conseguimos imponer esa visión, el régimen cambiará. Y entonces se puede abrir un espacio para unas elecciones libres y justas.
P.- Habla de un proceso para un cambio de régimen. Pero, ¿es eso posible desde un punto de vista político, democrático?
R.- No, no creo que este régimen pueda caer de una forma democrática. El marco legal existente sólo sirve para fortalecer al régimen y que Putin siga ganando elecciones. No es posible acabar con él por esta vía. Esto sólo puede ocurrir de una forma más o menos pacífica a través de una revolución. La otra alternativa pacífica es que la persona que reemplace a Putin cuando muera, abra un proceso democratizador para poder legitimarse. Porque, de lo contrario, tendrá que fiar su futuro a la maquinaria policial. Tampoco una junta militar ha ostentado nunca el poder en Rusia, no hay precedentes de ello. Estos son los escenarios más pacíficos que contemplo, el resto son todos peores.
La otra alternativa pacífica es que la persona que reemplace a Putin cuando muera, abra un proceso democratizador para poder legitimarse. De lo contrario, tendrá que fiar su futuro a la maquinaria policial
El ex oligarca siempre ha apostado por un proceso democratizador en su país, aunque en los últimos tiempos apoyó como mal menor el intento de rebelión contra Putin encabezado por el mercenario Yevgueni Prigozhin. La suerte de Prigozhin, sin embargo, fue la misma que la de muchos opositores que se han expresado de forma más ortodoxa.
Se especuló con que el poder de Putin se vería amenazado, pero desde entonces sólo ha seguido afianzando su autoridad. Ante la falta de avances desde ambos bandos en la guerra de Ucrania, el mandatario ruso ha amenazado ya varias veces con utilizar su armamento nuclear. La última, en una entrevista con la televisión estatal esta misma semana, cuando decía estar “preparado” para recurrir a estas armas si se ven amenazados “la existencia del Estado ruso”, su “soberanía o independencia”.
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P.- Aceptando que todas estas declaraciones se enmarcan en el terreno de la propaganda, ¿ve capaz a Putin de cumplir con estas amenazas?
R.- Lo que creo es que Putin es un suicida, o al menos alguien que está dispuesto a cometer actos suicidas. Él sólo utilizará armas nucleares si está totalmente convencido de su impunidad. Hasta el momento el liderazgo de Estados Unidos, e incluso el chino, han frenado esos intentos. Con él no sirve una oferta de paz, sólo si se da cuenta de que existe una fuerza recíproca y proporcional abandonará esta idea.
P.- ¿Seguir prestando ayuda militar a Ucrania ayuda en este aspecto?
R.- Esa es la otra circunstancia para que pueda recurrir al uso de armas nucleares. Si perdiera Crimea, porque para él perder Crimea significa perder automáticamente el poder, sí le veo capaz de utilizar este armamento para poner fin a la guerra con una victoria. Y la única forma de oponerse a eso es una posición inequívoca desde un punto de vista militar.
P.- Hablamos de Ucrania, pero, ¿cree que sería capaz de abrir un nuevo frente de guerra híbrida o incluso una invasión en un país como Polonia, que pertenece a la OTAN?
R.- Sólo si es capaz de vencer en la campaña militar ucraniana, lo hará. Creo que antes es imposible, pero si gana en Ucrania tendrá la necesidad de iniciar otra guerra, porque es su forma de mantener el poder. Por otra parte, si la campaña militar en Ucrania termina y no hay un cambio de régimen creo que Rusia y Occidente seguirán en un escenario de guerra fría. Ese contexto se extenderá al menos durante los próximos diez años, y esperemos que sólo sea eso, diez años más.
P.- ¿Cree que todavía es posible que surja un movimiento de desafecto entre las élites o incluso a nivel militar a causa de la falta de resultados en la guerra?
R.- Pienso que perdimos la oportunidad de decantar el conflicto militarmente del lado de Ucrania y que hemos perdido mucho tiempo. Y ahora mismo no se dan las circunstancias para que haya un alto el fuego. Si queremos un alto el fuego primero es necesario convencer a Putin de que no es capaz de seguir librando esta guerra, algo para lo que él parece preparado al menos hasta 2026. Y en cuanto a las élites, ¿siguen existiendo las élites? Putin ha dicho en sus discursos que él ha creado un nuevo modelo de hombres que están dispuestos a apoyarle en la guerra. Por tanto, no se trata tanto de un cambio en las élites, sino de captar a estas élites.
P.- ¿Han servido de algo las sanciones económicas contra el régimen?
R.- Por una parte, han sido insuficientes; y, por otra, han llegado demasiado lejos. Han sido insuficientes porque no ha habido ningún control a la hora de implementarlas, como se puede ver en los volúmenes de exportación del grano ruso o en su balanza comercial. Y han llegado demasiado lejos porque en algunos casos han incluido productos que no tienen nada que ver con la maquinaria bélica, como los bienes de lujo, la joyería o todos los productos manufacturados en China. Habría que revisar los mecanismos de control y volver a elaborar una lista con los productos que queremos penalizar.
P.- ¿Cómo afectaría a las relaciones con Estados Unidos y a la seguridad global la vuelta de Trump a la Casa Blanca mientras Putin sigue librando una guerra cerca de Europa?
R.- No puedo pronosticar si Donald Trump ganará o no las elecciones en Estados Unidos. Mi impresión es que Estados Unidos ha delegado todo lo que pase más allá de sus fronteras en los demás países. Y si Putin es una amenaza para Europa, es problema de los europeos, según esta óptica. Por tanto, la cuestión fundamental para Putin sigue siendo la misma: ‘¿Está Europa capacitada para mantener esta confrontación?’. Y esto va más allá de que gane Trump o no.
Si Putin gana en Ucrania tendrá la necesidad de iniciar otra guerra, porque es su forma de mantener el poder
La capacidad de Putin para aplicar sus mecanismos represivos más allá de sus fronteras ha quedado en evidencia en muchas ocasiones, con agresiones, envenenamientos o asesinatos de quienes considera enemigos. Pero es algo que no se había visto de una forma tan evidente en España hasta hace unas semanas, cuando un desertor ruso que había abandonado el frente para entregarse al Ejército ucraniano fue asesinado a tiros en una urbanización de Villajoyosa (Alicante).
P.- ¿Un crimen como éste revela hasta qué punto llegan los tentáculos de Putin? ¿Hasta dónde llega su impunidad?
R.- La gente tiende a pensar que esto es un problema para los ciudadanos rusos, los opositores o los desertores. Pero, en realidad, un asesinato como éste representa un problema para todo el sistema político occidental. El sistema corrupto criminal ruso se ha extendido a otros países. Y me consta que hay muchos políticos occidentales que han empezado a ser muy, muy cuidadosos. Un político alemán me dijo un día en su país que lo único que le separaba de los asesinos de Putin era la pared de su propia casa.