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El aria celestial de una ópera de Verdi se derrama sobre la escalinata y se funde con el olor del café recién hecho. En la estancia contigua, en un reflejo, Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, se anuda una corbata que combina motivos azules y bermellones y se pasa la mano derecha por su cabello argentado. Es difícil averiguar si la sobriedad que desprende es fruto de su timidez o de esa herencia genética que, desde tiempos de Felipe V, carga el ADN borbónico de un espíritu esquivo y refinado que separa a pecheros de patricios. Una veladura solemne parece cubrir al críptico aristócrata, quien, no obstante, goza de una sensibilidad hacia la belleza fuera de lo ordinario.

Así lo desvelan las decenas de lienzos que observan, imperturbables, desde las paredes carmesíes de su mansión, situada en la madrileña urbanización de Puerta del Hierro, ahí un Madrazo, allá un Reynés; los cientos libros de su biblioteca, entre los que no faltan sus autores rusos predilectos, Dostoievski y Tolstói, ni los franceses Balzac y Proust; o las óperas del romanticismo italiano de Puccini y Rossini que suele paladear después de comer, y que le despiertan en el corazón esas ondulaciones del sentimiento que tanto trata de ocultar frente a extraños y amigos, pues responden a la ciencia del lenguaje que no se habla y él no es dado a ringorrangos ni, como buen agnóstico, a descomedidas expresiones del sentimiento, sino a hechos demostrables. Quizás por eso su biografía autopublicadaCuasi Memorias, parezca más un prudente epistolario documental, una colección de remembranzas destinadas a instruir a hijos, nietos y bisnietos, que un enardecido ejercicio de esgrima literaria.

"Esa era mi intención: huir de sentimentalismos y contar las cosas tal y como son", asegura el octogenario Borbón mientras se deja caer en un cómodo sillón rojo, a juego con las paredes del salón. Un suave céfiro se infiltra desde el jardín y mece unas cortinas de lino con motivos florales. En la lejanía crujen unos escalones. Es su esposa, María de los Ángeles de Vargas-Zúñiga, que sale a dar un paseo acompañada de Juan, del servicio de la casa, pues desde hace más de una década sus recuerdos han quedado sumidos en una perpetua bruma errante por culpa del Alzhéimer. "Ya prácticamente no nos reconoce", confiesa el duque con mesura, pero los ojos, que nunca engañan, revelan una profunda amargura. Al departir, esquiva la mirada, no por descortesía, sino para evitar distraerse con detalles mundanos mientras fluye su reguero de memorias.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio en su domicilio en Puerta del Hierro, Madrid.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio en su domicilio en Puerta del Hierro, Madrid. Sara Fernández E. E.

Francisco de Paula y Borbón de Escasany (1943, Madrid), duque de Sevilla por herencia de su abuela, es hijo de Francisco de Borbón, teniente coronel de Caballería del Ejército español, y de Enriqueta Escasany, descendiente de los marqueses de la Pobla de Claramunt. Su ducado es segunda línea de sucesión al trono. Tiene tres hijos de su primer matrimonio con la aristócrata alemana y princesa Beatrice von Hardenberg: Olivia de Borbón, fundadora de la marca de joyas AristocrazyFrancisco de Paula Joaquín de Borbón, conde de Hardenberg-Fürstenberg, y Cristina de Borbón, quien falleció en un trágico accidente de tráfico en febrero de 2020. Suma, además, tres nietos.

Su abuelo, Francisco de Paula de Borbón y La Torre, fue primo segundo del rey Alfonso XIII, participó en la sanjurjada contra la Segunda República y ostentó el cargo de General de brigada de Francisco Franco durante la Guerra Civil, para acabar, durante la Dictadura, como vocal del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo y Teniente general del Ejército desde 1946. "A pesar de lo que pueda parecer, tener ese cargo le permitió salvar a montones de sus amigos masones que, de otra forma, habrían matado o capturado".

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A pesar de ser la cabeza del ducado de Sevilla y de que por sus arterias bombee la sangre azul de la realeza, Francisco de Borbón y Escasany no goza de esos patrimonios ni ostentosidades propios de otros ducados de España. "Hace años teníamos un palacete en Lope de Hoyos, pero hicieron la estación de Atocha Norte y nos lo tiraron. Hoy tenemos esta casa en Madrid, que es de mi mujer, y otra en Marbella, donde guardo una gran colección de libros". Como prueba de ello, señala una fotografía de Sean Connery dedicada por el actor a su esposa. "Nos lo encontrábamos siempre en Málaga".

Quizás esa educación no dada a los excesos –ni económicos ni políticos, pues a pesar del pasado franquista de su familia a él le llamaban 'el rojo' por considerarse un liberal monárquico enemigo de los extremismos de izquierda y derecha– provenga de su trayectoria profesional. Pues el duque de Sevilla ha sido, además de aristócrata, director del banco de negocios londinense Hill Samuel & Co. Limited, cinco años director de financiación y director del área de Europa del Banco de Vizcaya en Madrid, presidente y director general del Miami National Bank y presidente del Cannon Group Iberoamérica. Asimismo, es fundador de IECSA, la Internacional de Equipos Científicos, una entidad especializada en el desarrollo de proyectos en áreas de sanidad, educación y agroindustria. Estos cargos lo han llevado a conocer, como banquero y empresario, a decenas de jefes de Estado.

EL ESPAÑOL entrevista a Francisco de Borbón en Madrid Sara Fernández

"Tengo 80 años y sigo yendo todos los días a la oficina", asegura. "Actualmente presido una compañía internacional llamada Neftan [un fondo financiero]. Somos facilitadores. Gracias a la lista de contactos que tenemos mis socios y yo, accedemos a altos cargos de otros países y, si necesitan financiación por más de 100 millones de dólares, les presentamos la operación a un grupo de investment fundsfamily offices. Lo que financiamos son proyectos de gobiernos con garantía estatal o al Banco Central, nada privado".

Gracias a los tráfagos de su carrera profesional, el noble goza de un anecdotario interminable junto a reyes y dictadores. "Sin ser yo alguien homofóbico, Gadafi parecía homosexual por cómo iba vestido", evoca a modo de prueba. "Nos trató fatal. Yo iba con una delegación empresarial francesa a visitarlo a Trípoli e hizo un discurso metiéndose con Francia, con Europa, con todo el mundo. Sadam Hussein, en cambio, era encantador, a pesar de que fuese un criminal tan malo o peor que el otro. Quien sí era un bocazas era Hugo Chávez. Una vez fui al Palacio de Miraflores con Aznar. Era su primer visita oficial a Venezuela. Nos estuvo hablando 40 minutos sin parar sobre Simón Bolívar y El Quijote. No me extraña que años después el rey Juan Carlos le mandase callar".

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio. Sara Fernández E. E.

PREGUNTA.– ¿Le queda algún país sin visitar?

RESPUESTA.– A excepción de algunas pequeñas islas del Pacífico y de Bután, he estado en todos los del mundo.

P.– Entonces, mejor que nadie para confirmar si aquello de que 'como en España, en ningún lado' es cierto.

R.– Sin duda que lo es. Aunque Nueva Zelanda, Kenia y Argentina también son buenos destinos. O la Nueva York de los años cincuenta. Pero ahora, con mi edad y mirando en retrospectiva, no se me ocurre un mejor lugar para vivir que aquí.

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P.– Supongo que lo dice a pesar de la turbulenta situación política que atravesamos. Usted, que es un hombre moderado, habrá percibido su deterioro.

R.– Tanto en mis tiempos como en los de la República y los de antes, los diputados podrían ser lo que quisieran, pero al menos sabían tratarse educadamente con los demás. No se les ocurría insultar a otro. El que menos, tenía una carrera o había estudiado. Ahora tenemos a gente cuyo único mérito es ser amigo del presidente. ¡Cómo se tratan en el Parlamento! ¡Cómo se visten! Se ha perdido el respeto. Y no estoy hablando sólo de los de izquierdas, porque los otros no son mejores. La mayoría, si dejaran de ser diputados, no tendrían dónde caerse muertos, porque no han hecho nada en su vida.

P.– ¿No se arrepiente de no haberse dedicado a la política para cambiar las cosas?

R.– Pensé meterme varias veces. De hecho, mi bisabuelo fue diputado, pero Alfonso XIII le pidió que lo dejara porque no quería que el apellido Borbón estuviese vinculado. Una vez lo hablé con el rey Juan Carlos, que es primo cuarto mío, y me dijo lo mismo. Me hubiera gustado, como tantas otras cosas, como ser historiador, pero no tuve la ocasión.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio. Sara Fernández E. E.

P.– ¿Sigue manteniendo contacto con el Emérito?

R.– Por supuesto. Nos llevamos muy bien. Mi hermano, de hecho, estuvo hace dos semanas almorzando con él en Abu Dabi. Se encuentra muy solo y muy triste. Yo le tengo mucho cariño porque él, con todos sus defectos y problemas, ha hecho muchísimo por España. La gente sólo se acordará del elefante, pero no de todo lo que hizo durante la Transición y el golpe de Estado. Fue él quien consiguió que se reconociese al Partido Comunista contra el criterio de todos los generales y de los militares. Fue una lucha sorda. Sin haber reconocido al PCE, la Transición jamás se hubiera logrado. El servicio que ha prestado a España es incalculable.

P.– Entonces estima que hubo una sobrerreacción mediática.

P.– Yo creo que sí. Se han pasado. Todo aquello de que se haya llevado comisiones, no del vendedor, sino del comprador... En fin, él no sabe de finanzas. Él iba a sitios como Arabia Saudí y le daban, además del precio del petróleo, 20 millones extra, de rey a rey, como un regalo, y a él eso le parecía normal.

P.– Ustedes, sin embargo, se enfadaron una vez porque él le dijo que no se hiciese ilusiones por estar en la línea de sucesión.

R.– Bueno, Juan Carlos, cuando era príncipe, tenía muy a gala lo de rechazar los matrimonios morganáticos [una unión marital entre distintos rangos o clases sociales]. Franco había conseguido que el duque de Cádiz estuviera fuera de la línea del trono, ya que su padre [Jaime de Borbón] estaba casado con una mujer francoitaliana [Emanuela de Dampierre] que no tenía sangre real. El caso es que nosotros también hemos tenido matrimonios morganáticos en nuestra línea, porque el infante don Enrique [el primer duque de Sevilla] se casó con una marquesa de Valencia, descendiente de los reyes de Gales, pero ya muy lejanos, y tampoco se consideraba sangre real. Por la ley sálica quedamos excluidos de la corona. A pesar de todo, a Juan Carlos le salió un hijo que se casó morganáticamente. Y la reina Letizia, he de decir, lo está haciendo extremadamente bien.

P.– ¿Llegará Leonor al trono algún día? ¿Qué futuro le espera a las monarquías?

R.– No creo que vayan a cortar de nuevo la cabeza a los reyes, pero estoy seguro de que Europa llegará a un tipo de gobierno central. O eso espero. A los antiguos monarcas se les mantendrá como en la Alemania de Bismarck: había varios reinos, los unificó y a los antiguos reyes los transformó en duques. Probablemente en 50 años o menos, si Europa consigue esa unión total, los monarcas no pintarán mucho, y la mayoría de competencias pasarán a un gobierno centralizado. No serán más que una figura social.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio. Sara Fernández E. E.

P.– Explíqueme cómo llega un Borbón, banquero y financiero a ser cónsul honorario en Mali.

R.– Me lo concedieron porque conseguí elevar las relaciones bilaterales entre ambos países y que España mandara tropas. Después, regularicé a 10.000 malienses en territorio nacional. Conocía mucho al presidente de Mali, era muy amigo mío, por lo que logré que hubiera un intercambio de embajadores, se negoció el envío de material de defensa y por eso después Moratinos me dio la Encomienda al Mérito Civil. Algo parecido me pasó cuando tenía 35 años: monté la Cámara de Comercio Hispano-Finlandesa, de la que fui presidente 17 años. Aumenté las relaciones bilaterales entre España y Finlandia y entonces su presidente, Kekknonen, me dio la Gran Cruz del León de Oro, el mayor distintivo de allí. Pero todo esto no lo pongo en mi tarjeta de visita (risas).

P.– ¿Cómo valora la política Exterior que está llevando a cabo la España de Pedro Sánchez?

R.– Creo que es una política totalmente suicida. Mira el caso de Argentina. Ha sido un país íntimamente ligado a España. No sólo porque más del 50% de la población tiene origen español, sino porque en nuestros momentos más duros, cuando la hambruna de mitad de los años 40, mientras los embajadores se iban de España, la Argentina de Perón, Isabelita, empezó a mandar barcos de trigo, con lo que se alimentó a la nación durante dos o tres años. Es un país hermano. No hemos roto relaciones con Venezuela después de lo que nos han hecho allí, nacionalizando propiedades y arrebatando campos, y ahora con Argentina, por culpa de un ministro bocazas que se dedica a decir que el presidente se droga, y por culpa de un ministro de Exteriores mediocre, estamos metidos en esta situación, a pesar de todas las exportaciones y todos los vínculos comerciales que tenemos.

P.– Ese cruce de acusaciones con Milei le toca a usted de cerca.

R.– Sí, porque mi hijo lo conoce bastante. En Argentina tenemos tres operaciones pendientes muy importantes. De hecho, tenía una cita con Milei el día 20. Le entregábamos un premio a través de la Corporación de la Nobleza Asturiana, que también presido. Debíamos haber almorzado. Bueno, eso no, porque él no almuerza, sólo toma aperitivos. Nos dijo que tenía que adelantar su vuelta y que en junio nos veríamos.

P.– ¿Son la motosierra, la dolarización y el populismo el remedio?

R.– Bueno, él... está un poco loco. Pero Argentina, que yo la conozco bien porque he vivido mucho tiempo allí, necesita una dosis de lo que este hombre está administrando, porque es uno de los países más ricos del mundo y está destrozado. Todo son subvenciones, gente que no trabaja, los sindicatos están corruptos y sus líderes van con unos coches espectaculares que aparcan en sus casas de lujo. Es la degeneración del peronismo, que empezó relativamente bien, pero que se ha transformado en un sistema donde todo son prebendas y que hoy necesita una terapia de choque.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio. Sara Fernández E. E.

P.– ¿Qué opina de la posición de España respecto a Palestina?

R.– Que una cosa son los palestinos y otra cosa es Hamás, que son unos terroristas horrorosos. El presidente de Israel es un hombre muy inflexible que sólo piensa en él, en seguir en el poder. Las acciones que está cometiendo son terribles. Pero eso no significa que España deba reconocer a Palestina, un estado que realmente no existe ni tiene fronteras, y que lo haga, además, en detrimento de las relaciones con la Unión Europea. Salvo dos países de segunda, como son Noruega e Irlanda, ningún otro ha reconocido a Palestina.

P.– Bueno, otros 144 países sí la reconocen.

R.– Sí, pero no en la Unión Europea. Yo quiero a Palestina. El primer hospital que se construyó allí lo hice yo a través de IECSA. A Palestina habrá que reconocerla en su momento, porque puede tener todos los derechos de un país. Aunque realmente nunca lo fue, porque formó parte de Siria, de Jordania y de otras naciones. Sin embargo, los palestinos sí son una raza y una gente que tiene derecho a tener su tierra. Pero Israel también tiene sus derechos. Yo creo que es un error por parte de este gobierno haberse precipitado posicionándose, porque podríamos haber esperado a tomar una decisión conjunta como Unión Europea.

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P.– ¿Cree entonces que priman las relaciones exteriores y la buena imagen frente a los derechos humanos?

R.– No vamos a ayudar en nada a los derechos humanos reconociendo a Palestina. ¿En qué contribuimos? Nosotros tenemos que mandar ayuda a los refugiados de Gaza, que son unas personas que no tienen nada que ver con los terroristas. Debemos enviar equipamiento, construir hospitales. Pero no hacerlo a costa de sacrificar las relaciones con Israel, que es un país muy importante tecnológicamente. España depende de varios de sus sistemas de tiro, de su tecnología; es más, son los que han desarrollado Pegasus y cualquiera sabe lo que conocen. Todo lo que saben los marroquíes y el posible chantaje que le están haciendo al presidente Sánchez... es probable que lo conozcan también ellos.

P.– ¿Qué sugiere que hay detrás?

R.– Yo creo que tiene que ver algo con algún chanchullo de Begoña, la mujer del presidente, y del propio Sánchez. Así que no les conviene lo de Palestina.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio. Sara Fernández E. E.

P.– ¿Cree que eso podría explicar el cambio de postura sobre Marruecos?

R.– Es algo incomprensible. Romper relaciones con Argelia para volcarnos con Marruecos. Ha sido un enemigo histórico porque, para ellos, tenemos dos quistes, Ceuta y Melilla, más las Chafarinas y otros peñones. Creo que debemos tender hacia una relación amable, pero sin depender de ellos. Además, si en algún momento se produce un conflicto armado entre España y Marruecos, hay un artículo de la OTAN que no deja nada claro que nadie vaya a salir en nuestra defensa, y menos teniendo en cuenta que Marruecos se ha convertido en un socio estratégico de Estados Unidos.

P.– De hecho, ya hubo problemas con las aguas jurisdiccionales de Canarias. 

R.– Claro, porque ahí existen gran cantidad de metales raros, como el coltán, que sólo hay en sitios como el Congo. Marruecos ya directamente se los ha quedado. Ha penetrado en nuestras aguas jurisdiccionales y está buscando petróleo en territorio español que pertenece a Canarias. Igual que se quedaron con el Sáhara español, que para mí pertenecía a los saharauis, no a ellos. 

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P.– Mencionaba usted a la OTAN y la postura de España con Israel. Si Trump gana las elecciones, él ya dijo que no iba a prestar ayuda a los miembros que incumplan las metas de gasto militar.

R.– Que Trump gane es bastante probable. Lo de Estados Unidos es un dilema terrible. Tienen un presidente gagá y otro corrupto y condenado. Trump es el líder de ciertos grupos protestantes y de toda la derecha gracias a su política de bajar los impuestos, que contenta a toda la élite americana. A pesar de todo, la economía, con él, ha ido bastante bien. ¿Qué pasará con España y Oriente Medio? Trump era muy pro israelí. Tiene un yerno de origen hebreo, con lo cual vamos a tener problemas con Estados Unidos por culpa de Palestina. Además, tiene bastante enfado con España porque pidió que subiésemos al menos al 2% el gasto en Defensa, y eso todavía no ha llegado.

P.– ¿Cómo llega un Borbón a montar el primer hospital de Gaza?

R.– Conocí a Arafat y a su mujer, Suha, y me quedé con ellos en Gaza. Ella era griega, si no recuerdo mal, pero se convirtió al islam. Yo creo que de boquilla, porque su casa estaba llena de niños Jesús y de cuadros de vírgenes (ríe). Nos pidieron un hospital, que construimos entre 1996 y 1997 con ayuda de los fondos FAD del gobierno español, que sólo se otorgan a países y regiones del tercer mundo siempre y cuando la tecnología y los equipos empleados tengan entre un 80% y un 90% de componente español. Lo hice a través de IECSA. No pusimos los ladrillos, pero hicimos todas las instalaciones y todo el equipamiento y la formación del personal. Ahora ya no sé si seguirá en pie con esta nueva guerra. En su momento ya me lo bombardearon. 

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P.– ¿Dónde más tiene presencia IECSA?

R.– Nosotros tenemos oficinas en España, China, Argentina, Costa de Marfil, Angola, Francia, Israel y Estados Unidos. También en Chad, donde estuve hace unos días para conocer al hijo del presidente Idriss Déby, al que mataron hace unos años. Dicen que él estuvo detrás del asesinato de su padre, pero no sé si será verdad. El caso es que IECSA está también allí. Soy presidente de la empresa desde el año 1993, y hemos hecho hospitales en todo el mundo. En China, unos 25. En Latinoamérica, alrededor de 20. En África, unos 200, en parte porque la compañía madre de IECSA es SFEH Group, francesa, cuyo fundador fue Míster África [el empresario André Tarallo, fundador de Elf, actual Total Energies], que tenía fuertes vínculos en la zona.

Un bofetón para un ducado

La historia del ducado de Sevilla nace en 1823 como un regalo del rey Fernando VII a su sobrino Enrique de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, hijo de Francisco de Paula de Borbón, infante de España y I duque de Cádiz, además de nieto paterno del rey Carlos IV, 'el cazador'. "El infante don Enrique era mi tatarabuelo, que había nacido en el Alcázar de Sevilla. Es el único título real que se dio para él y sus descendientes". Es importante destacarlo, porque todos los títulos reales que otorgó el rey a su familia, como los ducados que se dieron en Badajoz o Segovia, volvieron a la corona cuando quienes los ostentaron murieron.

"Menos el ducado de Sevilla. Mientras sea de un Borbón, continúa en la familia. El infante don Francisco de Paula, padre de mi tatarabuelo, estaba casado con la infanta Carlota. Era prima hermana suya". Era la mujer que más mandaba en la corte de Fernando VII, hasta el punto de que cuando las tres primeras esposas del rey fallecieron, este le pidió a Carlota que le presentara a alguien con quien casarse, "con la condición de que tuviera buenos pechos", y entonces ella le propuso a su hermana pequeña, María Cristina, con quien finalmente se casó y tuvo a Isabel II de España.

"Cuando Fernando VII estaba muy enfermo, dejó un testamento donde puso de heredero a su hermano Carlos. La infanta Carlota, al enterarse, rompió el testamento, le pegó una bofetada al ministro de Justicia, Calomarde, al tratar de recuperarlo, y este pronunció aquella frase tan famosa de que 'manos blancas no ofenden, señora'. Carlota quería que su hermana o las hijas de su hermana fueran reinas de España. Con ello, cambió la historia, porque cuando murió Fernando VII empezaron las guerras carlistas. El infante don Carlos no estaba de acuerdo con el testamento. Recordemos que en su momento, la ley sálica, que venía de los Borbones, dictaba que las mujeres no podían reinar".

P.– Cuenta en sus Cuasi Memorias que su abuela casi provoca un regicidio.

R.– (Ríe) Alfonso XIII y mi abuela eran primos y se veían muchísimo. Un día estaban sentados en un saloncito y él le puso la mano en la pierna. Ella le soltó un bofetón. El problema es que se lo contó a mi abuelo, y él iba diciendo abiertamente que iba a matar al rey. Él había sido el capitán más joven de Europa con 16 años, y Alfonso XIII le tuvo 15 años de coronel sin ascenderlo a general. Después, llegó la República, se levantó con Queipo de Llano, le juzgaron y le mandaron al Sáhara a un campo de concentración, desde donde se escapó a Francia. Allí estuvo cuatro años en París. Cuando vuelve, inmediatamente Franco le hace general. 

P.– ¿Cuál fue el momento de mayor gloria de su ducado?

R.– Depende de en qué lado de la política se esté, pero creo que cuando mi abuelo, en 1937, toma Málaga desde Algeciras en la gran batalla que ganan los nacionalistas durante la Guerra Civil. Fue un hombre tremendamente popular. Cuando desfilaba a caballo por la Castellana, lo aplaudían a rabiar. Él fue capitán general de Valencia y capitán general de la comandancia de Algeciras.

Detalle de las manos de Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio.

Detalle de las manos de Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio. Sara Fernández E. E.

P.– ¿Qué recuerda de su padre?

R.– Era militar. Estuvo con mi abuelo en la guerra, pero no destacó en nada más. Bueno, sí, en polo. Estuvo 20 años en el equipo nacional.

P.– ¿Qué implica ser duque en 2024?

R.– La única diferencia que tiene es que me invitan a muchas cosas. Yo heredé el título directamente de mi abuela a los 24 años. Llamarse Borbón tenía sus ventajas e inconvenientes. Teniendo en cuenta que la Falange tenía mucha fuerza y era antimonárquica, no era agradable tener a profesores falangistas. Te fastidiaban, te suspendían todo el rato. Donde sí me ayudó fue en mi etapa en Inglaterra, porque allí, contrariamente a lo que se hace en España, es costumbre poner el título y las condecoraciones en tu tarjeta de negocios. Cuando era banquero y acudía a las entrevistas, todo eso les impresionaba.

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P.– Si no estuviesen los actuales monarcas, ¿qué posición tendría su familia respecto a la corona?

R.– Nosotros somos la línea segunda. La primera es la del rey Juan Carlos y, la siguiente, la del ducado de Sevilla. 

P.– Usted se define como un conservador, pero también dice que el conservadurismo es no cambiar nunca de peluquero.

R.– Ni de peluquero... ni de sastre (ríe). Confieso que soy muy antiguo. Me quedé en el impresionismo. Adoro la pintura, los muebles antiguos, el romanticismo italiano. Pero hoy, lamentablemente, a la gente sólo le gusta el minimalismo. Las casas blancas, sin cuadros ni personalidad. Es un signo de los tiempos. A pesar de todo, creo que el mundo está mejor que nunca. En los últimos 70 años no hemos tenido guerras mundiales, todos podemos ir gratis a un médico a curarnos, tenemos las nuevas tecnologías... Estamos viviendo un avance espectacular, aunque las ideas de los jóvenes sean distintas. Y más distintas lo van a ser.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio.

Francisco de Borbón y Escasany, duque de Sevilla, durante la entrevista con EL ESPAÑOL | Porfolio. Sara Fernández E. E.

P.– Un pronóstico para el futuro.

R.– Estoy convencido, aunque yo ya no lo veré, de que antes de 20 o 25 años en Europa habrá una guerra civil entre el mundo musulmán y el cristiano, aunque no creo que dentro de 30 años quede ni siquiera un 10% de cristianos. Yo soy agnóstico, pero defiendo la religión cristiana como símbolo de nuestra cultura. 

P.– ¿Le echará la culpa a la inmigración o a la extrema derecha?

R.– La extrema derecha está convencida de que el exceso de inmigración de los países musulmanes en Europa es un peligro latente, y eso está haciendo germinar un odio social brutal. También es cierto que si uno habla con cualquier comisario de policía, un alto porcentaje de las violaciones, asesinatos y robos provienen de extranjeros. Me preocupan las dos cosas. Por un lado, que el popuismo se aproveche de la inmigración para que la extrema derecha gane poder en Europa. Por otro, todo lo que viene de fuera sin ningún control. Ningún extremo, me temo, es bueno.