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Campanilla, uno de los personajes preferidos de Reyes Villar Campos (52 años) desde que era pequeñita, es descrita en el libro original de Peter Pan como "un hada común que arregla ollas y teteras". De ahí que su nombre en inglés sea Tinker Bell.
Quizá a esta sevillana afincada en París, lo de arreglar ollas y teteras le sonaba a algo muy raro cuando garabateaba la silueta de la increíble hada, llena de colores, con mezclas de tonalidades que sólo ella era capaz de distinguir. Sin embargo, ahora se ha convertido en una auténtica campanilla del parque Disneyland Paris, donde no sólo arregla ollas y teteras, gigantes y mágicas, sino que ha dado el tono perfecto al mismísimo Castillo de la Bella Durmiente durante su restauración.
"El castillo es el alma del parque. Es la referencia para todas las personas que visitan Disneyland Paris, la foto obligada, y el color es el encanto del castillo, porque hace que parezca mucho más majestuoso, que entre mucho más en el cielo", asegura Reyes desde una de las habitaciones de su casa de París, donde los matices de colores se acoplan para hacer perfecta la sala, al menos a través de la pantalla.
Desde que tiene uso de razón, el superpoder de Reyes ha sido mirar la realidad y absorberla desde el más mínimo cambio de luz y color. En Sevilla no es difícil vibrar con los distintos colorines, pero en París el sol no tiene la misma fuerza y las variaciones de tonalidades, depende de dónde te ubiques, pueden llegar a ser mucho más mágicas por eso.
"Yo siempre quise estudiar Bellas Artes y mis padres me apoyaron mucho. Me licencié en la Universidad de Sevilla, en la especialidad de pintura, y cuando salí quería hacer escultura y restauración. Pero en aquella época no era fácil conseguir los medios para seguir estudiando", reconoce.
Así que esta sevillana con aroma catalán —"mi padre era de Cataluña"— se puso a hacer lo que mejor sabía, seguir con su arte: "Empecé a trabajar por mi cuenta, hacía exposiciones, talleres comunes y muchos retratos". Y cada pincelada que avanzaba tenía claro que cualquier artista que se precie ha de beberse París, pasear por sus calles, aprehender ese aire elegante y sutil que sigue latiendo en muchos rincones de la capital francesa.
"Soñaba con ir a París una temporada, conocerlo bien. Para una artista siempre es un sueño", asegura con la sonrisa de varios colores.
Curiosamente, si preguntamos a cualquier niño del mundo entero, esos personajes que siempre dicen la verdad, sólo te dirá un sitio en París donde es seguro que cualquiera pueda cumplir su sueño: Disneyland. Reyes no fue una excepción, y eso que llegó a este mundo feliz casi sin proponérselo, pero donde ha encontrado la varita mágica perfecta para llevar más de 20 años devolviendo ráfagas de la magia que la arrancó de Sevilla, pincelada a pincelada.
Con un acento andaluz mitigado por los recortes franceses en alguna de las pronunciaciones, la española que vive en Disney cuenta cómo se presentó a las pruebas en Sevilla para conseguir un trabajillo de verano en el parque de París. Algo sencillo que le permitiera ganar "algún dinerillo" para visitar la capital francesa. "La vida de un artista pintor no es fácil y en verano siempre buscaba cualquier trabajo que me diera fondo para todo el año", aclara.
Y ese 1999 no fue sólo el último año de un siglo, de un milenio, sino el principio de una vida, la suya, envuelta en magia de la buena. "Cuando hice las pruebas con el equipo que reclutaba había muchísima gente. Fui pasando grupos de selección y cada vez quedaban menos. Yo no sabía ni una palabra de francés entonces y uno de los encargados, que hablaba español, me dijo que no me preocupara porque los idiomas se aprenden, pero la simpatía y las ganas de hacer cosas, no".
"Lo que aprendes en Disney es único, son técnicas muy específicas; una manera de hacer las cosas muy particular"
Así que hizo las maletas y aterrizó en un París muy distinto al que había visto miles de veces en sus sueños. Un París donde había que conseguir alquilar una habitación, ir a trabajar todos los días y saber algo de francés si quería integrarse de alguna forma. Pero un París que acoge desde hace 30 años la magia Disney que, en su caso, pintó de colores la imagen oscura que para cualquier emigrante recién llegado hubiera supuesto la capital francesa.
"Tengo recuerdos maravillosos de esos meses como anfitriona de instalaciones. Descubrí el mundo de Disney y conocí a gente de todos los países del mundo. Fue una experiencia muy bonita. Además, empecé a fijarme en la gran riqueza de decoración que tiene el parque. Es como un gran teatro gigante pero con una fineza increíble en los detalles. Los detalles me interesaban todos".
Quizá fue el flechazo con esas pequeñas cosas lo que hizo que, al mes de llegar a su puesto en Operaciones, ya tuviese un contrato fijo en el parque en la parte de decoración. "Me dijeron que les interesaba mucho mi perfil y pasé por todos esos departamentos que se dedicaban a la pintura y a la decoración para aprender técnicas concretas que sólo se hacen en Disney. Un año después de llegar, en el 2000, ya estaba trabajando con el equipo de mantenimiento".
Su puesto oficial en esos momentos, escenógrafa. Su misión real: acercarse poco a poco al castillo que saltaría a su mesa con el deseo de volver a brillar. Uno de los primeros trabajos que tuvo en sus manos fue la fachada de Fantasia Gelati, una heladería que mezcla el mundo de los sabores con sus adorados colores.
"Uno de los primeros trabajos que hice fue en Fantasia Gelati. Luego en las piedras que hay cerca del castillo, fachadas, imitaciones de materiales antiguos... He trabajado con mucha gente experimentada que había estudiado Bellas Artes en Francia, pero lo que aprendes en Disney es único, son técnicas muy específicas; una manera de hacer las cosas muy particular que no se aprende en ninguna escuela, solo en la de Disney".
En ese viaje por revestimientos mágicos se topó de lleno con un grupo que está en lo más alto de la cadena de magia de las empresas y parques Disney: los Imagineering. "Somos los herederos de Walt Disney", advierte con una enorme sonrisa en la boca.
El castillo más visitado
¿Y qué hace una sevillana, desde más de una década atrás, entre los herederos del dueño de los sueños de millones de niños y mayores? "Walt Disney es la persona que imaginó y dio vida a un nuevo concepto de parque de atracciones para pequeños y adultos, para que los hijos y los padres pudieran disfrutar de un momento común y nosotros trabajamos para que se respete siempre ese concepto", contesta.
Los Imagineering serían como un cuerpo elegido de guardianes de la tradición de mantener viva la coherencia específica que consigue que el mundo de Disney sea mágico, de hacer pensar a la gente que está en un mundo real, propio, el de los sueños.
"Cuando creamos cosas nuevas en los parques también tienen que basarse en el respeto al mundo del propio Walt Disney, a su legado. Cualquier novedad tiene que tener una historia, su historia, y la decoración es clave en esta misión porque sirve para que la gente que lo visita comprenda dónde está, qué ha pasado y qué está viviendo".
"Disneyland Paris sin color es otro. El color da vida, brillo..."
Gran parte de la coherencia mágica y ensoñadora de la que habla Reyes nace de los colores que ella maneja como nadie. Esta sevillana, podríamos decir, es la experta en colores del parque, la Mickey Mouse que, como en el anuncio de Disney, saca la varita mágica para darle el toque de brillo a todo lo que toca.
"Cuando me encargaron la rehabilitación del Castillo de la Bella Durmiente fue una oportunidad increíble y me encantó empezar a reflexionar sobre ello. Aunque la gente no vea grandes cambios, se introducen cosas nuevas para verlo mejor. En este caso, hemos utilizado colores menos azules y colores más cálidos en algunas zonas. Fueron muchos meses de reflexión de utilizar colores, hacer pruebas... hasta decidir qué iba a funcionar mejor."
Su propuesta es ver la estampa más famosa de París en 14 tonos de rosas con 1.200 litros de pintura que elevan al monumento más visitado de toda Europa directamente a los cielos. "Realmente los colores que yo elegí fueron 10 rosas pero hay que tener en cuenta que cuando se está trabajando hay mezclas que surgen y llegan a 14. No lo parece pero si todo estuviera pintado del mismo color no tendría ningún encanto", aclara esta experta.
Los matices nunca son fáciles de conseguir. Reyes necesitó hacer pruebas y más pruebas en pedacitos pequeños para obtener el efecto concreto, mágico, de ensueño, que necesitaba. "La preparación y la elección de los colores fue lo más difícil porque una cosa es imaginarlo y otra tomar la decisión de verlo, decidir cuál va mejor en cada sitio, porque no es un color por zona sino que son colores combinados".
¿De qué está hecho el castillo más visitado de Europa? "Como en Fantasyland [donde se ubican las atracciones de los cuentos clásicos de Disney] está construido a la manera antigua, con una estructura de madera y sin ladrillos. Son masas de cemento pero la parte exterior que se utiliza es un material de estructura que permite hacer formas, como en los frescos antiguos. Muy parecido a las fachadas de cal viva que hay en Andalucía", explica sin perder nunca sus referencias vitales.
Y es que a esta sevillana le encanta el Sena pero por su corazón siguen corriendo, como nunca, las aguas del Guadalquivir. "Yo no he querido corregir mi acento nunca, que es muy español, la verdad. Mis dos hijos, que ya son adolescentes, son franceses y españoles; pero yo sigo siendo española", contesta entre risas.
De hecho, viaja muy de seguido a Sevilla, donde sus sobrinos —"los tengo de todas las edades"— la esperan casi como la Campanilla parisina que es, llena de magia. "Es una locura. Todos han venido a Disney y los más pequeños, que empiezan a tener edad ahora para venir, están todo el rato 'tita Reyes, cuándo me vas a llevar. Para ellos soy la tita Mágica'", bromea.
Sólo pierde la sonrisa, se le humedecen los ojos y mira al cielo fugazmente, como quien se sabe acompañada en cada paso, cuando recuerda a su padre que ya no está. Su familia está feliz de que haya encontrado un trabajo que la llene tanto y aún rememora cuando sus hijos pequeños iban por el parque preguntando qué había hecho ella en ese mundo de colores donde todo no siempre todo es lo que parece.
"En la rehabilitación ha habido torres que se han quitado con una grúa y luego se han vuelto a poner en su sitio y pasamos muchos nervios por si todo salía bien. Todo lo que se ve en fachada son pinturas decorativas para imitar piedra, como a lo antiguo, con un color degradado... Incluso el tejado es imitación de bronce", detalla.
Pese a conocer el secreto de todos los colores, es incapaz de elegir su favorito. "El color favorito es el color que está donde tiene que estar", dice muy académicamente. Pero sí trata de explicar la importancia que tiene en Disney y en la vida real esa paleta de deseos.
¿Es el color la clave de la magia? "Es algo bastante importante. En una presentación que hizo mi responsable para explicar qué hacía mi grupo de Imagineering mostró una imagen del parque en blanco y negro y luego la misma en color. Todos lo vimos claro, el parque sin color es otro. El color da vida, brillo, si quieres imitar un material u otro... es lo que necesitas para crear algo más fantástico".
De los proyectos que ahora ocupan su mesa de despacho no puede hablar, pero sí cuenta cómo ha trabajado en la puerta de control que da entrada al otro mundo, como es Disneyland Paris. "Antes había una especie de tienda de campaña y hemos hecho un edificio con una reflexión para que cuando entres veas los dos parques y con color. De hecho, puse vallas de colores para proteger las obras y a todo el mundo le ha gustado mucho, porque no se habían hecho antes. Siempre eran verdes o crema".
Habla maravillas de Fantasyland pero también de Frontierland, la tierra del lejano oeste que se abre a la izquierda del Castillo, si lo miras de frente, y que emerge como un territorio hostil, peligroso, a golpe de tonos marrones y tierra. "Me encantan las zonas en las que se mezcla lo nuevo con lo antiguo".
Reconoce que nunca fue mucho de princesas y que Disney ha cambiado mucho de cuando ella era pequeña ahora. "Las nuevas princesas se han modernizado para encantar a las nuevas generaciones con otras ideas", aclara. Lo suyo eran personajes con conciencia, "Pepito Grillo, que aquí no se llama así. Y Campanilla, claro. Tenía un hermano muy travieso y me gustaba esa rebeldía que supone esta hada".
El Castillo de la Bella Durmiente.
43 metros de altura. La torre más alta del castillo mide 16,8 metros de altura y pesa 15 toneladas.
1.200 litros de pintura. El color predominante del castillo es el rosa. De hecho, Reyes Villar eligió 10 tonalidades de rosa diferente, pero la mezcla con otras bases dieron origen a otras cuatro. Todo el edificio fue pintado a mano.
Orientado hacia el norte. Como todos los castillos de Disney, el de la Bella Durmiente de París está orientado hacia el norte para que el sol nunca sea un impedimento para sacar la icónica foto desde Main Street, U.S.A. en cualquier momento del día.
Con un dragón. Es el único castillo de Disney en todo el mundo que tiene un dragón. Precisamente es uno de los Audio-Animatronics más grandes diseñados por los Walt Disney Imagineering ya que mide 24 metros de largo y pesa más de 2 toneladas.