En el sur de Europa abunda la picaresca, la trola, la mentira y el engaño. El mundo del periodismo, pese a que debe regirse por los pilares de la veracidad y la honradez, se ha ido llenando de falacias (ahora se les llama 'fake news'). Los mentideros han evolucionado y las falsedades han dejado de nacer en las plazas y bancos para hacerlo en Twitter, bautizado ya como X.
Entre esos grandes creadores de bulos se ha alzado la figura de Tomasso Debenedetti. Desde los años 2000, el periodista italiano ha ido firmando con su pluma multitud de entrevistas falsas y muertes de grandes famosos, convietiédonse en el rey de las fake news. Su padre es Antonio Debenedetti, un conocido escritor, periodista, poeta y crítico literario; y su abuelo Giacomo fue un apreciado intelectual, escritor, crítico y ensayista italiano.
Los diarios de su país de origen lo definen como "el hombre que durante 10 años se burló de todo el sistema periodístico italiano". Estudió Historia y Literatura italiana y, poco después, empezó a trabajar como periodista freelance. Es en 1994 cuando se especializa en el área literaria, publicando reseñas y entrevistas con escritores.
El deseo del periodista era compaginar su labor como docente con su trabajo como redactor cultural. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no había hueco para su visión en la profesión. Fue entonces cuando cambió de idea y decidió ser aquello que todos los medios querían, ofreciendo exclusivas y grandes entrevistas. Es así como nació el monstruo que acabaría devorando todo a su paso.
¿Para qué buscar las entrevistas si podía, simplemente, inventarlas? El embustero Debenedetti escribía aquello que los periódicos querían que dijeran los grandes de la literatura universal. En el año 2000 se publica la primera gran mentira. Gore Vidal, el ensayista y escritor americano, fue su primera víctima.
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Sabía que los grandes medios de su país podían ser capaces de comprobar la veracidad de sus trabajos. No ocurría lo mismo con los medios regionales, mucho más pequeños y con menos poder. Por eso, Debenedetti empezó a vender sus entrevistas a diarios como La Nazione di Firenze o Il Giorno di Milano.
Si bien es cierto que no le pagaban demasiado, el hecho de que fueran publicados sin comprobar su veracidad ya era suficiente para Tomasso. Según ha contado en diversas ocasiones, su objetivo era burlarse del periodismo italiano, interesado en la superficialidad y la espectacularidad más que en la verdad. Durante el día, Debendetti era un profesor cualquiera, pero por la noche se transformaba en el extraordinario periodista que era capaz de conversar con los grandes maestros de la literatura.
Sólo cobraba unos 30 euros por pieza, pero la difusión de sus trabajos se hizo patente en países como Francia, cuyos medios se hicieron eco de su entrevista a Naguib Mahfuz. También en Japón creyeron su mentira cuando su diálogo con Banana Yoshimoto cautivó a millones de lectores nipones alrededor del mundo.
Un trabajo meticuloso
El arte del engaño es uno de los más complicados del mundo, pues, como afirma el dicho, se pilla antes de a un mentiroso que a un cojo. Siendo consciente de esto, antes de la escritura de sus piezas, el burlador italiano llevaba a cabo un arduo trabajo de investigación. Leía libros, visualizaba entrevistas de los personajes, estudiaba su lenguaje y procedía a la redacción.
La vanidad de Debenedetti ya estaba por las nubes y, tras los buenos resultados de sus trabajos, a mediados de los 2000 decidió que era el momento de subir la apuesta. Se atrevió con Gorbachov e, incluso, "entrevistó" al cardenal Ratzinger semanas antes de convertirse en el Papa Benedicto XVI.
En 2006, tras una entrevista a John le Carré, el engaño casi fue descubierto. Su publicación en grandes medios como el Corriere della Sera o The Guardian provocó que el novelista negara haber pronunciado las palabras que el italiano puso en su boca, pero sus quejas no tuvieron la repercusión que tuvo la mentira y la carrera de Debenedetti siguió hacia adelante.
Con la de Philip Roth llegó el punto de inflexión en su trayectoria. Unos meses después de la publicación de la falsa entrevista, otra periodista logró hablar con el interesado y éste se mostró desconcertado ante las palabras que Debenedetti había puesto en su boca. Ahora sí, había llegado el lobo. La investigación empezó y las falsas entrevistas salieron a borbotones.
Del papel a Internet
La mala fama puso el punto y final a su carrera escrita. Sin embargo, el italiano logró escabullirse y encontró en las redes el último espacio donde sus falsas palabras podían ser libres. En la web cada persona escribe lo que quiere y el resto decide si creerlo o no.
En 2011 envió un correo a The New York Times haciéndose pasar por Umberto Eco. El diario publicó sus palabras sin comprobar la veracidad de las mismas. El burlador atacaba de nuevo. Llamó a la cabecera y les advirtió, entre risas, de su engaño. Lo había vuelto a hacer, seguía en plena forma.
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Se pasó a Twitter y empezó a crear perfiles falsos y a difundir información fraudulenta que corría como la pólvora. Es entonces cuando empezó una larga ola de crímenes que ha atacado sin cesar a numerosas personalidades de todos los ámbitos.
Las entrevistas falsas nunca fueron suficiente para Debenedetti y su hambre de clics, había que empezar a matar. Nada como la muerte de un buen famoso para hacerse viral y engañar al mundo lo más rápido posible.
Ya había entrevistado a Benedicto XVI, ahora tocaba asesinarlo. En 2012 creó un perfil falso del ministro del Interior ruso y afirmó que el dictador sirio Bashar al Assad había sido asesinado. Los mercados internacionales se tambalearon y el precio del petróleo comenzó a subir a causa de supuesta inestabilidad política que estaría viviendo el país. Éxito rotundo.
Tras estas muertes vinieron muchas más. El modus operandi no ha cambiado, Debenedetti crea perfiles falsos de personas relacionadas con la víctima, difunde la noticia de su muerte y Twitter hace el resto. El problema es que al carro de la velocidad se han subido los medios de comunicación más serios y rigurosos del mundo e incluso ellos han caído en la mentira.
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Entre sus víctimas también se encuentran el Premio Nobel de literatura Kazuo Ishiguro, el escritor Milan Kundera o la exministra de Zapatero, Elena Salgado. También mató a Vargas Llosa, J.K.Rowling y muchas personalidades más. Creó un perfil falso de Carla Bruni y difundió la noticia de la muerte de Margaret Thatcher. Puso en boca de Umberto Eco las palabras que lamentaban la muerte de Gabriel García Márquez (en aquel momento todavía vivo) y, a través de un perfil fraudulento de la Editorial Alfaguara, mató a Javier Marías.
Una vez ha triunfado la trampa y el mundo se ha hecho eco de las muertes, publica lo siguiente: "Cuenta falsa creada por el periodista italiano Tommaso Debenedetti". Fin de la cita. Así de simple y así de complejo. Tomasso demuestra la necesidad de un buen fact checking y desaparece hasta que encuentra a su próxima víctima.
Otros famosos asesinados
En los últimos años la prensa española se ha topado con la noticia de la muerte de dos grandes personalidades de nuestro país, el filósofo Fernando Savater y el cantante José Luis Perales. Ambas fueron desmentidas al poco tiempo. El intérprete del mítico ¿Y cómo es él? tuvo que interrumpir sus vacaciones en Londres para mostrarle al mundo que seguía con pulso y "más vivo que nunca".
Las redes lloraron la muerte del cantante durante los minutos que duró el duelo y se congraciaron al conocer su resurrección. Por el momento no se conoce a la persona que se esconde tras estos nuevos crímenes, pero visto el 'modus operandi', quién sabe si "el periodista mentiroso" ha sido también el asesino Perales y Savater.
Estos hechos demuestran que las palabras son, cuanto menos, poderosas. Unas simples líneas son capaces de provocar el llano de los seguidores de todos los famosos a los que Tomasso Debenedetti se ha encargado de matar. Por suerte, todos ellos han acabado resucitando antes de los tres días de rigor. El sueño del 'periodista' era consagrarse como "el campeón italiano de la mentira", podemos confirmar que ya lo ha logrado.