Si hay un héroe por excelencia en Irlanda, ese es Maewyn Succat, más conocido como San Patricio, un misionero cristiano que llegó a sus costas en el siglo V y que, a través de su predicación y ejemplo de vida, logró convertir a gran parte de su población al cristianismo.
Pero más allá de sus hazañas religiosas, hay un evento que ha enamorado y marcado al pueblo irlandés durante generaciones: la expulsión de las serpientes de Irlanda, unos animales que en la mitología celta representan a las fuerzas malignas, el caos y la oscuridad.
De esta manera, tras llegar a las costas irlandesas, en un acto de valentía y devoción, se enfrentó a las fuerzas oscuras que acechaban a la isla, simbolizadas por las serpientes, a la cuales venció y desterró gracias a su fe y determinación, purificando así el alma de la nación y allanando el camino para la propagación del cristianismo.
Y aunque se sabe que Patricio existió y que es el mayor héroe del país, se duda que realmente hiciera todo lo que cuentan sobre él. Sin embargo, sí tenemos pruebas de lo realizado por otro héroe de Irlanda, un capitán español de la mal llamada Armada Invencible que naufragó en sus costas, cuyo coraje para enfrentarse a los ingleses le convirtieron en legendario y que en España nadie recuerda: Francisco de Cuéllar.
De profesión, soldado
Se desconoce cuándo y dónde nació Francisco. Algunas fuentes indican que lo hizo en La Rioja y otras en Segovia, aunque las pocas pruebas documentales de las que disponemos parecen acreditar que su origen se encuentra en Valladolid, en torno a los años 1562 o 1563.
Sí sabemos que se enroló en el ejército en 1581 y más tarde, siendo capitán de infantería, luchó contra los franceses en Brasil, en 1584, y en la batalla de isla Terceira contra los ingleses, en 1582.
Cuéllar se enroló en la Grande y Felicísima Armada como capitán del San Pedro, un galeón que rompió la formación en el Mar del Norte, un incidente por el que fue juzgado y condenado a morir en la horca, por lo que fue enviado a otro navío donde sería ejecutada la sentencia.
La sentencia de muerte no se ejecutó, pero las cosas no iban del todo bien en aquella Felicísima Armada. Los ligeros buques británicos y el mal tiempo se cebaron con la flota española, que tuvo que abandonar su sueño de invadir Inglaterra. Para evitar los bloqueos ingleses, era necesario rodear Inglaterra y Escocia y volver a España por el occidente de Irlanda, lo que provocó que muchos naufragios se sucedieran día tras día.
El naufragio
El galeón de Cuéllar, junto a otros dos que estaban con él, fue uno de los desafortunados que zozobró frente a las costas irlandesas, el 21 de septiembre de 1588. Sus restos y sus ocupantes llegaron a la playa de Streedagh, en Grange. De la tripulación de 1.000 hombres de los tres barcos solo 300 sobrevivieron.
Muchos de aquellos pobres hombres cayeron en manos de los irlandeses que esperaban en la costa para conseguir algo valioso: ropa, joyas, dinero… Cuéllar logró sobrevivir, se escondió y a la mañana siguiente comenzó su aventura en busca de refugio en un pequeño convento que había divisado a lo lejos.
Se trataba de la abadía de Staad, un monasterio que encontró destruido y quemado y con 12 españoles ahorcados a manos inglesas. El lugar había sido abandonado por sus monjes por miedo a que hicieran con ellos mismo que con los españoles, por lo que no consiguió la ayuda esperada.
Apaleado
Sin comida y herido decidió regresar a la playa, donde se topó con otros dos soldados españoles desnudos y ensangrentados con quienes enterró algunos de los cadáveres de la playa. Varios irlandeses que presenciaban aquella escena, se apiadaron de ellos y los condujeron a un lugar seguro donde resguardarse, pero Cuéllar, herido, no pudo seguir el ritmo de sus compañeros, por lo que se adelantaron dejándolo solo.
Por el camino le aporrearon, robaron y desnudaron, pero otro irlandés le indicó la dirección de un noble amigo de Felipe II que estaba acogiendo a los supervivientes de los naufragios, Brian O’Rourke, y allí se dirigió vestido con helechos y paja.
Cuando llegó a las tierras de O’Rourke se encontró con 70 españoles heridos que allí se refugiaban y recibieron noticias de que el galeón Girona se encontraba en la costa recogiendo a los que habían naufragado, por lo que, junto a 20 compañeros, partió a su encuentro, pero de nuevo, al encontrarse herido, fue dejado atrás y no pudo embarcar.
Sin saber muy bien qué hacer, solo y malherido, Cuéllar se encontró con un clérigo con el que se pudo entender hablando latín que le indicó cómo dirigirse a un territorio cercano donde podría resguardarse, pero durante el camino fue hecho esclavo por una pareja que lo encadenó para trabajar en su herrería, donde trabajó durante dos semanas, hasta que el clérigo pasó por allí casualmente y les obligó a soltarlo.
Nace el héroe irlandés
En noviembre de 1588 llegó a las tierras de un señor irlandés llamado McClancy, donde fue bien recibido, permaneciendo en el castillo de Rosclogher junto a otros ocho españoles, hasta que llegaron noticias de que un ejército de casi 2.000 ingleses había sido enviado por orden de la Reina para acabar con los supervivientes de la Grande Armada.
McClancy decidió huir a las montañas, pero los españoles, con Cuéllar a la cabeza, decidieron quedarse en el castillo y defenderlo con las armas disponibles en una misión suicida, o eso pensaban los irlandeses. Porque Cuéllar, veterano de varias guerras, consideraba que aquel castillo era inexpugnable, debido a su situación en un alto y rodeado de terreno pantanoso que impedía el uso de artillería.
Los ingleses sitiaron a los españoles sin conseguir hacerse con el castillo ni provocar una sola baja o herido, por lo que decidieron levantar el asedio tras 17 días de infructuosos intentos. McClancy volvió de las montañas lleno de gozo por la victoria, les recompensó lo mejor que pudo y ofreció la mano de su hermana a Cuéllar, que rechazó la oferta.
Las noticias de la humillación inglesa se extendieron por toda Irlanda y Cuéllar, el español que venció a 2.000 ingleses, se convirtió en el protagonista de poemas y canciones teatrales. Se había convertido en un héroe de Irlanda.
De vuelta a casa
Deseoso de volver a España, abandonó al clan McClancy junto a cuatro de sus compatriotas, mientras que el resto decidieron quedarse como parte de la guardia del noble irlandés y rehacer sus vidas en aquella comunidad.
Partieron 10 días antes de Navidad hacia Derry, ciudad en la que su obispo había acogido a otro grupo de españoles para embarcarlos a Escocia, en abril de 1589, donde se decía que su rey les era favorable y podría ayudarles a regresar a España. Allí conocieron el destino del galeón Girona. Maltrecho tras la lucha con los ingleses, naufragó dos días después de partir, llevándose al fondo del mar a más de 200 marineros.
Escocia no les brindó la ayuda que ellos esperaban, pero tras conseguir contactar por correo con el Duque de Parma y hacer uso de la diplomacia, un mercader escocés fue contratado para llevarles a Flandes en cuatro navíos. Los ingleses prometieron respetar el paso de los barcos a cambio de un precio acordado, pero ya habían comunicado a los holandeses las intenciones españolas para que acabaran con ellos nada más llegar a Dunquerque.
La suerte quiso que el barco de Cuéllar naufragase y pudiera escapar de los holandeses, que acabaron con la vida de 270 compañeros asesinados. A su llegada, Cuéllar escribió una carta a Felipe II contándole sus aventuras en Irlanda, un documento que todavía se conserva en la actualidad.
El fin de la aventura
Cuéllar continuó su trabajo como soldado bajo el mando de Alejandro de Farnesio, el duque de Saboya o el virrey de Nápoles, Fernando Ruiz de Castro, conde de Lemos. En 1601 fue embarcado hacia las islas Antillas y en 1602 llegaría a América formando parte de la flota de Luis Fernández de Córdova.
Entre 1603 y 1606 residió en Madrid y se cree que regresó a América de nuevo, aunque no hay documentación que lo respalde. En esta época se le perdió la pista y jamás se supo nada más de él.
Curiosamente, los irlandeses, mucho más preocupados que los españoles en mantener viva la historia de aquellos náufragos olvidados, levantaron en la playa de Streedagh un monumento en recuerdo de aquellos españoles que fueron arrojados a sus tierras por el mar y anualmente se lleva a cabo una celebración en su honor.
Además, habilitaron y señalizaron una ruta para recorrer el camino que siguió el capitán y que comienza en el pueblo de Grange, donde se encuentra aquella playa en la que, el 21 de septiembre de 1588, llegaba a Irlanda uno de sus héroes: Francisco de Cuéllar.