Una vez se me ocurrió el peor regalo de la historia: un vídeo con los números completos de arpa de Harpo Marx, y solo con esos números. Se trataría de ‘extirpar’ de las películas de los hermanos Marx todo lo que es gracioso y dejar solo la brasa. Ese momento insufrible, repetido varias veces (¡demasiadas veces!) en cada película, en que la risa se detiene y Harpo le endilga al espectador su soporífero número.
Nunca llegué a ponerme a ello, quizá porque no tengo ningún enemigo lo suficientemente acusado como para hacerle merecedor de las brasas completas de Harpo Marx. Pero pensando estos días en la Diada de hoy, he sentido una pereza anticipada tan aplastante que solo tiene parangón con el momento en que Harpo coge su arpa y nos suelta su enésimo número. El Harpo nacionalista aquí, naturalmente, es Harpo Mas.
Se dirá que la equivalencia no cuadra por el detalle de que Harpo Mas habla y Harpo Marx no. Pero ese desacople es solo aparente. Mas, como sabemos, es políglota y, en efecto, de su garganta sale ‘voz’. Pero se trata de una voz nasal, como de bocina. Además, no es ya que Mas no tenga nada que decir en ninguna de las lenguas que habla, y en la catalana menos que en ninguna, sino que su articulación intelectual es prácticamente la de una bocina. El nacionalismo es, de hecho, un pensamiento (¡y una ideología!) de bocina. Dar la tabarra con el claxon, cuando no se da con el arpa.
Mas ha anunciado su participación este año en la Diada, esa fiesta de los catalanes nacionalistas contra los catalanes no nacionalistas. Volverá a ponerse el disfraz de Moisés (sobre el de Harpo Mas) para guiar a su pueblo a la nada prometida. “Hay que avivar la llama”, es la consigna. Y por eso llevará los bolsillos cargados de encendedores, para que la zarza no se apague.
Desde fuera se sigue ya con notable pereza (y vergüencita). La Diada viene a ser (en eso la han convertido) una Eurovisión en la que compitiera un solo país. O una Tomatina patriótica: la Tomatina de las esteladas. O incluso ese festejo tan español de arrojar cabras desde los campanarios: en esta ocasión, las cabras serían los participantes que se autoarrojan desde el campanario del nacionalismo. Muchos de buena fe, por supuesto: y ahí está la desgracia.
Lo patético es que se conoce perfectamente la trazabilidad del independentismo de Mas: cómo y por qué ha llegado a él. Lo último es que ha intentado rebautizar Convergència como Partit Demòcrata Català, pero resulta que las siglas PDC ya estaban pilladas por un partido de Colmenar de Oreja. Harpo Mas ha terminado metiéndose en una parodia de Vizcaíno Casas.