Uliru, ropa infantil hecha a mano y con amor en A Coruña
Todo lo que hay en esta tienda está hecho por Livia Lemos Amor, que ya vende sus prendas por toda España
21 abril, 2019 09:30A medio camino entre la modista de toda la vida y la moda lista para llevar. Así es Uliru, una tienda de ropa infantil en la que todas las prendas llevan el sello de Livia Lemos Amor. Cose, diseña, vende, representa a la marca en ferias y negocia con los proveedores. Lo que le echen.
Sin renunciar a la artesanía y el mimo que le pone a cada diseño, Uliru se ha hecho un hueco en el panorama español de la moda para los pequeños de la casa. Van a cumplir cuatro años funcionando en la preciosa esquina del Paseo de la Dársena; allí Livia imparte también talleres de costura. Hablamos con ella para saber cómo le llegan las horas del día.
¿Cómo fue el crecimiento de Uliru?
Empezamos vendiendo por internet y desde la tienda de A Coruña. Hace un par de años otra tienda de Vilalba (Carapuchiña vermella) nos animó a vender en otras tiendas, y ahora distribuimos prendas en varios puntos de España. Nos hacen encargos desde tiendas multimarca y casi el 90 % de las prendas se venden ahora fuera de Uliru.
¿En qué ha cambiado la moda infantil?
Ahora la ropa es más cómoda y más práctica. Se busca que las prendas sean más fáciles de poner y quitar. Intento abogar por esa comodidad pero sin encasillarnos en un chándal. Intento que no se pierda la esencia de que los niños se vistan bien, acordes a su edad. Ya tendrán mucho tiempo de ponerse chándal.
¿Y los colores?
Ya se ha salido del “niñas rosa, niños azul”. Este invierno saqué una colección de grises que tuvo muy buena aceptación. Ahora estamos vendiendo tonos coral para los niños, y desde siempre me gustan los estampados de flores azules, para niños y niñas. Me he atrevido con el negro, que me gusta mucho para el verano, pero cuesta más su aceptación.
Si entendemos que Uliru funciona como un termómetro sobre la paternidad ¿de verdad repartimos tareas?
Las mamás seguimos siendo las que elegimos la ropa, aunque vengan los dos, nosotras llevamos la batuta y tomamos la decisión final. Papás que vengan solos a comprar se cuentan con los dedos de una mano.
¿Los vestidos siguen siendo lo más?
Sí, lo siguen siendo. Lo hacemos de forma que no haya ningún problema en jugar en un parque con un vestido. También triunfan los clásicos como las ranitas. Aunque todo depende de dónde seas. Los estilos para vestir a los niños van por zonas.
¿Cómo lo haces para coser todo a mano? ¿Tienes vacaciones?
Vacaciones ya no. Desde que tengo la tienda, como mucho, un fin de semana largo. Cuando va a salir la colección a veces necesito que me echen una mano porque no me da la vida. Aprovecho cuando voy a la feria de Madrid para desconectar. Y eso sí, ahora ya no me llevo cosas para casa.
¿Cuál es tu sello?
Todas y cada una de las piezas de Uliru están cortadas a mano, todo lo diseño y lo coso desde el taller de A Coruña. Cada prenda lleva una etiqueta que tiene mi nombre, y respondo por cada una.
En esta etapa de crecimiento, ¿a qué no estáis dispuestos a renunciar?
No quiero perder el control de la producción. Yo doy la cara por cada prenda que sale del taller. No quiero trasladar la fabricación fuera de España.
¿Cómo escoges los tejidos?
Compramos en España, principalmente en Cataluña, preferimos pagar un poco más por la tela y estar seguros de que tenemos prendas de calidad. El 90% de los tejidos son de algodón, que no dan problemas de alergias, ni se destiñen.
¿Y el diseño?
Abogamos por que los niños se vistan de niños, tienen mucho tiempo por delante para vestirse como adultos. Respetamos las edades. No nos gustan los niños pomposos que no se pueden mover en el parque. Eso sí, sin perder el buen gusto.
¿Lo del taller de costura se te ocurrió desde el principio?
Sí, quise aprovechar el espacio de la tienda, que es muy amplia. En la parte de delante está el showroom y en la parte de atrás, hice el taller. Como es espacioso ya se pensó en que el taller tuviese más gente, aparte de ser donde se elabora el 100% de las prendas de Uliru. Es de lo que más me gusta, enseñar a coser.
También es terapéutico, ¿no?
Hay mucha gente que viene y en las dos horas que estamos no hace nada. Es un tiempo que muchas personas utilizan para desconectar de la rutina del trabajo y los niños. Además de mamás, otro perfil de asistentes a los talleres de costura es de las mayores, que se fijan un día para salir de casa y compartir. Los viernes es el día de las niñas, se lo pasan fenomenal. Mucha gente lleva viniendo a clase desde que abrí hace cuatro años, ya no por aprender, sino por pasar un buen rato.
¿Los hombres se animan?
Vino una vez un chico, pero se le juntó con otras cosas y lo tuvo que dejar.