#Talento15000 Adrián Suárez, el coruñés que escribe sobre un creador de videojuegos japonés
Además de escribir, también dirige el máster de videojuegos de la EBF en A Coruña
13 julio, 2019 06:00Adrián Suárez acaba de publicar su segundo libro sobre videojuegos. Este coruñés ya había escrito sobre Mario, el célebre personaje de Nintendo, y ahora lo hace sobre Hidetaka Miyazaki, uno de los grandes creadores de historias de la industria. "Hago libros como pipas", bromea.
Hablamos con él sobre El padre de las almas oscuras. También sobre la industria del videojuego en Galicia, la vida del investigador, la formación y el máster de videojuegos que dirige en la European Business Factory de A Coruña.
¿Cómo surgió la idea de hacer este libro?
Cuando jugué por primera vez a Dark Souls empecé a ver cosas que me llamaba mucho la atención. Hice una tesis sobre narrativa de videojuegos y luego quise seguir escribiendo, hice artículos y un libro sobre Mario. Con Sekiro: Shadows die twice y Bloodborne se cerró el círculo de los Souls y me apetecía hacer algo sobre Miyazaki, desde sus comienzos hasta la actualidad. Por qué narra así, por qué usa esos recursos estéticos…
¿Es un libro apto para alguien que no haya jugado a Dark Souls?
No, creo que no tiene sentido. Al fin y al cabo, es un libro de investigación. Miyazaki trabaja con narrativas lúdicas, que tienen una doble lectura. Le pide al jugador que la coja, la monte, construya el puzle y saque sus conclusiones. En este libro yo reúno toda la historia de todos los juegos. Incluso añado teorías de que podría ser una historia conectada.
Ya escribiste un libro sobre Super Mario, y ahora vas a un tema mucho más concreto y menos global.
Puede ser. Me encanta la investigación sobre videojuegos y mi idea es que la persona que lea este libro encuentre puntos de partida si le interesa la industria y se anime a crear su propio videojuego.
¿Se está empezando a movilizar el sector del videojuego en A Coruña?
El videojuego es un lugar en el que hay demasiada pasión y muy poca profesionalización. Aunque haya un nuevo grado en la UDC, la gente que salga de él, seguirá teniéndolo difícil. Lo más seguro es que tengan que salir fuera de A Coruña o de España. Siempre se dice que el videojuego genera muchísimo dinero, pero es algo que no es posible a pequeña escala. Un estudio pequeño no va a empezar a tener grandes beneficios de inmediato. Está bien que exista formación aquí, sin tener que ir a otras ciudades.
¿Y se está formando bien o hay que salir fuera?
Formarse en videojuegos es como hacerlo en pintura, nunca terminas de aprender. Nosotros enfocamos el máster de esa manera. Ponemos unos cimientos. Lo que falta es industria en Galicia. Es muy difícil salir de la universidad y pensar en cobrar de forma digna en este sector.
Hay pocos estudios gallegos con presencia en el sector.
Hay estudios que están haciendo las cosas muy bien, pero a un nivel de producción asequible. No pueden plantearse hacer una gran producción. Son proyectos cortos y que sirven para mantenerse y poder seguir trabajando.
¿Crees que en algún momento se llegará a crear en Galicia un videojuego a gran escala?
Ahora mismo Gato Salvaje trabaja en Waylanders, quizás el mayor proyecto de videojuego hecho en Galicia. Pero, al final, ellos han tenido que recurrir a Kickstarter (una página web de micromecenazgo). Es la forma de ir trabajando, pero hasta que no se profesionalice el sector, habrá que seguir esperando.
¿Te animarías a crear una historia similar a la de Miyazaki?
Yo al final soy un investigador. Los hay que se han pasado al diseño de narrativa, pero tenemos un papel fundamental para centrar la investigación. Si no hubiese diálogo entre nosotros, los creadores tendrían muchos más problemas para hacer videojuegos. Mi objetivo no es crear un videojuego, sino ayudar a otros a hacerlo.
¿Hay buena academia de investigadores en España?
Claro que la hay. Lo que faltan son los medios para que se contacten entre ellos. No se traslada la labor de los investigadores al público general. Pasa un poco como en la construcción de una casa, que se valora el esfuerzo físico de un carpintero y al arquitecto se le ve como una persona que no hace nada. Nosotros seríamos esos arquitectos.