¿Por qué en Galicia hay pocos castillos y están tan ruinosos? Las Guerras Irmandiñas
Aunque con honrosas excepciones, por lo general los castillos de Galicia, además de ser menores en cantidad que los de otras comunidades históricas, también se encuentran en peor estado de conservación. Revelamos el porqué de esta extraña situación: La Gran Guerra Irmandiña.
4 julio, 2021 12:25No fue el paso del tiempo el único responsable de la situación actual de las fortalezas gallegas, en mucho peor estado que las del resto de España. Sin contar el de San Antón, el de Vimianzo o el de Monterrei, entre otros, los principales fortines de Galicia se encuentran, en líneas generales, en una situación de mantenimiento mejorable, cuando no han desaparecido. La principal causa se remonta hacia el término de la Edad Media, cuando una célebre revuelta social estalló contra la nobleza: Las Guerras Irmandiñas.
Un conflicto de larga trayectoria
Galicia fue el escenario de una de las mayores revueltas europeas del siglo XV, que está considerada una de las primeras revoluciones del mundo moderno. Pero la raíz del problema se halla dos siglos antes, cuando la unión dinástica de los reinos de Castilla y de León conformó en 1230 la Corona de Castilla, en la que se integró definitivamente el Reino de Galicia. Este comenzó a tener gran peso en la nueva Corona, debido principalmente a la estructura económica rural que predominaba en el territorio: la nobleza (familias Andrade, Moscoso, Osorio, Sarmiento, Sotomayor o Ulloa, como ejemplos) y el clero terratenientes se repartían la fortuna de la época a expensas de un campesinado diezmado por el hambre, las enfermedades y los impuestos. Así, los estamentos privilegiados abusaron del pueblo llano gallego durante dos centurias hasta su revolucionario levantamiento.
Dos etapas decisivas
En un primer momento, las revueltas germinaron en Pontedeume y As Mariñas, donde el señor Nuno Freire de Andrade trataba con extrema dureza a sus vasallos. Estas primeras incursiones, conocidas como Primera revuelta Irmandiña, fueron llevadas a cabo en 1431 por la Irmandade Fusquenlla, compuesta por unos 3.000 hombres a cuyo mando se encontraba el hidalgo Roi Xordo. Tras cinco años de disturbios, Xordo pereció y la irmandade fue derrotada.
Posteriormente, entre 1467 y 1469 tuvo lugar una segunda y última oleada de violencia, a la que históricamente se suele referir como Gran Guerra Irmandiña. En ella, Alfonso Lanzós y Diego de Lemos dirigieron un movimiento en el que el investigador Carlos Barros destaca la posible existencia de una "mentalidad justiciera y antiseñorial" compartida, que rechazaba abiertamente las injusticias feudales y que consideraba a sus señores como "malhechores".
La era del derribo
Con todo, durante este breve pero intenso bienio los irmandiños, integrados por campesinos pero también por algunas gentes de ciudad, miembros de la baja nobleza e hidalguía y hasta humildes clérigos, causaron enormes desperfectos en más de 130 castillos repartidos por la geografía gallega, algunos de los cuales llegaron a destruir. No obstante, apenas se atacaron las propiedades eclesiásticas.
Ante el auge de las revueltas en Galicia, buena parte de la nobleza se refugió en Portugal y en Castilla, lo que propició la entrada en acción del legendario señor feudal Pedro Álvarez de Sotomayor, habitualmente apodado Pedro Madruga. El caballero organizó un frente de tropas feudales que, con el sofisticado armamento y el apoyo de la alta nobleza y clero con los que contaba, consiguió reprimir las protestas y derrotar a los irmandiños en tiempo récord. El propio personaje de Pedro Madruga es el protagonista de la teoría sobre el origen gallego de Cristobal Colón, pero esa historia la contaremos en profundidad otro día.
La mayor parte de los castillos y las fortalezas de Galicia quedaron en ruinas, allanando y facilitando el camino para que años más tarde los Reyes Católicos sometiesen fácilmente a la nobleza gallega que había apoyado a Juana la Beltraneja en la Guerra de Sucesión. Uno de los pocos castillos que fue reconstruido fue el de Castro Caldelas, en la provincia de Ourense. Pedro Álvarez Osorio, conde de Lemos, cuyas fortalezas de Moeche, Monforte, Sarria también fueron destruidas, así como sus murallas en As Pontes, ordenó a sus campesinos de Castro Caldelas que la reconstruyesen: "Vosotros la tirasteis y vosotros la levantaréis".
La dignidad para el recuerdo
A pesar de su caída, los Irmandiños consiguieron poner por primera vez en tela de juicio un sistema social que, no obstante, perduraría otros tres siglos más en Galicia. En las localidades de Moeche (Ferrolterra) y Vimianzo (Terra de Soneira) cada año se celebra en memoria a estos grupos populares insurgentes un simbólico asalto ao castelo, en el que los respectivos castillos de ambas poblaciones se preparan para recibir la "invasión" de los vecinos, en un ambiente plenamente festivo.