Lois Patiño, el director gallego que triunfó en Berlín con una película para cerrar los ojos
El director vigués ganó el Premio Especial del Jurado en la Berlinale con su película "Samsara", en la que muestra un viaje al más allá budista
5 marzo, 2023 05:00A la pregunta qué es el cine podríamos responder de muchas maneras, pero reduciéndolo a lo simple, una película no es más que el reflejo de unas luces en una pantalla. "Cuerpos de luz proyectados en la oscuridad, es casi una definición de fantasma", dice el cineasta Lois Patiño (Vigo, 1983). Entre cine y fantasmas, de múltiples formas y culturas, se estructura la carrera del director, que viene de presentar Samsara en la Berlinale, película con la que ganó el Premio Especial del Jurado, compartido con el filósofo español Paul B. Preciado, en la sección Encounters.
Con Samsara, Patiño propone experimentar el viaje de la reencarnación, con una propuesta rompedora que incluye que el espectador cierre los ojos durante 15 minutos, en una experiencia sensorial de reflejos de luz y sonido, para alcanzar un estado cercano a la meditación. Antes y después, las realidades de Laos y Zanzíbar estructuran el filme, a través de la lectura que le hace un joven a su abuela del Libro Tibetano de los Muertos, para guiarla por el más allá.
Después de tocar la mitología y la relación con la muerte en varias culturas, incluida la gallega con Lúa Vermella, el director vigués se acerca al budismo con el cuidado honesto de saberse espectador, oyente, un director que como aquellos pintores impresionistas, recoge las primeras luces del día para plasmarlas en el lienzo.
¿Cómo viviste estrenar Samsara en un escenario como la Berlinale?
Se vive con mucha emoción, terminamos la película muy apurados de tiempo, yo no la había visto aún en pantalla grande. Tiene esta propuesta tan novedosa de ver una parte con los ojos cerrados y vivir esa experiencia rodeado de 600 o 700 personas fue muy poderoso. La reacción del público fue muy entusiasta, había personas que nos decían que no iban a olvidar esa experiencia jamás.
¿Sorprendió mucho el tener que cerrar los ojos durante 15 minutos?
No se había hecho en el cine, entonces la gente estaba muy sorprendida. Hay referentes que se aproximan a esta idea, como la escultura Dreamachine, una lámpara que al cerrar los ojos hacía un efecto similar. Que en una película narrativa haya un proceso espectral de atravesar el más allá y tener que hacerlo de esta manera no se había visto.
Hoy en día en las carteleras de los cines no vemos mucha experimentación, ¿hay menos innovación en el lenguaje audiovisual?
Hay muchos cineastas experimentales, pero la atención mediática no va a ellos. Al tener tanta fuerza económica el cine industrial de entretenimiento es lo que se impulsa, la promoción de las películas se deposita en el fenómeno fanático de los actores. Tiene su lógica, porque la mayoría de la gente va al cine buscando un entretenimiento y lo que es diferente o nuevo exige un esfuerzo mayor. Sin embargo, es un momento bonito para la experimentación.
Si estas películas experimentales llegaran a las carteleras , ¿crees que el público accedería a ellas?
No se puede querer ir a ver algo si no sabes que existe, en eso se basa la publicidad y para ello hay que gastar dinero. Lo bueno de los festivales es que cuando te dan un premio esa publicidad viene gratis y abalada por el prestigio del lugar, en ese sentido, captas la curiosidad. En el caso de mi forma de trabajar creo que son películas muy fáciles de ver y gozosas porque trabajo desde la belleza de la imagen y una voluntad de inmersión sensorial, no requiere esfuerzo, solo tienes que dejarte llevar, aunque el ritmo sea más pausado o meditativo, pero por la reacción que veo de la gente lo agradecen mucho. En Samsara, esos 15 minutos de ojos cerrados en la película son como un regalo al espectador, para estar consigo mismo y pausar el ritmo vital. La gente esta reaccionando de una forma extraordinaria.
¿Cómo surge Samsara?¿Primero vino el concepto y luego la historia o al revés?
Tenía el concepto claro y luego vino la historia. Siempre parto de dos compromisos como artista, uno es con el cine, lo entiendo como la voluntad de explorar sus posibilidades y el segundo es el compromiso con lo retratado, el espacio, la cultura o las personas. La idea inicial era hacer una película para ver con los ojos cerrados, explorando el concepto de lo invisible en el cine, a partir de ahí, igual tardé un año en encontrar el tema al que vincular esta idea. Cuando encontré El libro tibetano de los muertos lo tuve claro, quería proponer una experiencia hacia el más allá que ver con los ojos cerrados y es ahí cuando la película adquiere su forma.
En cada obra experimentas o estudias algún concepto nuevo, pero parece que el paisaje y la mitología es lo que las une a todas…
Me interesa mucho, por un lado, la proximidad que existe entre el cine como medio con lo fantasmagórico. Esta idea de cuerpos de luz proyectados en la oscuridad es casi una definición de fantasma. Me interesa convertir el espacio de la pantalla en un limbo poblado de fantasmas, eso es lo que hice en Lúa Vermella, es lo que pasa en Samsara y en El sembrador de estrellas… Son espacios que parten de lo real, porque hay una cultura concreta. Me interesa como las distintas culturas han reflexionado sobre la muerte, tanto sobre los ritos de despedida como los mitos y leyendas que se han construido para dibujar el más allá. En este caso con respecto a las creencias budistas.
Para rodar la película hubo dos equipos, uno en Laos y otro en Zanzíbar, ¿cómo fue tener a dos unidades en lugares tan distintos?
Son dos países con singularidades propias. En Laos, al ser una dictadura comunista, tuvimos que hacer varias versiones de guion hasta que fue aprobado y el rodaje lo hicimos con una persona del gobierno con nosotros, controlando. Éramos equipos muy pequeños viajando desde España porque es una película de bajo presupuesto, pero yo también lo quería así, para no alterar tanto el espacio que íbamos a retratar. Quería que trabajara con nosotros más equipo local para evitar el exotismo. Al ser un director europeo y blanco, con una cultura occidental, tenía que ser precavido con esta cuestión. Intentamos equilibrarlo escuchando y conviviendo con las personas de estos lugares y dejando espacios para que los personajes expresaran sus temores o preocupaciones. Adoptamos una posición de escucha.