Menchu Murillo, con su hijo Enrique, delante de botones en la mercería Cándida de A Coruña.

Menchu Murillo, con su hijo Enrique, delante de botones en la mercería Cándida de A Coruña. Quincemil

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La mercería más antigua de A Coruña es el templo de los botones: "En 85 años nada ha cambiado"

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El suelo que se pisa en el acceso y en el interior de la mercería Cándida es el mismo de 1939, un conjunto de baldosas cuadradas con motivos entrelazados de color verde, rojo, blanco y negro cuya conservación revela su antigüedad, pero en absoluto su desgaste. Los muebles de color blanco y crema y sus estanterías con cristal tampoco han cambiado en 85 años. Solo se bajó el techo y se sustituyó la iluminación en este tiempo.

"Aquí siempre se ha querido mantener la esencia y el encanto de un negocio tradicional, de esos que pocos quedan en A Coruña. Nada ha cambiado", dice Menchu Murillo. Es la dueña de la mercería más antigua de la ciudad, en el 113 de la calle San Andrés.

Muestrario de botones 'fantasy' de Cándida.

Muestrario de botones 'fantasy' de Cándida. Quincemil

Cándida es también conocida como "la casa de los botones". Hay más de 1.800 referencias repartidas en cajas y muestrarios enrollados que se guardan en cajones, junto a los mostradores y en el almacén, de todo tipo y tamaño, entre ellos los de diseño fantasy, los más caros y llamativos. "Si alguien pierde un botón en una prenda es muy probable que encuentre uno igual en Cándida", afirma el esposo de Menchu Murillo, que a menudo echa una mano.

Parches, hilos de todos los colores, cremalleras, velcro, cintas de pasamanería, puntillas, costureros, abanicos, lanas, pañuelos, calcetines, cordones, cintas para asas de bolso o mochilas, adornos para el pelo, hilos de bordar... "Hay negocios en A Coruña que tienen un poco de todo esto, pero en esta mercería hay mucho de todo", asegura Murillo.

Calcetines e hilo de variedad de colores en Cándida.

Calcetines e hilo de variedad de colores en Cándida. Quincemil

Ella y su hijo Enrique se encargan de atender al público, y coinciden en destacar su ocupación como "un negocio muy bonito" en el que "hay que estar al día todos los meses" y donde "se ayuda a mucha gente". "Damos sugerencias e ideas por un desgarro en una prenda, o una mancha. Y el cliente se va contento porque casi todos los problemas se resuelven", dice Menchu, que atiende a clientes "de siempre", a los que "vienen en autobús de pueblos y aldeas cercanas" y a los visitantes extranjeros que entran atraídos por la decoración y les cuentan, tras hacer fotos, que en sus países no tienen tiendas como la suya.

Nada pasa de moda

La venta es continua en Cándida, es raro que el interior esté vacío porque alguien entra buscando cordones, cintas, hilo, adornos o botones, por supuesto. "Las hay muy pequeñas, de 20 o 50 céntimos, pero constantemente estamos atendiendo todos los días por productos no perecederos que normalmente no pasan de moda", afirma Menchu Murillo, aunque admite que las obras de varios meses en la calle San Andrés han reducido la clientela.

Entrada a Cándida, con el suelo y el escaparate originales de 1939.

Entrada a Cándida, con el suelo y el escaparate originales de 1939. Quincemil

Tras un periodo de solo tres años como dependienta, adquirió el negocio en 2014 a Marisa, nieta de la dueña original de Cándida, Mercedes Ponce, de quien lo había heredado. "Aquí seguimos, llevamos diez años peleando", sonríe junto a su hijo Enrique mientras el ruido de obra en el exterior irrumpe en la tienda porque entra otra clienta.