Marián y Marina ultiman detalles del Belén.

Marián y Marina ultiman detalles del Belén. César Galdo

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Así se convirtió el Belén de una vecina de San Sadurniño (A Coruña) en patrimonio colectivo

Con la colaboración de sus padres, Marián Arroyo comenzó a dar forma a este nacimiento en la década de los 60 y poco a poco fue logrando la implicación de la parroquia. Tras más de 30 años desde el último montaje público, el municipio recupera esta tradición

17 diciembre, 2021 13:09

La historia del Nacimiento más especial de San Sadurniño (A Coruña), que cuenta con 20 metros cuadrados de extensión, una veintena de edificaciones y cerca de dos centenares de figuras, se remonta a la década de los 60 cuando Marián Arroyo, vecina de la localidad, se disponía a iniciar una colección de piezas de Belén.

Con el paso de los años y la implicación de sus padres y del párroco de la localidad, el Belén pasó a convertirse en Patrimonio colectivo y este 2021, tras más de 30 años desde el último montaje público del Nacimiento, San Sadurniño recupera esta tradición bajo la batuta de la propia Arroyo que no ha perdido ni un ápice de la ilusión de su infancia.

Marián y Marina ultiman los detalles del Belén. Foto: César Galdo.

Marián y Marina ultiman los detalles del Belén. Foto: César Galdo.

La niña que logró implicar a todos

"Eu quería un Nacemento e pedinllo a Agustín, meu pai, o artesán máis hábil que coñecín", rememora Marián que añade que fue su padre el que daría forma al castillo Herodes y a tres casitas.

Sería, no obstante, su madre la que más se implicaría en este sueño navideño de dar forma a un Belén especial. "Miña nai era experta na montaxe, botaba moitas horas. Dela aprendín o que hoxe mostro, pero sen conseguir a súa mestría", expone Arroyo.

Marián Arroyo empezó el proyecto siendo una niña. Foto: César Galdo.

Marián Arroyo empezó el proyecto siendo una niña. Foto: César Galdo.

Todos se sumaron en casa a esta afición que acompañaría a Marián toda la vida y en la que su hermano Manuel contribuía, anualmente, ahorrando "todo o que podía" para poder comprar nuevas figuras.

Así comenzó a gestarse este Belén que, a finales de los años 70, encontraba un nuevo e indispensable adepto, el párroco, Ramón Díaz, que propondría Marián dar el salto de la intimidad del hogar y "amosalo na Igrexa do Rosario para que puidese gozar del todo o pobo".

1978 fue el primer año en el que el Belén de los Arroyo pasó a ser parte de la agenda navideña del municipio y que, a lo largo de los 80, sería fruto de nuevas ampliaciones en las que el padre de Marián seguiría colaborando con su pericia artesana, dotando al castillo de nuevas dimensiones y trabajando en diferentes edificios e infraestructuras belenísticas.

Salto generacional

La mayor parte de las construcciones son las originales de esta primera época del Nacimiento, aunque el paso de los años logró implicar a un nuevo miembro del clan Arroyo, el hijo de Marián. El luthier Miguel Sanjurjo heredaría de su abuelo Agustín la pasión por la madera y colaboró con su madre en dar continuidad a esta obra colectiva.

Mientras Ramón estuvo al frente de la parroquia, detallan desde el concello, el Nacimiento formó siempre parte de la programación navideña del lugar, logrando la implicación de todo el municipio que se afanaba en las tareas de montaje.

Tras la marcha del párroco, el Belén regresó al ámbito familiar y este año, tras más de tres décadas desde el origen de todo, Marián se propuso reavivar la iniciativa y el patio de Pazo Municipal se ha convertido en su nuevo escaparate.

Nuevo brillo

Casi un mes de preparativos y semanas de montaje han permitido a una nueva generación de pequeños disfrutar del Belén Arroyo. La colaboración de Marina MerlánXela BarroLucía VergaraAlejandro GonzálezAlberto Bello y Miguel Sanjurjo, además de la colaboración del actual párroco y del propio ayuntamiento, han devuelto el Nacimiento al dominio público.

Las visitas en los últimos días han sido importantes, según exponen desde el ayuntamiento. El horario de visita es de lunes a viernes, entre las 8:30 y las 14:30 horas, a excepción de los días festivos y del 5 de enero que permanecerá cerrado.

Una buena oportunidad para poder admirar, en primera persona, esta iniciativa con la que una niña logró implicar a todo un municipio, en la década de los 60, y que ella misma ha querido recuperar, de la mano de su hijo, treinta años después.