Bar Sanín de A Coruña: Una taberna de siempre con vino de Ribadavia en cuncas a 70 céntimos
Teresa Mosquera es la actual dueña de esta mítica taberna en la que lleva 30 años sirviendo cuncas a clientes que conoce por su nombre y trata como familia. Los pinchos suelen acompañar a la bebida y se conservan los barriles con litros de vino dentro desde donde se vierte directamente para servir
3 noviembre, 2023 17:04El bar Sanín abrió en 1954 en A Coruña en el 66 de la calle Orzán y a día de hoy sigue a pleno rendimiento como si no hubiese pasado el tiempo: con clientes de hace décadas y su tradicional vino ourensano de Ribadavia servido en cuncas. Los precios y el mobiliario también se mantienen prácticamente idénticos, con cada cunca a 70 céntimos, unas 12 mesas donde leer el periódico y tomarse un pincho y los barriles llenos de litros de vino que también sirven para apoyar las consumiciones.
Las paredes del local mediante fotos antiguas regalan una retrospectiva de cómo era la ciudad hace unas cuantas décadas, en el tiempo en el que el bar Sanín abrió sus puertas en adelante, además de que la decoración muestra otros elementos curiosos como una colección de billetes de otras épocas (algunos ennegrecidos por los tiempos en los que se podía fumar dentro de los bares), una campaña que les regaló un cliente y muchas cuncas donde habitualmente se consume el vino del Sanín, que se llama así porque de esa parroquia de Ribadavia (Ourense) era el primer dueño, que es el suegro de la actual responsable, Teresa Mosquera.
Lleva 30 años tras la barra de esta taberna que es toda una institución en A Coruña y de las que ya no quedan y resume la oferta del Sanín en vino ribeiro, blanco y tinto, cerveza y refrescos, sin más pretensiones. Todo ello unido a que a veces las bebidas van acompañadas de pincho de queso, sardinillas, anchoas o chorizo y, por supuesto, se cobran aparte.
Fábrica de Escudero y local "para socializar"
En sus inicios, el Sanín abría a las 08:00 horas para atender a las decenas de trabajadores de la fábrica de azulejos y baldosas de Escudero que estaba a pocos metros del bar. Su actual dueña rememora lo que le contaba su suegro, que los empleados tomaban allí una copa con una galleta para desayunar "y coger fuerzas". Una de las curiosidades es que la proximidad de fábrica y bar no quedaron en el pasado, sino que el suelo de baldosa del Sanín es de Escudero. En aquella época se llegaron a servir licores y copas de aguardiente, algo que ahora se ha dejado de lado.
Sobre la clientela, Mosquera habla ya de "su segunda familia" y cuenta que muchos van allí a socializar, que "no es como cuando en una vinoteca de tomas un vino solo". Incluso destaca que cuando uno de los habituales falla, los demás le llaman por si ha ocurrido algo, porque es raro que alguien se ausente de su particular cita diaria en el Sanín. Los más mayores, a los que la dueña conoce ya por su nombre propio y trata con la confianza de un amigo, consumen sobre todo cuncas y los más jóvenes, que acuden principalmente en fin de semana, optan más por la cerveza.
Actualmente abre todos los días menos los domingos (además del 25 de diciembre y el 1 de enero) de 11:30 a 16:00 y de 18:30 a 23:00 horas y en ese tiempo cuenta orgullosa que ve mucho juego de invitación de tazas entre los paisanos, también "porque los precios lo permiten". El Sanín no es un bar moderno con sus redes sociales, sino que el boca a boca siempre ha sido su mejor publicidad, aunque a estas alturas no la necesita. Cada año acuden al local turistas por recomendación de alguien o gente que pasa temporadas en A Coruña y acude al bar como una obligación más de su rutina.
A modo anecdótico, por la barra del Sanín han pasado en estos años personalidades destacadas del ámbito cultural local como el pintor Abelenda y las cuatro paredes del bar guardan recuerdos memorables como cuando uno de los fundadores de la fábrica de Escudero dejó pagadas antes de morir 200 cuncas para que se repartiesen entre los suyos cuando él ya no estuviese.
Definitivamente, el Sanín es un oasis único en la ciudad herculina en el que teletransportarse a épocas pasadas una vez cruzado el umbral de la puerta, una ventana a tiempos en los que pandillas iban de bar en bar consumiendo cuncas y el local tenía una actividad frenética de trabajadores de la zona o amigos que se reunían allí para tomar buen vino.
Para aquellos que no lo conozcan y quieran vivir la experiencia, están aún a tiempo, ya que Mosquera por el momento no piensa retirarse y aún le quedan, previsiblemente, centenares de cuncas por servir detrás de la barra, su segunda casa.