A Baiona (Pontevedra) la hizo famosa una Pinta, la carabela, que arribó a sus playas allá a primeros de marzo de 1493 pilotada por los hermanos Pinzón. Fue el primer lugar en conocer el descubrimiento de América. Desde entonces adquirió nombre y fue creciendo hasta convertirse en uno de los principales enclaves turísticos de Galicia, rincón de playas, sol y naturaleza abierta al Atlántico. Entre Baiona a Sanxenxo se comprende el territorio de la ‘Marbella’ gallega. Sin embargo, en este pequeño pueblo de 15.000 habitantes a los pies de las Islas Cíes otra “Pinta”, de cuernos afilados y pezuñas embarradas, se hizo famosa. Se trata de la historia de la detención de una vaca.
“Pinta” era una res grande y lustrosa, acaso la más famosa y conocida en Galicia y también en parte del extranjero, que fue detenida por orden del señor alcalde a principios de la década de los 80. A su dueño se la tuvieron requisada durante cuatro años. Esta semana se cumplen 30 de su liberación. En EL ESPAÑOL reconstruimos aquel peculiar (o no tan peculiar) acontecimiento que tuvo lugar en Galicia y del cual ahora se viene a conmemorar el aniversario.
La detención de la vaca “Pinta”
El suceso tuvo lugar en octubre de 1983. José Costas, “O Cabeco”, era ya un conocido personaje dentro del pueblo. Como muchos en aquella Baiona, tenía sus vacas y sus ovejas que llevaba a pastar por donde le placía. En aquella ocasión la llevó a los alrededores de la muralla del Parador de Baiona, una península que corona el pueblo entrando hacia el mar y apuntando directamente hacia las Islas Cíes. Parecía un día cualquiera al lado de la playa y la vaca pastaba con toda paz ajena a lo que estaba a punto de ocurrir.
Al poco rato, una pareja de policías municipales se acercaron al lugar acompañados del alcalde de Baiona, Benigno Rodríguez Quintas, conocido en el pueblo como “Chicho”. Consigo llevaban una orden de arresto contra la vaca por pastar en terrenos municipales.
Las autoridades le argumentaron la decisión: aquellos eran terrenos municipales, y no era posible que aquel señor tuviera las vacas allí sueltas, que era lo que solía hacer. Sin embargo, Costas sostenía ante el alcalde que aquellos terrenos no eran públicos, sino que pertenecían a una de las familias ricas del pueblo, los Bedriñana. Suyos eran los terrenos donde pastaba “Pinta”; fue allí donde años atrás se construyó el parador de la localidad. El pastor insistía: a él le habían dejado pastar allí a sus animales. Los municipales apenas le prestaron atención. Se llevaron la vaca de allí y la encerraron en los calabozos del ayuntamiento de la localidad, en el mismo sitio que a los borrachos. Allí la tuvieron durante un buen tiempo, detenida, recluida y encerrada como un presidiario más.
El Concello de Baiona posee un solo calabozo en el bajo de las dependencias municipales. Cuentan quienes lo vivieron que el aire se volvió, por razones evidentemente escatológicas, irrespirable debido a la presencia del animal. Fue entonces cuando se tomó la decisión de ir más allá. Aquello no podía seguir así. Era preciso tomar medidas. El alcalde y la policía decidieron trasladarla a algún lugar en el que “Pinta” pudiera continuar la detención y el encierro de forma apacible.
La medida fue inevitable: primero se la llevaron al antiguo mercado del pueblo, a pocos metros de distancia. Al poco tiempo, tomaron la decisión de llevarla a la casa de una parroquia cercana. La mujer que quedó a su cargo, esposa del cartero del pueblo, podía hacerse cargo de ella ordeñándola a diario.
Repercusión mediática del caso
Pepe Costas hijo vive todavía en Baiona, el mismo pueblo de su padre. Famoso disc-jockey en la localidad durante la década de los setenta y los ochenta, ahora cubre con su sobrino la actualidad informativa del Val Miñor, la comarca en la que está situada Baiona. También fue él quien atendió a los medios de comunicación cuando comenzó todo el revuelo de la vaca que le detuvieron a su padre. “La vaca ‘Pinta’ superó en fama a la carabela. Y eso que no se llamaba Pinta, pero le pusieron ese nombre por las manchas en la piel”, explica. Fueron jornadas intensas. Todos los medios querían conocer qué pasaba en aquel pueblo gallego, qué había sucedido con aquel animal y cuáles eran las novedades al respecto.
Algunos hablan de que la noticia llegó al New York Times y al Washington Post. Sí que se ha podido comprobar el interés de los periódicos nacionales. A principios de octubre del 83, El País se hacía eco de cómo los municipales de Baiona hacían todo tipo de tareas para que la vaca ‘Pinta’ se sintiera como en casa. “Un guardia municipal se ocupa diariamente de ordeñar la vaca, sin que se conozca el destino de la leche obtenida”.
Llegaban de todos los lugares, cada día, asombrados por la expectación. “Venían aquí de todas las televisiones, todas las emisoras de radio. No salía de casa porque estaba todo el rato pendiente del teléfono, explicándoles a todos lo que sucedía”, explica Pepe el hijo de “O Cabeco”.
Mientras duraba el litigio de su dueño con el consistorio, empezaron a aparecer los problemas en la vida de “Pinta”. La señora que la cuidaba se quejó al ayuntamiento de que cuidar al animal le estaba costando mucho dinero. El alcalde no tuvo duda. Le puso una multa a Pepe Costas, “El Cabeco” para costear los gastos de manutención de su propio animal. Así, la vaca continuó detenida durante cuatro años en aquella casa mientras su dueño esperaba al juicio, que iba a llegar cuatro años después de la detención del animal.
Un alcalde distinto
Benigno Rodríguez Quintas, conocido como “Chicho”, fue el alcalde de Baiona que ostenta el honor de haber detenido a la vaca “Pinta”. Entró a gobernar en el año 1979 con un partido independiente. Estuvo en el poder hasta el año 1987, justamente cuando la vaca era liberada. Hoy en día es el dueño de un restaurante en el paseo principal del pueblo, frente a playa de Ribeira y al lado del club de yates: la marisquería Pedro Madruga.
Un año antes de que la vaca fuera absuelta, la oposición le presentó al alcalde una querella criminal por prevaricación. Se había valido de su cargo político para obtener beneficios particulares en la empresa Gondomar S.L., una hormigonera del municipio. El regidor era administrador y propietario de la empresa a la que él mismo y de forma directa había contratado el hormigón. Aquella querella no le iba a salir rentable. Le impusieron 1.803 euros de fianza y una inhabilitación de seis años de cualquier cargo público. Un año después le llegó al alcalde un segundo revés.
Habían pasado cuatro años de su detención. Todos parecían haberse olvidado de la vaca excepto Pepe Costas, su dueño. Fue el juez vigués Julio Picatoste quien falló a favor del dueño de Pinta en la demanda que este le había interpuesto al ayuntamiento de Baiona. “Debo condenar y condeno al mismo (y a la persona encargada de la custodia) a que restituyan al demandante en concepto de contravalor por lo productos y ganancias no obtenidas y deterioro indemnizable la cantidad de 483.000 pesetas”, explicaba el juez. “Se calculó la leche que dejó de dar, la leche que se le ordeñó, los terneros que no pudo parir…Lo calcularon todo y le pagaron a mi padre”, explica Pepe Costas a EL ESPAÑOL.
Rodríguez Quintas, el alcalde que ‘detuvo’ a aquella vaca, recuerda todo como si de una parafernalia orquestada por la oposición se tratase. “Lo que hacían era desgastarme y así planificaban los votos. Una cosa es que haya un animal maltratado, sin comer, perro la vaca fue depositada en una parroquia cercana. Las ordenanzas de aquel entonces permitían lo que se hizo. Lo que hicieron en aquel entonces fue juntarse para hacer teatro contra mí para conseguir votos. Aquel tipo era un provocador nato”, explica a este periódico.
Un esperpento que perdura en la memoria
El actual conselleiro de Sanidad de la Xunta de Galicia, Jesús Vázquez Almuiña, es natural de Baiona. No se ha olvidado de todo lo que ocurrió: “Tenía 24 años y estaba fuera estudiando, pero es verdad que lo recuerdo bien. Si aquello hubiera ocurrido hoy, todo habría tenido mucha más repercusión, con todos los medios de comunicación que hay ahora. Ya hubo expectación entonces, imagínate ahora”.
Cuentan algunos vecinos que meses después de que “Pinta” fuera liberada, El Cabeco paseaba a su rebaño de ovejas por el pueblo. Este se desvió de su ruta habitual, y lo metió en el salón de Plenos del Ayuntamiento. Tras ser expulsado de allí, le habrían impuesto una multa de 15.000 pesetas. A él le dio totalmente igual. Si lo de aquella sesión fue verdad, es probable que los concejales no la hayan olvidado nunca. A la salida de las ovejas, quedó un pequeño rastro de cagadas a su paso. “No sé si eso es verdad, pero aquello fue un esperpento, muy divertido pero un esperpento. Si Berlanga estuviera vivo lo llevaría al cine sin dudarlo”, recuerda Almuiña.
Hoy Baiona ha dejado atrás ese episodio. Las vacas ya no pastan a su libre albedrío por el parque ni por las inmediaciones del parador de la villa. Sobre todo en verano, Baiona es una constante congregación de turistas en torno a sus playas y sus bares. Hay episodios, sin embargo, que siempre vuelven a la memoria para recordar lo que en su día la villa fue: la protagonista de un suceso tan improbable como surrealista.