“¿Dónde está la cámara? Porque esto es una broma, ¿no?”. María espera que alguien la despierte de la que está siendo la pesadilla más real que jamás ha vivido. De profesión guardia civil, Sargento Primero del Seprona, perdió su destino en Sevilla, su ciudad natal, por denunciar las irregularidades que cometía uno de sus subordinados. Sus continuas e ignoradas quejas motivadas por la inacción de sus superiores acabó granjeándole la enemistad de sus mandos. Ahora vive, de baja psicológica, una situación “acoso y derribo” en los tribunales militares. Su caso llega este lunes al Congreso.
María Serrano es una guardiacivil vocacional. También lo son su hermano, su abuelo, su tío, sus primos… “Por mis venas corre sangre verde”, explica sonriente a EL ESPAÑOL. Siempre lo tuvo tan claro que ingresó en la academia justo al cumplir 18 años. “Lo vivía, lo sentía, lo respiraba…”. Pero la amplia sonrisa se torna en gesto aciago cuando recuerda todo lo que lleva pasado. “Tengo mucho resentimiento”, confiesa. “Decepción, esa es la palabra”.
Ha sido guardia raso, cabo, cabo primero, sargento y sargento primero. Y con cada ascenso, un nuevo destino: El Coronil (Sevilla), Guadalajara y Sacedón, Huesca, Zaragoza, Barcelona, Matalascañas (Huelva), de nuevo a Zaragoza y, por fin, Sevilla. “Tenía tantas ganas de Sevilla —comenta—, ¡pues toma Sevilla!”. Su ciudad, un destino “perfecto”, una unidad del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) “envidiable”.
Se las prometía felices, pero en su quehacer diario empezó a sospechar de la conducta de uno de sus subordinados, un cabo primero de su unidad. “Muy independiente, muy suyo”, puntualiza. “Se dedicaba a lo que no se tenía que dedicar”, explica la guardiacivil.
Según narra a EL ESPAÑOL, el cabo bajo su mando imponía sanciones por comercio ilegal de productos pesqueros a empresas que trabajaban en Mercasevilla, la sociedad anónima mixta encargada de que el abastecimiento de la ciudad de Sevilla. “Denunciaba, bien, pero él mismo se encargaba de hacer los recursos de descargo para esas mismas empresas en sanciones que podían llegar a los 60.000 euros”, explica la sargento primero Serrano.
El zorro guardando a las gallinas
Ella misma llegó a encontrar en el ordenador de su subordinado los pliegos que después presentaría para que las empresas eludieran las sanciones. “Para colmo —esgrime María—, lo hacía en su horario laboral”. Hasta la unidad, y a su teniente, también llegaban notas informativas de compañeros de otras provincias, que alertaban del comportamiento anómalo de este guardiacivil. “Daba chivatazos en operaciones que estaban en curso, era como poner al zorro a guardar a las gallinas”.
“Obviamente, tuve que dar conocimiento de los hechos a mis superiores. ¿Cómo iba a mirar para otro lado? ¿Cómo iba a dejar que manchase el buen nombre de la Guardia Civil?”, se pregunta la sargento. Y su informe llegó a manos de su teniente, que —según detalla la sevillana— le recomendó que obviase lo vivido. “¿En serio? ¿Dónde está la cámara?", ironiza.
María grabó a su teniente reconociendo que sabía los hechos. Y se dedicó a hacer más informes en su tiempo libre. Hasta que consiguió que abriesen diligencias e imputan al cabo. “Pero no lo apartan del servicio. ¡Es ilógico!”.
La convivencia se vuelve tensa. “Tensísima”. “No sé cómo no nos hemos pegado. Me llegaron a decir que yo lo aguantara, que lo educara”, explica incrédula por la respuesta de sus superiores.
Y el juez dicta el sobreseimiento del caso por la prescripción del delito. “Fue rarísimo, porque el juez dio validez al un abogado, que afirmaba que él era el autor de los recursos que elaboraba el cabo. Le intervinieron los discos duros, yo misma vi sus informes en su ordenador, es rarísimo”, insiste.
Y de acusadora pasó a ser la acusada.
“Él se creía impune, por encima del bien y del mal”, recuerda. Y los roces van a más. La sargento primero Serrano denunció la insubordinación de su cabo primero. Y a él le abren un expediente disciplinario en el que proponen una pérdida de destino.
Tiempo después, llega la resolución. “Sin responsabilidad. No me lo podía creer —confiesa— de hecho todavía busco la pieza que falta en todo este caso, porque hay algo que se me escapa. Porque no es normal que siempre se salga de rositas”.
Y María fue convocada por el coronel. Y se va a casa a llorar.
Ya en el despacho de su coronel. Éste le pide que haga borrón y cuenta nueva. Que empezara de cero, que se olvidara de todo. “Pero, ¿cómo me podía olvidar de todo?”, se preguntó María. “Le pido que me entienda —explica—, y empezó a gritarme”.
“¡Ve haciendo las maletas!"
“Se puso hecho una fiera, muy cabreado; también estaban el teniente coronel y el teniente del Seprona, y eso parecía un consejo de guerra, me veía totalmente anulada”, narra María a EL ESPAÑOL. “María, que no has ganado; María, que no has ganado; entérate de una vez, que la que no encaja en la unidad eres tú”, le decía. “¡Así que ve haciendo las maletitas y te largas!”, le espetó el coronel. “Los gritos se oían en toda la planta, al salir —recuerda— todo el mundo estaba blanco y yo no podía parar de llorar”.
Ese fue el punto de inflexión en su carrera. Ese día acabó solicitando una baja psicológica. Y ahí sigue, aunque no así las acciones que —según relata la sargento primero— los mandos que intervinieron en la reunión mantienen contra ella.
Días después de ese episodio, el mismo coronel abrió un parte disciplinario para que fuese sancionada con falta grave. Después, solicitan para ella la pérdida de destino y el cese de la actividad. También le dio treinta días para que se marchara del pabellón, que abandonase su vivienda en la comandancia de Montequinto, en Sevilla. Y María recurrió al Togado Militar Central de Madrid. Presentó hasta tres testigos para rebatir la defensa del coronel.
Pero el juez, que solo analizó los hechos acontecidos en el despacho del coronel y no todo el conjunto de la investigación de la sargento, se limitó a dictar que todo quedó en una “riña paternal”.
“Cuando María solicita la apertura de un expediente disciplinar para el coronel, conforme al auto del juez togado militar central, no solo no se admite, sino que de forma velada se le amenaza con emprender nuevas acciones contra ella”, explica su abogado, Fermín Vázquez. “Esto constituye un auténtico atropello, porque la Administración prohíbe que se pueda acudir a los tribunales en defensa de sus intereses”.
La conclusión que extrae el abogado de todo este caso es que “siempre quieren evitar la jurisdicción civil y que todos los asuntos se diriman en el togado militar”. “Es el caso más complejo con el que me he topado —afirma—, nunca antes vi tanto ensañamiento contra alguien ni una voluntad tan firme por quebrar la carrera de mi defendida”.
Sin destino, la Guardia Civil oferta la vacante de su anterior puesto. Y María vuelve a solicitarla. “Se echaron las manos a la cabeza. Y por méritos fui la primera de la lista, pero ellos —sus mandos— se movieron más rápido”. Recibió una resolución firmada por el director general de la Guardia Civil en nombre del saliente Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. “Por necesidad imperante del servicio” le niegan el destino conseguido por méritos. Acto seguido la destinan al traslado de presos en Madrid.
Pero María recurrió y el Juzgado Central de lo Contencioso Administrativo número 11 le ha dado la razón, al entender que la “necesidad imperante del servicio” no se encuentra suficientemente motivada.
Pero María sigue litigando. “Esto es una situación de acoso y derribo”, denuncia. El coronel ha denunciado ante el togado militar territorial de Sevilla un posible abuso de derecho de la sargento primero Serrano. Pero el tribunal se ha inhibido, elevándolo a Madrid.
Apoyo de la socialista Zaida Cantera
Su caso también llegará este lunes al Congreso de manos de la diputada socialista Zaida Cantera, que defiende que la sargento primero Serrano viene sufriendo“un auténtico calvario” por los diez procedimientos, la mayoría hechos caducar de forma intencionada, que mantiene abiertos por cumplir escrupulosamente con su trabajo.
“Es de reseñar que su historial profesional, con más de 20 años de servicio, tiene una hoja de servicios intachable”, asegura Cantera en el escrito presentado por el Grupo socialista en la Mesa del Congreso. “¿Piensa el Gobierno articular algún tipo de medida o protocolo para proteger a las personas que denuncian actuaciones irregulares, en especial aquellos casos en los que se ven implicados altos mandos de la Guardia Civil y la Policía Nacional?”, pregunta Cantera, que en su día denunció acoso sexual que sufría en el Ejército.
La diputada considera que el caso de la sargento primero Serrano“ponen en evidencia una falta de formación y sensibilidad preocupante en materia de igualdad de género”. Y, en referencia a la valoración de “riña paternal” por parte del juez del togado militar central que dirimió la causa de María contra su coronel, Cantera pregunta: “Si quien hubiera sido objeto de dichos gritos hubiese sido un suboficial de la Guardia Civil en lugar de una suboficial ¿también habría sido calificada la situación de riña paternal o se le otorga tal calificativo por ser una mujer la destinataria de los gritos?”.
“No me gusta decirlo, pero sé que a ellos les ha fastidiado que yo sea mujer y de ahí viene todo”, denuncia la sargento primero María Serrano, que ha pedido audiencia con el nuevo ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, y la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal.
“Zaida sabe por todo lo que estoy pasando”, explica la suboficial. “Y como ella, voy a tratar de llegar hasta el final de todo esto, al menos, hasta donde me dejen”.
Solo pide dos cosas: “Que me devuelvan mi destino y responsabilidades personales para todos los intervinientes, cabo primero, teniente, coronel…”.