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A las dos de la madrugada del pasado miércoles, Sebastián Hernández Borrageros, Sebas para los amigos, se levantó de la cama, se puso el mono, las botas, el casco y salió al bosque a combatir el fuego. No le dio más vueltas. Es ya una rutina con la que vive desde hace treinta años, cuando comenzó su servicio como bombero forestal en Galicia. Al día siguiente, apenas ha dormido unas horas y ya llegan a su base de operaciones avisos de nuevos fuegos que se están produciendo en otros puntos de la orografía de la comunidad. Es la rutina.
Portugal lleva ardiendo toda la semana. Son ya 30.000 hectáreas quemadas en el centro del país y más de sesenta muertos entre las llamas. Se trata de toda una advertencia para España en medio de la ola de calor que cubre la península. También, y sobre todo, lo es para Galicia. Y más para la provincia de Ourense, una de las zonas de actuación de Sebas. Si Galicia es la región más castigada de España por el fuego, Ourense es un polvorín, la provincia que más arde con diferencia. Las condiciones, orográficas, medioambientales, socioculturales y forestales de la mayor parte del territorio galaico son prácticamente idénticas a las de la zona del incendio de Pedrogão. Sebas y los suyos tendrán que prestar una especial atención. "Si se suma el viento como pasó en 2006, un verano seco y temperaturas altas, vamos a pasarlo muy mal. Siempre va a haber algún cabrón que quiera prender fuego al monte. Si se mantienen estas condiciones, vamos a tener uno de los peores de los últimos años. De los más malos de los últimos tiempos".
Sin embargo, aquí la experiencia es un grado, y por eso acudimos a los que saben cómo combatir estas situaciones. Los bomberos forestales de Galicia son quienes mejor conocen no solo el monte, sino el fuego que lo ataca un año tras otro. En estos instantes, a la vez que arden las tierras lusas, los bosques de algunos municipios ourensanos como Melón están siendo atacados por las llamas. Pero en Galicia, entra dentro de lo habitual. Tan solo hay que combatirlo.
A Sebas sus compañeros le llaman "el abuelo". Y eso que tan solo tiene 52 años. "Pero como soy el veterano de la brigada...". En tres décadas de servicio habrá apagado cerca de un millar de incendios por toda Galicia, la región del fuego, la más castigada por esta lacra en toda España. Comenzó en el año 1990 y desde entonces no ha parado. Seguramente sea de los bomberos de toda España con más experiencia, de los que más fuegos han conseguido extinguir. Un auténtico experto.
Los bomberos gallegos, solo a fuerza de la nefasta costumbre de extinguir uno tras otro, son quizá de los más eficaces y preparados de toda España apagando incendios forestales."Aquí, además, la capacidad de respuesta es muy elevada. Hay un altísimo grado de profesionalidad y de experiencia", asegura a EL ESPAÑOL. Para mostrarnos lo que tiene que atender un día tras otro y algo similar lo ocurrido en Portugal, Sebas nos conduce hacia las cenizas de uno de los últimos que ha tenido que apagar. Sabe de lo que habla. Al fin y al cabo, son, con mucha seguridad, la élite de los bomberos españoles.
La situación de Portugal
'El abuelo' nos conduce por el medio de la montaña, siguiendo una carretera estrecha rodeada a ambos lados de vegetación que cae sobre la carretera. Se trata de un bosque de pinos que perfectamente podría ser el que quedó reducido a cenizas esta semana en Portugal. Esas condiciones son muy habituales en Galicia: caminos estrechos, el color verde por doquier y muchos, muchos terrenos. A la media hora de subida, detiene el coche en el arcén de la carretera junto a un páramo quemado. Ardió hace pocos días y él acudió a apagarlo con su brigada. Los pocos árboles que quedan en pie son ya del color renegrido del carbón.
"Esto es lo que nosotros llamamos galician country. Enormes masas de pinar, mucha maleza... Como Portugal", explica. Mientras charlamos, varios de sus compañeros se dirigen ya hacia el centro del país luso porque se ofrecieron el día anterior como voluntarios. Los lazos son siempre muy estrechos con ellos, y todavía más tratándose de algo tan delicado. Mientras, Sebas habla con pena pero con gusto de los incendios. "Cuando apagas un incendio te sientes muy bien. Por eso siempre digo que no voy a saber que hacer cuando me jubile, a los 65. Pero horas antes, cuando te llaman para ir a apagarlo, te dices: "¿Quién sería el cabrón que se le ocurrió plantar fuego al monte?". Ahora, Sebas y sus compañeros, muchos de los cuales llevan también muchos años, cobran cerca de 1.200 euros al mes por su trabajo.
Al bajar del coche, Sebas se coloca todos los bártulos propios del uniforme de servicio. A su alrededor tan solo quedan las cenizas del fuego apagado. El incendio fue extinguido días atrás pero recuerda exactamente cómo se llevó a cabo. Desde la carretera, se observa cómo hacia el fondo el terreno quemado no termina.
-¿Por qué ardió tanto Portugal? ¿Aquí podría pasar?
-Lo primero que es necesario decir es que ellos conocen cómo funciona esto de los incendios. Esa zona ya ardió otros años. No es algo novedoso. En esas zonas rurales, como la que ocurrió el incendio, ya están acostumbrados. Lo que no está acostumbrada, es a que el fuego les llegue a las casas. Luego, si eres capaz de explicar por qué pasó allí, sabes exactamente por qué aquí no pasa. Eso sí, en Galicia también llegó a morir gente. Por ejemplo, dos señoras en el año 2006, cruzando una carretera en medio del fuego.
-¿Qué pudieron hacer mejor en Portugal?
-¿Por qué no cortaron la carretera en la que ardieron todos esos coches? Esa es la cuestión. Si hay tendidos eléctricos cerca, hay que cortar el suministro. Si hay líneas de media o de baja tensión, informamos al distrito forestal para que se corte la corriente.
-Mucha gente echó a correr en esa carretera.
-Claro. El sentido común dice que si ves que hay fuego en una vía, en una carretera, esa no hay que cruzarla. Pero hay gente que lo hace. Normalmente, se avisa a la Guardia Civil para que se corte y se inhabilite hasta que haya unas condicione dignas de seguridad. Allí no la cortaron a tiempo. Luego, tendrían que haber ordenado los desalojos de las casas. Pero de forma ordenada, claro. Y ahí, la gente escapó. ¿Y por qué escapó? Por que no se sentía segura. Como quizá nos pasaría a todos. Y si hay peligro en esas casas hay que mandar medios también a esos lugares.
El problema de Galicia con los incendios
"¿Sabes por qué arde Galicia? Bueno, arde porque le meten fuego, pero fíjate: aquí hay una cultura muy arraigada del fuego, de salir al monte, de prender tu parcela, la mayoría de las veces para limpiarla. Eso es algo que fue así toda la vida. Claro, el caso es que a veces el fuego se desmadra sin querer, y otras, como digo yo, queriendo". Sebas dice que ese es un motivo principal, pero aparece otro que se une también a las condiciones sociales, climáticas y de vegetación en Galicia: los pirómanos y los incendiarios. En Galicia el 80 por ciento de los fuegos que se producen, según los datos de la Xunta de Galicia, son provocados.
Sin embargo, sigue siendo un misterio el conocer a sus autores. Se detienen a muy pocos, y a muchos menos se les condena. Y cada año hay cerca de tres mil incendios en toda la región. De los 100 primeros municipios de toda España en los que más hectáreas se quemaron en los últimos 15 años, más de 70 son gallegos. Un serio problema que hace complicado luchar este combate. Entre el año 2001 y el 2015 en Galicia se produjeron un total de 90.189 fuegos, el 40 por ciento de todos los perpetrados en suelo español, según datos de los informes anuales del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
El problema surge cuando aparecen varios a la vez, pero también en la cantidad de terreno devastada. El 24% de las 1,5 millones de hectáreas de superficie forestal arrasadas por el fuego en el conjunto del país en ese mismo período fueron quemadas en la comunidad gallega, según datos de la investigación periodística "España en llamas" de la Fundación Civio. Resulta, por tanto,un problema crucial a afrontar año tras año. "No hay día que no arda algo en Galicia. Sobre todo en los meses de verano", repite Sebas, al escuchar los datos de los ministerios.
Pero si hay una región en Galicia para la que el fuego representa un auténtico problema, esa zona es Ourense. No es, por otra parte, la provincia más grande de Galicia, al contrario. Eso sí, cuenta con un ingente terreno que ha sido quemado en diferentes ocasiones. Es la provincia de toda España en la que más hectáreas se han quemado en los últimos 15 años. 162.961, concretamente (2001-2014). De hecho, la Xunta de Galicia pone especial atención en esa zona.
Ese mismo día, mientras hablamos con Sebas, el Índice de Riesgo Diario de Incendio (IRDI), que la Xunta de Galicia utiliza para saber el estado de la comunidad en cada momento, marca una probabilidad extrema de incendio en Ourense. Hay cinco niveles diferentes de alerta. La región del sur de la comunidad se encuentra en el más alto de todos. "En verano es lo normal, estamos siempre en alerta. Nos vale a nosotros para saber cómo está el panorama. Se miden tres cosas muy importantes: las temperaturas de ese momento, la humedad y la velocidad del viento", detalla Sebas.
Sebas todavía recuerda los incendios del año 2015, en la localidad ourensana de Cualedro. Se quemaron 3.180 hectáreas en unos pocos días a final del mes de agosto. "Excepto los incendios grandes, que avanzan muy rápido e igual se tarda una semana en apagarlos, los incendios los apagamos el mismo día en el que empiezan. Pero es que en Cualedro fue commo en los de 2006. Allí ardió todo. En ese momento había en Ourense varios incendios a la vez y eso te impide dedicar a ello todos tus recursos. Tienes que seleccionar. Sin ir más lejos, ayer a la noche había tres incendios activos a la vez aquí cerca, y tuvimos que elegir".
En Ourense, la Xunta de Galicia tiene una especial precaución. Quizá por eso, en el último Plan de Incendios de Galicia (Pladiga), marcó hasta 42 parroquias ourensanas como muy peligrosas y muy susceptibles de acabar prendiendo, de ser pasto de las llamas. A esas zonas las llaman las Parroquias de Alta Actividad Incendiaria (PAAI). Para hacerse una idea de la virulencia del fuego en Ourense es preciso fijarse en las otras provincias. En Pontevedra, la segunda comunidad en la que más atención se pone, tan solo hay 12 parroquias con esa denominación.
La lucha contra el fuego
Cada vez que Sebas tiene que levantarse, como el día de la entrevista, a altas horas de la noche para ir al monte a combatir las llamas, su familia no lo pasa bien. "CUando ven noticias como la de Portugal, sufren. Cuando ven noticias sobre los incendios mis familiares más cercanos me miran y me dicen: "Por favor, ten cuidado". Él siempre les dice que lo tendrá, que volverá pronto a casa, que es consciente del peligro. "Aún así, no soy consciente de tener un peligro mayor al que pueda tener un albañil o un marinero en un barco de pesca. El peligro siempre está ahí y procuramos minimizarlo", relata. A veces, no le queda más remedio que avisarles de que él y los suyos se van a retrasar. Ahí lo pasan peor.
-¿Cuándo se dan las peores condiciones para un incendio, como el de Portugal?
-Uy, eso pasa con la regla del 30-30-30. Ahí no hay nada que hacer.
-¿Los tres 30?
-Sí. Hablamos de eso cuando se dan unas condiciones mortíferas para el bosque y para la vegetación: se habla del 30-30-30 cuando hay más de 30 grados de temperatura, menos del 30 por ciento de humedad relativa y vientos de más de 30 kilómetros por hora. Ahí es indefendible. Vamos, lo que pasó en Portugal.
-Además, no está lloviendo.
- Arrastramos una sequía demasiado prolongada. Está siendo la primavera más seca de los últimos años. Y eso hay que tenerlo en cuenta. Se prevé un verano muy seco. Si esto sigue así, y empieza a entrar el viento del nordeste, racheado, vamos a tener un problema muy serio.
Varias imágenes sirven estos días de símbolo de la lucha contra el fuego que arrasa los bosques portugueses. En una de ellas, los bomberos lusos, exhaustos, yacen en el suelo buscando el reposo tras horas y horas entre las llamas. "¿Héroes? No, claro que no. Héroes son aquellos que hacen algo por los demás sin mirar las consecuencias. No se trata de heroicidades si no de que todos los profesionales queremos que se reconozca la labor que llevamos a cabo. Detrás de nuestro trabajo hay también horas de sufrimiento y de cansancio. Soy consciente de que es necesario valorar el trabajo que hacemos como colectivo", reconoce Sebas.
Sebas sabe lo que es llevar encima la ropa, el casco que resulta necesario para protegerse pero que limita la visión de quien lo utiliza. Mochilas extintoras en las que cargar 18 litros de agua, batefuegos de dos o tres kilos... Sabe lo que es cargar con las enormes mangueras de los camiones motobomba. Sabe lo que es hacer frente a un incendio que está fuera de control como el de estos días en Portugal. Eso le pone a uno, a veces, en situaciones entre la vida y la muerte. "Me acuerdo una que fue cuando intentamos hacer un contrafuego para cortar el avance de la llama ya que suporía salvar varias hectáreas de vegetación. La idea era aprovechar un camino cortando el avance del fuego. Pero teníamos un problema: quedaba muy poco tiempo porque la llama se dirigía hacia nosotros con muy mala idea. Hay que estar ahí para conocer la sensación que provoca un incendio yendo hacia ti con muy mala leche", recuerda.
Tenían que ser rápidos, pero la cosa no les salió demasiado bien. Estaban rodeados por las llamas. Pudieron morir durante aquel servicio. "Teníamos que ser rápidos y no nos salió bien. El fuego pasó y dejó a la brigada separada en dos. Un compañero y yo nos quedamos totalmente aislados, rodeados del incendio por todas partes y no sabíamos cómo salir de allí. Al final encontramos una ruta de escape y salimos por poco de esa situación de riesgo extremo. Eso da una adrenalina... Ahí la suerte también juega un punto a tu favor". Se salvaron por los pelos de la muerte.