Esteban, el hijo de la sirvienta que logra por la cara la herencia del señorito
Un sevillano heredará dos millones después de que un juez lo reconozca como hijo biológico de un terrateniente por su “extraordinario parecido”.
26 julio, 2017 21:54Cuenta Esteban que lo ha pasado mal en su niñez. Que nació hijo de un encuentro furtivo entre su madre, sirvienta de un caserío de Utrera (Sevilla), y el terrateniente, veinte años mayor que ella y casado, que la empleaba. Narra quien hoy tiene ya 62 años que su madre tuvo que salir corriendo, “la tiraron a la calle”, de la casa del señorito para el que servía cuando supieron del embarazo.
Que nació y se crió sin padre, viviendo con una tía lejana antes de que un cura apañara los papeles para ingresarlo en un hospicio de Sevilla. Apenas habla, calla mucho, de los abusos que soportó de los celadores del orfanato. De todo tipo. Recuerda que le pegaban entre rosario y rosario lo que no está escrito, los tocamientos…
También cuenta, más alegre, que la vida le ha dado cinco hijos, aunque perdió uno, y que ha vivido lo suficiente como para ver limpio de toda mácula el buen nombre de su madre. “Un orgullo” y una tranquilidad para Esteban, el camarero que disputa una herencia millonaria a sus, según dicta un juez, hermanos por parte de padre.
Esteban irá este miércoles a trabajar. Lo hizo ayer y lo hará mañana en uno de esos hoteles abarrotados de alemanes de Palma de Mallorca. Es camarero, de los de pajarita negra y camisa blanca, esos que tiran la gélida cerveza como pocos y anota de memoria en su cabeza larguísimas comandas. Porque memoria tiene, y mucha.
Se acuerda bien de todo lo que pasó su madre, Encarnación, que falta desde hace exactamente tres veranos. Se fue a la edad de ochenta años siendo repudiada por sus vecinos de Los Molares, un pequeño pueblo del Bajo Guadalquivir de poco más de tres mil habitantes.
Hace sesenta años, cuando nació Esteban, eran muchos menos. Y todos, jornaleros en su inmensa mayoría, conocían cómo la bien parecida ‘Pollita’ —así la apodaban—, a sus 17 años, mantuvo una furtiva relación, quien sabe si obligada o voluntaria, con José Vélez, un terrateniente ya casado de la vecina localidad de Utrera.
La firma de muchos molareños, los más mayores del municipio, consta en la documentación presentada por el abogado Fernando Osuna, que asiste a Esteban, para defender su demanda de filiación paternal. Ochenta vecinos rubrican la existencia de una relación que, aunque clandestina, era conocida por todos.
La infancia en un hospicio, maltratado y con abusos
En Los Molares conocían a ‘La Pollita’, una joven guapa, muy aparente, huérfana de padre y madre que tras quedarse embarazada de Esteban tuvo que irse a vivir con una de sus primas y los ocho hijos de esta. Muchas bocas para alimentar. La necesidad impuso que Esteban ingresara en el hospicio de la calle San Luis de Sevilla, que regentaba una congregación religiosa de monjas. Entró a los ocho años y salió a los quince relatando todo tipo de agresiones. “Nos daban palos, correazos, nos ponían a andar desnudos y nos hacían de todo”, recuerda.
—¿En ese ‘de todo’ hay que entender abusos?
—De todo es de todo.
—¿Abusos sexuales?
—Sí, de todo. [Calla]. Allí había monjas, que nos pegaban, pero los otros abusos los hacían los celadores.
El ahora camarero recuerda el rezo del rosario diario y la misa de los domingos. Una etapa oscura la de su niñez que trata de callar.
Esteban, de apellido Marchena García —los mismos que su madre—, lleva desde hace siete años tratando de demostrar en sede judicial que es hijo de José Vélez. Con su madre impedida, sus hermanas maternas descubrieron en una limpieza rutinaria unos extraños papeles en los que se afirmaba que él era hijo del terrateniente de Utrera.
Y quedó demostrado. Lo consiguió en el juzgado de primera instancia de Utrera y, tras el recurso de los herederos de la parte contraria, la Audiencia Provincial de Sevilla ha vuelto a ratificar este miércoles, condenando en costas —unos 9.000 euros— a los demandados.
La herencia: dos millones
Pero, pese a que Esteban es ya hijo de José Vélez, no cambiará los apellidos que ha llevado desde que nació. “Para qué voy a ponerme los de quien no me ha querido no se ha interesado por mí durante más de sesenta años”, se pregunta el camarero, que en los próximos días presentará una demanda patrimonial para que un juez determine la parte de la herencia que le corresponde. “Unos dos millones”, estima.
“Lo primero era tener la filiación, y la ya tengo; ahora lucharé por la herencia, si es que nos corresponde algo”, explica a EL ESPAÑOL Esteban, que emigró de Los Molares a Pollensa, después a Alcudia. En las Baleares conoció a su primera esposa, con la que tuvo cuatro hijos. Falleció uno a los 26 años por una negligencia médica. El matrimonio se quebró y Esteban inició una segunda relación de la que tiene un nuevo hijo.
Esteban llegó a Palma de Mallorca en el año 1974, cuando tenía veinte. De vez en cuando vuelve a Los Molares, a Utrera. En Sevilla viven sus dos hermanos y tres hermanas maternas, con los que mantiene una excelente relación. “Ojalá pudiera decir lo mismo de mis, ahora sí, tres hermanos paternos, pero han demostrado ser unos bandidos”, relata.
“¿Cómo los voy a llamar si no?”, se pregunta. Nunca se interesaron por él, pese a que todos conocían de su existencia. Lejos de acercamientos, el papel de sus hermanos ha sido clave en el juicio de paternidad. A ellos se les pidió que se realizaran una prueba de ADN. Nunca aceptaron. En vista de la escasa colaboración de los demandados, el juez ordenó la exhumación de los restos de José Vélez. Pero días antes de ejecutarse, el cadáver ya no estaba allí.
El boicot para impedir la prueba de ADN
“¡Lo habían exhumado!”, explica el abogado Fernando Osuna. Esteban apunta a que habrían sacado los restos de su padre gracias a la colaboración de algún sepulturero al que habrían premiado económicamente. La limpieza de la tumba —cuentan— fue intensa, hecha con esmero. Duda el camarero si su padre habría sido incinerado o bien trasladado a otro nicho sin que se le pudiera seguir el rastro.
Rápido, en vista de los acontecimientos, el letrado dio aviso al juez, que señaló fecha para celebrar el juicio inmediato en base a la mala fe obrada por los herederos de José Vélez. He aquí una de las claves de la sentencia ahora ratificada por la Audiencia Provincial de Sevilla.
“Ha pesado mucho la mala fe de los herederos para evitar la prueba genética”, explica Osuna, que ya prepara la demanda patrimonial. El abogado explica a EL ESPAÑOL que en el juicio también se ha demostrado el “extraordinario parecido físico” entre Esteban y su padre, y sus hermanos. Además de otras pruebas documentales.
Gracias a todas ellas, Esteban podría convertirse en millonario, aunque este miércoles siga poniendo cafés, combinados y otros mejunjes en Palma de Mallorca. Sus compañeros bromean con él. Le preguntan que qué hará con los millones de su herencia. “¡Pero si de momento no he visto ni un euro!”, responde riendo él.
—¿Podrán pagar esos millones lo que sufrió usted y su madre?
—No, pero estoy orgulloso por lo que hemos conseguido. Hemos limpiado el buen nombre de mi madre y se ha hecho justicia. La realidad no puede esconderse, porque aunque una mentira se repita mil veces, la realidad siempre se impone. Mi madre estaría disfrutando al ver que algún día disfrutaré de la herencia de mi padre. Hoy me acuerdo mucho de ella.