A Sara Majarenas no le tembló el pulso a la hora de sellar su compromiso con ETA, una banda terrorista que con sus zarpazos ha acabado con la vida de 22 menores de edad. Detenida en 2005, cumple los últimos meses de su condena en un piso de acogida de Alcobendas (Madrid). Su vida gira ahora en torno a su hija de tres años, Izar.
Es habitual ver a las dos en los parques de la zona, de paseo, jugando. Majarenas ha intentado en varias ocasiones su traslado a un centro de San Sebastián, siempre denegado por el Ministerio del Interior. En un último intento, la terrorista ha utilizado el nombre de su hija como pretexto para volver a casa: “Tiene que estudiar en su lengua”. Por eso, el entorno de la etarra se movilizará el próximo sábado en una manifestación en la capital guipuzcoana para exigir el cambio.
No es habitual que una terrorista como Majarenas, condenada a 13 años y 10 meses por pertenencia a ETA, cumpla su sentencia en un piso de acogida como el de Alcobendas, gestionado por la Fundación Padre Garralda-Horizontes Abiertos. Pero el caso de Majarenas es particular.
El pasado mes de enero, en Valencia, el padre de la niña, Sycianos Messinezis -Majarenas lo conoció mientras él cumplía condena por tráfico de drogas-, apuñaló en varias ocasiones a la menor, posiblemente por una venganza por la custodia de la menor.
Pese a la gravedad de las heridas, la niña logró salvar la vida en Hospital la Fe, en Valencia. En marzo, la Justicia envió a Majarenas y a su hija al piso de Alcobendas.
"Quiero que me respete"
Desde entonces, la terrorista ha llevado una vida tranquila, disfrutando de sus permisos para salir varias horas del domicilio y pasear con su hija por las inmediaciones. Cuando EL ESPAÑOL la localizó, negó su identidad y su vinculación con ETA. Después, cambió su discurso: “Quiero que me respete, estamos en un momento duro, esto me está dificultando la vida, por mí y por mi hija le pido que me respete mi duelo y mi todo”.
Entonces solicitó en nombre de su hija que las dejaran tranquilas. Hoy, Majarenas no tiene inconveniente en usar el nombre de la pequeña Izar para conseguir su traslado al País Vasco. Primero lo intentó -cuando aún estaba convaleciente tras las puñaladas del padre- con el pretexto de cuidar de ella en un entorno más favorable. Ahora apunta a su escolarización.
El entorno de Sara Majarenas, articulado en torno a la plataforma Irrazekin, ha convocado una manifestación que se celebrará el 3 de septiembre en San Sebastián, bajo el eslogan "Izar Sararekin Ikastolara" [Izar con Sara, a la ikastola]. En el cartel difundido por la plataforma se puede ver a la terrorista caminando de la mano de su hija.
De acuerdo a informaciones publicadas por el diario Naiz, un grupo de profesores se reunió este lunes en San Sebastián para expresar su apoyo a la terrorista: “La situación es grave, están a 450 kilómetros de Donostia, tiene que estudiar en un idioma que no es el suyo, vive en un piso tutelado por Instituciones Penitenciarias”, detalló Mikel Ruiz de Larrinaga, docente la ikastola de Intxaurrondo, el mismo centro en el que Majarenas aspira matricular a su hija.
De hecho, la matriculación ya se ha hecho efectiva, pero los familiares de la terrorista creen que Izar “no va a poder estar escolarizada” en el inicio del curso, puesto que su madre tiene que cumplir condena hasta el 9 de abril de 2018.
“También soy víctima”
El pasado mes de febrero, Majarenas escribió un documento dirigido a José Luis Castro, el juez central de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional, en el que pedía permiso para abandonar la cárcel e irse con su hija a un piso de acogida. En el texto, la terrorista se definía a sí misma como “víctima”: “Me comprometo a trabajar por la reparación de toda clase de víctimas y a sanar las heridas causadas por cualquier tipo de violencia”.
Sara Majarenas fue detenida en Valencia en 2005 junto a quien era su pareja entonces, Mikel Orbegozo. La terrorista formaba parte del comando Levante, que tenía entre otros objetivos atentar contra la alcaldesa de la ciudad, Rita Barberá. También planeaban asesinar a un guardia civil, a un coronel médico y al jefe de la comisaría del Cuerpo Nacional de Policía en Mislata (Valencia).
En el momento de su detención, la etarra intentó hacerse pasar por una agente de la Guardia Civil. Fue condenada a 13 años y 10 meses de prisión por pertenencia a ETA, falsificación de documentos y tenencia ilícita de armas.
Ahora, el entorno de la terrorista convoca una “manifestación alegre” para que Sara y su hija de tres años puedan regresar a casa: “Izar debería de comenzar el curso escolar en Intxaurrondo”.