- Nosotros veníamos desde Argentina a ver a Messi marcar un gol, que con nuestra selección nunca los mete. Pero no nos han dejado entrar.



Lo lamenta una pareja que ha viajado desde El Chaco (Argentina) a Barcelona para asistir al Barça – Las Palmas. Y Messi ha marcado dos goles en ese partido. Pero sus compatriotas no lo han podido ver. La decisión de la directiva blaugrana de jugar el partido a puerta cerrada ha frustrado sus sueños. Los suyos y los de miles de personas llegadas de todas partes del mundo. Decenas de miles de kilómetros, ilusiones de hace años, ahorros de toda una vida invertidos para nada.



“Ya no soy del Barça nunca más. No quiero saber más de este equipo”, sentenciaba Maurizio Antera, un joven alemán que ha llegado desde Colonia con su amigo Arya para ver el encuentro. Ambos, con sus bufandas del Barça ya medio escondidas, están profundamente disgustados con la actitud de la directiva blaugrana. “No nos han informado. Nadie sabía nada hasta ultima hora. Y ahora dicen que el dinero lo tenemos que reclamar por internet, que ya nos pagarán”.

Aficionados del Barcelona



Esa es una de las principales quejas de los miles de turistas que no han podido asistir al partido: la gestión de la venta y devolución del dinero de las entradas. Antonio Quintero y Audrey Curiel son una pareja de treintañeros que vienen de Monterrey (México) a ver un partido del Barça. Curiosamente, él es del Madrid, la culé es ella. Se vuelven a su país en dos días, han venido en un viaje exprés. Las entradas las sacaron una hora antes del comienzo del partido. “Le pregunté a la chica de la ventanilla si íbamos a tener algún problema. Se escuchan cosas y no se sabe qué va a pasar. Pero ella me vendió las entradas. Me dijo que no iba a haber problema. Y eso pasó una hora antes de empezar”, protesta Antonio, ataviado con su camiseta del Monterrey.



La situación ha hecho que algunos de los aficionados barcelonistas procedentes del extranjero se hayan desilusionado con su club. “Ahora mismo no quiero saber nada más del Barça”, sentencia Álvaro Vera, un colombiano de Bogotá que vive en Estados Unidos. Ha venido a ver el partido con dos familiares. Una de ellas, Mery Romero, confiesa que “cuando James fichó por el Real Madrid nos hicimos madridistas. Pero al final, ves que el equipo que te gusta es el Barcelona. Veníamos con toda la ilusión, nos volvemos el martes para Carolina del Norte. No creo que volvamos nunca”.

Tres aficionados de Uruguay que no han podido entrar al Camp Nou.



Tampoco tiene visos de volver, al menos en breve, Nada Rakic, una croata de 15 años que lleva muchos meses ahorrando para poder ver al equipo de sus sueños. Está siendo un año malo para su barcelonismo. En verano vendieron a su ídolo, Neymar, cuya camiseta sigue vistiendo. Ahora se encuentra en las puertas del Camp Nou, con su madre, con una entrada y sin pode acceder. Han venido para cinco días; el martes vuelven a Split. Nada no puede contener las lágrimas cuando es consciente de la mala suerte que ha tenido.



La combinación madre-hija o padre-hijo es muy recurrente entre el público frustrado. Elay Fishel organizó este viaje relámpago para traer a su hijo Guy, de 13 años, desde Tel-Aviv (Israel) para que cumpliese su sueño. Ahora, ambos se ven en la puerta sin acceso al campo y con un billete de vuelta para mañana. En una tesitura similar estaban tres jóvenes veinteañeros uruguayos que estaban de viaje en Mallorca y se han desviado de su ruta sólo para ver marcar a Luis Suárez. O dos ciudadanos chinos que habían modificado sus vacaciones para poder ver un partido del Barça.



Todos ellos se agolpaban en la puerta 25 del Camp Nou con un enfado evidente. No sólo por la frustración de no poder ver el fútbol, sino por la gestión del problema por parte de la entidad blaugrana. El personal del club daba explicaciones a los afectados en varios idiomas. La solución pasa por rellenar un papel, enviar un mail con la copia de la entrada y esperar. Entretanto llegan las noticias desde los teléfonos móviles: el vicepresidente del Barça Carles Vilarubí ha dimitido por discrepancias con la forma de obrar de Bartomeu. “Si no se están entendiendo ni entre ellos, cómo nos van a solucionar el problema a nosotros”, se queja un aficionado que se marcha increpando a los trabajadores del club. Ellos se lo miran y callan. Tampoco pueden hacer nada. Son órdenes de arriba. Mientras, Messi marca el tercero en silencio y la gente que ha invertido todo su dinero y sus ilusiones para verlo, emprenden la vuelta a sus hoteles. Y mañana, a sus casas.

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