Pedro no fabrica zapatillas Nike, sino D'Original: pero paga impuestos en España
Pedro fabrica plataformas para aparatos electrónicos en Valencia y Horacio tiene una empresa de alquiler de motos en Cádiz: compiten con Apple y Uber, respectivamente. Pero tributan en suelo patrio, así que los Paradise Papers no les quitan el sueño: "Es mi país y aquí vive la gente que quiero".
12 noviembre, 2017 02:17Noticias relacionadas
Un cepillo de dientes, pasta y una cuchilla de afeitar desechable. Hay poco más en el minúsculo baño del que sale Pedro. Él es un tipo de gustos sencillos. Viste vaqueros, camiseta blanca, una sudadera roja holgada y unas vistosas zapatillas de su propia marca: D’Original. Sin reloj, se pasea por El Palmar, un paraíso de arena fina y cálidas temperaturas situado en la costa gaditana. Su perro Zizú, un juguetón pastor alemán, no para de demandar atenciones. Desde la orilla, donde —dicen— se ve la mejor puesta del sol del Sur, comanda la empresa con la que facturó medio millón de euros en el pasado ejercicio. Tributa en España y duerme tranquilo en su cabaña de madera. “Hay silencio y se ven las estrellas, no necesito más”.
Pedro fabrica en España, en Logroño. No quiere saber nada de China, aunque sabe que allí reduciría a la mitad los costes de producción. Vende sus llamativas zapatillas deportivas, de suela de goma y tejido cien por cien algodón, a unos 40 euros. Y solo en su página web. “¿Cómo voy a irme a un paraíso fiscal? Si cada euro que ingreso está perfectamente auditado”, explica el fundador de D’Original.
Lleva días Pedro rumiando la misma idea: ¿Por qué el consumidor español sigue valorando a empresas extranjeras con fiscalidad opaca y cuentas en paraísos fiscales por encima de las nacionales, que sí tributan en España y que con cada venta dejan un reguero de euros por todo el país?
La pregunta coincide con la publicación de los Paradise Papers, la continuación de los Papeles de Pananá, la gran filtración relativa a inversiones en paraísos fiscales que señala a multinacionales como Apple, Uber o Nike. La compañía fundada por Steve Jobs se habría asentado en Jersey para beneficiarse de tasas “ultrabajas”; Uber, gracias a los servicios del despacho de abogados Appleby, habría creado una sociedad comanditaria en Holanda para reducir su carga fiscal; y Nike se habría asentado en Bermudas para sortear el pago de impuestos millonarios.
“Es un fastidio”, resume Pedro. “Porque encima hay quien nos dice que por el precio de una de nuestras zapatillas podrían comprarse unas Nike; y eso jode”.
Pedro lleva tres años en el negocio de las zapatillas. La idea se le ocurrió en Brasil, cuando trabajaba para una empresa que vendía millones de hamacas. Reconoce que cuando empezó no tenía ni idea de cómo fabricarlas. También recuerda que solo tardó nueve meses en tener las primeras en la calle. Su empresa, de la que tiene el 80% del accionariado (el otro 20 es de un íntimo amigo), cerró 2016 con casi medio millón de euros de facturación y 15.000 zapatillas vendidas. “Y este año ya hemos alcanzado esa cifra”, confiesa a EL ESPAÑOL.
MÁS MARCAS ESPAÑOLAS Y MENOS BANDERAS
Pero D’Original es una cáscara de nuez en el océano de las marcas deportivas. Nike ganó 9 mil millones de dólares en el primer cuarto de 2016 y suma compradores a 25 pares por segundo. “Pero, claro, nosotros no tenemos a Cristiano Ronaldo, Messi… promocionando nuestras zapatillas”, apunta Pedro. “Ni tampoco multiplico el precio de producción de una de mis zapatillas, hechas en España y no en China, cumpliendo con los derechos laborales y con mejor calidad que la competencia, por lo que lo hace Nike. Y yo, además, tributo todo en España”.
“Competimos, sí, pero desigualmente”, lamenta Franco. “¿Cuándo competiremos en igualdad? Cuando el consumidor haga patria de la bandera, apoyando a la industria, apoyando a los emprendedores, sus productos… y no poniendo banderas en los balcones”, sentencia.
Pedro esgrime que no se va a China por compromiso moral. “También por mi estilo de vida. Me gusta controlar la producción. Me llevo muy bien con la fábrica de Logroño con la que trabajo. Yo no necesito mucho más de lo que gano. Y fabricar en China me implicaría cambiar mi empresa y mi estilo de vida. Y, para mí, mi empresa se tiene que amoldar a mi estilo de vida”.
La casa es alquilada. Lleva un año en El Palmar, la playa de Vejer de la Frontera. Dentro de un año se quiere ir a dar una vuelta al mundo para abrir mercado. Será con una mochila a los hombros. Poco más. Mientras, vive tranquilo tirándole una pelota en la orilla a su perro Zizú.
—¿Duerme bien por las noches con los Paradise Papers?
—¿Cómo no? Vivo en el Palmar. Si Nike tiene paraísos fiscales, el de D’Original está en Cádiz.
“APPLE NOS HUNDIÓ EN LA MISERIA”
Cuando Pedro, esta vez Peláez y de Valencia, vio a Apple en la lista de los Paradise Papers no pudo esconder la sonrisa. A sus 37 ya puede presumir de haberle ganado un pulso judicial a la todopoderosa multinacional de Cupertino. Fue una guerra desigual en la que, pese a la victoria ante la justicia, su compañía perdió. Y mucho. Pese a todo, siguen vivos. Aunque Apple se haya ido impune de su encuentro en los tribunales.
“También saldrán sin despeinarse de los Paradise Papers, no me cabe duda”, advierte el gerente de Rhomb.io una empresa tecnológica con sede en Valencia que desarrolla plataformas modulares para la creación de dispositivos electrónicos. Antes de eso hacían tablets y por eso los denunció Apple.
La compañía fundada por Steve Jobs se querelló contra la firma española por presunto plagio de su iPad. También lo hizo con Samsung. Y con ambas perdieron.
“Ganamos, pero nos hundieron en la miseria, porque los juicios fueron duros”, explica Pedro Peláez. El joven recuerda cómo de inicio todos se posicionaron a favor de Apple, que le bloqueaba la mercancía e impedía sus importaciones y exportaciones. Para revertir la situación tuvo que contratar ingenieros, abogados… y afrontar los 350.000 euros del juicio. “Sufrí mucho, en lo personal y en lo profesional —explica el joven—; todos se saltaron la presunción de inocencia, nos trataron como piratas, estuvimos en las listas negras por supuestamente infringir la ley de propiedad intelectual hasta incluso después de haber ganado en los tribunales”.
El golpe fue tal que les costó años recuperarse y aún se lamentan por la oportunidad de expansión perdida. Pero su encontronazo con Apple cambió su forma de hacer las cosas. Bloqueados en las fronteras, decidieron por fabricar en España y reenfocar su actividad. “Cogí el toro por los cuernos y hoy damos empleo a 23 personas”, defiende orgulloso Pedro.
Rhomb.io facturó en 2015 750.000 euros; en 2016, 1,5 millones; este año lo cerrarán en 1,7 y prevén alcanzar los cuatro millones de euros en 2018. Un crecimiento sostenido propio de un camino sin atajos. “Nosotros tributamos en España, producimos en España y generamos riqueza y empleo en España; aunque nos cueste más trabajo crecer”, apunta Peláez.
Y ese es uno de los valores diferenciales. “Cuesta mucho competir en un tablero en el que todos tienen reglas distintas —defiende Pedro—, por eso habría que interpelar al Gobierno para que dé herramientas de manera legal, con una tributación específica, a quienes generen I+D+i en España”.
“Veo mal la opacidad, veo mal que se lleven el dinero de los españoles sin pagar impuestos en España, que nuestro dinero se vaya a paraísos fiscales; y que eso les beneficie competitivamente, porque yo pago todos mis impuestos”.
El gerente de Rhomb.io sostiene que la tributación opaca de estas multinacionales pasa desapercibida para el consumidor. “La gente quiere pagar poco —sigue Pedro—, pero no se da cuenta de que así empobrece al resto y se debería concienciar a la gente: hacer ver lo que hay detrás de unos y de otros: unos cumplimos las reglas y otros no. Ya sea una zapatilla, un iPhone…”.
Por eso en su bolsillo no hay teléfonos de Apple. Tampoco ordenadores de la marca de Cupertino en su empresa. “Ya me costaron bastante”, ironiza Pedro.
—¿Duerme bien por las noches con los Paradise Papers?
—Duermo perfectamente porque tengo un equipo fantástico y cobran todos los meses. Cuando seamos más grandes ya me preocuparé. Aunque facturemos 100 millones seguiremos tributando en España, porque ".
“TRIBUTAMOS EN CADA PAÍS FRENTE A OTROS QUE ESTÁN EN PARAÍSOS”
Horacio tampoco se plantea irse a Irlanda. Aunque reconoce que sería una solución para evitar la diferente fiscalidad en los países en los que pronto operará. La suya, Muving, es una ‘startup’, una empresa emergente de motosharing: servicio de alquiler de motocicletas eléctricas en las ciudades o una red social de vehículos conectados, como prefiere definirse a la compañía.
La empresa nació en Cádiz, el pasado mes de febrero, ya tiene presencia en las principales ciudades españolas —Madrid, Barcelona, Sevilla, Málaga, Cádiz, Granada, Zaragoza, Valencia y Murcia— y prepara su expansión internacional.
A Horacio Pérez, el consejero delegado de Muving, le gusta decir que Uber y su compañía son bienes sustitutivos. No son competencia directa, algo que se reserva a otros servicios de sharing —motos, coches o bicicletas—, pero ambas si son soluciones de movilidad que compiten, de forma indirecta, por la elección del usuario.
Uber, señalado por los Paradise Papers, carece de flota propia; no como en el caso de Muving, que acabará el año con 2.400 motos eléctricas repartidas por España. “Y tributamos en cada país cumpliendo con nuestras obligaciones fiscales como una empresa doméstica”, asegura Horacio a EL ESPAÑOL. “No discutimos con el fisco ni, por supuesto, buscamos fórmulas para evitarlo”.
“El crecimiento es más lento, claro; pero también por cuestiones propias de nuestro negocio”, explica Pérez. En 2018 la empresa tiene prevista su expansión a Estados Unidos y Europa y en cada país, además de una fiscalidad propia, se topan con regulaciones específicas que afectan a las normas de tráfico, a los seguros o a cuestiones mercantiles y laborales.
“En España se puede conducir una moto equivalente a 125 centímetros cúbicos con un permiso de conducción de coche, el B1; pero eso en Estados Unidos es imposible, allí te exigen un carné específico para las motos”, ejemplifica Pérez.
Para el consejero delegado de Muving, los negocios virtuales sí tienen posibilidades de instalar sus sedes en paraísos fiscales. “Es una posibilidad, es más que susceptible de convertirse en una opción; pero nosotros tenemos bienes y equipos ubicados en territorios y sería complicado optar por esas fórmulas”. “No nos lo planteamos —confirma Pérez—, ni siquiera lo hemos contemplado estos vericuetos legales porque formalmente no soluciona nada, más allá de los dilemas éticos que se plantearían”.
Uber creó en 2013 una sociedad comanditaria, una figura que según la legislación holandesa, se asemeja a un conglomerado de empresas extranjeras que a efectos fiscales se convierte en una empresa sin patria. Holanda considera que este tipo de sociedades deben tributar en cada uno de los países de las empresas que las conforman, lo que produce lo que se conoce como “un desajuste híbrido” que fue utilizado por la empresa de transporte privado para gestionar desde una subsidiaria de las Bermudas su propiedad intelectual.
—¿Duerme bien por las noches con los Paradise Papers?
—Sí, hombre. [Ríe]. Duermo bien porque me levanto muy temprano y me acuesto muy tarde y derrotado. Es lo que tienen las empresas emergentes, que no nos queda tiempo para fijarnos en la competencia.