A Andrea nunca le gustaron las muñecas. Lloró y lloró el día que los Reyes Magos dejaron en su casa una Barbie con un carrito. Tenía siete años y ella había pedido un balón y unas botas para jugar al fútbol. De la misma rabia, agarró la escuálida muñeca y salió corriendo de casa para tirarla al contenedor de la basura. Se ganó una regañina, pero consiguió el balón y las botas.
Todavía recuerda cuando dijo en casa que quería jugar al fútbol. Las resistencias de mamá. “No quería —explica Andrea—, decía que era para niños, pero hicimos un trato: si sacaba buenas notas, me podría apuntar a un equipo. Y las saqué”.
Dejó atrás nueve años de gimnasia rítmica y comenzó a chutar como le había enseñado su padre. Él le metió el veneno del fútbol en las venas. Le importaba poco lo que dijeran. Andrea disfrutaba de cada entrenamiento, de cada viaje con sus compañeros, de cada galopada por la banda.
Se le daba bien. Zurda, veloz, habilidosa y jugando de extremo. Tanto que llamó la atención del Sevilla FC, que la fichó para la cantera de su división femenina. Pero a Andrea no le gustaba jugar con las niñas. “Me aburría”, confiesa. “Ellas juegan más lento, con los niños hay más fuerza, más velocidad… aprendo más”. Y se marchó.
Desde principio de temporada entrena, y juega, en el Camas CF —el club que dirigen René Ramos, el hermano de Sergio Ramos, y Jesús Capitán Capi, ex del Betis, presidente y vicepresidente respectivamente— en un equipo de niños en la categoría de infantil. Tiene 13 años y es la única mujer. Ninguno se corta a la hora de meterle la pierna. “Yo también entro duro”, apunta. Todos la respetan en el único momento que ella se ve diferente al resto: al cambiarse de ropa.
—¿Qué pasa cuando saltas al terreno de juego rodeada de niños?
—Los del equipo rival me miran. Siempre. Siempre. Y me da coraje. Porque yo soy igual, pero de diferente sexo. Se creen que voy a ser más floja, más mala. Pero cuando me ven jugar se les cambia la cara.
—¿Y no te dicen nada?
—Una vez me dijeron que me fuera a fregar.
—¿Qué respondiste?
—Nada, pero cuando él llevaba el balón le di fuerte.
Andrea tiene una cara dulce, de no haber roto un plato, el pelo largo y rubio y los ojos verdes. Es menuda, de piernas largas, y corre mucho más que cualquiera de sus compañeros.
Sabe que su carrera, si prosigue, pasará necesariamente por un equipo de mujeres. La Federación Andaluza de Fútbol fue pionera en el mundo en permitir el fútbol mixto en todas sus categorías. Aunque su decisión, adoptada en 2005 le costara la amenaza de la FIFA de inhabilitar a su presidente. Si Andrea quisiera ser profesional deberá fichar inexcusablemente por un equipo femenino. Escenario que todavía no se plantea.
—¿A quién te gustaría parecerte?
—A Messi, es el mejor del mundo.
—¿Alguna mujer?
—Sí, Rosita, del Betis, y Amanda Sampedro, del Atlético de Madrid.
—¿Qué diferencias ves entre ellos y ellas?
—Que ellos salen más en la tele. Y me da coraje.
—¿Qué respondes a los que piensan que el fútbol es un deporte de hombres?
—La gente opina, yo juego.
MARÍA PRY, ÚNICA ENTRENADORA DE 'PRIMERA' FEMENINA
María del Mar Fernández, María Pry, no recuerda cuándo empezó a darle patadas a un balón. Empezó en el fútbol a los 14 años y también tuvo que vencer ciertas resistencias de su madre, que no quería que sacrificase por el balompié una trayectoria consolidada en la natación, donde competía, y ganaba, a nivel nacional. Hoy, dos décadas después, es la entrenadora del Real Betis Féminas. La única mujer en los banquillos de la Primera División Femenina española.
También fue la única mujer de su promoción hace cinco años en la Escuela Nacional de Entrenadores, en el nivel uno, el que se le exige a los de primera división. Ella podría entrenar al Madrid, al Barcelona o al propio Betis. “Nos tenemos que quitar de la cabeza lo de entrenadores para equipos masculinos y entrenadoras para femenino. Al final somos profesionales, tenemos la misma titulación, y la palabra profesional debe quedar por encima de entrenador o entrenadora”.
—Sin embargo, no hay entrenadoras de equipos masculinos.
—En Francia sí, porque se ha apostado por eso. O en Italia. Se están dando pasos, pero en España quedan muchas barreras por romper para que veamos a mujeres entrenar a equipos masculinos.
—¿Qué debe pasar para que se rompa ese techo de cristal?
—No lo sé. Hay muchas decisiones que no están en nuestras manos. Como profesionales tenemos que estar lo mejor formadas posible. Las mujeres tenemos que estar continuamente demostrando nuestra valía.
Cuenta María casos de jugadoras que abandonan el fútbol por sus estudios o por una plaza fija como funcionarias. Fruto de salarios bajos y limitadas carreras como profesionales. “La imagen que se está dando del fútbol femenino no es real, la gente se cree que por estar en Primera estamos ganando una pasta y la mayoría son mileuristas y poco más, y en el mejor de los casos”, denuncia Pry. Poco más de mil euros y jugando en Primera, el equivalente a los salarios de un futbolista varón de Tercera. “Estamos creciendo mucho, pero no lo suficiente”, insiste.
—¿Es machista el fútbol de hoy?
—No tenemos las mismas oportunidades y salimos perjudicadas si se nos compara con los hombres. Es un deporte todavía machista, pero se están rompiendo barreras.
“ME DECÍAN MARIMACHO”
“¡Marimacho!”. Sonia no olvida la palabra que tanto escuchó de niña. Y todo por jugar al fútbol con sus hermanos y amigos en su León natal. Siguió jugando. No le importaron entonces los agravios, como tampoco ahora le afectan los insultos que recibe cuando pita partidos de hombres: es árbitro y asistente. Y ahí, por mucho que pese, se presuponen las descalificaciones, mofas y demás desprecios.
“Siempre digo que en el fútbol los insultos al árbitro son habituales, pero nunca normales, porque eso no se puede normalizar”, apunta Sonia Liñares Carmona, de 24 años. Empezó a arbitrar “por probar, como todos” y ahora se recorre España de punta a punta pitando partidos.
“Esto engancha”, confirma Liñares Carmona, que asiste partidos de la Liga Iberdrola —la Primera femenina— y pita encuentros en categoría masculina de la Primera y Segunda Andaluza Senior. “La grada todavía se sorprende cuando ven pitar a una chica —sigue—; mucho más cuando me ven llegar con dos asistentes varones, no entienden que, de los tres, el árbitro sea una mujer”.
—¿Ha soportado insultos?
—Sí, dicen de todo. Me han llegado a decir que van al campo a decirme hija de puta porque en su casa a su mujer no pueden. Y no creo que sea por ser mujer, es por ser árbitro. Siempre digo que cumplimos una función social, el espectador llega, te insulta, se relaja y se vuelve a casa tranquilo.
—¿Y qué le dicen?
—Lo mismo que a un hombre, pero con matices. En vez de hijo de puta, te llaman puta; te mandan a fregar… Pero muchas veces no te das ni cuenta, estás en el partido.
—¿La mujer lo tiene más difícil?
—Creo que no. Aunque llegar a las marcas que se exigen en las pruebas físicas es más difícil en el caso de una mujer. Fisiológicamente somos diferentes, pero no es imposible. Es difícil, eso sí.
—¿Y por qué no hay ninguna mujer pitando en Primera?
—Porque no hemos conseguido pasar las pruebas. Todos tenemos que estar al mismo nivel, hombres y mujeres. Y eso no es machismo. Messi no va a correr menos porque yo sea mujer. Y yo tengo que correr lo mismo que un árbitro varón.
—Apunta el término machista, ¿es el fútbol machista?
—Tiene detalles machistas, pero el arbitraje no lo es.
—¿Se siente punta de lanza?
—El fútbol es de todos. El que crea que estoy rompiendo un techo de cristal, el que se está rompiendo es él. Él sí tiene su techo.
AMENAZAS E INSULTOS “POR SER MUJER”
María Ruiz a sus 53 años ha pisado con sus zapatos de tacón todos los estadios de Andalucía occidental. Empezó a radiar partidos de fútbol hace 29 años, en su pueblo, Lebrija. Tanto del Club Atlético Antoniano como de la Unión Balompédica Lebrijana, los dos clubes de la ciudad. Siempre estuvo rodeada de hombres.
—¿Cuántas mujeres se ha encontrado radiando fútbol en estos 29 años?
—Muy pocas, por no decir tajantemente que ninguna. Y cuando empecé mucho menos. El fútbol es un mundo de hombres, machista, y me han mandado a fregar platos: “Usted cállese y váyase a fregar platos”.
María puso punto y final a su carrera como locutora de fútbol al final de la pasada temporada, después de un año soportando los insultos de determinados aficionados de la Balompédica. Lo hizo “por miedo”, no porque le apeteciera. Todo empezó al finalizar un encuentro en el estadio lebrijano. El asistente levanta el banderín y el árbitro señala penalti en el último minuto. Gol en contra del equipo local. Final del partido. Con la grada enardecida, la locutora se acerca a linier, hijo de un amigo íntimo, y lo saluda con dos besos. “Y eso se interpretó como una traición”, recuerda. Tuvieron que sacar al trío arbitral escoltado.
Desde entonces se sucedieron todo tipo de insultos que no cesaron por la enclenque mediación del club. “Eres un pez globo, María, eres un pez globo”, me cantaban. “Llegaba al lunes con ganas de dejarlo —asegura la locutora y directora del medio—, pero seguía porque somos pocos en la radio y siempre primó la vocación de servicio público”.
La gota que colmó el vaso llegó en el derbi local. Ambos jugaban en Tercera División. “Quería que ganase la Balompédica para que me dejasen en paz. Y ganaron: 4-1. Pero me castigaron, acabó el partido y unos veinte se plantaron delante de la cabina —de retransmisiones— a decirme de todo. Sin importarles que estuviese mi hija y sus amigas delante. Llorando, desconsoladas. Cerré la puerta de la cabina de retransmisión. Me decían ‘turca’ —como despectivamente se conoce a los aficionados del equipo rival—, ‘muérete’, ‘pez globo’, ‘no vengas más’. Los dejé que se aburrieran, que se fueran. Me sentía humillada, triste y sola porque nadie me echó una mano”. Al salir, tuvo claro que denunciaría.
El juez sentenció un delito leve de coacciones a uno de los participantes en la turba, el vicepresidente del club. Absolvió al resto, que pidieron perdón y fueron perdonados por la locutora. Después del fallo judicial, siguieron las amenazas por parte de la hinchada local. COPE Lebrija ha sido vetada en los partidos de la Balompédica en el estadio municipal lebrijano.
“Estoy convencida que de lo que sufrí la temporada pasada es porque soy mujer —sentencia—, si fuese hombre no hubiese pasado. Los hombres lo arreglan de otra manera. Yo he apelado a la paciencia, a la sensatez, a la búsqueda del acuerdo. Estoy convencidísima de que es porque soy una mujer. Porsupuestísimo”.
“Dicen que me lo había buscado”, apunta. En Lebrija todavía hay quien la culpa por hacer pública la sentencia. “Se culpabiliza a la víctima y eso genera mucha soledad”, lamenta.
Después del incidente, lo dejó. Ahora recuerda con nostalgia los partidos de domingo. La pasión. La gente. El gusanillo de retrasmitir. El ambiente. “Me gusta el fútbol”, zanja María.
‘LA PRESI’ Y EL “LA MUJER, A LA COCINA”
A Ana también le gusta el fútbol. Le apasiona ir los fines de semana al campo, a ver jugar a sus niños. De todos, 110 en total, es un poco madre y para todos es la ‘Presi’.
—¿La ‘Presi’?
—Sí, de presidenta y me emociono. Antes era ‘la Flori’, por Florentino Pérez.
Ana Palomo dirige el COLSPE, Antiguos Alumnos Colegio Salesiano San Pedro, un club sevillano con más de 50 años de historia y con equipos, de Benjamines a Juvenil, militando en Cuarta Andaluza.
—¿Por qué es difícil encontrar presidentas de clubes de hombres?
—Quizás porque hay pocas mujeres a las que les llame la atención. En el fútbol se ven muchas mujeres, pero en los escalafones inferiores van de acompañantes: de hijos, de maridos…
—¿Qué aporta una mujer en una presidencia?
—Tranquilidad, ideas creativas, la capacidad de solucionar problemas sin resultar brusca.
—¿Y cómo reaccionan al verla en su puesto?
—Me respetan, y mucho; lo que no quita que haya quien me ha dicho barbaridades del tipo “Las mujeres lo que tienen que hacer es estar en la cocina”. Y no es agradable.
Sus ganas pueden más que los machismos. “Es que esto engancha”, resuelve Ana.
Le gusta estar junto a la portería, manteniendo a raya a los padres del equipo rival que tratan de intimidar al portero del COLSPE. Sí, es algo habitual. Ahí sale la vena maternal de Ana. “Les pregunto que si no les da vergüenza, y se quedan cortados y agachan la cabeza”, explica ‘la Presi’. “Se sorprenden de que haya una mujer al mando”, zanja.
—¿El fútbol es machista?
—Sí. [Contesta rotunda].