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El sargento de la Armada actuó con sigilo. Arrojó varias herramientas en la transmisión del buque para inutilizar los engranajes y después se deshizo del disco duro de las cámaras de seguridad. Este particular sabotaje tenía un objetivo: librarse de su participación en la operación Atalanta, en las aguas del Índico que bañan la costa de Somalia, de lucha contra la piratería.
Los hechos se remontan a noviembre de 2014, a bordo del patrullero Infanta Cristina, amarrado en Cartagena, tal y como confirma un portavoz del Ministerio de Defensa a EL ESPAÑOL. Se trata de una embarcación de 88,8 metros de eslora y 10,4 de manga. La Armada ultimaba los detalles para desplegarlo en la Operación Atalanta, proyectada por la Unión Europea para estabilizar el Índico.
El sargento en cuestión era uno de los 106 efectivos elegidos para participar en la misión. En la zona se habían registrado incontables episodios violentos, con el secuestro del atunero Alakrana en julio de 2005 como hecho más destacado. Los piratas se movían con soltura en la región. El operativo pasaba por neutralizar su actividad.
Por un motivo u otro, el sargento de la Armada no estaba satisfecho con la misión, que debía prolongarse durante cinco meses en una de las regiones más inestables del mundo.
El sabotaje
El militar se armó con una llave de tuercas de grandes dimensiones y con un punzón, y, aprovechando su guardia, arrojó las herramientas en el transmisor del Infanta Cristina. Era consciente de que con este sabotaje destruiría uno de los engranajes más sensibles del Infanta Cristina. Así evitaría viajar a Somalia.
Pero el sabotaje no se quedó ahí. Acto seguido, el sargento extrajo el disco duro de las cámaras de vigilancia para no ser descubierto. Arrojó al mar las piezas obtenidas.
La condena del Tribunal Militar
Al día siguiente, los superiores advirtieron el sabotaje en las cámaras de seguridad. El sargento confesó los hechos, e indicó que había colocado las dos piezas en la transmisión. La nave no sufrió daños al no haberse encendido el motor.
Por estos hechos, el Tribunal Militar Territorial Primero de Madrid ha condenado al sargento a 22 meses de prisión; una pena basada en el delito de atentado contra medios de seguridad nacional, adelanta El Confidencial Digital. La confesión voluntaria y la alteración psicológica han sido dos atenuantes en la condena.
Las cifras de la operación
El 16 de julio de 2015, el teniente Ignacio Cortés, jefe de control del buque, redactaba en su diario de misiones algunos de los episodios destacados en los 117 días que duró el despliegue en el que debía participar el sargento condenado:
"Durante este periodo en el Océano Índico al igual que el Nautilus de Julio Verne hemos navegado más de 20.000 millas, [...] surcando las aguas de los Golfos de Adén, Omán y Pérsico, así como del Mar Mediterráneo, Rojo, Arábigo y la costa de Somalia; y hemos visitado siete países, Grecia al inicio, Djibouti, Omán, Emiratos, Islas Seychelles, Madagascar e Italia al finalizar.
Nuestra principal misión además de las operaciones contra piratería, ha sido la de proteger a los buques del Programa Mundial de alimentos y de la Unión Africana para Somalia.
En el desarrollo de estos cometidos hemos investigado más de 1.300 buques, practicado 72 visitas amistosas a embarcaciones y realizado nueve petróleos en la mar lo que nos ha permitido prolongar los periodos de patrullas".