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Javier Zabaleta, el padre de Aitor, falleció hace unos meses. Durante una entrevista en televisión, con lágrimas en los ojos, repetía que nunca hubo justicia tras el asesinato de su hijo. Ricardo Guerra, el ultra del Atlético de Madrid que le apuñaló, fue condenado a 17 años de cárcel. "Pero, ¿qué pasa con los que acorralaron a Aitor?".
Han pasado casi veinte años de aquel 8 de diciembre de 1998. Aitor Zabaleta viajó a Madrid con su novia y sus amigos para ir al Calderón. Jugaba su Real Sociedad contra el Atlético. A las afueras del estadio, un ultra del equipo rival le apuñaló a sangre fría. Aitor fallecía de madrugada en el hospital.
Uno de los imputados, Ignacio Racionero, por entonces miembro de "Bastión", un grupo de ideología nazi, pasaba algunos días en prisión preventiva, pero finalmente era absuelto. La noche de este miércoles fue detenido por apuñalar a un joven de 22 años, esta vez aficionado de su mismo equipo, el Atleti.
La detención de Racionero ha corrido como una galerna por San Sebastián. Aquel radical involucrado en la muerte de Aitor ha vuelto a ser encarcelado por blandir una navaja y acuchillar a un veinteañero. "¿Cómo es posible que vuelva a hacer algo así tanto tiempo después?".
La noche del asesinato
"Ni hubo ni hay Justicia, el único castigo fue para Aitor", dice Maider, fundadora de la peña Izar, que organizó el viaje a Madrid aquel diciembre del 98. "Esa gente está suelta, sigue con su rutina, les da igual el fútbol. Odian al diferente y van a por él". Igual que la noche de este miércoles en el Wanda; igual que la noche en la que mataron a Aitor.
Todavía se escuchan cánticos en los estadios que celebran la muerte de Zabaleta. Durante el partido de aquella noche, decenas de ultras se mofaban y gestualizaban una puñalada con la vista puesta en la afición de la Real. Allí estuvo Maider, que se le ahoga la voz cuando recuerda: "No sé cómo aguantamos allí. El tiempo pasó, luego nos fuimos... Íbamos en el autobús de vuelta pendientes de la radio. Venían muchos amigos de Aitor. Escuchamos que había muerto".
Aquel asesinato dejó sin aire a periodistas, aficionados, familias... Aitor era un "chavalote sano", "el del asador", "deportista", "siempre con su Real", "tranquilo"... Y lo mataron. No fue una reyerta de ultras. Fue una cacería, que terminó con aquella puñalada a orillas del Paseo de los Melancólicos.
"Después de comer en un centro comercial, aparcamos cerca del estadio, en todo momento escoltados por la Policía. Preguntamos a un agente por un lugar tranquilo en el que tomar algo. Nos señaló ese bar", relata Maider. Cuando entraron -la mayoría mujeres, algún niño, varios ancianos-, alguien les avisó: "Es mejor que os vayáis, aquí se reúnen los ultras".
"Sabía que si me cogían, me mataban"
"Nos fuimos avisando unos a otros, pero cuando salimos... Empezaron a perseguirnos. Corrí, sabía que si me cogían, me mataban. Cada uno se salvó como pudo. Cogieron a Aitor. Nos tiraron al suelo, nos pegaron patadas. Eso estaba organizado", dice prendida del recuerdo.
"Cuando conseguimos entrar al estadio, sabíamos lo de Aitor, pero pensábamos que le estaban dando unos puntos y que luego venía. De repente, vino un periodista de Donosti y nos explicó que era muy grave", afirma Maider. Después vino el viaje de vuelta y la noticia, que sumió aquella peña en el dolor más desgarrador.
El retrato de Aitor
Mila Múgica coincidió con Aitor Zabaleta a principios de los noventa, cuando ella trabajaba en una empresa de restauración que daba servicio al asador Aratz. Sus palabras trazan la escena que tantas veces se repitió tras conocer el asesinato: "¿Aitor? No es posible". Porque Aitor era "risueño", "el que ofrecía café y tortilla recién hecha", el estudiante de Derecho que aparcó la carrera para sacar adelante con sus hermanos el negocio familiar, el jatorra que se lo pasaba pipa en el frontón, en la pista de fútbol sala... El mismo que se calentaba cuando perdía al mus.
El padre de Mila era amigo de Javier Zabaleta: "Trabajaba en una sucursal bancaria de la que nosotros éramos clientes. Puso un restaurante que luego llevaron sus hijos". El asador Aratz, en el barrio El Antiguo, poco tardó en convertirse en referencia. Al principio fue el restaurante de "los Zabaleta". En 1999 pasó a ser el asador de "los Zabaleta", "sí, el de Aitor".
El apuñalamiento del Wanda, presuntamente cometido por Racionero, involucrado en el asesinato de Aitor, ha sido la última cuchillada en la memoria del 8 de diciembre de 1998. También ha echado sal en la herida, la misma que dolía a Javier Zabaleta en aquella entrevista, cuando dijo que nunca hubo Justicia.