El infierno de los jóvenes para alquilar habitación: 15 castings para convencer al resto del piso
Encontrar una vivienda se ha convertido en una odisea para cualquier ciudadano, incluso más si eres joven. Tus gustos, tu apariencia, tu lugar de origen serán sometidos a examen. Siempre por un módico precio que, según los expertos consultados por EL ESPAÑOL, aún subirá más.
7 abril, 2018 01:54Ya no se ven carteles de alquiler por las calles. España ha dejado atrás el negro y naranja que constituía el pistoletazo de salida de una nueva etapa para cualquier ciudadano común. Todo funciona por vía internet y, en un mercado inmobiliario en el que la demanda supera con creces la oferta de vivienda de alquiler, encontrar un techo bajo el que vivir se ha vuelto una pesadilla. Ya no sólo por el precio, sino porque la competencia es tal que es necesario pasar castings para acceder. Como para protagonizar una película. Concretamente, la de tu vida.
El escenario es agresivo para casi cualquier persona, pero se vuelve dantesco para los jóvenes. Ya seas estudiante, debutante en el mercado laboral o simplemente alguien con ganas de ser independiente, vivir en una de las grandes ciudades españolas se convierte en una carrera “con una competencia brutal”. Lo certifica Fernando Encinar, jefe de estudios de Idealista.
Los bajos salarios, la inestabilidad del empleo joven y la reclamada movilidad laboral que ansía un mercado que prefiere a trabajadores formados más allá de su ciudad natal abocan a los jóvenes al alquiler como única opción. Y, en muchos casos, se afronta la búsqueda con una ilusión que acaba destrozada en mil pedazos frente a la realidad. Una caza con miles de miras puestas en el mismo objetivo. Porque en España cada día hay más gente que quiere -o a la que no le queda más remedio- que vivir de alquiler.
"Juegan con la desesperación de la gente"
“Juegan con la desesperación de la gente”. Elisa -nombre ficticio-, una joven sevillana que se mudó a la capital española para hacer un máster en Descubrimiento de Fármacos en la Universidad Complutense de Madrid, es tajante. Ella recuerda su desembarco como uno de los periodos más angustiantes de su vida. “Me tiré todo septiembre buscando. Llegué incluso a pensar que no iba a hacer el máster aquí y me iba a ir a uno de Sevilla, donde era mucho más fácil encontrar habitación”.
Esta chica andaluza considera que vivió “un infierno”. No es la única. Y la mayoría de buscadores acaba aceptando términos que en otras condiciones menos asfixiantes habrían rechazado sin dudar. Como, por ejemplo, someter su vida -personal, profesional y social- al escrutinio del resto de compañeros de piso. Todo por una aceptación. El ‘sí’ más ansiado: te hemos escogido para la habitación.
Después, un resoplido de calma. Hasta que, un par de años más tarde, todo vuelve a empezar.
Tendencia alcista sin fin
Porque el delirio no tiene visos de acabarse. Según datos de Fotocasa, el precio medio del alquiler no deja de crecer desde mediados de 2015. A principios de año se situaba en los 8,15€/metro cuadrado. No se alcanzaban esas cifras desde el año 2010. Y, aunque todos los expertos consultados por EL ESPAÑOL consideran que el precio comienza a tocar techo en las grandes ciudades, el alza es una tendencia nacional. Sin embargo, el economista y director general de Civislend -una plataforma de inversión en activos inmobiliarios-, Manuel Gandarias, considera que será menos extrapolable a municipios con poca competencia turística. Detrás de Barcelona y Madrid, las siguientes ciudades en continuar esta estela, probablemente, sean Valencia y Málaga.
Es el caso de Estefanía, una chica de Ronda (Málaga), que también se mudó a Madrid para continuar con unos estudios de posgrado. “El día que llegué a uno de los castings para un piso en Chamberí me preguntaron de todo, incluso si solía llevarme amigos a casa”. Ella se lo explica porque sus hipotéticas compañeras de piso eran “opositoras y buscaban un ambiente tranquilo”. Ella no fue la elegida: acabaron escogiendo a otra chica que pagaba más.
A Elisa le sucedió algo similar en el mismo distrito madrileño. Ahora lo recuerda entre risas, desde la felicidad de una habitación “buena, bonita y barata” en San Blas tras ver más de 15 viviendas y pasar sus correspondientes castings. Pero lo vivió con una mezcla de impotencia e impresión. “Me hicieron la entrevista del siglo. El propietario nos sentó en modo entrevista del trabajo, aunque él estaba en calcetines en el sofá. Me preguntó por el máster, por qué iba a hacer en Madrid. Que si tenía pareja, si vivía en Madrid o a cuánta distancia estaba él”. También por su tiempo libre: “Me preguntaba cosas del estilo de qué tipo de música escuchas o cuáles son tus hobbies. O también a qué se dedicaban mis padres y cuál es la nómina”.
"De 0 a 10, ¿cómo de alcohólica te consideras?"
A priori podía parecer unas inocuas consultas por parte del casero para asegurarse el tipo de arrendatario que deseaba y la viabilidad de que el acuerdo llegara a su término. Pero fue mucho más allá. “Me hizo preguntas de todo tipo. Quiso saber cuáles eran mis calificaciones, mis notas. De qué universidad vengo. Y todo el rato con la coletilla amenazante ‘será si yo te elijo’. Que si consumía drogas, que si cuáles. Quiso saber cuántos compañeros podría a llegar a tener en un piso. Que en qué grado, de 0 a 10, de alcohólica me consideraba. Que si era fiestera o no”. Incluso le hizo un pequeño test para elegir entre dos opciones que él daba. “Llegó a preguntarme que si tuviera que escoger entre pop y rock, que por qué género musical me decantaba”. Y, al decir que tenía pareja, él también fue sometido al mismo tercer grado.
El casting de Elisa guardaba lo mejor para el final. “Cuando estábamos a punto de terminar, comentó que el piso tenía un cuartito pequeño al lado del salón que el propietario usaba cuando le daba la gana y que, cuando viniera su hermano de Inglaterra, iba a ir al piso. Y esa era la condición. Al final me fui. Me negaba”.
Un propietario puede permitirse poner todas las barreras del mundo y sobrepasar ciertos límites en cuanto a arrendar el inmueble es por el boom que vive el sector. “El alquiler en los últimos 20 años era marginal. Representaba menos del 9% en las grandes ciudades, que es el escenario por donde se mueve el alquiler. En ese momento, más del 90% de los españoles vivían en propiedad. Para el alquiler había poco producto y precios altos”, indica Fernando Encinar. Ese paradigma ya ha cambiado radicalmente. “Tras la crisis y los cambios legislativos de Zapatero y Rajoy, en las grandes ciudades el alquiler representa el 25% del parque de viviendas”.
¿Boom o burbuja?
Para Encimar, la respuesta es bastante taxativa: hay un boom. “Si entendemos boom como mercado que ha crecido en oferta, demanda e interés. Burbuja no, porque es en activos de los que eres dueño, técnicamente. Es cuando hay personas que compran activo solo por el hecho de que creen que van a poder venderlo por encima. No hay burbuja por rentabilidades, que es lo que busca un propietario que pone su vivienda en alquiler, es un oxímoron”.
El experto relata que, en la actualidad, los inversores compran casas a tocateja, sin financiación, para dedicarlas al alquiler. Así, en un hipotético escenario de bajada brutal del precio del alquiler, un hipotético estallido de la burbuja, “no habría exposición bancaria, no habría contagio sistémico. Seguiríamos viviendo igual. El propietario bajaría su rentabilidad, pero sería un problema financiero del propietario. En caso de que se diera ese hipotético en una hipotética burbuja, no tendría impacto sistémico”. “Está afectando a aquellas personas que dicen sentirse expulsados cuando hace cinco años fueron expulsadores. Pudo pagar más y el inquilino que vivía antes se tuvo que ir. En Madrid no se puede hablar de que me expulsan del centro como si me mandaran al abismo”, afirma el responsable de estudios de Idealista.
Pisos sucios, antiguos, sobrerrateados
Berto Ruiz, un gaditano de 25 años, se encontró una situación similar al llegar a la ciudad. Junto a él, buscaban vivienda en Madrid otros dos amigos. “Nos encontramos con la dificultad de encontrar un piso vacío, porque es relativamente más fácil encontrar habitación. Nosotros siempre podíamos decir que nos marchábamos por separado, pero hay familias que no tienen esa opción”, mantiene. “Todos los pisos estaban sobrerrateados. Eran carísimos para lo que ofrecían”. Es una idea con la que coincide Elisa. “Los pisos son carísimos para estar siempre tan sucios, ser tan antiguos y no estar a veces amueblados”. También, la chica advierte: “Ojo, hay muchas, muchas estafas”.
Este gaditano considera que tuvo “relativa suerte”. Al mes de llegar, “la desesperación era tal que llegó un punto en el que llevábamos tres o cuatro días del mes corriente y estábamos en la calle, con las alarmas activadas en el correo de páginas de inmobiliarias, de avisos de alquiler, que si tardabas tres minutos en llamar ya tenían una visita reservada”.
“Llegamos a un piso en el que unas chicas habían quedado en aparecer y dar la fianza. Tardaron media hora en aparecer. Salimos corriendo a ver el piso, se ajustaba a lo que pedíamos relativamente. Y como llevábamos dinero en mano por la desesperación, lo dimos casi sin mirar el piso. Un precio módico para el impasse en el que los jóvenes estamos ahora. No hay alternativa habitacional”.
Un casting de 32 chicas
Elisa vivió una situación similar. “Un día nos citaron a 32 chicas a las 8 de la tarde. Entrábamos de 3 en 3 o de 4 en 4, y nos hacía la entrevista una chica, que había alquilado todo el piso. Ella me seleccionó y me cambió el precio. Primero me subió y después me bajó. Al final me dijo que había preferido coger otra gente que pagaba más. La chica no era la propietaria. Hay chanchullos por todos lados. Ella también me contó que seleccionaba según la ropa, porque pensaba que así congeniaba con los inquilinos. Echó a una chica con rollo hippie”, relata.
En el qué pasará reside el quid de la cuestión. Por eso, al año y medio de vivir en Madrid, cuando Berto encontró un trabajo mejor fuera de Madrid tomó una decisión: seguiría pagando su habitación capitalina, ya que se ahorraba pagar piso en su nueva ciudad al mudarse a una vivienda de su familia. “Como sé que quiero decididamente trabajar en Madrid y como tengo muchos vínculos y una ambición profesional, decido que, dado el precio del piso que pago es relativamente barato en comparación con otros distritos -que ya conocía casos cercanos en los que el casero les subía el alquiler de 100-300 de un mes para otro- y que el alquiler se puede definir como precio módico para un alquiler dentro la M30, que seguiría pagándolo, previa consulta con mis padres. Todo eso teniendo en cuenta que era consciente que lo de módico hay que entrecomillarlo mucho, que en mi futuro a medio largo plazo ningún joven pretende quedarse a compartir piso con amigos el resto de su vida”.
Con un margen de seis meses a un año, Berto sabe que volverá a Madrid. Lo que no tiene tan claro es si podría pagar el precio de una habitación en la capital para entonces.
¿Por qué tan caro?
El fuerte incremento de precios en los arrendamientos tiene varios factores a tener en cuenta. Primero, la imposibilidad de la compra para muchos bolsillos. Segundo, el interés de los inversores por la compra de vivienda para ponerla en alquiler por las altas rentabilidades. También la pérdida de poder adquisitivo. Además, ahora los inmuebles que salen al mercado lo hacen en condiciones radicalmente distintas que en anteriores ocasiones.
Otro factor es que, como reflejan diferentes estudios de Fotocasa, se está produciendo un cambio de mentalidad de los españoles a favor del alquiler: ya solo 2 de cada 10 españoles creen firmemente que arrendar suponga perder dinero y 4 de cada 10 considera que se está produciendo un cambio de tendencia y cada vez se alquilará más y se comprará menos.
Mientras tanto, los castings continuarán. En cualquier circunstancia. Elisa es tajante al respecto: “Hay chantajes por todos lados, sobre todo emocional. Tú le decías que querías la habitación y lo subían 50 euros más. Me ha pasado en mi cara, porque no soy tonta”.