Mariano Rajoy se perdió el baile más agarrado con la fortuna cuando se fue de Santa Pola y aparcó su trabajo como registrador de la propiedad. Allí dejó los paseos en bicicleta, la oficina acristalada a orillas del puerto pesquero, su habitación en el hotel Gran Sol de Alicante y un sueldo que se iba a tornar desorbitado.
Brindó su puesto a un íntimo amigo, Francisco Riquelme. Se conocieron a finales de los setenta, entre los tomos que tuvieron que engullir para sacar adelante la oposición. Rajoy, con 24 años, se convirtió en el registrador más joven del país. Ya en los ochenta, ha contado alguna vez Riquelme, el expresidente del Gobierno le dijo: "Tengo unas ideas que pueden ser buenas para España". Cuando el gallego se fue a ponerlas en práctica, Riquelme se quedó al frente de la oficina de Santa Pola y empezó a hacer caja. La ambición por el poder de Rajoy se impuso a la querencia del bolsillo.
Cada registrador manda sobre un distrito. Es una cuestión geográfica. No tienen competencia. El sueldo depende de la cantidad de papeleo que regale la zona. La burbuja inmobiliaria engordó y engordó, igual que las cuentas de Riquelme. Aquellos años fueron los del baile con la fortuna que Rajoy vio desde el Congreso de los Diputados, con un sueldo considerablemente menor. En los años "buenos" un registrador podía embolsarse hasta un millón de euros cada año.
Francisco Riquelme, ahora pelo canoso, rotario y patrono de la fundación del Real Madrid, sustituyó a su amigo en calidad de "registrador accidental permanente". Una circunstancia que se estiró desde 1990 hasta 2018. Casi tres décadas de "provisionalidad" que, además, combinó con su puesto de registrador "titular" en Elche.
La "gran noche" de Rajoy y Riquelme
El grado de amistad entre los dos tiene título: "Mi gran noche", de Raphael. El pasado febrero, las redes sociales echaban humo con un video que mostraba a Mariano Rajoy bailando el himno hedonista del cantante de Linares. Fue en el banquete de la boda de un hijo de Francisco Riquelme. Aquel día, el registrador sustituto salió a recibir a las puertas de la iglesia al registrador titular.
Mariano Rajoy trabajó en Santa Pola dos años, entre 1987 y 1989. Ahora podría volver al paraíso perdido, donde debería asentarse por lo menos durante doce meses para luego solicitar un cambio de destino. Así lo estipulan las leyes que rigen las aventuras de los registradores de la propiedad.
La otra fortuna de Riquelme
El periplo de Riquelme tiene varios ceros a la derecha. Además de lo ganado como recambio del expresidente, figura como registrador titular de Elche. A esto habría que sumar los beneficios que le reporta una empresa constituida la víspera del éxodo de Rajoy: Inlimur. Dedicada al cultivo de los cítricos, fue fundada en 1990 con 90.000 euros y su capital social ya roza los dos millones. Riquelme, mecenas y millonario de su pueblo, Abanillas (Murcia), posee un terreno de más de 50 hectáreas para el cultivo.
En 2011, según publicó La Verdad, Inlimur fue sancionada por la Confederación Hidrográfica del Segura tras una denuncia de Ecologistas en Acción. Culpó a la empresa de Riquelme del "uso privativo de 45.425 metros cúbicos de agua para el riego de 24,24 hectáreas".
El sueldo de un registrador
Actualmente, el sector cifra el sueldo de un registrador en los 15.000 euros mensuales, muy lejos de los que pudo embolsarse Riquelme durante los años de la burbuja inmobiliaria, aquellos a los que renunció Rajoy para lanzarse de lleno a la gestión pública. El destino le avisó antes con una anécdota. Estando en Santa Pola, el expresidente se perdió una comida con amigos por culpa de un acto político en Madrid. Aquel día, sus colegas compraron lotería. Y tocó. Rajoy no vio ni un euro.
Entre 1982 y 1985, Rajoy sí que pudo cobrar al mismo tiempo como diputado y registrador de la propiedad. Pero una ley aprobada por el PSOE al morir 1984, prohibió este supuesto. El expresidente tardó quince meses en amoldarse a ella, lo que le costó las críticas más feroces de la oposición. Años más tarde, en el 87, decidió desempeñarse en Santa Pola, pero Aznar le tentó para las elecciones del 89, salió elegido diputado y se largó a Madrid. A tenor de las ambiciones de cada uno, salieron ganando los dos, Riquelme y Rajoy.
Aunque los problemas de Rajoy en relación a su particular "excedencia" no terminaron ahí. Oposición y abogados particulares le acusaron de haber pactado un "chanchullo" con Riquelme para seguir cobrando parte de los beneficios del registro a espaldas de la ley. Quedó acreditado que no fue así. Según ha detallado su amigo en varias ocasiones -y también los tribunales-, el rédito de la oficina de Santa Pola se ha repartido en dos mitades durante todos estos años, tal y como marca la ley. Una para el sustituto y otra para el colegio de registradores. Un letrado que acusó a Riquelme de burlar la legalidad tuvo que abonarle cerca de 30.000 euros por atentar contra su derecho al honor.
Ahora Rajoy, si todo transcurre según lo previsto, regresará a Santa Pola. A su bicicleta, el cobro rápido y los paseos por el puerto. Más de una vez le ha animado su amigo Riquelme: "Aquí estarás mucho mejor que en Moncloa". Él lo sabe de buena tinta.