20 años en pelotas: El Fonoll, el pueblo desnudo donde la vida parece un reality show
- Lo primero que tiene que hacer el visitante al llegar a este pueblo de Tarragona es quitarse la ropa. Pero si alguien se sobrepasa, lo expulsan de la comunidad.
- Tienen su propia moneda oficial. Se llama coel, vale un euro y está acuñada con energía solar.
- Aunque van desnudos, el eje vertebrador no es el sexo, como sí que sucede en otros pueblos nudistas como Cap d'Agde
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“Esto es casi como un Gran Hermano, con la diferencia de que aquí los participantes van cambiando constantemente. Y de que vamos todo el rato en pelotas, claro”.
20 años llevan en pelotas en El Fonoll, el primer pueblo naturista de España. Habrán oído hablar de muchas playas nudistas, pero tal vez no de un pueblo naturista de montaña en mitad de la nada. ¿Han paseado alguna vez por el bosque más espeso sin nada de ropa? ¿Han experimentado alguna vez la adrenalina de escuchar animales de todo tipo entre los matorrales mientras van totalmente desnudo? ¿Han notado las hierbas haciendo cosquillas en sus zonas más íntimas?
Ese sitio existe y se llama El Fonoll (Tarragona). Un lugar donde apenas hay luz eléctrica, no hay cobertura telefónica y tampoco enchufes para cargar el móvil. Sólo se comen las verduras que uno planta. Pero la gracia es que aquí la gente trabaja, cenan, bailan y se relacionan en la más absoluta desnudez. Es la obra de Emili Vives (Barcelona 1952), un ingeniero informático y empresario de éxito de Barcelona que lo dejó todo para construir una utopía. Para irse a vivir desnudo en mitad de una montaña. Un sueño que le ha dado más quebraderos de cabeza, enfrentamientos con políticos y agujero en su patrimonio que beneficios. “Pero soy feliz, que es lo que importa”.
De pueblo abandonado a tener moneda propia
Emili Vives compró un pueblo abandonado en 1995. En aquel entonces era una ruina con edificios sin techo. Poco a poco lo ha ido resucitando. Ahora hay casas, apartamentos, un cine, un restaurante, una sala de fiestas, una biblioteca y hasta un ateneo para dar conferencias y centenares de personas desnudas cada semana comiendo paella popular o haciéndose baños de barro. También hay animales para cuidar y huertos suficientes como para abastecer a toda la comunidad de lechugas, calabazas, tomates, calabacines, cebollas… Incluso han acuñado moneda propia: el coel, que tiene el valor simbólico de 1 euro.
En la sociedad fonollense hay una estructura clara: arriba está Emili Vives, el creador. Luego hay tres tipos de habitantes: los primeros son los turistas, que van sólo a pasar el fin de semana, pocos días o unas vacaciones enteras. Los segundos son los voluntarios; tardan más tiempo en irse del pueblo. Reciben vivienda y comida a cambio de trabajo. Cobrando en coels. Y por último hay 15 residentes; personas que están empadronadas y oficialmente residen allí. Entre todos se relacionan única y exclusivamente entre ellos, lo que da lugar a extrañas sinergias personales, más propias de un reality show.
1. El Fonoll, un experimento sociológico
“El Fonoll es un experimento sociológico muy interesante. Es una microsociedad que va cambiando constantemente. Imagínate cuánto ha mutado, en 20 años. Entran y salen personajes casi cada día. La gente establece relaciones enseguida, porque aquí no hay mucho más que hacer. Y la establecen desnudos desde el primer momento, sin decepciones y sin máscaras”, define el fundador.
Esta sociedad tan volátil, particular y cambiante, lleva a que las relaciones entre sus miembros cambien constantemente. Cuando hay una dinámica ya formada, se va uno de los habitantes y entra otro. Un elemento nuevo. Todo varía entonces. Y como dicen en los reality shows, en la casa todo se magnifica.
“Esto no es como Cap d’ Agde. No es un lugar orientado al sexo. Pero sí que es verdad que aquí se han hecho muchas parejas. Gente que luego se ha casado, que ha tenido hijos. Aquí se han oficiado un par de bodas. Varios de mis cinco hijos encontraron aquí a su pareja. Algunos de mis nietos han nacido gracias a este pueblo”, apunta Emili.
Y lo mismo que hay parejas que se forman, hay otras que se destruyen en El Fonoll. Es el caso de Dulce, una venezolana de 31 años que llegó con su marido hace dos semanas. “Somos naturistas hace tiempo. Vinimos a probar, agobiados de la ciudad”. Aquí, Dulce ha encontrado su sitio. “La dinámica en El Fonoll es tan diferente a todo en el resto del mundo, que te lleva a un proceso personal introspectivo. A que pienses mucho más en los problemas que no sueles afrontar en un entorno urbano”. Moraleja: acaba de dejar a su marido. “No lo he dejado por El Fonoll. Pero estar aquí me ha hecho plantearme muchas cosas. Él sigue aquí pero en otra vivienda. Al principio se enfadó mucho. Al final se acabará marchando”, pronostica.
2. Breve historia de El Fonoll
Nombre: El Fonoll
Superficie: 200 hectáreas
Habitantes: 15 censados
Moneda: Coel (un coel equivale a un euro)
Fundador y propietario: Emili Vives
Localización: Interior de la provincia de Tarragona
Ayuntamiento al que pertenece: Passanant
Año de fundación: 1998
Calificación: Pueblo naturista
Patrón del pueblo: Sant Blai (San Blas)
¿Qué es exactamente El Fonoll? Una finca de 200 hectáreas en una montaña del interior de la provincia de Tarragona. Administrativamente pertenece al municipio de Passanant. Cuenta Emili que “aquí hubo vida prehistórica. Lo que pasa es que los burros del Ayuntamiento de Passanant han cargado mucho patrimonio para enterrar unos tubos. Pero aquí, excavando, hemos encontrado piedra trabajada. Lo que demuestra que había gente hace miles de años". Es decir: es casi seguro que aquí vive gente en pelotas desde la prehistoria
La peste negra mató a todos los habitantes de El Fonoll en 1348. Nueve casas tenía el pueblo, nueve casas que quedaron vacías. El Fonoll fue repoblado con gente procedente del Rosellón francés. Ellos fueron los habitantes hasta el siglo XX.
Del casino al falangista destructivo
El pueblo está aislado en mitad de la montaña; alejado de todo. Eso lo convirtió en un punto ideal para desarrollar vicios clandestinos. Por eso montaron un casino ilegal. "Venía gente de Barcelona con muchísimo dinero a jugárselo a las cartas. Les daban una mordida a los de la Guardia Civil para que hicieran la vista gorda y montaban unas timbas tremendas. Un amigo mío que es mayor y que vivió aquí su infancia, recuerda la cantidad de dinero que había encima de las mesas. También las trampas que hacía el dueño de la casa”.
Hasta la Guerra Civil, el pueblo vivía de sus cosechas y del carbón. Llegó la guerra y casi todo fue arrasado. Los vecinos abandonaron el pueblo. En 1967 lo compró un falangista, que lo único que hizo fue desmontar todos los techos y tejados para vender la madera y cortar medio bosque para lo mismo. Cuando destrozó bien El Fonoll, se largó.
Murió el falangista y sus herederos vendieron El Fonoll a 4 cazadores, que lo convirtieron en un coto de caza privado. Uno de ellos, que se acabó quedando con toda la finca, además de cazador tenía industrias. Fabricaba piezas electrónicas. Y por casualidad era proveedor de Emili Vives. Un Emili que ya presentaba signos de agotamiento urbano: “Yo por aquel entonces tenía empresas, me iba muy bien, ganaba buen dinero y me quería comer el mundo. Mis ambiciones eran muy altas. Pero mi cuerpo se empezaba a resentir. Yo sufría de taquicardias y necesitaba irme de la ciudad. El médico me dijo una vez que, o me ponía un marcapasos, o no sobreviviría un año”.
El cazador que vendió un pueblo
“Aquel cazador-proveedor me llamó un día para ver si me interesaba quedarme con el molde de una pieza. Cuando llegué a su despacho, a mí no me interesaba el molde, la pieza ni nada. Sólo me llamó la atención una foto que tenía colgada. Era un pueblo. Le dije “mira qué finca tan bonita”, y él me contestó “te la vendo, que dentro hay un pueblo abandonado”. A mí, eso del pueblo abandonado me golpeó en la cabeza. Esa noche no pude dormir, sólo pensando en comprar un pueblo abandonado y resucitarlo”.
La excitación hizo que Emili comprase la finca al día siguiente “por una cantidad que decidimos guardar en secreto. Yo la pagué sin saber siquiera ni dónde estaba el pueblo. Cuando por fin fui a verlo se me cayó el mundo encima. No me imaginaba que aquello iba a estar tan mal, tan abandonado, tan destrozado”.
Extorsión del alcalde y del cura
Aquello sucedió en 1995. Hasta 1998 no pudo empezar a repararlo. “Yo aquí he gastado muchísimo dinero. Era pagar, pagar y pagar para todo”. Y una vez que tuvo el proyecto hecho y los materiales preparados, llegó lo más complicado: lo de legalizarlo. “En mi familia omos todos naturistas y yo tuve claro que ese era el espacio ideal paa montar un pueblo de esas características. Pero ay... Cuando presenté el proyecto en la Generalitat me recomendaron que quitase en todos lados la palabra naturista si quería que la cosa me fuese bien. Yo no hice caso, y al poco me llegó todo denegado”.
Con el Ayuntamiento de Passanant todavía le fue peor. “Enseguida tuvimos problemas con el alcalde y con el cura”, cuenta Emili. Con el alcalde porque no contestó a la documentación que le fuimos presentando. Yo interpreté silencio administrativo a los tres meses y empecé la obra. Cuando él supo que ya la había empezado, se presentó allí para pedirme una mordida de 5 millones de pesetas. Como no se la di, me mandó a la Guardia Civil y se llevaron prácticamente todo el material que teníamos”.
El cura también fue enemigo del proyecto desde el minuto 1: “Me decía que apoyaba mi idea de resucitar el pueblo... si era para que pudiese venir todo el mundo, no solamente los nudistas. Entra dentro de la normalidad que un cura piense así. Pero es que mientras me decía aquello, aquel tío no dejaba de mirarme el pene”, recuerda. Emili hizo caso omiso de las advertencias del sacerdote. Así, cuando el cura se enteró de que en la obra había un albañil que ya se había jubilado, dio el chivatazo a inspección de trabajo. Ese hombre no pudo trabajar más y la obra se retrasó.
“Al final, aquel alcalde se murió y al cura lo tuvieron que expulsar de la parroquia porque por lo visto tocaba más de la cuenta a los niños adolescentes”, concluye.
Nueva Zelanda, Islandia, Estados Unidos…
El empujón de fama a El Fonoll le llegó antes de tiempo: “Fui a presentar el proyecto a un evento y estaba por allí TV3. Sacaron la noticia de que ya estaba en marcha el primer pueblo naturista. Todavía no teníamos ni un wc y ya teníamos a gente reservando. Se quedaban en tiendas, en caravanas…”
Con mucha paciencia ha ido reconstruyendo el pueblo Emili. Ahora hay una decena de edificios con pequeñas viviendas. Un restaurante con capacidad para un centenar de personas. Un cine subterráneo, una pista de baile y conciertos. Una iglesia del siglo XII que no se usa, pero que está consagrada a Sant Blai (San Blas), patrón del pueblo. Una biblioteca y lo que en breve será un gimnasio. Tan famoso se ha hecho en el circuito naturista, que cada año viene gente de Australia, Islandia o Estados Unidos.
3. El Fonoll, hoy
En la actualidad es un destino turístico emergente, pero no es para todo el mundo. Para empezar, el pueblo está apartado de todo, en medio de la nada. El pueblo más cercano está a media hora en coche. Para acceder no hay carretera, sino pista de piedras en muy mal estado. Hay dos formas para llegar y el GPS de Google marca la más inaccesible. Contra todo pronóstico, es la que yo tomo. Esto provoca que mi viejo coche golpee en varias rocas durante el trayecto. Cuando llego a El Fonoll aparece un hombre desnudo detrás de mí que me advierte de que me he dejado la tapa de los bajos de mi coche por el camino. "Vaya, mi coche ha empezado antes que yo", pienso yo.
Y es que lo primero que tiene que hacer el visitante una vez se ha instalado en una de las habitaciones es precisamente eso: quitarse la tapa de los bajos. También de los altos. “Hay que desnudarse. Es como va la gente aquí. Si vas vestido van a desconfiar. Así que si quieres trabajar ya sabes: ponte el uniforme”, cuenta Emili.
La moneda oficial es el coel (1 coel, 1 euro), que es una moneda de verdad. Para hacerlo más real, Emili acuñó monedas con una prensa que funciona como todo en El Fonoll: con energía solar. En el pueblo también hay un espacio para los animales: caballos, cabras, burros que se escapan y ocas que a veces son atacadas por los zorros que viven en el monte. No en vano El Fonoll está levantado en el centro de un “Refugio de fauna salvaje”.
La sociedad fonollense
La gente que quiere pasar unos días en El Fonoll puede ir como visitante. Hay desde 25 hasta 67 euros en función del inmueble que alquilen. También hay gente que vive en El Fonoll todo el año. Algunos buscan su retiro definitivo y otros un lugar económico donde vivir.
Pero si de verdad quiere sentir la experiencia de El Fonoll, lo ideal es irse como voluntario. “Ahora hay 12 voluntarios que ayudan en el huerto, en la obra para reconstruir más vivienda, en hacer las tareas rutinarias…”. El voluntario se pone a trabajar desde las 9 hasta las 13 horas. Por ello perciben 20 coels, 5 por hora, que vienen a ser 20 euros diarios. De aquí pagan alojamiento y la comida que compran en la pequeña tienda.
Hacerse voluntario es la forma más económica para vivir El Fonoll. ¿Cuál es el perfil del voluntario? Cuenta Emili que “en gran parte son personas que ya vienen ‘centrifugadas’ por la vida. Alguna que ha tenido algún problema personal importante, otro que ha pasado por la cárcel, hay quien ha tenido problemas de adicciones... Es un perfil habitual, pero hay de todo. También viene el artista que se quiere aislar para crear su obra, gente que busca un retiro espiritual...”.
Varios perfiles de voluntarios
Ahora hay 12 voluntarios, con orígenes bien diversos. Como el caso de Nico, de 28 años. Un joven atractivo que fue modelo publicitario y que podría estar ganándose la vida delante de la cámara; de hecho ya hizo sus pinitos. “Pero además de eso trabajaba en la hostelería y en mil sitios más. La vida en Barcelona era trabajar, estudiar, ir siempre a tope y depender del dinero. Al final decidí venirme a intentar vivir sin dinero y de la naturaleza. Cuatro meses llevo ya y no tengo intención de marcharme”.
Tampoco tiene intención de marcharse la venezolana Dulce, al menos de momento. Sí que se irá su marido, con el que acaba de romper. Ella llegó como turista, pero va a quedarse de voluntaria como mínimo hasta octubre. “He notado mucho el cambio en dormir. En Barcelona era imposible. Aquí he encontrado mucha paz. Creo que podría vivir así siempre, sin teléfono móvil y sin luz. No tengo pensado irme en breve”. Dulce, que se gana la vida haciendo documentales y está `resentando su trabajo en festivales, destaca “que esta pequeña sociedad no es tan machista ni heteropatriarcal como la que vivimos a diario”. De todos modos, ella es, ahora mismo, la única mujer en el cuerpo de voluntarios.
Otro voluntario es Pepe, un sevillano de Osuna de 53 años, que residía en Terrassa con su esposa. “Ella se murió, igual que se me murieron mis tres hijos pequeños; con siete meses el que más duró”, recuerda. Cuando falleció su mujer por cáncer de mama, unos amigos le dijeron que había un pueblo de montaña donde todo el mundo iba en cueros: “Eso tengo que verlo yo”; se dijo. Y ahí lleva viéndolo desde febrero.
Todos juntos han estado trabajando en el huerto, ordeñando cabras o haciendo obras. Por la tarde comen todos juntos en casa de Tadeo, un voluntario coruñés que es el que más mano tiene con la cocina. Y después llega el momento de darse un baño en la piscina sin cloro, al lado del huerto y los animales. Hay un camino fácil para llegar, pero a mí me invitan a ir "campo a través, que es como de verdad sientes El Fonoll", me aseguran. Sentir El Fonoll es cruzar desnudo un bosque, tropezarse, notar las hierbas por la piel y clavarse zarzas por el cuerpo. Mientras, los bichitos hacen ruido por la maleza. "Esto es lo auténtico de verdad", cree Nico, aunque también reconoce "que me ha picado una ortiga por el camino".
4 ¿Y el sexo, qué?
Es inevitable preguntarse si El Fonoll es un lugar es un destino sexual. “Mucha gente me llama preguntando si hay zona swinger. Pero no es así. No es un sitio de vicios. No se consumen drogas y ni siquiera se puede fumar en el exterior. Tampoco se fomentan las prácticas sexuales. Que vayamos desnudos no significa sexo. Pero sí que es verdad que hay grupos que alquilan uno de los edificios del pueblo, que es un albergue, y allí montan fiestas swingers y tienen sexo tranquilos".
“En las fiestas que montamos los fines de semana o por las noches se llegan a juntar más de 100 personas juntas, bailando desnudas. Eso también lleva a que, en ocasiones, haya grupos que decidan seguir las fiestas en sus habitaciones. Pero es una cuestión de las relaciones que se establecen aquí, no porque lo fomente yo”, aclara Emili.
También hay quien se equivoca. “En alguna ocasión hemos tenido que expulsar a algún voluntario porque se ha sobrepasado. No ha entendido bien la filosofía de este lugar y ha acabado haciendo algunos comentarios groseros a alguna de las mujeres”: Cuando sucede eso, que no hace mucho que pasó, Emili toma cartas en el asunto. “Si la cosa se complica mucho llamo a los Mossos d’Esquadra para que salgan. Otras veces acabo negociando con la persona, que igual no tienen ni donde caerse muerto, y lo coloco en otro lugar. Por ejemplo, tenemos a uno que fue voluntario en El Fonoll y ahora lo hemos deportado a El Conill, porque robaba y era muy conflictivo”.
El fin de El Fonoll
Emili pudo deportar a ese tipo a El Conill porque es otro pueblo abandonado que también compró para resucitar. De hecho, el nombre de la moneda coel es una especie de acrónimo de "El COnill" y EL Fonoll". Pero El Conill es otro concepto. “Es distinto a esto. No es naturista. Es un pueblo pensado para artesanos y artistas que quieran ir allí a crear”. Pero este no tiene visos de echar a andar en breve: “Yo ya estoy jubilado por el médico. No puedo ponerme a liderar una obra como hice aquí”. Y eso le fastidia, porque Emili siempre llevará el ingeniero dentro. “Siempre me ha encantado crear e inventar. El proyecto de El Conill es ilusionante pero me estoy encontrando tantas trabas administrativas como con El Fonoll”.
De momento sus esfuerzos se centran en el pueblo naturista. La mujer de Emili va cada fin de semana a pasarlo allí con él. En breve se mudará definitivamente. Eñ año que viene cerrará las empresas que le quedan y se irá a vivir al pueblo naturista. Allí donde Emili lleva ya 20 años. Emili ya es El Fonoll: “Ya he cavado mi propia tumba. Cuando me muera quiero que me entierren ahí, ya les he dejado incluso las instrucciones de cómo tienen que hacerlo”. Y El Fonoll es Emili. Todo el mundo asocia el pueblo con la persona que lo fundó y que más ha trabajado por él. Es un proyecto absolutamente personalista, quer lleva su huella en cada detalle. ¿Qué pasará entonces cuando él se muera? Emili lo tiene claro:
“Doncs merda pel que vingui darrera” (“Mierda para el que venga detrás”).