Teófilo Rodríguez (Ciudad Real, Puertollano, 1985) habla con EL ESPAÑOL tumbado en la cama. No tiene otra alternativa. Sólo es capaz de mover los brazos y la cabeza. No puede andar ni darse la vuelta. En su espalda acumula llagas y heridas. Pesa 350 kilos. Está entre los hombres más obesos de España –quizás el que más; no hay registros oficiales–. Y solicita auxilio. “Sólo pido que me traten como a una persona, me tienen en un pasillo. Sólo pretendo que me den una habitación”.

Él no quiere que lo saquen del hospital de Manises (Valencia), donde fue ingresado hace una semana, o que le den el alta –como el centro médico, según el propio afectado, les ha dicho este martes–. Allí lo pueden cuidar; en su casa, no. Su padre tiene alzheimer y su madre no puede estar pendiente de él todo el tiempo. Sus hermanas –ambas menores– intentan cuidarlo, pero no es suficiente. Ellas no tienen los conocimientos ni están capacitadas físicamente para hacerse cargo de él.



“Me quieren dar el alta. He pensado en suicidarme, lo estoy pasando fatal”, confiesa el paciente de 34 años en conversación con EL ESPAÑOL, entre lágrimas. En el último mes, ha sido ingresado en tres ocasiones. En las dos primeras, acabó en su casa; y en la tercera, pretenden hacer lo propio pese a la incapacidad de Teófilo para moverse o llevar una vida normal. “Estamos desesperadas. Nosotras no podemos cuidarlo correctamente en casa. Tardamos dos horas en cambiarlo de posición. No puede ayudarnos nadie. Tenemos que sacar fuerza de donde no las tenemos. Imagínate que le pasa algo. A mí se me muere”, reconoce su hermana Dévora Rodríguez, nueve años menor.

Su drama comenzó a los nueve

Teófilo, hasta los nueve años, fue un niño como otro cualquiera: iba al colegio, no tenía problemas de sobrepeso ni especial cuidado con las comidas. Él jamás se imaginó el drama en el que se iba a convertir su vida. “Entonces le diagnosticaron tiroides y engordaba con cualquier trago de agua”, explica su hermana.

La báscula, imparable, empezó a registrar cifras alarmantes. Subió un kilo. Otro. Y otro más. Así hasta llegar a los 350 que lo han postrado en una cama del pasillo del Hospital de Manises, desesperado y sin que le den solución a sus problemas: “Lo he intentado todo. Sólo la cirugía acabaría con esto”, reconoce.

Teófilo.



Hasta ahora, jamás había estado tan mal. “Tenía dificultades. Me fatigaba y era un poco dependiente, pero ya está”. Estudió hasta la ESO y trabajó en una fábrica de metales y otra de madera, pero tuvo que dejarlo porque se asfixiaba. Aun así, hasta hace dos meses hacía vida ‘normal’. “Yo podía ir al baño y moverme”. De hecho, se marchó a vivir con su pareja hace un año, cuando pesaba 280 kilos. Era relativamente feliz a pesar de que ningún método le había funcionado: “Había hecho dietas, nadaba y paseaba. Me llegaron a poner un balón gástrico, pero me reventó”, cuenta.



Sus grandes problemas comenzaron hace dos meses. Se le hincharon los testículos y después vino todo lo demás. Fue al hospital una primera vez. “Entonces, podía andar un poquito. Estuvo dos horas y media y le dieron en alta”, cuenta su hermana. Sus problemas no se solucionaron. Todo lo contrario, se incrementaron. “A los 15 días tuvieron que venir los bomberos y tirar la pared abajo para sacarlo. Estuvo siete días y lo volvieron a mandar a casa”. Pero su situación no fue a mejor y el martes pasado, volvió a ser ingresado.

Postrado en el pasillo

Teófilo, que llegó hace una semana al Hospital de Manises, está en el pasillo. “No me dan una habitación porque no entra la camilla y me quieren dar el alta. Yo en mi casa no tengo los medios. Mi cama la tengo hecha polvo y mi familia lo tiene complicado para mantenerme”, explica. Él cobra 500 euros y vive en casa de sus padres –una planta baja alquilada–, pero eso no es suficiente. En su estado de salud actual, necesita una persona que le cuide. Sus hermanas, que no trabajan, lo están haciendo hasta ahora. Pero no pueden seguir así de por vida.



“Él está muy mal porque ve que no lo quieren ayudar. Piensa que lo quieren dejar morir, siente vergüenza de sí mismo”, confiesa su hermana Dévora, que pide que se trate a su hermano con dignidad. “Le quieren dar el alta porque dicen que lo que hacen aquí se puede hacer en casa. Yo digo que si no están capacitados para tratar a mi hermano, lo trasladen, pero no me hacen caso”, explica, esperando que surta efecto su denuncia.

Al fin y al cabo, desde el viernes pasado el hospital –que el lunes por la tarde no pudo dar respuesta a este periódico sobre la situación del paciente– ha prorrogado la estancia de Teófilo. En principio, hasta este martes, cuando Teófilo espera que le den una respuesta a sus problemas: "Sólo pido una solución digna". 

Teófilo.

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