El 20 de enero, Jennifer Sofía Hernández fue apuñalada por su marido, Esteban Hernández Déniz, con el que llevaba 10 años de relación. Ella, 11 días antes, había presentado una denuncia contra su agresor en los Juzgados de Icod de los Vinos (Tenerife), pero se archivó por considerarla de “bajo riesgo” –sólo constaban agresiones verbales–. Fue la primera víctima por violencia de género de 2018. Desde entonces, el goteo ha sido continúo. Un mes. Y otro. Y otro. Y otro más. En total, en España han sido asesinadas 47 mujeres este año.
Estadísticamente, el balance, aparentemente, es positivo. Desde 2003, año en que se empezaron a contabilizar las muertes por violencia de género oficialmente, es el mejor dato. ¿Quiere decir esto que algo ha cambiado? “Eso se confirmará en los próximos años. Hay que ver si se trata de una tendencia, si se mantiene el número o si es algo circunstancial. Hasta que no deje de haber víctimas no podemos cantar victoria”, apuntan desde la Fundación Mujeres.
Nadie quiere lanzar las campanas al vuelo con las estadísticas en la mano. Al fin y al cabo, aunque en la última década, desde 2008, el descenso es una realidad (entonces se alcanzó el mayor número de muertes con un total de 76), la cifra ha ido fluctuando sin concretarse un descenso contundente. En 2009, por ejemplo, hubo 56 víctimas; y en 2010, la cifra aumentó hasta llegar a 73. En 2014, se asesinó a 55; y en 2015, a 60. Las subidas y las bajadas han sido una constante durante todo este tiempo.
Este año han sido 47 víctimas mortales. Un dato que es representativo, pero que no es concluyente. “Esas estadísticas reflejan tan solo cuántas han muerto durante este 2018, pero no a cuántas mujeres han intentado asesinar (sus maridos, ex o parejas) ni cuántas han sufrido malos tratos graves”, matiza Blanca Estrella, presidenta de la Asociación Clara Campoamor.
El dato de las muertes es tan solo la punta del iceberg del problema. Antes de la estadística, hay muchas otras cosas: abusos, malos tratos, agresiones… Ahí empieza todo. “El problema es que muchas no lo cuentan”, se lamenta Blanca. De hecho, de entre las 47 víctimas, únicamente 14 habían denunciado a su maltratador (un 29’80%). Es decir, ni la mitad. Y sólo cinco de todas ellas tenían alguna medida de protección vigente en el momento en el que acudieron a la Policía, según datos de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género.
Pero bien, ¿por qué no denuncian? Las causas son varias. “La primera, obviamente, es el miedo al maltratador. Pero, ¿por qué no lo hacen? Porque no confían en la justicia. Ven que acuden buscando auxilio y no les hacen ningún caso”, explica Blanca Estrella. Y pone un ejemplo. “He ido con una víctima por malos tratos al juzgado. Había sido agredida, le habían mandado mensajes amenazándola… Qué más quieren. Sin embargo, se ha considerado que no necesita protección. Ese es el primer problema”, sentencia.
Su razonamiento tiene una base sólida en otra estadística. Las denuncias por violencia de género también han descendido. En 2017, por ejemplo, se pusieron un total de 166.260 (la mayor cifra desde que se empezó a contabilizar en 2009). Y en 2018, el número se ha reducido hasta 125.223. “No se está avanzando ni judicialmente ni políticamente, las unidades de violencia de género no funcionan y no se contempla el historial delictivo completo de los maltratadores… Y luego está el tema de los juzgados. Hay jueces que están cansados de hacer esto. En esos casos, es mejor que estén haciendo otra cosa”, se queja Blanca en conversación con este periódico.
¿Y cómo se soluciona esto? Educación, prevención, atención y, sobre todo, “creyendo a las mujeres”, sentencia Blanca. “Nadie va a la Policía a pasar el rato o el día. No, cuando se acude es por algo y hay que actuar”, incide. “Y luego hay que visibilizar esto. Cuanto más conozcamos el problema, mejor. Se ha visto con el 8M. ¿Cuántas mujeres acudieron allí? La sociedad se está concienciando de que esto es una lacra y eso es un paso adelante”, añaden desde la Fundación Mujeres a EL ESPAÑOL.
¿Entre las intenciones del Gobierno? Que próximamente cambie esa estadística que hoy refleja sus mejores datos. Actualmente, para que el asesinato de una mujer sea considerado violencia de género tiene que haber una relación de parentesco entre el agresor y la víctima. Eso excluye de los datos casos como el de Diana Quer, asesinada por el Chicle, y el reciente de Laura Luelmo, a la que asesinó y agredió sexualmente Bernardo Montoya en El Campillo (Huelva). La idea del Ejecutivo es que todas ellas pasen a engrosar los números. Al fin y al cabo, los móviles del crimen son similares.
En total, 975 mujeres han sido asesinadas por violencia de género en los últimos 15 años. Desde 2006, además, se diferencia entre las mujeres que denunciaron a su agresor (206) y las que nunca acudieron a decir que estaban siendo maltratadas o estaban en peligro (569). Siempre con la misma esperanza: que, por fin, llegue un año en que el contador no eche a andar. Que no haya primera ni última víctima. Que se ponga fin a una estadística que aspira a no ser nombrada. nunca más.
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