Natalia, dos semanas antes de ser asesinada, había cumplido 20 años. Trabajaba en un bar de Algeciras –el de al lado de la autoescuela– y tenía un crío. Era, en esencia, feliz. “Tan sonriente, tan buena gente; tenía un gran corazón”, cuenta Rocío, su vecina, a EL ESPAÑOL. Su vida transcurría tranquila. No era problemática ni conflictiva. Nada parecía –o se podía prever– que fuera mal. Hasta el pasado sábado, cuando José Antonio, un exguardia civil de 50 años jubilado forzosamente, se cruzó en su camino. Le asestó una puñalada. Resultó mortal.
“¡Han matado a alguien!”, comenzó a escucharse, en su barrio, el sábado por la mañana. Se trataba de Natalia. “¡Qué pena! Tenía tantas ganas de vivir”, lamentan sus vecinos en conversación con este periódico. El suceso, su fallecimiento, se produjo por casualidad. Ella y su pareja se encontraban en el interior del pub Memphis, con el local cerrado, fuera de servicio. En el sitio incorrecto a la peor hora. Allí, hablaban, comentaban y se divertían antes de volver a casa. Hasta que llegó José Antonio acompañado de su pareja. “Intentaron entrar al local, pero no les dejamos. Estaban como locos. No sé si habían tomado drogas o algo”, cuenta una de las personas que se encontraba en su interior.
A José Antonio, según cuentan, no le sentó bien y regresó a su casa a por un cuchillo. Fue al coche de la otra pareja y le rajó las ruedas. Entonces, Natalia y su novio fueron a recriminarle su actitud. “¿Qué has hecho?”, le gritaron. “Él empezó a pegarles cuchillazos, ella se metió por medio en la pelea y él la apuñaló”, recuerdan los testigos. “Lo veías y no parecía que ese hombre fuera a cometer un crimen”, añade. Pero ocurrió. Los servicios sanitarios no pudieron hacer nada para salvar la vida de la joven. Intentaron reanimarla y, en parada cardiorrespiratoria, la trasladaron al hospital Punta de Europa. Había perdido mucha sangre y murió. “No se conocían. Tuvo la mala suerte de cruzarse con él por el camino...”.
No era la primera vez que José Antonio se metía en problemas. “A mí no me sorprende que haya hecho algo así. Sabíamos que podía pasar”, cuenta otra de las vecinas a este periódico. “Dicen que tenía problemas con la cocaína. Que incluso vendía. Había tenido alguna rencilla en el barrio y se peleaba bastante con su mujer, o lo que fuera...”, cuenta Rocío.
Realmente, los problemas de José Antonio, según cuentan allegados, comenzaron mucho antes. Había sido Guardia Civil, pero se tuvo que retirar prematuramente en 2005 por pérdida de capacidades psicofísicas. Eso, oficialmente. Extraoficialmente, los vecinos insisten en que "tomaba drogas". Que ese fue el motivo por el cual tuvo que dejar su puesto.
Desde entonces, su vida no había gozado de cierta estabilidad. Estaba separado y tenía dos hijas. “Y su ex mujer tenía que mandar una señora a su casa para que la limpiara antes de entregar a las niñas. ¡Te puedes imaginar cómo la tenía!”, confiesa una conocida del autor del crimen. Por eso, a muchos no les ha sorprendido que estuviera vinculado al suceso. De hecho, cuando la Policía llegó a la escena del crimen, él todavía empuñaba el cuchillo.
Entre gritos de “asesino” y “justicia para Natalia”, José Antonio pasó a disposición judicial. Los vecinos no quieren venganza, pero sí “que se quede en la cárcel de por vida”. De momento, el Juzgado de Instrucción número 4 de Algeciras ha ordenado su ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza por un presunto delito de homicidio.
Mientras, su casa ha sido abandonada. Su pareja, natural de Ceuta, se ha marchado. No quiere saber nada de lo que ocurrió el sábado de madrugada. “Imagínate, vivir con ella, que es cómplice, aquí al lado”, se queja Rocío. “De hecho, han puesto un cartel anunciando que no hay nadie para que los dejemos tranquilos”. Pero no lo harán. En Algeciras han programado manifestaciones para pedir justicia por el crimen de Natalia. “Qué menos podemos hacer”, sentencia Rocío.
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