Julián y Eugenia.

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Reportajes

La primera viuda del amianto de Metro de Madrid pide justicia: “Julián fue envenenado”

EL ESPAÑOL habla con ella antes del primer juicio este lunes por la muerte de un trabajador expuesto a este material tóxico. Piden 400.000 euros de indemnización.  

31 marzo, 2019 01:32

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Eugenia Martín (Madrid, 1962), cada mañana, desde hace año y medio, piensa en su marido, en aquel maldito trabajo, en el sufrimiento de todos esos días y en los que le seguirán. “Teníamos nuestras expectativas, muchos proyectos… Se nos vino todo abajo”, lamenta en conversación con EL ESPAÑOL. Hace referencia a octubre de 2018, al mes en el que falleció Julián Martín, su esposo, de cáncer de pulmón. Fue el primero al que le reconocieron la enfermedad profesional por exposición al amianto (prohibido desde 2003) en Metro; el segundo en morir. De un día para otro, se quedó viuda. A sus 57 años, se le cayó el mundo encima, pero inició su particular pelea. “Él los demandó (en referencia a la empresa que gestiona el suburbano). Ahora, la lucha la continuamos mi hija y yo. Nadie podrá devolvérnoslo, pero queremos justicia”, asevera. 

Este lunes 1 de abril se celebrará el juicio. Será el primero por la exposición al amianto –producto que causa diferentes enfermedades (mesotelioma, cáncer de laringe, de pulmón o de ovario, asbestosis…)–, el que marcará un precedente. Por eso, los sindicatos de Metro han convocado paros de cuatro horas por turno en apoyo a la viuda. Eugenia y su hija le piden a la empresa una indemnización de 400.000 euros por daños y perjuicios. “Nosotros nos hemos sentido maltratados y abandonados. Pero lo de mi marido ha sido peor. Estuvo 40 años y fue envenenado”, denuncia. Ella no entiende por qué la empresa no asume su responsabilidad, por qué no reconocen la negligencia. “Por no hablar del trato. Ni siquiera le mandaron una corona de flores cuando murió”, confiesa, decepcionada. 

Su vida jamás volverá a ser la misma. Perdió a su marido en circunstancias anormales y, desde entonces, guarda un luto que le pesa como una losa. Cada amanecer es un recuerdo; cada mañana, un yunque que levantar. “Es muy triste”, espeta, mientras suspira. El juicio del 1 de abril será el primero de los muchos que prevé (como el de la pensión de viudedad). “¿Me voy a tener que pasar toda la vida en pleitos?”, se pregunta, quejumbrosa. No hay consuelo posible en su particular mal fario. Dada de baja por las consecuencias acarreadas tras la muerte de Julián, su único aliento radica en completar su lucha. “Todo esto lo hago por mi marido. Pero, obviamente, si puedo ayudar a que las cosas cambien y otros compañeros se salven, pues bienvenido sea”, apostilla, esperanzada.  

Eugenia, a la entrada del metro.

Eugenia, a la entrada del metro.

El caso de Julián no es aislado. La comisión de investigación de la Asamblea de Madrid sobre la presencia de amianto en el Metro, en su informe, denunció que la empresa conocía la situación desde hace más de dos décadas y que sabía los riesgos que suponía la exposición de los trabajadores a este material tóxico. Que hubo, también, “incapacidad, negligencia y ocultamiento” en la gestión del problema. Es más, que dejó a los trabajadores “desprotegidos” y hasta llegó a vender trenes a Argentina con este producto cancerígeno en 2002. 

Por eso, Julián no es (ni será), presumiblemente, el único afectado. “Antonio Morán fue el primero que falleció, aunque la enfermedad se la reconocieron después que a mi marido”, explica Eugenia. El problema, sin embargo, no acaba ahí: se ha confirmado la enfermedad por exposición al amianto en otros dos trabajadores (uno de talleres y otro de reparación de escaleras). “Y otros muchos que están por salir… Por no hablar de las familias, que estábamos en contacto con la ropa, con las cosas que sacaban de allí nuestros maridos. Nos han puesto en peligro...”, denuncia, indignada. 

Eugenia y su hija tienen que pasar revisiones

Las consecuencias, a día de hoy, son palpables. Desde que le diagnosticaran la enfermedad a su marido, tanto ella como su hija tienen que pasar revisiones médicas. “Hemos estado expuestas a lo mismo que él. Fíjate, puedes haberlo respirado hoy y que los problemas de salud aparezcan 50 años más tarde”, anticipa. Por eso, la Comunidad de Madrid ha llegado a buscar a jubilados de Metro para que se hagan reconocimientos. “Va a ser difícil de probar en los que ya están muertos. Pero los que están en activo o tienen cáncer… La Seguridad Social tendrá que determinar si lo son por el amianto”, explica. 

Eugenia, antes de entrar en el Metro.

Eugenia, antes de entrar en el Metro. DAVID PALOMO EL ESPAÑOL

Ahora, ella lo tiene claro: sabe cuáles son las consecuencias de la exposición al amianto. Hace años, sin embargo, no “tenía ni idea”. Quién se lo iba a decir a Eugenia cuando conoció a Julián en el pueblo de sus padres, en Casa Tejada (Extremadura), y se casó. Los dos, felizmente enamorados, se asentaron en Móstoles para ganarse la vida. Ella, en la administración, como funcionaria; y él, en Metro. Eran una familia con suerte: gozaban de estabilidad laboral y económica, tuvieron una hija –investigadora a sus 31 años– y prosperaron sin atisbar ningún peligro. 

Julián, en Metro, fue ascendiendo sin que “jamás le informaran ni le dieran mascarillas o trajes apropiados para operar con ese material”. Empezó trabajando en subestaciones eléctricas (“allí ya había amianto”, puntualiza Eugenia). Después, pasó “por línea” (estaciones, taquillas…) y, por último, entró en mantenimiento de trenes en 1987. ¿El problema? “Cuando hacían reparaciones de los trenes, estaban con las piezas y las puertas abiertas. El ambiente estaba contaminado de amianto”. Pero no sólo ellos. También los familiares. “Es como ocurrió en Uralita, en Getafe, donde quedaron, por el mismo motivo, afectados los trabajadores y las familias”. De hecho, en este último caso, el Tribunal Supremo confirmó en enero de 2019 la indeminazación de 260.000 euros a diez familiares de cuatro mujeres fallecidas por amianto, cuyos esposos eran empleados en la fábrica. 

Cáncer de laringe y de pulmón

Eugenia y su marido, durante todo ese tiempo, no fueron conscientes de nada. Pero, en 2010, les llegó el primer aviso. Julián fue al médico y le diagnosticaron cáncer de laringe. “Quedó bien. Nadie pensó que estuviera relacionado ”. Era algo que podía ocurrir. Pero la afección fue a más. En 2017, de nuevo, tuvo que acudir al hospital. Fue derivado a neumología del hospital de Móstoles. “La primera doctora que lo vio, que es magnífica, desde el primer momento, se dio cuenta. ‘¿Ha estado usted en contacto con amianto?’, le preguntó. ‘En principio, no’, le contestó. Porque hace 15 años, trabajaron en el encapsulado de piezas que llevaban amianto”, recuerda. 

Eugenia, viuda de Metro.

Eugenia, viuda de Metro. DAVID PALOMO EL ESPAÑOL

Las sospechas se confirmaron tiempo después: se trataba de una enfermedad por exposición al amianto. Julián demandó a la empresa y falleció en octubre de 2018. Su mujer y su hija, en aquel momento, decidieron seguir su lucha. Este lunes, en el primer juicio que se celebrará por este motivo, pedirán 400.000 euros por daños y perjuicios, pero también auxilio para los que puedan estar afectados. “No tenían trajes homologados por la Unión Europea ni mascarillas”, se queja Eugenia. Todo, a pesar de que, según la comisión de investigación, Metro conocía desde 1991 que en sus instalaciones existía material tóxico y que, en 2003, según documentos internos, todavía había amianto en 115 trenes. 

“Nos hemos sentido abandonados y desprotegidos”, se lamenta Eugenia. El maldito amianto, denuncia, le quitó a su marido. El mundo se le cayó encima. Desde entonces, afectada por la situación y de baja en su trabajo, su vida ha cambiado por completo. Ha quedado impregnada (en todos los sentidos) por el amianto. No piensa otra cosa. “Mi hija me manda noticias. Nos damos cuenta de todo lo que se ha hecho mal”. Por eso sigue luchando. Nadie le podrá devolver a su marido, pero el juicio de este lunes puede sentar un precedente. 

Los trabajadores de Metro, en apoyo a Eugenia, tienen programados paros de cuatro horas. No quieren que les ocurra lo mismo. La empresa ha programado un plan de desamiantado que tiene que finalizar en 2025. ¿Tarde? Quizás, para algunos, lo sea. Eso se empezará a dilucidar a partir de este lunes. Con Eugenia como abanderada de la causa y dos fallecidos (Antonio y su marido) por ese maldito material que jamás tenían que haber inhalado.