Pablo Cano, bombero que se hizo famoso por marcharse de voluntario a ayudar a los refugiados en Lesbos (Grecia), ha muerto a sus 34 años tras ayudar a una innumerable cantidad de personas que huían de la guerra, de la miseria y del terror. Este viernes, tras dos años y medio luchando contra una enfermedad, ha fallecido dejando un hueco imposible de rellenar.
Formaba parte de la ONG G-FireBomberos. Con ella, participó en misiones para detectar pateras y barcos que llegaban cargados de personas a las costas de media Europa y que huían de la guerra. Muchos, procedentes de Siria y de países en conflictos. Por eso, él, aprovechando la coyuntura, siempre voluntarioso, se ofreció para ir a la isla griega para ayudar en lo que fuera posible. Allí, se comportó de manera ejemplar, siendo uno de los más queridos en aquella expedición humanitaria y pro-derechos humanos.
Junto a tres compañeros, a tres amigos, tres voluntarios con un corazón como el suyo, viajó a Lesbos el lunes 29 de febrero de 2016 y regresó el 18 de marzo. Lo hizo junto a Eduardo García, Santiago Serrano y Alfonso Mata (bomberos de los parques de Medina del Campo y de Medina de Rioseco).
"Otra vez la vida tan injusta. No por el hecho de que a sus 34 años tuviese todas las ganas del mundo por vivir, como es normal, sino porque su mayor deseo en esta vida era poder ver crecer y cuidar de su querida hija, que tanto le necesitaba. A veces recordaba al protagonista de la 'La vida es bella', siempre queriendo hacer cosas con ella, con esa actitud de que papá está bien, aunque estuviese pasando un día horrible. Él se desvivía por ella de una manera fuera de lo común, era todo por y para ella. Y ella solo quería estar con él", contaba en Facebook, a raíz de la desgracia, Alfonso, uno de los compañeros bomberos que viajó con él para cumplir con la ayuda humanitaria que se pedía.
Tras una enfermedad “devastadora” –sin que se haya hecho público de qué se trataba–, Pablo ha fallecido y ha dejado a una niña que siempre lo tomará como ejemplo. Se le ha ido demasiado pronto y con honores, como le han reconocido sus compañeros de voluntariado. Pero no sólo en lo profesional ha dejado un hueco irreparable, sino también en lo personal. Su calidad humana le atribuía carisma. “Era luchador y una gran persona”, reconocieron sus allegados en El Norte de Castilla.
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