Erasmo Lazcano llegó a casa de Lisbet Lastre, su exmujer, a las 7:30 horas de la mañana. Llamó a la puerta y entró. Una hora después, los cadáveres de ambos yacían en el suelo de la vivienda. El de él, con un cuchillo en la mano y un fuerte golpe en la cabeza provocado por un objeto contundente; y el de ella, con un martillo –quizás utilizado para defenderse– y con heridas de arma blanca. ¿Qué pasó en esos 60 minutos? Se sabe, por los vecinos, que él voceó. Que ella, a gritos, pidió auxilio. Y que el escándalo, a las 8:30, cesó. A partir de ahí, la Guardia Civil maneja varias hipótesis...
Pero la principal es que se trataría de un caso de violencia de género. El día de antes, en Facebook, Erasmo ya apuntó, con un mensaje en clave desvelado por el propio periódico para el que trabajaba, sus intenciones: “Si tú caes, caigo contigo y nos levantamos juntos. ¿Entiendes? Porque de eso se trata, mi amor, de ayudarte y ayudarme a seguir adelante”. Horas más tarde, se presentó en casa de su exmujer en el núcleo turístico de Costa Esuri de Ayamonte (Huelva), llamó y entró. Ambos, separados desde hace tiempo, discutieron. Se vocearon y se gritaron… Después, llegó el supuesto crimen.
Él fue encontrado con un cuchillo entre las manos y un golpe fuerte en la cabeza provocado por un objeto contundente –probablemente, del martillo con el que ella habría tratado de defenderse–. Y el cadáver de Lisbet fue hallado con varias heridas por arma blanca –probablemente puñaladas de Erasmo–. Los dos, en el patio, muertos, yacían en la casa cuando la Guardia Civil llegó avisada por los vecinos de alrededor, que escucharon los gritos de la mujer y llamaron al servicio de Emergencias. No se pudo, por tanto, hacer nada por salvarles la vida.
“Es una de esas cosas que no te esperas. Son gente que jamás han hecho nada extraño. Estoy descolocado, estas cosas siempre te dejan algo trastocado”, se sorprendía, tras el suceso, Alberto Fernández, alcalde en funciones de la localidad onubense. Y, en efecto, hasta este sábado, la pareja, ya separada, no había tenido, de puertas para fuera, problemas.
Ambos vivían desde hace tiempo en Huelva. Erasmo había sido funcionario castrista y, en un momento dado, cogió un avión y se instaló en Ayamonte (Huelva). Actualmente, colaboraba con un periódico portugués, el Jornal do Algarve, y con un diario de la disidencia cubana en Miami. Además, escribía libros y hacía entrevistas. Se había adaptado a la perfección a España y era muy conocido en los círculos culturales de la zona. Y ella había hecho lo propio como empleada de una floristería en el centro de la ciudad.
No había, por tanto, motivos para sospechar de que algo podía ocurrir. Pero sucedió. Primero llegó la separación. Y, después, todo lo demás. Él seguía sin asumirlo. De hecho, en su Facebook, seguía conservando antes del crimen sus fotos principales con ella. Sin embargo, Lisbet había borrado todas las instantáneas en las que salía con Erasmo.
A día de hoy, sólo compartían un hijo de cuatro años que, la noche del crimen, se encontraba en casa de su abuela. Con ella sigue el pequeño, que se enteró de lo ocurrido el sábado por la mañana, cuando las sirenas de la Policía y de las Ambulancias llegaron a casa de su madre. Cuando se encontraron el cadáver de ambos. El día que su padre mató, presuntamente, a su madre. De confirmarse, Lisbet será la víctima 999 por violencia de género desde que hay estadísticas oficiales.
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