Al llegar a pie hasta la zona horadada de la montaña ya no hay rastro del lugar en el que se hacía aquella paella de domingo que acabó en tragedia. Tampoco se atisba la perforación vertical abierta a contra reloj por la que unos mineros asturianos lograron descender dentro de una jaula a la cota del pozo por el que había caído un niño.
Se llamaba Julen. Todavía no había cumplido los tres años. El chiquillo se resbaló por un orificio de 25 centímetros de diámetro, un palmo, mientras sus padres, José y Victoria, cocinaban un arroz junto a otra pareja y su hija. Fue el domingo 13 de enero de 2019. Su cuerpo quedó atascado entre piedras y tierra a 72 metros de profundidad.
Aquello, ahora, es todo pasado. Durante 13 días, el mundo entero puso sus ojos en un pequeño pueblo de la Axarquía malagueña acostumbrado a que no pase nada extraordinario. Su vecino más ilustre fue el difunto Antonio Molina.
Tras una primera entrega de esta serie sobre el caso de Laura Luelmo y su asesino Bernardo Montoya, este periodista ha vuelto seis meses después a Totalán, donde el rescate imposible se obró, aunque sin suerte: el pequeño ya había muerto cuando los mineros, ayudados con picos y por expertos en detonaciones, abrieron un túnel horizontal que unió ambos pozos. El niño murió en el mismo momento de la caída, dictaminó la autopsia posterior. Durante los primeros días, por parte de las autoridades se confió en que pudiera estar vivo. Luego, aunque sin decirlo, esa posibilidad se esfumó.
Hoy, en la montaña nadie sabría decir con exactitud dónde se situaban ambos pozos. Se encuentran sepultados bajo miles de kilos de tierra y piedra movidas por maquinaria pesada. Aquel domingo de comida entre familias amigas bajo un sol tibio de invierno acabó rompiendo por dentro a una pareja tocada por la fatalidad tras perder a su segundo hijo, y con el dueño de la finca, David Serrano, cerca de sentarse en el banquillo de los acusados por un delito de homicidio imprudente grave.
El fiscal sostiene que David Serrano no advirtió a los padres del niño de que a sólo 17 metros de donde cocinaban había un pozo de 110 metros de profundidad. Pide tres años de cárcel para él. “Esa montaña debería llevar el nombre del niño”, dice Juan, un vecino de Totalán, mientras camina de lado empujando su bicicleta apoyado en el manillar. “No me gusta que la gente de fuera diga que está maldita. En ella descansa el alma de ese crío”.
La muerte del niño abrió una guerra entre dos familias. La madre de Julen, Victoria, contó hace unos días en Telecinco que cuando acude al cementerio a ver la lápida de su hijo, su primo David Serrano o sus familiares la insultan. “Tengo miedo, cada vez que me ve, me insulta”. Poco después era José, el padre del niño, quien confirmaba el temor de su pareja. “He visto cientos de veces venir a mi mujer llorando porque se ha encontrado a algún familiar que le ha insultado. No puedo decir que sea mentira", explicó en Antena 3.
700.000 euros en trabajos
El camino hasta llegar a la finca es un sendero serpenteante que asciende por la cara este de la montaña sobre la que se asienta Totalán. Usted lo vio cientos de veces aquellos días de una agónica cuenta atrás que no sirvió para salvar con vida a Julen. Las televisiones mostraban la subida y bajada continuas de furgones de Guardia Civil, Bomberos, inmensas grúas, máquinas perforadoras… Esas escenas ya sólo están en la retina de cada uno.
Un precinto roto y descolorido de la Benemérita, algún que otro tubo olvidado y la imagen de una montaña abierta por la mitad es lo único que a uno le hacen recordar que aquí, desde el 13 hasta el 26 de enero de este año, se llevó a cabo una hazaña colectiva, una inmensa obra civil “humanitaria” que sirvió para devolver a unos jóvenes padres el cuerpo sin vida de su hijo. El resto, hoy, es un silencio quebrado por las cigarras y por los pajarillos que sobrevuelan esta finca desde la que se divisa la costa malagueña.
Los trabajos del rescate, que se llevaron a cabo en una extensión equivalente a 30 piscinas olímpicas, costaron 700.000 euros, según datos facilitados por la Junta de Andalucía, que se ha hecho cargo de los gastos. Sólo 180.000 de ellos se destinaron a la apertura del túnel vertical por el que descendieron los bomberos, y 260.000 para las grúas, la torre de iluminación, compresores, tuberías, excavadoras…
Más de 300 personas prestaron su ayuda. El pasado 28 de febrero, Día de Andalucía, el Gobierno regional concedió la medalla de la comunidad al equipo de rescate que consiguió sacar del subsuelo a Julen: bomberos, guardias civiles, ingenieros, topógrafos, miembros de Emergencias 112, Protección Civil…
Ahora, la Junta de Andalucía confirma que baraja la expropiación de una veintena de parcelas del Cerro de la Corona que se vieron afectadas por dichos trabajos. Entre ellas, la finca en la que estaba el pozo al que cayó Julen. En el caso de los terrenos de David Serrano, el precio del metro cuadrado escriturado es de un euro. Dicha parcela tiene una extensión de 4.439 metros cuadrados. Serrano la adquirió en octubre del año pasado. Tres meses después, la montaña se tragó a un bebé que empezaba a ser niño.
David Serrano: ¿homicida imprudente?
“David está mortificado por ese niño”, explicó a este periódico el abogado Antonio Flores, letrado de David Serrano. “No se perdona siquiera el haber comprado la finca o haber llevado allí a gente a comer una paella. Pese a ser un hombre duro, de la calle, se reprocha constantemente todo lo que hizo. Ha tenido una vida difícil, con situaciones cuestionables, pero eso no quita que se atormente por lo que le pasó a un chiquillo que casi se había criado con su propia hija desde que nació”.
La titular del Juzgado de Instrucción número 9 de Málaga, que instruye el caso, decidió investigar por un delito de imprudencia grave al propietario de la finca, lo que podría acarrearle una hipotética pena que iría desde los tres meses hasta los cuatro años de prisión, según señala el Código Penal. La Fiscalía, en su escrito de acusación, solicitó tres años de encarcelamiento.
El “cuestionable” pasado de David Serrano, como reconoce su propio abogado, no fue sencillo. David siempre ha vivido en el filo de la navaja. En su expediente policial constan hasta seis detenciones por distintos motivos: desde malos tratos hasta tráfico de drogas o lesiones. Sin embargo, nunca ha sido condenado a cárcel. Mientras se trataba de sacar con vida a Julen se dijo que el pozo era un almacén de drogas. Aquello le molestó mucho. Todo era un simple bulo.
David Serrano Alcaide nació el 11 de diciembre de 1983 en Málaga. Tiene 35 años. En los últimos 12 se le ha detenido en seis ocasiones. La primera fue en 2006. Tenía 23 años. Varios agentes de la Policía Nacional lo arrestaron por estar involucrado en un caso de malos tratos. Ese mismo año se le volvió a detener por quebrantar las medidas cautelares que se le impusieron tras aquel primer arresto.
En 2011, el dueño de la finca de Totalán en la que Julen perdió la vida fue acusado de robo con violencia. En 2014, por tráfico de drogas. Dos años después, por amenazas. Ya en 2018 se le volvió a arrestar por la presunta comisión de un delito de lesiones, tal y como confirman las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL.
El abogado Antonio Flores explica que sobre su cliente no pesa ninguna condena, según el registro central de penados del Ministerio de Justicia. Cuando compareció ante la juez instructora sostuvo que advirtió a los padres de Julen, José y Victoria, de la existencia de un pozo cerca de donde ellos se encontraban.
David Serrano mantuvo que tapó el agujero de 25 centímetros de diámetro con dos bloques de hormigón, que ese domingo 13 de enero avisó a sus invitados en la finca de Totalán del peligro pero, sobre todo, que nunca pensó que una persona pudiera caer por un agujero de esas dimensiones. “No hay culpa. Y si la hubiese, no sería de mi cliente", explicó su abogado ante la puerta de los juzgados de Málaga.
El letrado insiste en la necesidad de un careo entre su cliente y José Roselló, el padre de Julen. Entiende que existen divergencias entre lo que el padre del niño declaró ante la Guardia Civil y lo dicho en sede judicial. El abogado también quiere que se amplíe el período de instrucción. Por el momento, la abogada de los padres del niño fallecido, Antonia Barba, no ha presentado su escrito de acusación.
El pocero
David Serrano adquirió la finca de Totalán el 23 de octubre de 2018. A mediados de diciembre, David llamó por teléfono al dueño de una empresa de perforaciones con sede en Benamocarra (Málaga). Se llamaba Antonio Sánchez. El hombre al que recurre lleva media vida haciendo pozos en la comarca de la Axarquía malagueña, una zona abrupta y seca.
David conoce a Antonio porque en el pasado el pocero ha buscado agua bajo la tierra en terrenos rústicos propiedad de otros familiares del dueño de la finca de Totalán. Durante varios días de diciembre, Antonio Sánchez trabaja en los terrenos de David. Hace dos orificios. Uno de 150 metros y otro de 111. La obra careció de los permisos de la Junta de Andalucía.
El pocero siempre ha mantenido que selló los pozos y que las obras posteriores que se hicieron en la finca provocaron que ambas perforaciones quedasen al descubierto. No ha sido imputado. Se enfrenta a una multa de la Junta de Andalucía por practicar dos perforaciones sin los permisos correspondientes.
Juntos desde niños
82 días después de comprar la finca, el domingo 13 de enero, David, su pareja, Adriana, y la hija de ambos, de dos años, pasaban la mañana en sus tierras junto a unos amigos íntimos: José Roselló, su mujer, Victoria Jiménez, Julen, que tiene dos años y medio.
Victoria y David son primos. Las dos familias, íntimas desde hace años, van a pasar juntas un día de campo. Almorzarán una paella que van a hacer a leña a 17 metros del pozo de menor profundidad. A las 13.57 horas, una senderista que camina por la zona escucha gritos, se acerca a ver qué ocurre y, al instante, alerta a Emergencias 112. “Un niño se ha caído a un pozo”.
El Palo es un populoso barrio de pescadores situado al este de Málaga. Está pegado a la playa. Se trata de una barriada de gente humilde y castigada por el paro. Aquí se conocieron los padres de Julen, en estas calles donde se entremezclan los altos edificios con las casas bajas de una sola planta. Jose y Victoria jamás olvidarán la fecha. El 11 de septiembre de 2001, el día del atentado contra las Torres Gemelas.
Por aquel tiempo eran dos niños de 11 años que jugaban a ser poco más que amigos. Vivían a menos de 150 metros el uno del otro. Ahora, con 29, llevan media vida como pareja. El primer mazazo les llegó el 23 de abril de 2017. El hijo mayor de la pareja, Óliver, falleció de muerte súbita mientras paseaba por la playa. Tenía tres años. Julen ya había nacido.
El segundo revés recibido por los padres del niño llegó el domingo 13 de enero de 2019. José y Vicky proceden de familias humildes. Ella es hija de Remedios, una costurera, y de Manuel, pescador. Tiene dos hermanos. Victoria es la mediana. Su pareja es hijo de María del Carmen, ama de casa, y de Miguel, escayolista. Es el mayor de tres hermanos. Siempre han mantenido que la muerte de su hijo fue un accidente, "pero que si alguien hizo mal las cosas, que lo pague".
El pueblo
Hoy el pueblo es otro al que este periodista se encontró hace seis meses. La segunda planta del único bar abierto del pueblo por aquel entonces, el Arriba y Abajo, sirvió de redacción para reporteros de radio, televisión y periódicos de medio mundo durante aquellos 13 días.
Ahora su dueño ya ni siquiera se acuerda de este periodista cuando se planta en la barra y le pide un café. Uno de los parroquianos del local dice: "Aquello dolió mucho aquí. Lo vivimos como un mal sueño. Aún estamos asimilando todo lo que se vivió aquellos días".
Cuando los trabajos de rescate llegaron a su ecuador, los padres de Julen y las personas más cercanas a ellos se cobijaron en una casa en mitad de Totalán. Sus dueños habían entregado las llaves del chalet al alcalde del pueblo al día siquiente de que Julen cayera al pozo. José y Victoria bajaron de la montaña para, desde aquella vivienda, seguir el avance del operativo. Desde entonces nunca han sabido qué familia les cedió aquella vivienda.
EL ESPAÑOL ha dado con el matrimonio que puso su casa a disposición de los padres del niño. Viven en La Cala del Moral, una pedanía del municipio de El Rincón de la Victoria. Tienen un chalet en Totalán, a sólo seis kilómetros de su residencia. Se lllaman Rafael Bonilla, taxista jubilado, y Ángela Alcaide, ama de casa.
La señora, desde el quicio de la puerta de su casa, atiende con amabilidad al periodista. "No queremos protagonismo alguno. Nos salió del corazón actuar así. Ni siquiera fuimos a Totalán durante el rescate. No queríamos molestar. Fue la Guardia Civil la que nos llamó para recoger las llaves cuando todo acabó".
- Señora, ¿lo volverían a hacer su marido y usted?
- Por supuesto. De alguna forma, ese niño era el hijo de todos y yo sólo quise ayudar en lo que pude a sus padres.
A Julen le encantaba jugar con su triciclo y a fútbol con su padre. José le contó un día a este periodista que trataba de inculcarle a su hijo su pasión por la pelota. Un domingo de invierno los separó para siempre antes de comer junto a Victoria, la madre, una paella.