Francisco Javier Becerra, autor confesó de Leslei Pearson, ocultó durante mucho tiempo que él fuera el asesino de la mujer británica. De hecho, tras la desaparición de ‘Lele’ –como la llamaban cariñosamente familiares y amigos–, el jardinero, al ser preguntando por los arañazos que tenía en la espalda, contestó con evasivas, aludiendo que le había arañado un perro al que había tenido que enterrar. Sin embargo, no fue así.
El jardinero que trabajaba para ‘Lele’ mintió. En primer lugar, al hablar sobre el origen de los arañazos: estos no eran de un perro, sino de Leslie, que trató de resistirse en una disputa antes de morir. Y en segundo lugar, porque la británica estaba enterrada donde, en teoría, debía haber estado el can. Estas dos evidencias dieron al traste con cualquier versión de Francisco Javier, que ha sido detenido esta misma semana y confesó ser el autor del asesinato.
No obstante, el jardinero no dijo nada hasta su detención. El cadáver fue encontrado a pocos metros de ‘Casa Lele’, el chalé de la británica, en un hoyo, profundo, tapado con unas tablas y con cal viva. La Guardia Civil dio con él cuando buscaba los restos del perro que supuestamente había arañado a Francisco Javier.
El cuerpo fue encontrado con claros signos de violencia, presentando moratones en el cuello y un fuerte golpe con hundimiento craneal, según desvela El diario de Cádiz. Se cree que el jardinero, un hombre corpulento de 44 años, la habría matado dándole con una piedra o incluso con una pala. No obstante, eso se dilucidará cuando se sepa el resultado de la autopsia.
La infancia complicada de Javi
Lo que está claro es que Francisco Javier es el asesino. Él, callado, raro, había desarrollado una personalidad hermética y siempre bajo sospecha. ¿Los motivos? Una vida dura. Su madre lo abandonó junto a sus dos hermanos cuando tenían pocos años y su padre falleció en un accidente mortal de moto ocurrido en el término de San José del Valle.
Después, encontró trabajo en el chalé de 500 metros cuadrados que Leslie había comprado junto a su marido en la localidad. Lo llamó “Casa Lele” y allí vivió feliz durante años. Daba clases de yoga, hacía masajes y se divertía. Hasta que tres años atrás enviudó y todo cambió. Su marido perdió la vida en un accidente de tráfico. Entonces, al no poder soportar la soledad, se trasladó a otra finca en Estepona, donde conocía a más británicos y podía estar más a gusto y acompañada.
Leslie, aún así, de vez en cuando, iba a su casa, que seguía siendo cuidada por el jardinero Francisco Javier. Eso sí, de un tiempo a esta parte, tenía deudas con él y le había instado a vender algunos de sus muebles. ¿El problema? Empezó a vender más de la cuenta y por ahí pudo venir una discusión que se convirtió en mortal.