Rafael Velázquez, de 56 años, acababa de firmar la prejubilación en la sucursal bancaria donde trabajaba desde hace años. Se despidió de sus compañeros y se marchó para no volver. Pero nadie, entonces, sabía lo que guardaba en su cabeza. Tenía pensado matar a su mujer. Y lo hizo. Este miércoles, a primera hora, cogió una escopeta de caza, asesinó de un disparo a María Josefa Santos, su esposa, de 55 años; y le pegó otro tiro a su hijo, de 29 años, que se encuentra grave en el hospital. Después, él se quitó la vida.
Su hija, de 34 años, había salido a hacer un recado y regresó a su casa. Se encontró un panorama desolador: su madre y su padre, muertos en dos habitaciones; y su hermano, tumbado en el suelo, herido por un disparo de bala y sin poder hacer nada. Inmediatamente, llamó a los servicios de Emergencias y estos trasladaron a su hermano al Hospital Universitario de Burgos (HUBO) al filo del mediodía, a las 13:45 horas. “¿Qué ha pasado?”, se preguntaban unos y otros en Villagonzalo-Pedernales, ciudad dormitorio de Burgos.
Realmente, a primera hora, nadie lo sabía. La pareja no tenía problemas ni a ojos de los vecinos ni de la administración –no había registrada ninguna denuncia por violencia de género–. De hecho, eran muy queridos en el municipio. María Josefa Santos –Pepi para los amigos– llevaba mucho tiempo trabajando en el comedor del colegio de Villagonzalo-Pedernales. “Ambos vinieron hace 22 o 23 años. Ella empezó a trabajar ahí y se había ganado el cariño de todos”, explica Mariluz, dueña del bar Belén, en conversación con EL ESPAÑOL.
“Era una familia ejemplar”, prosigue la alcaldesa de la localidad, Purificación Ortega, que ha decretado tres días de luto oficial por la víctima número nueve de la violencia de género. “Todos los chavales de 18 años la conocían. Se han quedado de piedra cuando se han enterado. Era encantadora. Muy buena compañera. A veces, nos tomábamos un café a las 10 de la mañana. Es una pena”, explica Manoli, vecina del pueblo, a EL ESPAÑOL.
Pero no sólo ella. Rafael, su marido, nunca había tenido problemas con nadie. Desde hace años, trabajaba en una sucursal bancaria en Burgos. Iba y venía todos los días. Y, en sus ratos libres, cazaba. Era uno de sus gustos. Por eso, tenía licencia y todas las armas en regla en su casa. “A él se le veía menos. Yo me lo encontraba de vez en cuando tirando la basura, pero no mucho más. Realmente, a la que más conocíamos en el pueblo era a ella y a sus hijos”, apostilla Mariluz.
Sus hijos, Rafael y Raquel, se habían criado en el pueblo –sus padres, en cambio, habían llegado ya de mayores–. “Se juntaban con todo el mundo; son muy buena gente”, cuentan los vecinos. En definitiva, eran una familia normal, integrada y con muchos conocidos. Pero, al parecer, todo era apariencia. Los problemas salían a relucir dentro de la vivienda.
Raquel llamó a la Guardia Civil
Sólo así se explica lo ocurrido en la mañana del miércoles. La Guardia Civil, tras recibir la llamada de Raquel, se presentó en la vivienda para ver qué había ocurrido. A Rafael lo encontraron con una escopeta entre las manos y con todo en regla (desde la licencia de caza al permiso de armas). Eso hizo que se ralentizara la confirmación de que se trataba de un caso de violencia de género.
En principio, se barajaron todas las hipótesis: inclusive que el matrimonio se hubiera suicidado. Sin embargo, según fueron pasando las horas –y tras hacer una reconstrucción de los hechos sobre la escena del crimen–, confirmaron que se trataba de un caso de violencia de género. Él cumplió con lo que, desgraciadamente, últimamente se está convirtiendo en rutina: la mató y después se quitó la vida.
Así, Pepi, como la conocían todos, se convierte en la víctima 37 de violencia de género en lo que va de curso y la novena de este julio negro. Este mes, no sólo esos nueve asesinatos se han sumado a las listas oficiales de crímenes machistas, sino que se han confirmado otros dos, el de Vianca (fallecida hace un año) y el de Manoli, en Cádiz. A esto hay que sumar un parricidio en Beniel (Murcia), de un padre que mató a su hijo para hacer daño a su madre. Una lacra que no cesa, pero que vuelve, irremediablemente, al debate político. No es para menos.
Pepi es la trigesimoséptima mujer asesinada este año por su pareja o expareja. En España, en 2019, también han sido asesinadas Marichu, de 52 años; Eva, de 47; Riet, 54; María del Carmen, de 45 años; Elena, de 54 años; Mónica Borrás; Monika Asenova, de 29 años; Piedad, de 51 años; Juana Ureña, de 47 años; Irene López; Nelea, de 22 años; María Soledad Bobet; Gloria Tornay Naranjo, de 58 años; María José Aboy Guimarey, 43 años; Estrella Domínguez, 63 años; Sheila Chazarro Moyano, 29 años;Daría Oliva Luna, 20 años; Rosa María Concepción Hernández, 60 años; Rosa Romero Rueda, 69 años;Rebeca Santamalia, de 47 años; Romina Celeste, de 28 años; Leonor Múñoz González, de 47 años; Rebeca Alexandra Cadete,de 26 años, Manuela B.B., de 61 años y Maisu, de 47.. La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 47 mujeres asesinadas en 2018 y 53 mujeres en 2017.