El pensador francés Albert Camus rescataba, en su ensayo El mito de Sísifo, la historia de un escritor que se había suicidado con el objetivo de convertirse en leyenda y revalorizar su obra. Al final, su literatura era tan mediocre que, a pesar de su esfuerzo, nadie le hizo ni caso. Y es que, cuando no se es, no se es. Algo así han debido experimentar este sábado el matrimonio de Iván Espinosa de los Monteros, portavoz de Vox en el Congreso, y Rocío Monasterio, la presidenta de la formación en Madrid. Intentaron ser, pero no fueron.
Ambos aparecieron por sorpresa en Asiegu, una pequeña localidad asturiana ubicada en el concejo de Cabrales, que ha recibido, de la mano de los reyes de España y la princesa Leonor, el Premio al Pueblo Ejemplar 2019, que se entrega en el marco de los Princesa de Asturias. Llegaban con una de sus hijas, que seguramente quería ver a Leonor, y un fotógrafo de Vox dispuesto a inmortalizarlo todo. Pero, poca cosa. Sí que consiguieron la foto con el rey saludándolos pero no coparon el protagonismo que esperaban y acabaron en el bar del pueblo, el único que hay, viendo todo ello por la televisión. Incluso, se llegaron a marchar antes de que Felipe VI diera su esperado discurso y Leonor pronunciara su segundo discurso después del estreno en el Teatro Campoamor de Oviedo el viernes.
Asiegu amanecía este sábado con una lluvia que ha entorpecido el acto hasta límites insospechados. “Qué pena, con las vistas que tenemos aquí…”, lamentaba una vecina desde su balcón antes de la llegada de los monarcas. De esas vistas de los Picos de Europa apenas quedaba nada, sólo una densa niebla, como si el cuadro se hubiera emborronado. Luego, cuando han llegado los monarcas, una marabunta de paraguas armaba el lío, con sus señoras a punto de sacarle los ojos a algunos y era imposible ver nada. Sólo la música sonando por aquí o por allí daba pistas de por dónde se encontraba la Familia Real.
El matrimonio de Monasterio y Espinosa llegaba a la quesería tradicional donde iba a arrancar la visita poco antes de las 11.00 de la mañana, previos a la llegada de sus majestades. Él lo hacía con un enorme paraguas con la bandera de España y ella con un sombrero que no se sabe bien qué buscaba tapar. Ahí estaba su nexo, el diputado autonómico de Vox en el principado, José María Figaredo, y se colocaron junto a él, donde las autoridades. Ahí, a su lado, estaban varias caras conocidas: el presidente de Asturias, Adrián Barbón; la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra; el vicepresidente cuarto del Congreso, Ignacio Prendes, de Ciudadanos; y la ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo.
Entre los plebeyos
En cuanto el matrimonio llegó, un trabajador de la seguridad de Casa Real advertía a otro. “¿Has visto quién ha llegado, no?”, le decía, y se apartaba para hablar en voz baja. Comenzaba ahí la cuenta atrás. Monasterio y Espinosa no estaban invitados como tal, no podían estar con las autoridades, ni tener un puesto privilegiado para saludar a la Familia Real. En unos minutos, cuando la seguridad se puso a organizar a los presentes: "Redactores, ahí”, “medios gráficos, allá”, “ustedes, por allí”.. Y los de Vox, fuera. Curiosamente, el que sí que se pudo quedar fue Figaredo. Él sí tenía sentido.
Antes de tener que irse de la zona privilegiada y situarse entre el resto del público, el matrimonio atendió a EL ESPAÑOL, aunque de forma escueta y con pocas ganas. “Estamos aquí porque hemos venido a apoyar al pueblo ejemplar asturiano y a apoyar, por supuesto, cualquier iniciativa que parta de Casa Real y de su majestad”, explicaba Espinosa de los Monteros.
- ¿E intentarán saludar al rey?
- Si es posible, estaremos encantados de hacerlo. Y, si no, seremos como uno más -al final, fue lo segundo.
Realmente, el matrimonio no tiene ningún tipo de vínculo aparente con Asturias más allá de que suelen veranear en la zona de Ribadesella. Ni siquiera fue a la gala de los Premios Princesa de Asturias que se celebró el viernes y que sí que contó con la presencia del líder de Vox, Santiago Abascal. Ellos, en cambio, pasaron la tarde del viernes en un acto de Valladolid.
Su plato fuerte con sus majestades tendría que llegar el sábado. Se hacía evidente que no se trataba de un simple momento familiar que pillaba de paso. Si no, no les habría acompañado un fotógrafo exclusivamente dedicado a ellos, que tiraba cuando Rocío Monasterio jugaba a las palmas con su hija y cuando la familia saludaba a los reyes, pero porque se acercaron al público. “Si no, seremos como uno más”. Pues eso.
Se pierden el discurso de Felipe VI
Después de la primera parada de la Familia Real en la quesería donde se elabora el famoso producto de Cabrales, todo se volvía frenético. La prensa tenía que avanzar calle abajo, por delante de los monarcas, hasta el próximo punto acordado, y el público que caminaba detrás de los Reyes lo hacía escoltado por agentes de la Guardia Civil cuyo trabajo era garantizar que nadie se acercara demasiado. Ahí, entre la lluvia y detrás del cordón policial, se divisaba el paraguas con la bandera de España que portaba Espinosa de los Monteros. Esperando sin más.
En cuanto el camino se despejó, parece que lo vieron claro. Al bar Casa Niembro, el único de la localidad, lleno hasta la bandera y escenario de una ‘performance’ con tintes posmodernistas: si uno se situaba en la calle, justo a la entrada, podía ver a los Reyes pasar en persona al lado del establecimiento y a la gente dentro viéndolo en televisión, sin asomarse a ver lo tangible, prefiriendo la realidad retransmitida. Eso debe ser muy español.
Y eso es lo que hicieron Iván Espinosa de los Monteros y Rocío Monasterio. Pincho de tortilla mediante, el matrimonio pasó ahí el resto de horas que duró la visita. Hablaban con unos, se echaban fotos con otros que se las pedían, y poco más. Cada uno en una esquina, el diputado autonómico de Vox pivotaba entre ambos lares, yendo a saludar a Espinosa y volviendo con el resto de autoridades que acompañaban en delegación a la Familia Real.
Al final, Rocío Monasterio se sentaba con el fotógrafo de Vox y echaba un ojo a las imágenes, mientras otro fotógrafo de una revista maldecía a su lado porque su cámara se había mojado y estropeado. Ahí, cada uno con su tema. Pasadas las 13.00 horas, el fotógrafo de Vox le mandaba algunas imágenes a Rocío Monasterio. Ella, las aprovechó y subió un tuit. “Muchas gracias a SS.MM. los Reyes de España, a SS.AA.RR. la Princesa de Asturias y la Infanta Doña Sofía por visitar hoy Asiegu”, reza el texto de la red social, coronado con un par de banderas de España. Eso, que no falte.
Cumplida la promoción, a casa. Sobre las 13.45, el matrimonio y su hija abandonaron el bar y bajaron por entre las callejuelas de Asiegu, especialmente peligrosas por la lluvia. Mientras ellos abandonaban el lugar, el resto de la gente se colocaba en la plaza del pueblo. El rey iba a hablar y también lo iba a hacer Leonor, que pronunciaría su segundo discurso de los muchos que vendrán. Un día histórico para ella.
Sin embargo, esto le era ajeno a Monasterio y Espinosa. Cuando el rey arrancaba a hablar, con los vecinos, las televisiones, las radios y todos pendientes de él, ellos bajaban a pie los tres kilómetros de carretera hasta llegar a Carreña, el pueblo más cercano y donde los ‘plebeyos’ tenían que dejar el coche para no atascar Asiegu. Tampoco se quedaron al cóctel que se ofreció para los asistentes distinguidos y algunos vecinos del pueblo. Cuando no se es invitado, no se es.