No estaba, en principio, y tampoco se le esperaba. Pero apareció. Asumida ya la imagen histórica del féretro de Francisco Franco saliendo del Valle de los Caídos, uno de los momentos más curiosos que ha dejado la exhumación de este jueves ha sido la aparición de Antonio Tejero en el cementerio de Mingorrubio en El Pardo, Madrid. Ahí es donde tenía lugar la posterior inhumación y, aquel que intentó devolver España al Régimen, no quería perdérselo. Pero no estaba solo. Por ese lugar andaba también su hijo cura, Ramón Tejero, que ofició la misa en honor al dictador. Ya se sabe, de tal palo…
La llegada de Tejero padre, que fue condenado por su intentona golpista del 23 de febrero de 1981, se produjo pasadas las 12.00 horas de la mañana, cuando en la basílica del Valle de los Caídos todavía se estaban llevando a cabo las labores de exhumación. Ha sido una sorpresa, desde luego, pero ahí ha recibido el afecto de su cohorte nostálgica. “¡Tejero!, ¡Tejero!, ¡Tejero!”, coreaban algunos de los asistentes, entre banderas con el águila de San Juan y saludos fascistas a la par. “¡Viva Tejero y viva Franco!”, han gritado otros.
Un rato antes ya había llegado su hijo, el cura Ramón. La familia de los Franco, a través del abogado Luis Felipe Utrera Molina, había pedido al Gobierno que fuera el hijo de Tejero quien oficiara la misa por el dictador cuando el féretro llegara a Mingorrubio, algo que ha sucedido en la más absoluta intimidad. Pero la de este jueves no era la primera vez que Ramón aparecía en los medios: él es sacerdote en Totalán, Málaga, la pequeña localidad que tuvo el pasado mes de enero a todo el país pendiente de ella cuando el pequeño Julen cayó en el pozo.
El Tejero jubilado
A pesar de que su hijo ya estaba ahí, la llegada de Tejero padre fue turbulenta porque no se esperaba. La tensión, reconvertida en exaltación, ha sido intensa. La gente se ha acercado a hablarle, a tocarle, como si fuera un ídolo, a agarrarle la mejilla. Era una especie de agradecimiento por todo. Se le ve poco y a aquellos que siguen su ideología, suficientemente como para estar ahí un día laboral por la mañana para despedir a Franco, quisieron aprovechar.
Visiblemente mayor, tiene 87 años, y algo desubicado, el ex teniente coronel ha intentado atravesar la marabunta como buenamente ha podido hasta que se ha cruzado con el cordón policial. Sin embargo, los agentes han mediado para que pudiera echarse a un lado y apartarse de tanta gente, a un descampado.
La vida actual del ex teniente coronel es como la de cualquier otro jubilado. Vive de la pensión que le queda, la que también ingresa su mujer. Pasa los días apartado y encerrado entre su familia y desarrolla su pasión por la pintura, algo que aprendió en la cárcel y cuyas obras ahora están muy cotizadas entre algunos de sus seguidores.
El Tejero de Julen
Pero a pesar de su tinte marcadamente franquista, el Tejero hijo, Ramón, ya apareció para algo donde no cabía la política. Fue durante los 13 días en los que se movió la tierra para intentar sacar al pequeño Julen del pozo en el que había caído en Totalán.
Desde su iglesia de Santa Ana en la localidad malagueña, Ramón fue de gran ayuda durante aquellos días. Justo tras enterarse del suceso, descolgó el teléfono, llamó a Emergencias y les trasladó que si necesitaban algo, su iglesia en Totalán y en La Cala del Moral -donde también oficiaba- estaban listas y dispuestas.
Y así fue, desde su salón parroquial se preparaba comida para los cientos de rescatadores que participaban en las labores de aquellos días. Los mineros, los bomberos, la Guardia Civil… muchos de los profesionales que se dejaron la piel ahí comieron de lo que el hijo de Tejero y sus feligreses les mandaban.
Más tarde, cuando ya se había conocido el triste desenlace de la búsqueda, Tejero hijo dedicó una homilía en su honor. “Aunque el corazón nos encoja el alma, las campanas de gloria resuenan en Totalán, porque desde la fe sabemos a ciencia cierta que la absoluta inmensidad del cielo es la gran promesa de Jesús”, dijo desde el púlpito. “Pedimos a Julen que interceda por nosotros y nos haga descubrir cada día nuestra fragilidad ante la grandeza infinita de la fe cumplida”, siguió.
El Tejero de Franco
Pero esa faceta de buen samaritano, este jueves ha vuelto a colocar la figura de Tejero hijo en su sitio, bien al lado de los Franco y de su padre. Eso, de tal palo, tal astilla. La homilía que ha pronunciado en la cripta de Mingorrubio no tenía ese halo de esperanza que resonaba con Julen sino que olía a imagen en sepia, envejecida por el tiempo. Rescatemos algunas.
“Esa es la patria celeste de la que goza ya nuestro Caudillo, un humilde servidor de Cristo Redentor, que supo donar en gratuidad su vida y el espíritu de un fiel cristiano que sentía como la gracia santificante hacía hogar en su alma y lo lanzaba a la entrega generosa y sacrificial de su ser a Dios y a España”, ha pronunciado.
Pero no sólo se ha limitado a una exaltación religiosa y franquista. Tejero hijo también ha optado por posicionarse políticamente. “Nosotros no podemos comprender la gran afrenta que algunos están haciendo con sus restos mortales, pero estoy convencido que él lo asumiría como un sacrificio más por Dios y por España (...) sabría descubrir que ‘no hay que temer a los que matan el cuerpo, pero sí a los que matan el alma’”, ha dicho. “No nos asustamos de aquellos que profanan una tumba”, ha pronunciado desde el púlpito.
Y ha dejado también un consejo para la familia de los Franco. “Quizás la rabia coma nuestro corazón, pero no podemos consentir que estos hechos atroces endurezcan nuestro espíritu”, y “seamos, como lo fue el Caudillo, constructores de un mundo nuevo que, cimentado en los valores evangélicos, se transforme en una verdadera Civilización del Amor”. Los Tejero, a muerte con Franco.