Esther, cada mañana, levanta a su hijo, le pone el uniforme, le prepara el desayuno y lo acerca a la escuela. Lo lleva a pie, sin prisas, andando. Vive en Moncloa y el colegio concertado Sagrado Corazón lo tiene a apenas 10 minutos de su casa, en la calle Romero Robledo, cerca del Metro Argüelles. Por eso, sube con su niño hasta el Cuartel General del Ejército del aire, atraviesa Princesa, una de las principales arterias de Madrid, y lo deja. Parece lo mejor…
— Pero, ¿sabía que su hijo, al venir por ese camino, está expuesto más a la contaminación que los niños que eligen otra ruta?
— No, la verdad que no tenía ni idea.
Su respuesta es la de una gran mayoría de padres. Nadie sabe (ni percibe) los peligros para la salud que conlleva elegir un camino u otro al acercar a sus hijos al colegio. Sin embargo, las diferencias son notables, según un estudio realizado por el King’s College de Londres. En él, han demostrado que los niños que acuden al centro escolar por vías principales de una ciudad están más expuestos a la contaminación, casi el doble (143 mcg), que los que lo hacen por rutas secundarias (78 mcg), en coche o transporte público (85 mcg).
— Ahora que sabe esto. ¿Cambiaría de camino para venir al colegio?
— Sí, seguro. A partir de ahora elegiré una ruta alternativa.
No sólo ella. La mayoría de padres harían lo propio, según reconocen al ser consultados por EL ESPAÑOL. Al fin y al cabo, parece lo más lógico: el 31% de sus homólogos británicos decidieron, después de participar en este estudio, acudir al colegio por rutas secundarias. Realmente, demasiado pocos si se tienen en cuenta los efectos de la contaminación en la salud de los niños. No sólo por la prueba realizada por el King’s College, donde han participado cinco colegios de Londres y 250 niños, sino porque desde los departamentos de investigación hace tiempo que estudian sobre la problemática.
Lo ha hecho, por ejemplo, Xabier Basagaña, investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGLOBAL), centro impulsado por LaCaixa. “En niños se pueden dar problemas de bronquitis, asma… O, los que están expuestos prolongadamente al aire contaminado, es posible que tengan menos capacidad pulmonar”, esgrime. Pero no sólo eso. “En los asmáticos se agravan los síntomas (…) Incluso, la polución está relacionada con un desarrollo más lento a nivel cognitivo”, finaliza, en conversación con EL ESPAÑOL.
¿Qué pueden hacer los padres?
Los padres no siempre tienen alternativas. Miguel, abuelo ejemplar, vive en Aluche y lleva a su nieta al colegio Fray Luis de León, entre Plaza de España y Argüelles. “La mejor opción es el autobús, así que usamos el transporte público siempre”, esgrime. No contempla otra opción. De hecho, no la tiene. Y no es el único. En Madrid no es fácil dejar a los niños en el colegio. Hay quien, como Teresa o Gregorio, tienen que llevarlos en coche o en moto. ¿El motivo? Los llevan y se van a trabajar. No hay otra fórmula.
No la tienen, tampoco, en este caso, los que tienen que cruzar Princesa sí o sí porque viven al otro lado. “¿Qué puedo hacer? Es el camino que hay. No voy a cambiar la ruta. No puedo saltar la calle”, explica. O aquellos que, por ejemplo, tienen que acudir a colegios situados en avenidas principales: los Salesianos de Atocha, en Ronda de Atocha; el Luz de Casanova, en plena calle Embajadores; Nuestra Señora de las Delicias, en el Paseo de las Delicias… Y suma y sigue.
En todas las ciudades hay colegios situados en las avenidas principales. Por eso, el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGLOBAL) se lanzó también a realizar su propio estudio, con resultados parecidos al de sus ‘colegas’ londinenses. Ellos analizaron el efecto de la contaminación en niños que iban a colegios situados cerca de calles con mucho tráfico y altos picos de polución. Para ello, contaron con 2.715 alumnos de edades comprendidas entre 7 y diez años de 39 escuelas de la Ciudad Condal.
El estudio concluyó que los niños que iban a estos centros tenían un desarrollo cognitivo más lento. Es decir, la contaminación les afectaba. Como también lo hace en los bebés. De hecho, en esa misma investigación queda reflejado que los pequeños expuestos a contaminación durante la época del embarazo o la infancia tienen un retraso cognitivo entre los seis y ocho años.
Es, por citar un último estudio, una tesis parecida a la que en septiembre apuntaban en el Hospital de Cincinnati. Ellos, eso sí, iban más allá: concluían que los niños expuestos a la contaminación pueden desarrollar síntomas relacionados con las enfermedades mentales (depresión o pensamientos suicidas).
Por todos estos motivos, inconscientemente, muchos padres y abuelos evitan las vías principales. Elena, que tiene dos niños (uno de ellos en el Sagrado Corazón) siempre lo ha intentado. “Antes vivía en Príncipe Pío e intentaba venir por el parque antes de cruzar la calle”. Y Tenta, que tiene a sus dos nietas en el mismo centro, también hace lo propio. “Si venimos desde casa, lo hacemos por la zona verde”, puntualiza.
Todos, previamente a conocer el estudio, tenían sus razones para elegir una u otra ruta. Ahora, sólo esgrimirán una: la salud de sus hijos. El camino no será opcional, sino único. Y, sobre todo, secundario. Eso no se negocia.