De repente, entre los disparos empezó a sonar un grito por la radio. “¡Real!, ¡real, ¡real!, ¡Alto el fuego!”. La cosa se había tornado seria. Fue el pasado 24 de enero de 2017, en el campo de maniobras Chinchilla (en Albacete). Desde hacía unos días, varios soldados de la Legión estaban realizando un ejercicio de fuego real, pero hubo que detener todo porque una bala había alcanzado al legionario Joaquín Hipólito. Años después, todavía no queda del todo claro qué es lo que ha pasado, no se ha depurado ninguna responsabilidad.
A Joaquín, que por aquel entonces tenía 26 años y trabajaba en la Brigada Rey Alfonso XIII, le entró una bala por el lado izquierdo del abdomen y le quedó alojada cerca de la columna, en la zona lumbar derecha, provocándole daños vertebrales. Fue un helicóptero el que le tuvo que rescatar y pasó varios días en el hospital, debatiéndose entre la vida y la muerte. Al final, salió bien. Salvó la vida.
Ahora, Joaquín ha dejado atrás la Legión y está completando su formación como Guardia Civil en Cáceres. EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con el militar pero la Comandancia de la Guardia Civil en Cáceres no le ha permitido hablar con este diario. A pesar de ello, el proceso sigue abierto y se encuentra bajo instrucción en el Juzgado Togado Militar Territorial número 23 de Almería. La pregunta a la que hay que responder es ¿qué salió mal y de quién es la responsabilidad?
Después de ser desalojado en helicóptero del campo de maniobras, Joaquín fue trasladado al Hospital Universitario de Albacete con pronóstico grave. Entró directamente a la Unidad de Cuidados Intensivos y, siete días después, fue trasladado al Hospital Quirón de Alcorcón, en Madrid, donde le extrajeron la bala que tenía en su interior. El accidente fue ampliamente cubierto por la prensa esos días y recuerda al caso que ocurrió con el también legionario sargento Cruz.
Las negligencias
Se habla de accidente porque nadie duda que fuera así. Sin embargo, algo, o todo, tuvo que fallar en el momento en el que un mando de la Legión disparó sobre la zona en la que se encontraba Joaquín y la bala le alcanzó. Se trataba de un ejercicio de asaltar una posición, con varios grupos coordinados y utilizando fuego real, algo que se hace habitualmente bajo extensas medidas de seguridad para recrear de la manera más fiel posible una situación real.
“Cuando una unidad está acostumbrada a maniobras similares es inevitable caer en una rutina y se pueden acabar relajando las medidas de seguridad”, comenta el abogado de Joaquín, que está personado como acusación en la causa”. “En la Legión es muy común utilizar munición real, más que en otras partes del Ejército, pero si caes en la rutina, puedes terminar como en este caso”, añade.
La acusación cree que si algo podría salir mal, salió mal. No sólo en parte porque no se tomaron las medidas de seguridad previas sino porque, después, el escenario se recogió demasiado rápido sin que diera tiempo a recabar las pruebas suficientes. Pero, por partes.
Antes de realizar este tipo de ejercicios en los que se utiliza fuego real, se suelen llevar a cabo una suerte de ensayos generales “en seco”, sin disparos. La idea detrás de ello es que cada uno sepa qué papel le corresponde, saber el sitio en el que hay que estar y, sobre todo, saber dónde están los demás antes de usar munición real. Según el abogado, en esta ocasión no sucedió.
“El pasado 22 de octubre”, explica el letrado, “prestó declaración ante el juez un legionario que actualmente es civil. Cuando se le preguntó si se había efectuado el reconocimiento de los sectores de tiro, dijo que no, que no había planificación ninguna y no se realizó ningún tipo de explicación con mapas. Las instrucciones fueron muy livianas”, añade.
Pero esa no fue la única. Dentro de las medidas de seguridad que se toman para evitar accidentes como el que sucedió, se indica con paineles, una marca, dónde se encuentran las personas. Así, se evita que un disparo perdido acabe impactando contra alguien. Pues, según el abogado, en esta ocasión tampoco sucedió.
Aunque el abogado indica que tampoco era adecuado el chaleco protector que llevaba Joaquín, del tipo de antifragmentación, lo cierto es que en la Legión sí que suelen llevar este tipo de prenda. En otras fuerzas militares se pueden usar chalecos con placas de metal que paren o amortiguen la bala. La Legión, en cambio, siempre utiliza los antifragmento, que sólo protegen de rebotes o disparos indirectos. En todo caso, los chalecos que más protegen lo hacen por la parte delantera o trasera por lo que, al haberle entrado la bala por el lateral del abdomen, lo más probable es que aún así hubiera resultado herido.
“Estoy bien, estoy feliz”
El 29 de enero de 2017, Joaquín escribía lo siguiente en su cuenta de Facebook: “El último día de ejercicios de instrucción recibí accidentalmente un disparo (...) que me volteó la vida en cuestión de milésimas (...) era plenamente consciente de todo y puedo decir que es cierto que cuando piensas que vas a morir, no es que veas tu vida pasar en imágenes, pero sí piensas en todo lo que es importante en tu vida”.
“Estoy bien, estoy feliz y ahora mismo se encuentran durmiendo a mi lado personas por las que en varias horas de angustia pensé que jamás las volvería a ver. Soy un tipo afortunado”, añadía.
Han pasado casi tres años desde esa publicación. Aunque ya no suene el disparo y haya salvado la vida, queda una batalla, la judicial. Su intención ahora es que se depuren las responsabilidades, que si alguien hizo algo que no fue lo correcto se esclarezca y que le paguen la indemnización que le corresponde por el hecho.
“Agradecer a toda mi brigada, a mi bandera (...) y demás personas en darme todo su calor, ánimos y apoyo que, de corazón, me han dado mucha energía para enfrentarme a esta situación. Aquí se demuestran los hermanos de verdad. ¡Viva la Legión!”, terminaba en su mensaje.
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