-Estoy viviendo al día. Cuando te pasa algo así es cuando te das cuenta.
-¿De qué te das cuenta?
- De que tienes que vivir al día. Para mí la vida estas últimas semanas es solo estar pendiente de lo que ocurre en las próximas 24/48 horas.
Meditación, yoga, paseos a la orilla del mar. Mantener la calma y respirar profundo. En resumen, la tranquilidad. Una receta escogida por Diana López-Pinel , jornadas antes del inicio definitivo del juicio por el asesinato de su hija Diana Quer. Busca estar perfectamente mentalizada, pero quiere hacerlo ella sola.
López-Pinel se marchó a Galicia el día 27 de octubre, un día antes de la fecha para la que estaba prevista el inicio del juicio contra José Enrique Abuín Gey, alias 'El Chicle', por el asesinato y presunta violación de Diana Quer la madrugada del 22 de agosto del año 2016.
En su casa de A Pobra do Caramiñal, alejada del ruido de la ciudad y de los focos de las cámaras, en el chalet al que ella y sus dos hijas regresaban cada verano, al que regresa con Valeria cada Navidad, desde que la hermana mayor desapareció para siempre, se siente en paz consigo misma. En uno de esos momentos de pausa conversa con EL ESPAÑOL en una entrevista realizada jornadas antes de que todo empiece a terminar. La madre habla desde un lugar en el que para ella solo existen buenos recuerdos.
Frente al paisaje marítimo, entrecortado y boscoso de la zona norte de la Ría de Arousa, con una semana plagada de lluvias, la madre de la joven víctima que tenía 18 años cuando fue asesinada, trata de reposar y de mentalizarse para lo que viene por delante: dos semanas en las que se decidirá el futuro del criminal que confesó haber matado a su hija, que burló durante un año y medio a los investigadores, para luego claudicar y conducirles hasta un pozo, repleto de agua, con un cadáver dentro con ladrillos atados a los pies. El cadáver de Diana, que había ocultado allí donde nadie jamás podría encontrarlo, presuntamente después de violarla y estrangularla.
Todos esos actos, por tanto, serán juzgados en los próximos días, y la expectación será máxima en Santiago durante las próximas dos semanas. En ese período de tiempo se tratará de definir si se le condena a prisión permanente revisable por los delitos que se le imputan.
Todo depende del poder de convicción de la fiscalía y la acusación. Ellos serán los encargados de hacer ver a los nueve miembros del jurado popular que 'El Chicle' violó a Diana antes de asesinarla y arrojar el cuerpo a un pozo. Solo se le condenará a esa pena si una amplia mayoría del jurado ve probado que hubo agresión sexual. De tal manera en el juicio se verá todo desde el principio, y se interrogarán a los protagonistas de la historia para que termine de aflorar la verdad. La sala de la vista pública ha sido acondicionada para la ocasión dada la masiva afluencia de medios.
En Santiago no se veía cosa igual desde el juicio del caso de la pequeña Asunta Basterra. Y por eso las sesiones se celebrarán en el conocido como 'salón de bodas' de los edificios judiciales de la ciudad del Apóstol. Hasta allí se trasladará toda la presión mediática que llevaba semanas, debido a los conflictos familiares de los Quer, instalada a las afueras de Madrid, donde viven por separado cada uno de los tres miembros de la familia.
Diana madre ha querido irse antes para mentalizarse. Al asesino confeso le trasladaron casi al mismo tiempo, dos semanas antes de la fecha en que teóricamente iban a comenzar las vistas del juicio oral. Todo por evitar los disturbios propios de cuando el ambiente anda revolucionado. Dos trayectos en la misma dirección, uno desde la cárcel, el otro desde Madrid, 'El Chicle' aguarda en el centro penitenciario de Teixeiro, y la madre de la víctima en el elegante y veraniego chalé familiar en A Pobra donde hace más de tres años comenzó la pesadilla, la noche en la que Diana, después de las fiestas con las que el pueblo despide cada año el verano, intentó regresar a casa, y nunca pudo hacerlo.
Ahora se ha ido ella sola para allí, al pueblo de los veranos. Donde aún conserva a algunos amigos a los que solo ve en esa época, durante las vacaciones y en determinadas y puntuales escapadas. Ahora se encuentra allí de relax: su día a día en soledad y desconexión consiste en largos paseos por las playas del pueblo, tardes frías junto a la chimenea, leer muchos libros y ver poco la televisión.
"Aquí se sabe todo", dice Diana a EL ESPAÑOL. El miércoles lo ha sobrellevado con la tranquilidad de quien puede y debe dedicarse tiempo a uno mismo. El tiempo no acompaña, así que ha pasado la jornada viendo algunas películas en casa. Hoy no ha podido bajar a ver a la gente del pueblo, ni tampoco a los vecinos de las casas aledañas, ni tampoco a la playa, a pasear. Pero no pasa nada.
El irse unas semanas para allá le ha ayudado a afrontar con más fuerza la experiencia por la que tendrá que pasar la semana que viene. Cuando el asesino de su hija vuelva a convertirse en el foco de atención de todos los juzgados de España, cuando tenga que observarlo a menos de cinco metros de distancia, compartiendo la misma sala de los Juzgados de Santiago de Compostela donde se va a celebrar el juicio, declarando el próximo martes, la misma jornada, solo unas pocas horas después que él.
Un mes sin ver a Valeria
La última vez que vio a Valeria fue el día de la discusión ante las cámaras de todos los medios de comunicación ante los juzgados de Majadahonda. Hace un mes, Diana abandonaba la sede judicial tras interponer una nueva denuncia de violencia de género contra su ex marido. Allí Valeria se le encaró y le dijo que todo lo que estaba contando era mentira. Su progenitora explicó los documentos que había aportado ante el juez tras el incidente.
Diana quiere que se haga justicia con su hija, pero también que su ex marido la deje tranquila, y defiende su legitimidad a interponer las dos denuncias que ha interpuesto por violencia de género.
La matriarca de la familia Quer reposa también para reponerse de una doble tendinitis en la rótula. Esa lesión, dice, aparece en uno de los documentos que aportó al juzgado junto a la denuncia del pasado octubre. Según cuenta, se produjo durante el presunto intento de atropello de Juan Carlos en el garaje de la casa de Valeria, en la localidad madrileña de Las Rozas.
" Esperemos que no pase nada. Estas últimas semanas han sido como la prórroga de Dios", dice la madre, desde su apacible retiro en las costas gallegas. Hace dos semanas, el 28 de octubre era la fecha señalada para terminar de configurar el jurado popular y dar el pistoletazo de salida al juicio a la mañana siguiente. Aquella jornada Diana madre veía que comenzaba el camino hacia la verdad, hacia la resolución de las trabas que les fue colocando la vida. "Solo la maldad más extrema consiguió separarte de mí. No sabían que estaríamos más juntas que nunca".
El barco de las tres niñas
Las imágenes antiguas en las que se ve a una diminuta Diana en brazos de su madre son las más evocadoras. En varias de ellas, surcan las aguas atlánticas junto a Juan Carlos y la todavía más pequeña Valeria. Iban a bordo del Vadic, un barco de 8 metros de eslora, el primero de los yates que adquirió la familia. Esa embarcación descansa ahora algo más al sur, en los muelles de Ronáutica, uno de los dos puertos deportivos de Baiona, otra localidad de veraneo al sur de la provincia de Pontevedra. Ese yate, que ya apenas utilizan, anda allí varado como un álbum de fotos escondido en un polvoriento baúl.
-El nombre del barco -desvela la madre- significa: "Va" por Valeria, "Di" por Diana y la C del final es de Carolina, la hermana melliza de Diani.
Diana vino al mundo el 12 de abril del año 1998. No llegó sola. Al lado, en una suave cápsula incubadora del Hospital de La Paz, en Madrid, crecía otro prematuro bebé que apenas pudo sobrevivir a aquel parto a los siete meses de embarazo. "Falleció a las 24 horas de nacer. Yo no la conocí viva. Ya estaba amortajadita. Era hermosa, dicen que una de los bebés prematuras más guapas que habían visto allí. Rubia y con rizos. Se parecía mucho a Valeria".
Entretanto, Diana permaneció ingresada los siguientes cinco meses, luchando por sobrevivir a las complicaciones del nacimiento: meningitis bacteriana, varias paradas cardíacas, tres punciones lumbares... Muchos pensaron, tras las primeras horas, que no sobreviviría. Su fisionomía y su musculatura no sumaban un kilo de peso. Apenas tenía conformado el esqueleto. Pero Diana se hizo fuerte cuando las cosas carecían de nombre y el mundo era reciente para ella. Muchos años después, en homenaje a las tres niñas, el yate que la familia adquirió en Galicia sigue llevando el nombre de las tres.
Al otro lado de España, los Quer poseen otro barco donde también lograron ser muy felices, un velero de 12 metros que todavía comparten al 50 por ciento ambos ex cónyuges. Se llama El hechizo. Se encuentra en Castellón, otro lugar en el que también guardan buenos recuerdos con sus hijas. Un lugar al que, muchos años después, pudo regresar Diana este mismo verano, para ver a antiguos amigos del lugar y para disfrutar de las rocosas playas de Calpe. Otro lugar más en el que, para ella, el evocador recuerdo de Diana resulta imposible de evitar.
Ambos yates de recreo son el reflejo de una época extinta, de buenos momentos y felicidad. Ahora dice que el padre de Valeria no deja que se acerque a ella. El crimen que les destrozó el corazón fue hace tres años, pero para entonces la pareja ya se había divorciado.
Casi 100 testigos en el juicio
Llega, ya sí, la hora de la verdad. Todo un desfile de 90 personas diferentes que se sentarán en el centro de la sala para ser interrogados por el juez. Entre ellos, los padres de la víctima, con ella siempre presente, como un espíritu y un recuerdo imborrables, una presencia constante, un rostro que flotase en la sala, el de quien era una chica como cualquier otra, una chica normal. Que lo único que hizo fue volver a casa andando después de pasar la noche de fiesta.
En total, en el juicio comparecerán 50 testigos y 40 peritos, 15 de ellos forenses. Puede que todos aporten algo y jueguen en contra de 'El Chicle', el hombre cuyos crímenes han impuesto un pesado estigma sobre Asados, su aldea natal en la localidad de Rianxo, y sobre sus padres, los únicos que siguen apoyándole, yendo a visitarle a prisión, llevándole ropa y comida.
Precisamente, esta semana se produjo en los juzgados de Padrón un cruce fortuito que hizo que dos universos paralelos, destrozados por el horror y la tristeza, llegaran a rozarse. Sucedió a principios de la semana. Eran las diez y media de la mañana del lunes. Diana López-Pinel acudía a los juzgados de Padrón a tramitar una segunda denuncia por violencia de género contra su ex marido. Es una mañana lluviosa en la localidad natal de Rosalía -en Galicia no hace falta decir De Castro- se cruzó con José Abuín y Margarita Gey, los padres del asesino de su hija. Un hombre recio, sufrido, de manos grandes y bronceadas por el sol y las largas horas en el mar, una mujer menuda, de pelo blanco y una mirada frágil como el cristal. Ambos abrigados con jersey y ropas impermeables, llegaron a las once de la mañana.
Allí estaba también otra persona: Rosario Rodríguez Fraga, vestida con chaqueta rosa, vaqueros y ropa deportiva. Con ella iba su hija, la hija de Abuín, el asesino de Diana.
Apenas con media hora de diferencia, allí se iba a intentar dirimir qué hacer con la hija de 'El Chicle'. Los padres de Abuín exigían establecer un régimen de visitas para ver a su nieta. Rosario, su madre, presentó demandas de carácter económico, para ceder ante lo que le pedían sus ex suegros. Rosario pide también dinero que ella decía haber aportado al matrimonio y que quería recuperar.
Volverán a coincidir todos a partir de esta misma semana. El martes, los padres de Diana le verán a pocos metros de distancia, junto al jurado y las partes. Podrán volver a mirar a los ojos al hombre que asesinó a su hija. El miércoles serán distintos familiares de 'El Chicle' quienes declaren, entre ellos su ex, Rosario.
Entretanto, todos se mentalizan para lo que viene por delante. Es jueves y, tras varios días, en A Pobra ha dejado de llover. Diana sale por fin, cuando cae la tarde, a dar un breve paseo por los caminos próximos al chalé de veraneo. El recorrido es todo tranquilidad. De pronto, un haz de luz emerge entre las nubes y sus colores se dividen, formando un arcoiris, que se sumerge en el agua de la ría. Casi al instante, es fotografiado por Diana a las puertas de su casa.
-El arcoiris de mi hija, dice.
Y luego regresa sola a la casa para seguir tomando fotos del cielo y sus matices, esta vez desde el cuarto de las niñas.
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