El abuelo de Pablo Iglesias era clavado a Pablo Casado pero, según la teoría de sus libros, votaría a Vox
Condenado a muerte por Franco e indultado, fue prolífico autor en los años 50, con teorías machistas, contra el divorcio y la homosexualidad.
25 febrero, 2020 04:16Noticias relacionadas
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Hay veces en que nos quieren hacer creer que la repugnancia que siente la mujer a cuanto significa la fuerza y la dominación en el amor es una exigencia revolucionaria y nueva de la ‘mujer moderna’. Paréceme inútil decir que dicha teoría demuestra una ignorancia absoluta. La mujer siente admiración por la fuerza del macho y anhela a veces que se la obligue a hacer aquello que en realidad desea, pero se rebela contra la presión de la fuerza masculina cuando su corazón no ansía aún ser dominado o cuando ha dejado de desear dicha dominación.
Este análisis, profundamente estereotipado y de cristalina apología de la sumisión de la mujer frente al macho, sea eso lo que sea, fue firmado en 1953 por Manuel Iglesias Ramírez, el abuelo paterno de Pablo Iglesias Turrión y uno de sus principales referentes familiares. Y es que a lo largo de sus 73 años de vida, Manuel Iglesias dejó varios rostros, varias caras según a quién se las mostrara.
La primera cara, la suya propia. Cuando Pablo Iglesias compartió en las redes sociales una fotografía de Manuel, muchos cayeron en en hecho radicalmente distinto: el que Manuel Iglesias guarda un asombroso parecido físico con el presidente de los populares, Pablo Casado. Así, en el retrato difundido, con la cabeza escorada a la derecha; la boca, el carrillo y la mirada bien podrían configurar los elementos clave de una foto del abuelo de Casado, o del propio Pablo Casado, desposeído de barba y con un bigote. Habría colado.
Pero luego entra en juego su ideología, y ahí Manuel Iglesias guarda varias caras, contradictorias entre sí. Militante socialista y republicano antes y durante la Guerra Civil española, Manuel Iglesias fue represaliado por sus ideas en un juicio de escasas garantías que ya relató EL ESPAÑOL y por el que fue condenado a muerte. Sin embargo, logró librarse del paredón y empezó a trabajar en el Ministerio de Trabajo regentado por el falangista de línea dura José Antonio Girón. Y ahí ya no se parece tanto a Pablo Casado, sino alguien más a la derecha, uno de Vox, un Javier Ortega Smith, por poner un ejemplo. "La democracia moderna ha negado el principio del poder que procede de Dios", publicaba Manuel Iglesias.
Durante esa nueva etapa fue escalando socialmente, apareciendo en las páginas de sociedad de los periódicos de la época y escribiendo libros que bien contrastan con su militancia socialista. Cartilla de los derechos y deberes del trabajador español en el nuevo régimen (1952), Aborto, eutanasia y fecundación artificial ante el derecho español (1953), La moderna democracia social (1954) y Divorcio, amor libre y prostitución (1954) son títulos de algunos de los 14 libros que Manuel Iglesias publicó entre 1932 y 1962.
En esos libros -cuyo contenido ha sido rescatado por la periodista Leyre Iglesias en el suplemento Crónica, de El Mundo- no es sólo ya que junte en un título los conceptos de divorcio, amor libre y prostitución, sino que además considera la homosexualidad una enfermedad; las elecciones algo relativo y que la voluntad popular no es fuente de autoridad y el aborto como la culminación de la “degradación de las costumbres” entre numerosas dosis de glorificación de la obra franquista.
Así, en un primer acto de esta historia, durante la Guerra Civil, Manuel Iglesias se parece a la esencia que representa Pablo Iglesias. En el segundo, con la publicación de la foto que sirve de ilustración para este reportaje, se parece a Pablo Casado. Pero, en el tercer acto, con lo que supuran sus textos, no votaría al presidente del Partido Popular sino a alguna formación mucho más inclinado a la ultraderecha. Aunque, en el franquismo, votar, poco. Curiosamente, durante la dictadura de Franco era, al mismo tiempo, militante del PSOE en la clandestinidad. Seguramente la explicación más racional radica en que, socialista convencido, buscaba una imagen pública pro-franquismo para poder progresar. Quién sabe, los caminos del posibilismo son inescrutables.
Como el abuelo de Casado
“El Estado mantuvo durante mucho tiempo, como un dique contra la desvergüenza de las costumbres, la indisolubilidad conyugal enseñada y prescrita por la Iglesia, pero, desgraciadamente, durante la segunda República española, quedó autorizado el divorcio momentáneamente”, escribía Manuel Iglesias en Problemas conyugales o vida y estado matrimonial (1953).
Y seguía: “Para asegurar y cimentar bien el matrimonio es preciso recordar con toda exactitud las enseñanzas del Catecismo, en el mandamiento de Dios. (...) Va contra la castidad, y es por tanto mortalmente pecaminoso, el empleo o dilapidación de las fuerzas genitales fuera del matrimonio y de la forma permitida. Así pues, es pecado mortal no sólo el adulterio o la fornicación, sino también cualquier forma de uso antinatural como, por ejemplo, el 'pecado secreto' u onanismo. Además lo es toda pasión sexual voluntaria fuera del matrimonio”.
Pero antes de eso, Manuel Iglesias era otra persona. Nacido en Villafranca de los Barros (Badajoz) en 1913, el abuelo de Pablo Iglesias se formó con los jesuitas y acabó estudiando Derecho en Sevilla. Actuó como secretario en varios tribunales militares republicanos, llegando a presidir uno de ellos, fue presidente también de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y cuando estalló la guerra se involucró con las milicias republicanas, ayudándolas a conseguir armas, participando en mítines y locutando diversos discursos de aliento para los soldados en el frente.
En esos tiempos, cuando aún no había cumplido ni 30 años, se parecía físicamente a Pablo Casado pero también al abuelo del líder popular, Herman Blanco, aunque con este último más espiritual que físicamente. El abuelo materno de Pablo Casado era médico, se afilió a la UGT y el 18 de julio de 1936, armado con una pistola Star del calibre 6,35, fue a asistir a los republicanos que se enfrentaban contra los nacionales en su Palencia natal. Ello también le acabó pasando factura y terminó en la cárcel por esos hechos.
Lo mismo le sucedió a Manuel Iglesias. Tras perder la guerra fue juzgado por presidir el tribunal militar de úbeda (Jaén) y dictar siete penas de muerte y por el asesinato del marqués de San Fernando. Ambos juicios se celebraron con escasisimas garantías y fue condenado a muerte. En el intento de salvar su vida ya se atisbaba lo que iba a venir: “Quiero colaborar con mi pobre persona en su obra eterna”, le escribió al propio Franco, “no quiero morir por una causa antiespañola y, por ende, anticristiana; necesito lavar en el martirio por la causa santa y justa -la de Franco- el delito de una juventud”, según escribió en la carta.
La ‘enfermedad’ de la homosexualidad
Si su condena a muerte estaba fijada desde 1939, sólo cuatro años después, en 1943, Manuel Iglesias conseguía salir de la cárcel. ¿Cómo? Intercedió por él Pedro Gamero del Castillo, ministro sin cartera de Franco en los años tempranos de la dictadura y protegido político de Ramón Serrano Suñer. También le ayudaron desde el obispado madrileño, que lo acreditaron como un cristiano de bien. En 1944 entró a trabajar, enchufado por un familiar, en el Ministro de Trabajo de José Antonio Girón, fascista del ala de Onésimo Redondo y fundador de las JONS, junto a Ramiro Ledesma Ramos.
Ahí empezó a escalar sin parangón. Publicaba libros de una manera asombrosamente prolífica, se empezaba a codear con los mandamases del régimen y propagaba las ideas que, en un principio, debería haber repudiado. “El trabajador no es hoy una mercancía”, escribía en Empresarios y trabajadores. Derecho usual del trabajo (1954). “Por eso, insistimos en que la transformación producida ha supuesto para él (el trabajador) una conquista no sólo en el mundo de los valores económicos, sino también en el de los valores espirituales. Lo conseguido en materia social en la nueva España es tan copioso que nos va a ser harto difícil hasta la simple enumeración”, seguía. La “nueva España” era la de Franco.
“La democracia moderna ha negado el principio del poder que procede de Dios”, publicaba en La moderna democracia social (1953). Y alababa el franquismo. “España, en orden a la política social, era uno de los países más atrasados del mundo; en un espacio de tiempo increíblemente corto, se ha colocado a la cabeza de los más progresivos y avanzados, todo ello bajo la égida de su sentido cristiano y nacionalsindicalista”. Esto es de Enciclopedia laboral para el trabajador español. Cartilla de los derechos y deberes del trabajador español en el nuevo Régimen (1952) cuyo prólogo corría a cargo del ministro José Antonio Girón de Velasco.
Y la guinda del pastel, el considerar la homosexualidad una enfermedad: “Existen varios grados de homosexualidad. La pasividad, la actividad y la homosexualidad ocasional no deben ser consideradas de la misma manera. Tenemos que modificar la orientación cualitativa de un instinto; podremos hacerlo de dos maneras: con medicaciones o con tratamientos psíquicos. (...) Existen muchos homosexuales para los cuales su enfermedad no sólo les parece original, sino que la soportan bien y además la aceptan con serenidad. [...] Se puede admitir que, en ciertas condiciones precisas que se determinarán en cada caso, por el casamiento un homosexual, tal vez, si sinceramente desea corregirse, o mejor dicho curarse, llegará a erecciones de carácter heterosexual y poco a poco dejará de sentir la atracción homosexual”, decía en Problemas sexuales y conyugales. El gran libro de la vida sexual (1969).
Manuel Iglesias también pedía sancionar el delito del adulterio aún cuando existiese el consentimiento de ambos consortes y sancionar a los cómplices, a las terceras personas involucradas. Así, fue gastando los años pareciéndose a Pablo Casado pero cojeando más por la derecha. Aunque en secreto militaba en el PSOE. Su vida recuerda a Bridget Von Hammermark, el personaje de la película Malditos Bastardos que, de cara al público, era una actriz nazi pero que hacía manitas con los partisanos y aliados.