Irene García Roldán y la casa que le okuparon.

Irene García Roldán y la casa que le okuparon.

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Irene, 16 años con su casa okupada en Barcelona: espera el desalojo desde 2017 y vive de alquiler

Compró la vivienda en 2004 en Calella y desde entonces no ha podido vivir en ella. Sigue a la espera de que echen a sus okupas. 

20 agosto, 2020 03:01

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Desde que tiene 19 años la vida de Irene García Roldán ha sido una sucesión de malos infortunios. Primero le fue diagnosticada una grave enfermedad degenerativa, después murió su padre, a su madre la estafaron en la venta de sus negocios y sufrió malos tratos por parte de su pareja. La guinda a esta historia la pone la okupación de la casa en la que pretendía vivir. De esto han pasado 16 años… 16 años en los que la mujer que okupa su casa ha vivido gratis mientras Irene cobra una ayuda de 430 euros y vive con un alquiler social.

La infancia de Irene poco tiene que ver con su vida actual. Su familia tenía varios negocios de hostelería y una administración de loterías en su pueblo natal, Calella (Barcelona). Pero todo se empezó a torcer cuando a los 19 años le diagnosticaron distrofia muscular escapulohumeral. “Empecé a perder fuerza en el brazo izquierdo progresivamente”, explica a EL ESPAÑOL. Ahora, con 45 años, Irene tiene una invalidez reconocida, ya que anda con dificultad y casi no puede levantar los brazos.

Por su minusvalía, Irene necesita que su vivienda esté adaptada a sus necesidades y a su reducida movilidad. Por ejemplo: “Necesito estar mucho tiempo en el agua, en una bañera muy grande”. Fue por eso que en el año 2004 compró una vivienda gracias a una hipoteca y lo adaptó a sus necesidades. Las cosas vinieron torcidas e Irene se vio obligada a alquilar la que debía ser su futura casa para pagar la hipoteca. “El piso lo vi una vez solamente”, recuerda.

Así pues, su piso recién comprado en el número 136 de la calle Costa Fornaguera se alquiló a una mujer llamada Georgina. “Los tres primeros meses bien, luego dejó de pagar”. Y así han pasado 16 años. Tras la muerte de su padre y liquidar los negocios de la familia, Irene tiene que vivir con una ayuda de 430 euros al mes.

Si hoy tiene un techo bajo el que dormir es porque le fue concedido un alquiler social de 75 euros. Mientras tanto, su okupa, “seguramente gane 20 veces más” ya que se dedica a la prostitución. 110 metros cuadrados para ella sola.

33 viviendas al día

Unos 12.000 propietarios al año sufren okupaciones en sus domicilios, según los últimos datos. Esto significa que, de media, cada día 33 viviendas son okupadas en España. Esta cifra, de hecho, ha crecido desde 2013, el primer año en el que existen datos al respecto. Entonces, hubo 7.700 denuncias. En estos años han aumentado un 58% las okupaciones en todo el territorio. Este incremento se debe, en gran parte, a que la legislación dificulta enormemente el desalojo de estos usurpadores.

El problema es que el litigio entre propietario y okupa suele dilatarse en el tiempo. Los procesos duran, de media, unos cinco o seis meses. Esto dependerá mucho del juzgado y del colapso que tenga en los procesos. Y la crisis del coronavirus no lo ha hecho sino incrementar estos tiempos. Mientras tanto, el okupa disfruta gratis de la casa o local comercial. De la luz, del gas, del agua… de todo, que lo paga el propietario.

Irene no puede hacerse cargo de esos gastos y ha tenido que renunciar a una pensión de manutención de su exmarido a cambio de que él se haga cargo del préstamo inicial que les hizo el banco para la hipoteca. Y eso que la hija de ambos vive con ella.

Lo más notorio de este caso es que, 16 años después, la okupa sigue dentro de su casa. El desahucio de la usurpadora estaba programado para el año 2017 pero, por alguna razón que desconoce este nunca llegó a ejecutarse y su causa fue archivada.

Hace un mes que la abogada Sheila Osuna supo de este caso por casualidad y decidió abordarlo de forma gratuita. “Es un ángel”, afirma Irene. Contactada por este periódico, Osuna tampoco es capaz de explicar por qué la causa se archivó. “Te mentiría si te lo dijera”, comenta.

El mes pasado, la abogada presentó un escrito en el que solicitaba la reapertura de la causa y la reactivación de ese desalojo. Esa petición está en pausa hasta que el juzgado retome su actividad habitual. Entonces Irene podrá saber por qué no se desahució a la mujer que vive en su casa desde hace 16 años.

¿No has pensado en contratar a una empresa de desokupación?

Sí, estuve hablando con Daniel Esteve [de la empresa Desokupa] en 2018. Sabiendo la situación y todo, él no me podía garantizar el desalojo de esta mujer.

¿Por qué no?

Porque lleva muchos años y por mucho que tú le ofrezcas 3.000 euros por irse de la casa, no la va a poder echar. Él me dijo: ‘Tú vas a hacer un esfuerzo enorme para ahorrar 3.000 euros que seguramente ella no los vaya a aceptar. Es prostituta, seguramente tenga más dinero que tú en el banco’. Así de claro me lo dijo. ‘Tú tendrás 300 euros ahora en el banco, ella puede tener 20 veces más’. Yo le vi toda la lógica en ese momento.

El hermano díscolo

Como comentábamos al principio de este reportaje, esta es una de las muchas desgracias que ha sufrido Irene o, más bien, su familia. Cuando perdió a su padre, su madre y ella no podían hacerse cargo de la empresa y tuvieron que traspasar el negocio o, más bien, mal venderlo. La razón de esto es que la madre de Irene sufre la misma enfermedad que ella y además, no sabe leer ni escribir. Esto hizo que el gestor se aprovechara de ella y le estafara dinero a espuertas.

Pero lo que más daño hizo a esta familia seguramente sea la estafa piramidal que hizo el hermano de Irene, Carlos García Roldán, el cerebro de la venta de “casas fantasma” en Mallorca. La investigación cifró la estafa en unos cuatro millones de euros y más de 200 damnificados.

Tal y como se demostró en los tribunales, ni Irene ni su madre sabían nada de estas actividades delictivas ni vieron nunca un duro de ese dinero. Ahora Carlos está en la cárcel tras su extradición desde Colombia, donde huyó. Esto le causó una tremenda depresión a su madre, según relata Irene.

Pese a todo lo que ha sufrido esta mujer, en ningún momento pierde la sonrisa ni se derrumba en lo que dura la conversación con este periódico. “Tengo mucho humor y muy irónico”, afirma "Yo creo en la reencarnación, entonces en otra vida debí ser una mala perra y por eso me ocurre esto", bromea. Solo espera poder disfrutar algún día de la casa que le fue arrebatada casi dos décadas atrás.