Con la radio y el aire acondicionado de su cosechadora a todo trapo, Jorge Navarro siega a una media de dos hectáreas por hora, entre Chinchilla y Albacete. Mientras, un bróker al otro lado del Atlántico, cierra, con unos clicks en su portátil, un par de operaciones millonarias con cereales en la Bolsa de materias primas de Chicago —la Chicago Board of Trade—. El ejecutivo ingresará un porcentaje de lo que genere y nuestro cerealista, 14,5 céntimos por kilo de cebada. "El precio baja y baja, pero hoy nos pagan lo mismo que ya cobraba mi padre hace 35 años", lamenta. Los agricultores se han convertido en los parias de la tierra.
Pero, según dice, aún podría remontarse más atrás. "En los 70, un kilo de cebada costaba 10 pesetas, una café igual y un periódico, otras 10. Hoy, el periódico cuesta 1,50 euros, un café igual y un kilo de cebada, 15 céntimos", comenta. Y sentencia: "Es la ruina —unas palabras que nos repetirán más veces en este reportaje—, por eso los agricultores estamos como estamos, que no generamos mano de obra y todo lo tenemos que intentar hacer nosotros". Además, lanza una pregunta para que se entienda la problemática del campo: "¿A que a ti no te han bajado nunca el precio de la cerveza?". Y no hace falta responder.
El precio de la cebada que pagan tanto las malterías —que son quienes convierten la cebada en malta como paso previo a la elaboración de la cerveza— como el resto de industrias que compran este cereal, se cierra en las lonjas españolas por tonelada. 145 euros valía esta semana, tal y como marcaba la de Albacete este mismo jueves. Un precio que viene influenciado por varios factores.
Jorge Navarro, nuestro cerealista, es uno de los diez integrantes de la mesa de Cereales de la Lonja Agropecuaria, como presidente de la Asaja Albacete. Cinco provienen del sector productor y los otros cinco, de la parte compradora. Se reúnen todos los jueves para cerrar las cotizaciones en origen. Pero su capacidad de maniobra de las Lonjas no es precisamente alta. Él es el encargado de desgranarnos los factores que afectan al valor de los cereales.
Las bolsas, las 'culpables'
"El precio que se acaba marcando para cualquier cereal, trigo, cebada, avena, etc. está influenciado por los fondos de inversión y por las grandes bolsas de materias primas, que son Chicago, Amsterdam, Londres y París", explica Navarro. En estos parqués se tiene en cuenta la producción de otros países, como Rusia, Brasil, Estados Unidos, Francia… Y, a la vez, la Lonja mira a los puertos españoles. "En ellos están los cargamentos de importación de cereales de otros países, competencia directa y que influyen en esa oferta-demanda", explica.
Navarro lo llama "la presión de los puertos", que significa que traen producto de otros países —Ucrania, Rusia, Brasil— "en ocasiones, sin seguir todos los requisitos que aquí se requieren y que encarecen el producto", comenta. Y aclara que, entre estos, se encuentran "la trazabilidad o la prohibición del uso de determinados químicos, entre otros muchos".
De hecho, entre las peticiones de los agricultores que tomaron las calles españolas con sus tractores antes de la pandemia, se encontraba que se exigieran "los mismos requisitos" a lo que se importa "para poder competir en igualdad de condiciones". "Es un cereal que viene exento de aranceles y, sin más documentación, es más barato. Y es normal que el cliente se vaya a por ello", indica. Pues bien, contando con estos elementos, esta semana en Albacete el kilo de cebada costaba un euro menos que la semana pasada.
Para pagar la cebada cervecera —la de malta—, que en España supone el 10% del mercado de este cereal, se toma como referencia el precio en la lonja, en principio, como cebada para pienso. Y, a partir de ahí, se incrementa una media del 10%, al tener que exigirle una serie de especificaciones como tamaño, composición o humedad.
En los últimos años, las cifras de consumo de cerveza en España rondaban los 40 millones de hectolitros. Así lo muestran los datos oficiales de la Asociación de Cerveceros de España, que aglutina a los grandes grupos nacionales —Heineken, Mahou San Miguel o Damm—. Con esto, la media de consumo por español se queda en 50 litros por persona, aún por debajo de la media europea que ronda los 70.
Según nos explica Juan Galvañ, ingeniero agrónomo y profesor del Máster en Tecnología cervecera de la Universidad de Alcalá de Henares, para fabricar 10 litros de cerveza se necesitan unos 24 kilos de cebada. Con esto, a una media de 50 litros, cada español ingiere 120 kilos de cebada al año.
Al precio de lonja, en bruto, unos 18 euros. Lo que cuesta una ronda con amigos. Pero claro, luego viene todo el proceso. Primero maltear y luego fabricar la cerveza. El 95% es agua, pero hay que contar con el resto de ingredientes: el lúpulo y la levadura. Envasado, distribución y si es en un bar —el 67% de las cerveza que se consumen en España lo son en un establecimiento de hostelería—, que te la sirvan. Con lo que también hay muchos factores que influyen en el precio final de la birra que te tomas.
Precisamente, el cierre de bares, restaurantes y hoteles —el llamado canal HORECA— de este año por el COVID, ha asestado un duro golpe al sector. El consumo de cerveza cayó un 40% durante el confinamiento. Pero además, sus ventas se encuentran fuertemente vinculadas al ocio, al verano y a la llegada de turistas. Por lo que no ha levantado cabeza. Y las expectativas de futuro más cercano no ayudan, ya que en épocas de crisis, el consumo también cae. Más noticias malas para el precio de la cebada.
Jóvenes precarios
Volvemos al campo para hablar con jóvenes y veteranos agricultores acerca de números. Primera parada, Soria. Alejandro Aguado tiene 27 años y lleva ya seis dedicados al campo. Estudió Ingeniería Agrícola y hoy, junto a su padre, trabaja en la explotación familiar —suman entre ambos 500 hectáreas— y rota entre cereales y leguminosas.
La suya es una zona complicada porque no son precisamente grandes llanos o terrenos cuadrados, sino tierras entre montañas, con lo que se necesita una maquinaria más específica -y cara- para segar. Este año han recogido una media de entre 4.000 y 4.500 kilos de cebada por hectárea. Cuando le preguntamos acerca de la rentabilidad, explica que les da "para pagar gastos". "No es normal que suban los costes de producción, lo que tenemos que invertir… todo", mientras el precio de la cebada no lo hace.
Algunos días, recuerda, tiene que dedicarle "hasta 16 horas al campo", sobre todo en épocas de recolección. Aunque lo hace de buen grado porque dice, él es de los que lo “ha mamado” y trabaja en lo que le gusta. Pero reconoce que es difícil dedicarse a esto viendo los resultados. "Más fácil es montar una tienda", nos dice. "Para empezar, aquí tienes que hacer una inversión muy alta. A ver qué banco te da medio millón de euros", se pregunta.
Hablamos de maquinaria, de compra de terreno y otros muchos factores. Él juega en casa, la inversión ya venía de familia, pero ni con esas todos se quedan. "La gente se jubila y los hijos no siguen, cada vez somos menos, es muy difícil con estas rentabilidades", concluye. Y es que los precios "no acompañan".
Alejandro comenta que la cebada maltera se paga un poco mejor —para destinarla a la cerveza se necesitan determinado calibre y características como el nivel de proteína—, pero el precio viene igualmente marcado por muchos elementos externos. "Al final, en los precios hay cosas inexplicables, no es sólo cómo ha ido la producción en otros países", nos cuenta. Y lo explica: "Francia y Gran Bretaña han tenido cosechas desastrosas, pero eso no ha hecho que el precio suba".
Los Aguado venden su cebada a cooperativas, fábricas de pienso, almacenistas, malterías… Pero asegura que el problema no se encuentra en esta parte de la cadena: “No es que estas empresas quieran estrujar al agricultor”. Y se explica: “El precio lo marcan muchas veces firmas que no tienen nada que ver con el sector”. Y así, nos habla de inmobiliarias que invierten en las bolsas de cereales, inversores que juegan y otros tantos. Esta es la especulación que denuncian las asociaciones agrarias.
Mal año; ninguna subida
José Rosales, responsable nacional de Cereales de COAG —Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos—, también nos habla de ella: “El año pasado no fue un buen año para la cebada, pero no subió el precio”, cuenta. Este 2020, con la temporada casi terminada –falta algo de siega aún por el norte de España-, el ejercicio ha resultado mejor. La lógica de oferta demanda nos lleva a pensar que a más cereal, precio más bajo. Pero, al mirar fuera, explica que “no hay stock mundial de cereales”. Eso, a priori, también debería ser bueno para el productor, para que subiera el precio. “Pues tampoco”, sentencia Rosales.
Buscando explicaciones a lo que parece un sinsentido, él, desde Zamora, nos lleva de vuelta a la bolsa de Chicago. “Cuando estalló la burbuja del ladrillo, muchos inversores se pasaron a los cereales. Se dedican al almacenaje y la distribución, pero lo que hacen es esperar para ver cuándo el mercado paga mejor”. Es el compra y vende de la bolsa, pero con las cosas de comer. Y es que almacenar cereales no es una cuestión compleja, requiere espacio y un “pequeño tratamiento anti bichitos”.
Rosales nos habla de esos barcos que esperan en puertos los momentos adecuados para desembarcar y de grandes empresas que mueven el mercado de los precios al tener tales controles. Al otro lado, el agricultor y también, reconoce, el consumidor de la cerveza y del pan. "Somos es eslabón más débil", asegura. “El valor añadido no me lo llevo yo, se lo lleva el especulador. No tengo argumentos para defenderme, con un mercado liberalizado el precio, siempre bajo, me viene impuesto por otros”, desgrana y concluye: "Esto es el oeste".
Marielo García todavía no ha vendido la cebada que ha segado este año. Esta joven agricultora de Albacete dirige a la vez su propia agencia de publicidad y la finca familiar con una explotación de riego. Este año ha sembrado, entre otras cosas, adormidera, un tipo de amapola destinado a la industria farmacéutica. Además, claro, trigo y cebada. “No hay bodas, no hay fiestas. El consumo de la restauración ha bajado tanto de cerveza, como de pan”, recuerda haciendo referencia a la pandemia que ha azotado la salud y la economía mundial. Y así, tal y como aclara, “el precio de la cebada ha bajado un 30% respecto al año pasado”, lo que supone “una ruina” para ellos. En cualquier caso, se muestra optimista: “Siempre el precio es más bajo cuando acaba la campaña, esperamos que se recupere un poco. El trigo ha bajado un 5% pero la cebada un 30% y eso una barbaridad”.
En Albacete, Intermalta tiene uno de sus cuarteles generales de España. Hablamos de una de las principales malterías del país. Es decir, las empresas que compran la cebada y realizan el proceso de malteado, que incluye germinación y tostado. El cereal, una vez transformado, se vende a las cerveceras. Entre sus clientes, los grandes grupos nacionales.
La empresa produce 350.000 toneladas de malta al año y entre sus clientes se encuentran Mahou, Heineken y Estrella Galicia, entre otros. Con sede en San Adrián, en Navarra, tienen fabricas en Sevilla y en Albacete. En esta última planta, recientemente ampliada, la firma invirtió el año pasado 14 millones de euros. Entre las tres factorías dan trabajo directo a más de 80 personas y facturan, en total, 125 millones de euros al año.
Intermalta, recuerda su director general, Carlos Álvarez, paga a los ceralistas el precio de referencia de la lonja, con una pequeña prima por lo que se llama “calidad maltera”, un plus que suele rondar el 10%. Tienen firmados contratos con agricultores y productores de las zonas en las que tienen sus malterías y también exportan.
Hijo de agricultor, este directivo nacido en Córdoba apunta que el de los cereales es un mercado “absolutamente transparente”. Pero, entonces, ¿por qué los agricultores se quejan de los precios y de especulación? “La preocupación por el precio es histórica y es verdad que hay fluctuaciones”, contesta. “Los cereales son commodities —materias primas, bienes básicos— que tienen sus bolsas”, explica, y dice no mostrarse partidario de, como piden los agricultores, “imponer unos precios mínimos”. “Intervenir los precios es una solución simple a un problema complejo”, asegura. “¿Por qué sube o baja el precio de la cebada? No depende sólo de cómo sea la cosecha, también de la calidad o de si un año tiene poca proteína” afirma y recuerda que España es “deficitaria” en cereal. Lo que quiere decir que tenemos que importar. Por eso, su apuesta pasa por que se mejore la calidad de la oferta.
En este sentido, el profesor Juan Galvañ, también maltero y director de la empresa Maltas Seleccionadas, recuerda que hay variedades de cebada que cumplen mejor las demandas de la industria cervecera. Su empresa distribuye malta española y también de una casa belga para elaboración de cervezas artesanas e incluso caseras -un sector que ha vivido un boom en el país España en los últimos años-. Recuerda que en España todavía hay un gran camino en la microcervecería, que tiene más tradición en otros países como Estados Unidos o Bélgica. No sólo por las diferentes formas de maltear que han comenzado a llegar ahora a nuestro país, sino además en el mismo cultivo de las variedades malteras, diferentes de las cebadas que se destinan al pienso.
Tanto a través de pequeñas cervecerías artesanales, como en las grandes distribuidoras, se apuesta cada vez más por la cercanía con el campo. Desde Intermalta explican que prefieren comprar la cebada en España, tal y como les piden las grandes cerveceras nacionales. Lo confirma Jacobo Olalla Marañón, director general de Cerveceros de España, la asociación que engloba a los grandes grupos. En el país se cultivaron el año pasado más de 700.000 toneladas de cebada cervecera, que tras la selección y malteado se convirtieron en 526.000 toneladas de malta. Su valor en el mercado rondó los 200.000 millones de euros. Además, cabe recordar que el sector cervecero, según señalan desde la Asociación, genera 6.000 empleos director en el campo español.
Desde Mahou San Miguel confirman que compran a malteros españoles el 99% de los cereales que utilizan en sus procesos y que piden que siempre que haya disponibilidad en “cantidad y calidad”, esa malta “provenga de cebada nacional”. Desde Heineken, siguen la misma línea: el 99,6% de la malta que compraron el año pasado fue local. La compañía adquiere en España anualmente unas 150.000 toneladas de malta para sus cervezas —Cruzcampo, Amstel, Heineken, etc.— que fabrican en las cuatro plantas que tienen ubicadas en Madrid, Sevilla, Valencia y Jaén. De hecho, es uno de los operadores de la Lonja de Cereales de Sevilla desde 2015.
Cebada cervecera entre olivos
El cereal, como muchos otros cultivos, rinde más si recibe cantidad de agua. Se puede duplicar la producción de cebada por hectárea en un regadío, frente a un secano. Pero España, recuerdan desde Heineken, es el país con más “estrés hídrico de Europa”, algo que se agrava con el cambio climático. En Jaén, para luchar contra esta situación, la firma ha puesto en marcha una propuesta verde que se llama Proyecto Olivo y es una investigación pionera que fomenta el cultivo de la cebada cervecera entre estos árboles. La idea es, además de impulsar la economía local, reducir el consumo de agua buscando la coexistencia del olivo y la cebada. Para las conclusiones aún hay que esperar a 2021, cuando se termine de recolectar la cuarta cosecha, pero, en principio, se apunta a una importante reducción del consumo de agua manteniendo la rentabilidad.
Sin ella, no hay futuro en el campo. Por eso, la apuesta de agricultores y cerveceros coincide en este sentido: cuidar mejor el medioambiente, pero sin perder de vista los precios. No sólo para beneficiar al productor cuando estos suban, también, como se preguntaba al principio de este reportaje Jorge Navarro, al consumidor, en caso contrario.
Desde COAG, José Rosales, delegado de cereales, ahí lo deja: "Si cuando sube el trigo, nos parece bien que suba el precio del pan, si abaja la cebada, que baje el precio de la cerveza".